Relato erótico
Chicas “buenas” y calientes
Aceptó encantado la invitación de su amigo para pasar un día en fin de semana en la playa con dos chicas. Pasaron un par de días de película. Las chicas estaban buenas y eran muy calientes.
Josema – HUELVA
Querida Charo, estaba trabajando en la primavera de hace dos años en mi empresa, cuando sucedió lo que ahora os narro. Tenía un compañero que se llamaba Manolo, y un día en fin de semana me invitó a ir al campo con dos amigas suyas, según él, con esas mujeres podíamos hartarnos de follar. Yo tras ver la oferta, acepté, y así pasaron los días hasta que llegó el sábado en el que quedamos.
A la hora acordada y en el sitio convenido, se presentó Manolo con las dos chicas, a las cuales yo conocía de vista del trabajo. Me las presentó. Una se llamaba Charo, guapa, pelirroja con un cuerpazo impresionante, mediría alrededor de 1,75 y con medidas colosales, cerca de 105-65-95. La otra se llamaba Rosa, guapa aunque no como su compañera, un poco más baja, morena, con un cuerpo hermoso, sobre 100-60-90, bien proporcionado.
Los cuatro nos dirigimos en el coche de Manolo con dirección a un pueblo de la costa, pero antes de llegar, en una parte más salvaje, nos paramos, aparcamos el vehículo y nos adentramos en el paraje de ensueño, rodeado de arena y árboles. Nos quedamos fuera de la playa, justo en la duna anterior, pero desde nuestra posición el agua del mar estaba a escasos treinta metros y esta zona estaba solitaria. Antes de situarnos Manolo nos dijo a Rosa y a mí, que nuestro sitio era en una duna, y que el suyo estaba tras de esta, o sea que estábamos juntos pero separados por la duna de arena. Charo dijo que era lo adecuado pero Rosa protestó, aunque no le sirvió de nada, yo no dije nada y ellos desaparecieron tras la duna. El día era muy caluroso, por lo que rápidamente me quedé en bañador, Rosa hizo lo mismo y se sentó a mi lado. En un principio casi no hablaba, pero intenté romper el hielo hablándole, cosa que logré.
Al pasar una media hora nos pareció escuchar un gemido. Rosa, con curiosidad, se levantó y se acercó a la duna, se asomó y vi que miraba con cara sorpresa. Entonces me levanté, miré y vi a Manolo y Charo desnudos realizando un caliente 69 entre ahogados gemidos. Rosa, al parecer, se excitó viendo semejante espectáculo y disimuladamente se tocó el coño sobre el bikini, al mismo tiempo que mi polla se ponía dura rápidamente. Entonces cogí a Rosa de la mano y tiré de ella hacia la toalla y al ver que no protestaba, sin mediar palabra, la tumbé sobre la toalla, y la besé suavemente. Ella se dejó hacer hasta que, de repente, comenzó a besarme furiosamente mientras su pubis buscaba afanosamente el máximo contacto con mi polla. La chica acabó de rodillas sobre la toalla y sus manos rápidamente me quitaron el bañador y cogieron mi polla, acariciándola suavemente.
Seguidamente, y con mirada excitada, su lengua comenzó a darme pequeñas pasadas sobre el prepucio y después le dio una serie de lamidas para, a continuación, ponerse de pie, quitarse las bragas, tumbarme, ponerse sobre mí y metiéndome el coño en toda la boca comenzó a frotarlo furiosamente mientras sus manos y boca volvían a trabajar sobre mi polla.
Mi lengua recorría lentamente su raja al tiempo que le chupaba el clítoris muy suavemente. Pasados unos minutos, dejó de chupar mi polla, solo la acariciaba, y se concentró en el enorme placer que yo le estaba dando. Su culo se movía suavemente al compás de mis lamidas y se veía claro que la estaba matando de placer. Mi boca chupaba su clítoris y mi lengua jugaba con los sabrosos labios, arriba y abajo, dentro de su coño. Rosa gemía cada vez más fuerte hasta que su culo comenzó a temblar, su cuerpo sufrió un poderoso espasmo y lanzó un fuerte grito. En ese mismo momento, y como ella había seguido pajeándome, lancé un gran chorro de leche que fue a parar a su cara y pecho. En el acto ella bajó rápidamente la cabeza y comenzó a tragarse todo lo que pudo.
De pronto oímos risas y aplausos. Eran Manolo y Charo que estaban comiéndose un bocadillo mientras nos miraban. Charo en ese momento me dijo:
– A mi también me gustaría probarte.
– Es solo mío – replicó Rosa entre risas.
Charo se acercó a mí, me dio un beso en la boca y tras esto dijo entre risas que sabía delicioso el coñito de Rosa. Todos nos reímos y nos fuimos desnudos al agua a bañarnos y allí cada uno sobaba al otro mientras nadábamos. Incluso Charo, en una de sus zambullidas, me cogió la polla con la boca, consiguiendo ponérmela otra vez dura. Tras estar bastante tiempo en el agua, Charo me cogió de la mano y me llevó hacia las toallas, en cuanto llegamos ella se tiró sobre una, se abrió de piernas, con sus dedos se separó sus labios vaginales y me dijo:
– ¡Venga, méteme tu palo aquí dentro, que lo estoy deseando!
Sin pensarlo, me situé entre sus muslos y sin dificultad alguna mi polla se incrustó en la entrada del coño y con un ligero movimiento de caderas, mi verga comenzó a penetrar su interior ya que su coño estaba muy lubricado. Charo disfrutaba a tope con la polla en su interior y cuando mis testículos tocaron su culo, ambos acompasamos nuestros movimientos mientras yo daba unos sabrosos chupetones a sus erectos pezones mojaditos y mi polla se deslizaba por su engrasado y caliente conducto. Era maravilloso.
Al rato Charo comenzó a emitir sonoros quejidos de placer y a acelerar sus envites contra mí, yo aceleré también mis acometidas y lanzando un sonoro gemido, mi polla comenzó a echar leche en el interior. Al notarlo, ella soltó un estridente grito y empezó a contraer el coño. Estaba teniendo un magnifico orgasmo. Tras esto, nos sentamos y contemplamos como Manolo le comía el coño a Rosa hasta que esta se corrió.
Nos comimos los bocadillos y tras esto nos tumbamos en las toallas, pero ellas, insaciables, comenzaron a jugar. Rosa empezó a dar lengüetazos a mi miembro mientras Charo hacía lo mismo con el de Manolo, hasta que pasado un tiempo, lograron ponerlas duras. Entonces Rosa se colocó sobre mí y cogiendo con la mano mi polla, lo dirigió a su agujero y en cuanto se la metió fue bajando su culo poco a poco hasta que le entró toda. Charo hizo lo mismo.
Rosa estaba empalada, yo me comía sus preciosas tetitas y ella movía sus músculos vaginales, contrayéndolos, clavándose mi polla en su coño. Estuvimos un largo rato en esa posición hasta que para mi sorpresa, ella me pidió a gritos que la enculase. Sin pensármelo, la quité de encima, la puse a cuatro patas y lubriqué bien la entrada de su ano con sus propios flujos, entonces apoyé mi polla en la entrada y comencé a presionar. Tras empujar un poco, la cabeza quedó encajada en su alojamiento, empujé un poco más y mi polla penetró hasta la mitad, un poco más y la tenía absolutamente dentro. Ella no dijo nada, se limitaba a menear el culo para facilitar la penetración, lanzando jadeos según la iba penetrando. Tras tenerla un tiempo metida y su agujero ya acostumbrado, comencé un lento movimiento de metisaca por aquel caliente túnel mientras que con mi mano izquierda le acariciaba sus tetas, cuyos pezones tenía duros. Luego bajé la mano y con los dedos comencé a acariciar su clítoris.
Rosa movía el culo soltando sonoros gemidos, hasta que yo no aguanté más y comencé a lanzar leche en el fondo de su culo. Tras esto, ella comenzó a temblar y su corrida fue apoteósica. Manolo, al ver como enculaba a Rosa, puso a Charo a cuatro patas pues quería hacer lo mismo, pero esta no se lo permitió, le dijo que por ahí nada, que ella no follaba por ahí, así que machacó su coño hasta que ambos llegaron al orgasmo. Momentos después empezamos a recoger, momento en el que Rosa, sonriente, le dijo a Manolo que se había equivocado en la elección, en clara alusión al sexo anal. Manolo no contestó, cogimos el coche y regresamos.
Hasta otra y muchos besos Charo, donde más te guste.