Relato erótico
Casualidades de la vida
Había ido a casa de su novia, como cada día, y después de tomar algo se fue. Cuando iba a coger el ascensor, escuchó unos ruidos. Bajo por las escaleras y se encontró, o mejor dicho, sorprendió a una pareja que vivían en la finca. Se saludaron y empezaron una amistad o una “relación”, como queráis decirlo.
Javier – Alicante
He de reconocer que siempre me había excitado la idea de formar un trío con dos mujeres, o una pareja hombre/mujer; soy heterosexual, pero no me importaba la idea de que fuéramos dos hombres para una misma mujer.
El hecho era que me encanta leer los relatos que se publican en Internet, de parejas, chicas y chicos, contando sus experiencias, pero muchos no me los llegaba a creer, ya que mi vida era lo que se suponía normal y nunca había tenido ni conocido alguien con esas experiencias.
Alguna vez había comentado con mi novia el hecho de que una tercera persona (mujer u hombre) se uniera en la cama, pero siempre había rechazado la idea por desagradarle. De modo que la ocasión de poder disfrutar de mis fantasías sexuales se veía reducida a la posibilidad de pagar por ello, pero siempre lo he visto muy artificial, de manera que esa opción la descarté también. Lo había intentado alguna vez contestando a algún anuncio en Internet sin obtener ningún resultado, bien porque no puedo mandar foto o porque directamente no me contestaban. Aunque desistí, no quise renunciar a mi fantasía, y fue una noche de agosto la que me dio la ocasión de poder realizarla.
Salía del piso de Madrid, donde vive mi novia, serían sobre las once de la noche, y en vez de tomar el ascensor decidí bajar por las escaleras, de modo que abrí la puerta de acceso, encendí la luz y comencé a descender. Al llegar al descansillo del segundo piso escuché unos ruidos de ropa y respiración, que en un primer momento no identifiqué, que provenían del pasillo de acceso a los pisos de la planta segunda. Como es un mes en el que se dan muchos robos, pensé que podía ser un ladrón, de manera que decidí averiguar qué era eso. Soy un chico alto y de complexión fuerte, de manera que tenía un poco de confianza en poder intimidar al posible ladrón.
Me acerqué lentamente a la puerta y me asomé discretamente para observar, cual no sería mi sorpresa cuando el ladrón en cuestión era en realidad el matrimonio del piso dándose el lote. La verdad es que nunca había estado tan cerca de una situación así y como no parecía que se hubieran percatado de mi presencia decidí quedarme a disfrutar del espectáculo.
El matrimonio no tiene hijos, Laura debe medir aproximadamente 1’70m, es de pelo negro, liso y corto. Como ya me había fijado en ella en la piscina de la comunidad, su cuerpo es delgado, sus caderas estrechas, sus pechos pequeños y muy redondeados, con unos pezones pequeñitos que se le marcan, de cara normal, con labios finos y sus ojos castaño oscuros; la verdad es que es una mujer que agrada a la vista. Juan es de estatura media, pelo negro corto y de complexión normal.
Aquella noche Laura llevaba una falda fina roja con dibujos étnicos, estilo hippy y una camisa lisa de color violeta. Juan le había abierto la camisa por completo, desabrochado el sujetador y le estaba lamiendo los pezones, mientras con sus manos jugaba bajo la falda de Laura, quien tenía los ojos cerrados y el rostro hacia arriba, jadeando a cada caricia de Juan.
Él le fue bajando las bragas hasta quitárselas y dejarlas en el suelo, continuó descendiendo por su vientre, subió la falda levemente y se metió debajo. Solo podía apreciar el bulto de su cabeza a la altura de su pubis, pero por la expresión y los gemidos de Laura, le estaba comiendo el coño a conciencia. De pronto, en un movimiento de cabeza, Laura giró su cabeza justo hacia mí y me pilló de lleno. Instintivamente, me retiré como un chaval, pero me quedé tras la puerta, bloqueado, sin saber si salir corriendo o quedarme a ver que pasaba. Escuché como Laura musitó algo y Juan le debió preguntar algo. Un silencio, que se me hizo eterno, se apoderó del pasillo, hasta que volví a escuchar un leve cuchicheo de la voz de Laura y a continuación a Juan diciendo claramente ¡vale!
Nuevamente ruido de ropa, pero esta vez Laura habló en voz alta:
– ¡Pasa! ¡No te quedes ahí fuera hombre!
La verdad es que el corazón casi se me sale por la boca del susto, me daba cuenta de lo que estaba pasando y de lo que implicaba el entrar en ese pasillo, así que me decidí a entrar.
Laura se había abotonado ligeramente la camisa, de manera que aún se podía ver la piel de su cuerpo, y llevaba en su mano el sujetador y las bragas. Juan tenía su polo por encima del pantalón y aún se le notaba el bulto de su erección.
– ¿Te ha gustado lo que hacíamos? – me preguntó Juan, mientras Laura me sonreía.
– Pues la verdad es que si me ha gustado, Laura es una mujer que me gusta mucho.
Me temblaba un poco la voz por los nervios y el pecho me temblaba como un terremoto. En ese momento Juan comenzó a abrir la puerta de su piso, Laura se acercó a mí y me cogió de la mano.
– Ven, podrás verme mejor…
Tiró de mi mano suavemente y nos metimos en su piso. Juan dejó las llaves en un mueble y le dijo a Laura que nos fuéramos a la habitación. Nos quedamos Laura y yo a los pies de la cama de matrimonio, Juan, sentado junto a las almohadas. Ella se acercó a mí, notó que estaba nervioso.
– ¿Has hecho algo así alguna vez? – preguntó.
– La verdad es que no, pero es algo que he querido probar.
Juan se dirigió a Laura.
– No te prives, Laura.
Fue decir esto y Laura me empezó a acariciar el cuello suavemente, se acercó a mí y me dirigió hacia sus labios. Me besó muy suavemente, muy despacio, su lengua lentamente fue entrando en mi boca en busca de la mía hasta que ambas se rozaron y enlazaron al mismo ritmo que nos besábamos.
Metí mis manos bajo su camisa y acaricié sus caderas, subiendo mis manos hasta rozar sus pechos. Nuestras respiraciones eran más fuertes, Laura me besaba el cuello y me comenzó a subir la camiseta hasta quitármela. Me acarició la espalda y nos volvimos a besar, esta vez nuestras lenguas se enlazaban más profundamente en la boca del otro, mi cabeza estaba como embotada, solo seguíamos lo que nuestros cuerpos nos iban pidiendo.
Le desabroché la camisa y me fijé fugazmente es sus pequeños y redondos pechos, sus pezones estaba duros. Se los acaricié con las yemas de los dedos, ella me cogió la manó y me la presionó aún más para que se los manoseara con fuerza. Me desabrochó el pantalón y este cayó al suelo, dejándome en calzoncillos.
Tenía la polla como una piedra y así lo delataba el bulto de mis modestos 16cm. Era mi turno, terminé de quitarle por completo la camisa, pero cuando me disponía a bajarle la falda ella me detuvo.
– Quiero que me veas bien -me dijo.
Y bien que la vi. Su cuerpo estaba completamente desnudo frente a mí, cruzó sus brazos tras su espalda y me sonrió con mirada de niña mala, estaba absorto disfrutando del panorama.
Vi que su bello púbico estaba recortado y reducido a una fina línea que bajaba hacia su entrepierna. Se volvió a acercar a mí y nos volvimos a besar. Con una mano le acariciaba la espalda y con la otra le acariciaba sus nalgas. Laura, por su parte comenzaba a bajarme el calzoncillo, me cogió la polla con su mano y comenzó a masajearla, se me escapó un gemido, estaba en la gloria. Entonces, Juan decidió participar.
Me había olvidado completamente de él pero cuando se colocó desnudo a espaldas de Laura y comenzó a besarla el cuello y acariciarle sus caderas, nuestras manos y cabezas coincidían en el cuerpo de Laura, quizás por torpeza o inexperiencia mía. Mi primera reacción fue la de apartarme un poco de Laura, no sabía como continuar.
– Déjate llevar por nosotros, no te preocupes- me indicó Juan.
Laura me empujó levemente hacia la cama y me tumbé boca arriba. Ella se colocó a cuatro patas sobre mí hasta que su cara quedó sobre mis caderas, me agarró suavemente la polla y comenzó muy lentamente a metérsela en su boca y a succionarla fuerte. Estaba a mil, me estaba haciendo la mejor comida de mi vida, desde luego sabía muy bien como hacerme disfrutar.
Juan, después de observar como Laura me la estaba mamando, se colocó detrás de ella y le fue metiendo su polla por la vagina. Laura daba pequeños gemidos y su boca soltaba saliva por la excitación.
Las sacudidas de Juan eran más fuertes y Laura comenzó a jugar con su lengua en la punta de mi capullo y a succionar aún más fuerte. No pude aguantar más y me corrí como hacía mucho que no lo hacía. Mi semen se quedó en la boca de Laura, notaba el calor de mi fluido dentro de su boca, y ella siguió succionando y moviendo su lengua sobre mi capullo, sus gritos nos indicaron que Laura estaba en pleno orgasmo. Juan estaba también a mil y se corrió dentro de Laura. Entonces ella, reteniendo mi semen en su boca, se incorporó sobre la cama, se giró hacia Juan y le propino un beso profundo y largo.
Mi semen se dejaba escapar por la comisura de ambas bocas, pero Laura y Juan se encargaron con la lengua de no dejar nada. Aquello me volvió a poner la polla dura, me excitó la manera en que se besaban y Laura le pasaba mi semen a Juan. Laura, después de besarle, se puso sobre mí. Aún estaba excitada, su rostro así lo delataba, y me besó con fuerza.
El sabor de mi semen aún se notaba, era la primera vez que lo probaba y aquello me excitaba aún más. Me tomó la polla con la mano.
– ¡Métemela, la quiero dentro de mi coñito!
Y me la colocó en la entrada de su vagina. Su coño estaba chorreando y la polla me entró como una bala. Sus caderas comenzaron a agitarse y sus músculos vaginales me aprisionaron la polla a cada golpe de cadera. Nuestros cuerpos sudorosos temblaban y nuestros jadeos eran cada vez más fuertes. Juan se colocó a nuestro lado, pude ver su polla por primera vez. Nunca había tenido una tan cerca y además, empalmada. Era más gruesa que la mía y más o menos de la misma longitud. Laura la tomó con la mano y se la fue metiendo en la boca, cada embestida de sus caderas era cada mamada de la polla de Juan. Nos corrimos los tres casi a la vez. Pude ver como Juan le bombeaba a Laura dentro de su boca y como ella succionaba hasta asegurarse la ultima gota. Una vez que Juan terminó, ella se vino a mí y me besó. Nuestras bocas se abrieron y el semen de Juan fue pasando a mi boca, impulsado por cada lengüetada de Laura. Aquello me excitó de nuevo, me volví a empalmar por el morbo que aquello me daba. Los fluidos de Juan, con la saliva de Laura, su lengua reptando sobre la mía y moviendo aquel líquido viscoso y un poco amargo me produjo de nuevo una erección. Ambos tragamos los fluidos y terminado el beso, Laura me acarició la cara con ternura, se giró sobre la cama y me invitó de nuevo a ponerme debajo.
– Quiero que me lo comas despacito, no tengas prisa y no te preocupes acabar antes que yo.
Dicho y hecho, me puse bajo su coño, sus labios estaban húmedos y como su bello era muy cortito, no fue ningún inconveniente pasar mi lengua por su coñito húmedo.
Mi polla volvió a entrar en su boca y Laura me la succionaba lentamente. Con la punta de mi lengua recorrí muy lentamente su rajita y endureciéndola, busqué su clítoris como quien busca el último gramo de un tarro de mermelada.
Ella se agitaba más, gemía a cada pasada de mi lengua y cuando le succioné su clítoris como si de una fruta se tratara, lanzó un pequeño grito y seguidamente me succionó la polla mucho más fuerte y me volvió loco con la lengua, por lo que me corrí nuevamente dentro de su boca. Noté como tragaba mi semen y me esmeré aún más en mis succiones. En estas, Juan se posicionó tras de Laura y acercó su polla a su coño.
Decidí retirarme y Juan le metió la polla lentamente.
– ¡No pares de lamerme, no pares! – me gritaba Laura mientras su marido la follaba.
Me lo pensé un poco, pero decidí probar. Los labios, ahora separados por la polla de Juan, me dejaron el clítoris aún más descubierto y se lo empecé a lamer a lengüetazas. La dureza de la polla de Juan chocaba con mi lengua, pero Juan logró que su polla no se saliera de la vagina de Laura. Los fluidos de Laura empaparon su polla y mi boca, Laura se corrió, su cuerpo se quedó rígido por el placer y Juan le descargó su semen. Ambos fluidos se juntaron en mi boca y aquel tacto le provoco a Laura otro orgasmo, esta vez más corto, pero que sacudió su cuerpo como una descarga.
Me aparté de debajo y los tres nos tumbamos exhaustos sobre la cama. Había sido la mejor sesión de sexo de mi vida. Pude comprobar que nos habían dado las 3 de la mañana. Aquello significaba llegar al trabajo con cara de muerto viviente. Me despedí de ellos, y Juan me dijo que aunque no suelen montarse tríos, habían disfrutado mucho con éste y que posiblemente repetiríamos la velada.
Las pocas veces que coincidimos en la escalera, nos cruzamos una sonrisa cómplice, aunque por ahora no hemos vuelto a repetir la experiencia.
Saludos para todos