Celos ¿Inustificados? II

Todo empezó cuando la compañera de trabajo de su novio los invito a pasar un fin de semana en la playa. Siempre hablaba muy bien de ella y reconoce que se puso celosa. El fin de semana fue divino y ahora nos cuenta la continuación de su anterior relato.

Isabel – BARCELONA
Dejé mi relato cuando nuestros amigos, Amanda y Paco, salían del agua, se secaron y permanecieron de pie, exhibiéndose completamente desnudos ante nosotros.
– ¿No os animáis a desnudaros? – nos preguntó Amanda.
– Creo que no, me da vergüenza… – contesté.
– ¿Por qué?, todo el mundo está en pelotas aquí – dijo Paco.
– Sí, pero no lo hemos hecho nunca y no sé… – añadí.
No insistieron más, pero si nos ofrecieron un buen panorama exhibiéndose ante nosotros y mostrando su desnudez con toda naturalidad. Yo había conseguido ponerme muy caliente con aquel hermoso espectáculo. Después de una bonita mañana, llena de agradables vistas, nos vestimos y volvimos a casa a comer.
La tarde del sábado la dedicamos a hacer algunas compras en la ciudad y a visitar algún sitio pintoresco. Volvimos a casa a última hora de la tarde, nos duchamos y bajamos a cenar. Amanda estaba muy guapa con un vestido negro de tirantes de gasa muy cortito, algo que a Marcos agradó mucho y Paco con un pantalón blanco de lino y una camisa holgada. Estaba guapísimo. Cenamos como el día anterior, con charlas que se fueron calentando a medida que avanzaba la noche.
Esta vez no salimos de casa y tomamos las copas en la sobremesa de la cena, después decidimos bailar con nuestras respectivas parejas en el salón siguiendo el ritmo de unas tiernas baladas.
Marcos se apretaba mucho contra mí, al igual que lo hacía Paco con su novia. A pesar de que yo llevara una minifalda vaquera podía notar la dureza del miembro de mi chico, sin duda se calentaba viendo a Amanda bailar con Paco. Ellos, por su parte, estaban cada vez más acaramelados, Amanda metía las manos por debajo de la camisa de él y le acariciaba la espalda mientras se besaban y jugueteaban con sus lenguas. Aquello nos calentaba y les imitamos besándonos también y acariciándonos. La mano de Paco fue subiendo por la parte exterior de los muslos de Amanda hasta llegar a su redondo culo, comenzó a sobarla sin recato y a continuación le bajó las bragas para poder acariciarla mejor. Ella gemía de gusto, y el proseguía con sus caricias en su culo. A continuación siguió acariciándola por debajo del vestido pero esta vez por delante, sobando con todo el descaro su coñito.
Amanda masturbaba a su novio siguiendo con su movimiento de caderas y bailando con muchísima sensualidad, sin duda nos estaban provocando y ella nos miraba de vez en cuando y nos sonreía. Sin ningún miramiento Paco empujó a Amanda contra el sofá y de una sola embestida la penetró comenzando a follársela entre los gemidos de ambos. Nosotros nos quedamos bastante cortados, pues la cosa se había puesto a cien.
Marcos metió las manos bajo mi vestido e intentó bajarme las braguitas, pero no se lo permití, me daba vergüenza por la situación pero como estaba muy cachonda, le tomé de la mano y fuimos a nuestra habitación donde echamos el mejor polvo de nuestra vida, oyendo los gemidos y los gritos de Amanda y Paco desde el salón.

Después de hacer el amor y de fumar el obligado cigarrillo, Marcos me dijo:
– Vaya polvo que han echado delante de nosotros.
– Ya lo creo, no se han cortado un pelo – dije.
– ¿Te gustaría haber estado tú debajo de Paco? – me preguntó de pronto.
– ¿Qué dices? – pregunté atónita.
– Sé que estás loquita por que te folle, te encanta su polla, no le has quitado ojo…
– ¿No será que el que está loco eres tú por follarte a Amanda? – pregunté.
– Sí, me encantaría – contestó – Podríamos probar un intercambio.
– ¡Estás loco, Marcos! – exclamé.
La conversación quedó ahí, pero sí que se volvió a cruzar por mi mente el hecho de poder comerme a Paco, pues me gustaba mucho e incluso mis celos habían desaparecido y deseaba que mi novio se tirase a Amanda. Me excitaba el solo hecho de pensarlo.
A la mañana siguiente no bajamos a la playa pues como era domingo habría mucha gente y ellos preferían tomar el sol en la terraza. Después de desayunar salimos a la terraza, disfrutando de una mañana espléndida. Yo me quité el vestido quedándome en bikini, Marcos hizo lo mismo quedándose en bañador y nos acostamos en las cómodas tumbonas a disfrutar del sol.
Amanda salió de la casa completamente desnuda, sorprendiéndonos otra vez. Se contoneaba por la terraza, colocándose en otra tumbona con mucha sensualidad, algo que a Marcos excitaba, pues su bañador delataba una montaña provocada por su erección. Al rato salió Paco igualmente desnudo que nos sirvió unas copas de té helado. Yo no podía quitarle el ojo de encima, observar su culo, sus piernas, todo su cuerpo sin vello y su pene sin pelitos alrededor.
– Veo que no os animáis a quitaros el bañador – nos comentó Amanda.
– Es que nos da corte – dije.
– Venga tontos, si aquí no os puede ver nadie, solo nosotros.
– La verdad es que me apetece mucho, pero no sé, me da vergüenza… – contesté.
– Yo te ayudo, relájate y no te preocupes por nada – dijo Amanda mientras se levantaba de su tumbona y se dirigía hacia mí.
Me tomó de una mano y me levantó colocándose frente a mí. Miré a Marcos, que parecía estar de acuerdo con que me desnudara.
– No vas a ocultar ese hermoso cuerpo, ¿verdad? , verás que bien te sientes sin ninguna prenda, además aquí nadie puede vernos, verás que bien vas a estar – volvió a decirme Amanda.
Me ayudó a soltar el sostén de mi bikini y cayó al suelo. Tenía algo más blancas mis tetas, pues a pesar de que tomaba rayos Uva de vez en cuando, esa zona más sensible no estaba tan morena. Después se agachó y bajó las braguitas de mi bañador y me quedé desnudita, bajo la atenta mirada de los tres. La polla de Paco fue tomando una buena dimensión al observarme desnuda.

– ¡Qué buena estás! – dijo Paco – ¿Y querías ocultarnos toda esa belleza?
Amanda le sonrió. Miré a Marcos que, sentado en la tumbona, no podía disimular una enorme excitación.
– Tendré que darte crema, pues el sol te puede quemar – me dijo Amanda.
A continuación tomó el bote de crema con una mano y con la otra comenzó a aplicar por todo mi cuerpo esa suave y fría pomada. Lo hacía muy bien, con mucha suavidad y con caricias más que sensuales, lo que hizo que me fuera excitando aún más. Sus dedos llenos de crema se tropezaban con mis erectos pezones y ella notaba que yo estaba a tope. Luego bajó por mi cintura y después su mano bajó hasta mi culo y me extendió de crema, sus dedos se metían entre mis muslos rozando los pelitos de mi sexo y alguna vez su mano tocó mi húmeda rajita, cosa que me hizo soltar algún pequeño ronroneo de gusto. Amanda lo notaba y se iba calentando también. Sus bonitos pechos se juntaron con los míos y comenzamos a juguetear con ellos como si de una lucha se tratase y la crema lubricaba nuestros cuerpos y nuestras tetas se resbalaban la una con la otra. Las dos reíamos.
Los chicos estaban a tope, Paco con su polla apuntando al cielo y Marcos que parecía iba a reventar el bañador.
Amanda pegó su cuerpo al mío y abrazándome comenzó a besarme el cuello mientras sus manos sobaban mi culo. Yo nunca había hecho nada de eso con una chica pero no me disgustaba para nada. Con su lengua recorrió mi barbilla, mis mejillas, mis cejas y luego mis labios. Sus hábiles manos recorrían mi cuerpo, acariciando mi cintura, mi espalda, mi culo, mis tetas. Mi boca no podía resistir más y nos devoramos como dos hembras en celo, jugando y luchando con nuestras lenguas y moviendo nuestros cuerpos pegados deslizándose con la crema.
Después de aquel fantástico masaje, Amanda se separó de mí y me invitó a sentarme sobre mi tumbona, agarró la mano de Marcos y le acercó hasta colocarle de pie muy cerca de mí, a unos pocos centímetros.
– Ahora te toca a ti – dijo señalando a Marcos.
Mi excitación iba creciendo hasta tal punto que no me importaba absolutamente nada que la antes tan odiada Amanda devorase a mi chico, es más, estaba como loca por ver como se lo tiraba. Se agachó frente a él y de un golpe le bajó el bañador. Su polla estaba como nunca, tan tiesa e hinchada que parecía que iba a reventar.
– ¡Guau… pero qué cosa más linda! – exclamó Amanda admirando el erecto pene de mi chico.
Amanda comenzó con la operación de dar crema a Marcos y cada vez que sus manos le acariciaban, la verga daba un pequeño respingo de agradecimiento. Sobaba su culo con fuerza, sus muslos, su pecho, su ombligo, colocando su cara a pocos centímetros de la polla de mi novio. Siguió sobando las caderas de Marcos untando la crema y él permanecía de pie con los ojos cerrados.

Con toda la intención acercaba tanto su cara a la erguida polla de mi novio, que la rozaba con sus mejillas y su nariz, algo que a Marcos parecía extasiarle. Luego ella se levantó y pegó su cuerpo al de mi novio. Sus tetas se apretaban contra su pecho y sus labios mordían su mandíbula y su oreja derecha. Después continuó con su lengua hasta llegar a la boca de mi chico que sacó también su lengua besándose con ganas. Las manos de Marcos rozaban la espalda y el culo de ella.
Amanda me miró, me guiñó un ojo y después miró a mi chico, a continuación se arrodilló frente a él y sus labios rodearon el glande de Marcos que no pudo reprimir un pequeño gritito incontenible al tiempo que agarraba la cabeza de ella para no perder el equilibrio, pues debía estar estremeciéndose de gusto. Poco a poco la polla de Marcos desaparecía en la boca de ella, centímetro a centímetro.
Mientras todo esto ocurría, Paco se colocó sentado tras de mí, abrió sus piernas y pegó su pecho a mi espalda, pudiendo notar su polla aprisionándose a la altura de mis riñones. Ya no me importaba nada, estaba tan cachonda que quería que aquello continuase con todas las consecuencias. Las manos de Paco comenzaron a acariciar mi cintura con mucha suavidad, luego mis caderas, mis muslos, luego subieron a mis tetas y emití un suave gemido. Me pellizcaba suavemente los pezones sin dejar de besar mi cuello y mis hombros.
– Vaya tetas más hermosas tienes – me decía.
Uno de sus dedos comenzó a jugar con los pelitos de mi pubis y yo creía estar en la gloria. Su lengua recorría mi espalda. Yo cerraba los ojos pero inmediatamente los abría para contemplar la mamada que le estaba dando Alicia a mi novio.

Ella seguía metiendo y sacando de su boca la polla de Marcos, haciéndolo muy despacio, casi con demasiada parsimonia y al tiempo dirigía su mirada a la cara de placer de él, que por sus gestos, debía estar pasándolo como nunca. La impresión de verle con otra mujer y que otro hombre estuviera tocándome y acariciando todo mi cuerpo, me enloquecía de gusto.
Pero aquí debo acabar mi relato pues estoy segura de que me alargado demasiado.
Besos y hasta muy pronto.