Relato erótico

Celos útiles

Charo
23 de marzo del 2020

Nos cuenta que antes de divorciarse pasó un verdadero calvario con los celos, infundados, de su mujer. Le montaba escenas insoportables y le preguntaba con quien le era infiel. Incluso llegó a dudar de sus amigas y le contaba que eran unas golfas.

Ángel – La Rioja
Hasta hace poco estaba casado y en ocasiones me preguntaba a mi mismo: ¿Qué diablos había hecho yo, para merecer tal castigo? Para mi desdicha, después de varios años de casado, de la noche a la mañana, a mi mujer le dieron unos fuertes ataques de celos y lo peor de todo es que no tenía razón o motivo alguno para pensar o actuar de esa manera. Tenía tantos celos hasta el punto de que en más de una ocasión la encontré oliendo mi ropa, incluso hasta mis calzoncillos, buscando evidencia de algo que nunca había pasado. Lo cierto es que la situación, en ocasiones, era bastante insoportable.
Para colmo de males, debido a su manera de actuar, perdimos varias amistades, ya que desde la lógica de mi mujer si yo no le era infiel con alguna de sus amigas o las mujeres de nuestros conocidos, pronto lo sería ya que todas ellas no hacían otra cosa que tratar de seducirme. Incluso, hasta una muy mayor conocida nuestra, que era viuda y que fácilmente me doblaba la edad.
Debido a una de esas indiscreciones de mi mujer, me enteré que Ana, una de sus amigas, fácilmente se iba a la cama con aquel hombre que la tratase mal, no es que le gustase que le dieran, no nada de eso. Ana se volvía loca por los hombres de vocabulario vulgar y grosero, los que según Ana, llaman al vino, vino y al coño, coño. También me enteré que Isabel, nuestra vecina, engañaba a su marido con los tipos que se detenían en la carretera a prestarle ayuda, cuando su auto se accidentaba, cosa que al ponerle atención, me di cuenta que era algo muy seguido. Además también me enteré que Diana, una de sus más íntimas amigas, que felizmente estaba casada con el primo de mi mujer, tenía dos amantes y buscaba a un tercero con desesperación, la única condición era que fuera un hombre serio y muy discreto.
La verdad es que al principio, no le puse atención a esos enfermizos comentarios de mi mujer, pero sus ataques de celos la llevaban a molestarse tanto conmigo que su manera de castigarme, me imagino yo, era negándose a que tuviéramos relaciones, al punto que muy a pesar mío pasaba hasta más de un mes sin que aceptase que yo la tocara, mucho menos que tuviéramos relaciones. Fue cuando antes de salir de mí casa, me di cuenta de que Isabel tenía la tapa del motor de su coche abierto. En esos momentos pensaba ir a visitar a mi padre.
Noté que Isabel trasteaba algo en el motor, después se montó en el coche y arrancó. Por el camino, hacia la casa de mi padre, vi el coche de Isabel que tomaba una pequeña carretera rural, que se dirige a un pequeño poblado y luego a un bosque.

De momento me dieron ganas de saber si era cierto lo que mi mujer me decía, por lo que también tomé la misma carretera, dejando cierta distancia entre su coche y el mío. Ya había pasado el poblado y estaba a punto de regresar, cuando vi su coche a un lado de la carretera, con el cofre del motor abierto y ella a un lado de su auto observándolo como cuando uno no sabe qué hacer.
Al principio ella no reconoció mi coche, pero al verme bajar, me di cuenta por la cara que puso que pensó que su plan se había ido al carajo.
Yo, actuando de lo más natural que pude, como quien no está al tanto de su juego, de inmediato me dispuse ayudarla. Ella trataba por todos los medios de que marchase, diciendo que seguramente pasaría alguien que supiera algo de mecánica para ayudarla, que no me ensuciara las manos y otras cosas más, pero al revisar por encima el motor me di cuenta que simplemente le había desconectado uno de los cables de la ignición.
Auque me tomé mi tiempo, tocando aquí y halla, finalmente hice que el coche arrancase. Cuando Isabel escuchó el rugir de su motor, su rostro cambió completamente y reflejando una alegría algo exagerada, me preguntó como podía pagarme el favor. Fue cuando le dije que como ella quisiera, siempre y cuando mi mujer no se enterase. Al oír mis palabras en su bello rostro se reflejó una picara sonrisa, a la que respondí con otra de complicidad, mientras tomaba una de sus manos y acerqué mi cuerpo al suyo. Sin darle oportunidad, le planté un ardiente beso en la boca y mi lengua buscó la suya sintiendo, casi de inmediato, una de sus manos que me agarraba los cojones por encima de la tela de mi pantalón.
– ¿En tu coche o en el mío? – Isabel en ese instante me preguntó.
Como estábamos al lado del suyo le respondí que el de ella, además los asientos traseros de su coche son más amplios que los del mío. En cosa de segundos nos seguimos besando, y ella, con una agilidad tremenda, ya se había quitado el vestido, sin llevar nada de ropa debajo, por lo que quedó desnuda por completo y recostada en el asiento trasero de su coche. Los besos que nos dimos fueron más que suficientes para que yo me excitase, saqué mi polla de mi pantalón y separando las piernas de mi vecina, me dispuse a penetrarla cuando vi su coño completamente abierto ante mí.
A diferencia de mi mujer, Isabel lleva el coño totalmente depilado, por lo que podía ver lo rosado de su piel, los finos labios de su chocho y hasta lo húmedo de su sonrosado clítoris. Fue tal la impresión que recibí, que no pude aguantar las ganas de ponérmelo a mamar en ese mismo instante.

Coloqué mis manos sobre sus rodillas, separé un poco más sus piernas y ante la sorpresa de Isabel dirigí mi boca directamente a su rosado coño. En el acto recibí todo el aroma de verdadera mujer que emanaba de su coño, lo que me excitó aun más y casi inmediatamente mis labios y mi lengua entraron en contacto con su coño, sintiendo como todo el cuerpo de Isabel se arqueó al momento en que con mi lengua comencé a lamerla.
Colocó sus manos sobre mi cabeza, restregándosela contra su coño a medida que se lo chupaba, lamía y mamaba insistentemente. Sus gemidos eran como música a mis oídos, hacía mucho tiempo que no me sentía de esa manera. Isabel además, movía sus caderas con tal energía, que después de hacerle una buena mamada, decidí penetrarla. Era la primera vez en mi vida, que le era infiel a mi mujer y con nuestra vecina para colmo, situación que me excitó más aún, a medida que introducía mi polla dentro de su caliente coño. Isabel movía sus caderas como toda una puta profesional, tan diferente, a la barra de hielo que yo tenía en casa. Era tal nuestra excitación que ni cuenta nos dimos que nos estaban observando.
Los gemidos de Isabel me seguían sonando como toda una sinfónica en mis oídos, todo el coche por dentro tenía un rico aroma al sexo salvaje, que manteníamos dentro. Isabel me apretaba con sus piernas alrededor de mi cuerpo, mientras que me clavaba sus uñas en la espalda. Yo metía y sacaba mi polla de su precioso coño, cuando después de un buen rato, ambos alcanzamos el clímax más tremendo que hasta esos momentos tenía memoria. Cuando después de unos cuantos minutos, que reposamos uno al lado del otro, al sentarnos nos dimos cuenta que un par de individuos nos observaban, yo de inmediato como pude guardé mi polla dentro del pantalón, mientras que Isabel, muerta de vergüenza, trataba de vestirse de manera apresurada. Luego Isabel pasó al frente de su coche, nos dimos otro embriagante beso y antes de que se marchase quedamos en volver a vernos.
Antes de llegar a casa, pasé por casa de mi padre, me di un buen baño, después me puse a jugar un rato con mi hermano pequeño, hasta que consideré que ya estaba lo suficientemente sudado. Al regresar a casa, mi mujer me ladró, perdón quiero decir que me habló, preguntándome que había hecho, cuando le dije que había estado jugando con mi hermano, no quiso saber más nada.

Desde esa fecha comencé a tener más y más relaciones con Isabel, hasta dentro de su casa y en su propia cama. Con el tiempo, también tuve mis encuentros con Ana y Diana, pero bien diferentes a los que he seguido teniendo con Isabel. De mi mujer, un día que me vino con la misma canción de siempre, sin pensarlo mucho la mandé al cuerno. Al siguiente día fui yo quien puso la demanda de divorcio. Si hubierais visto la cara de ella después de que el juez formalizó nuestro divorcio.
Saludos y hasta otra.

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