Relato erótico

Casi una orgía

Charo
24 de agosto del 2018

Forman una pareja muy liberal y amantes del sexo. Llevaban pensando en participar en una orgia y creyeron que había llegado el momento. Querían ir a un club de intercambio, pero antes fueron a un pub a tomar unas copas. Allí la cosa se les fue de las manos.

Ignacio – Tudela
Mi nombre es Ignacio, tengo 30 años, soy abogado, casado, no soy muy alto ni nada atlético, aunque hay amigas que no me encuentran feo, y no me siento nada conquistador.
Vivo en Tudela y tengo que confesar que en estos momentos soy adicto al sexo, algo que me encanta. Esto último sea tal vez porque tuve una juventud un poco reprimida, sin mayores experiencias, me pajeaba constantemente cuando oía lo que mis compañeros contaban y que según ellos habían hecho, cosas que los relatos publicados en estas páginas serían meros cuentos. Pero ya no importa, hoy en día he logrado acumular suficiente experiencia y descubrir que me encanta el sexo, sobre todo, me encanta el voyerismo, la infidelidad consentida, las orgías, el intercambio de pareja y otras cosas por el estilo.
Voy a comenzar por contar alguna de mis historias. La primera orgía fue con mi mujer, que se llama Virginia y conmigo, naturalmente. Ella iba vestida de forma espectacular, con pantalones muy bajos en la pelvis, con las tiras de un tanga diminuto, cuya parte de atrás era un hilo que se unía a las tiritas de los lados y que se podían ver por encima del pantalón, aunque debo aclarar que el pantalón lo recortamos para que quedara más bajo de lo normal, una blusa de tela militar que muy escasamente le tapaba sus preciosas tetas, y bien maquillada. Habíamos dejado los anillos en casa, pues no queríamos que los posibles amigos de la noche se sintieran tímidos al tener al esposo cerca.
Antes de ir al club de intercambio decidimos ir a tomar una copa a un pub en el que también se podía bailar. Al llegar al pub no pudimos evitar sentir todas las miradas de las personas. La verdad es que la ropa de mi mujer era muy llamativa. Normalmente salíamos en este plan pero nunca pasaba nada, yo simplemente le contaba las cosas que oía o que leía en los labios de los otros, y luego hacíamos el amor con pasión pensando en esas cosas. Días antes, oyendo una emisora y que estaban hablando de las orgías, ella me dijo:
– Ya que nos gustan las cosas arriesgadas, ¿por qué no participamos una orgía?
Yo, de inmediato, acepté. Tengo que contar adicionalmente que siempre nos ha gustado hacer cosas extravagantes, como hacer el amor en público, en bares, en piscinas, en la playa, en un balcón a la vista de todos, etc… pues esa idea me pareció de maravilla.
Ella comenzó a bailar conmigo, le encanta la música electrónica, el trans, música brasilera. Ese día bailaba haciendo gala de su mayor sensualidad. Alzaba los brazos, consciente que eso dejaba al descubierto buena parte de sus tetas, se agachaba como para que se pudiera ver mejor su culito, pues el pantalón, como ya lo he explicado, lo recortamos para que, a nuestro juicio, quedara mejor. De pronto un muchacho, que supuso que éramos pareja, aunque no llevábamos anillos pero habíamos llegado juntos, me pidió permiso para bailar con ella. Yo le dije que sí y salieron a la pista. Él comenzó a decirle cosas al oído, que yo sabía que Virginia me contaría después, ella se reía y hacía gestos amables de que no.

Se acabó la pieza y ella volvió a la mesa, en donde yo tenía una botella de ron, para que Virginia se desinhibiera del todo, nada hay mejor que el ron. Le ofrecí un trago y le pregunté que qué le había dicho. Ella me contestó:
– Me ha dicho que yo le había encantado desde que llegamos, que quien eras tú, y yo le contesté que tú no eras nada, solamente un amigo.
Entonces yo salí a bailar con ella y me acerqué a la mesa donde estaba Pablo, que así se llamaba el muchacho, y sus amigos, y le ofrecí una panorámica del culo de Virginia, al tiempo que enredada mis manos entre las tiritas del tanga y le pedí que lo colocara sensualmente, ella lo hizo, enredó sus finos dedos en las tiritas y bailando y a la vista de todo el mundo, las desató, las subió un poco y las volvió a atar más apretado. Yo le pedí entonces que le calentara mucho más, a ver qué pasaba y que se dejara tocar, que le provocara, mejor dicho que le manoseara.
Pablo se volvió a cercar y la sacó a bailar. Era música trans, por lo que ella se movía sensualmente y en el momento en que ella le dio la espalda, le tomó de la mano y la puso encima de su barriguita descubierta, adornada con un piercing que le sienta de maravilla. Ella y estaba excitada. Después bailaba de frente y arqueaba la espalda y alzaba los brazos, consciente del efecto que surtía esa posición en su blusita, dejando al descubierto la parte inferior de sus tetas.
Él intentó darle un beso y ella sin querer desvió la cara, pero para remediarlo, se puso de nuevo a bailar de espaldas a él y le sobaba de arriba abajo la polla. Entonces le dejó que le diera todo tipo de besos con lengua detrás de sus orejas, de su cuello y de sus hombros. Ella le bajó la manó más debajo del ombligo, pero sin llegar a tocar su chocho.
La imagen era soberbiamente erótica, pues ella sabía cómo bailar. Todos los del bar me miraban y los miraban, se reían de mí pensando en que soy un cornudo, pero que va, no me importaba en lo más mínimo. Yo por mi parte lo disfrutaba.
Él le dijo algo al oído y ella respondió tal vez. Lo sé porque le leí los labios. Siguieron bailando la siguiente canción y ahora ya se besaban descaradamente. Se veía la lengua de él recorriendo la boquita de mi mujer y yo parecía sentir los besos que se estaban dando. Le volvió a decir algo y ella volvió a contestar: tal vez. Supuse que se lo estaba pidiendo. Ella volvió a la mesa y yo le pregunté de nuevo que le había dicho, ella me dijo:
– Me ha pedido poder verme solamente vestida con el tanga.
– Y tu le contestaste tal vez, ¿no? – dije yo.
– Sí – me dijo ella.
– ¿Y después, que te dijo? – insistí.

– Me volvió a preguntar lo mismo y yo volví a responder que tal vez, y la última vez me dijo que si podría algún día quitarme ese tanga, yo le dije que tal vez.
Por mi parte yo estaba ya muy caliente, mi polla estaba tiesa en su máximo esplendor y ella me dijo que se la dejara tocar. Lo hizo de debajo de la mesa y comenzó a humedecerse los labios. Yo estaba que explotaba.
– Deja que te de un beso – me dijo – Te amo, te adoro…
Yo le dije que no, pues se perdería el trabajo hecho hasta ahora. Ella consintió y él muchacho volvió a sacar a Virginia pero ella, sabiendo que yo estaba muy caliente, resolvió calentarme mucho más.
Entonces, comenzó de nuevo el sube y bajo por encima del cuerpo del chico, apretando su culo a la polla del muchacho. Ya para ese momento, Pablo le daba lengüetazos en sus hombros, besos de lengua cuando ella bailaba de frente y le metía la mano por el pantalón. Él le dijo algo y ella asintió con ojos de lujuria. Yo estaba tan caliente que ya ni era capaz de leer los labios de ella.
Se volvió a sentar y vi como Pablo les decía a sus amigos cosas acerca del tanga y que el coño de mi mujer estaba depilado. Eso se lo pregunté a Virginia, quien me dijo que él le había preguntado que si le gustaba tener el coño depilado y que ella le contestó que totalmente, pero que a veces era difícil mantenerla así, pues no había nadie que le ayudara a rasurarse, que la última vez que se había rasurado, el fin de semana anterior, lo hizo con la ayuda de un amigo que también conoció en un bar, él le preguntó que si podía ayudarle a rasurarse y ella le dijo que estaría encantada.
– Deja que te meta un dedo – le dije yo entonces.
Ella me dijo que no, que todo por encima, pero inmediatamente añadió:
– ¿De verdad quieres que me meta un dedo?
Yo le dije que sí, que se dejara hacer lo que el muchacho quisiera. Ella me dijo que porque no nos íbamos a otro lugar, o que en ese mismo bar había un sótano que era mucho más reservado. Yo le dije que si quería podríamos irnos los dos, o con Pablo y ella me dijo con algo de picardía que con todos ellos. Los amigos de Pablo eran cuatro muchachos más.
– Entonces baila no solo con Pablo sino también con los demás – le dije yo.
Ella se acercó a la mesa y por sus pasos comprendí que el ron comenzaba a hacer efectos y sin más se sentó en las piernas de uno de ellos, que quedó como bobo viendo que semejante mujer se le sentara en las piernas, la tomó de la cintura y ella le dijo que quería bailar con él. No habían comenzado a bailar, cuando él ya le estaba metiendo mano y la besaba con pasión, ella cerraba los ojos y se dejaba besar. Ya para este momento las demás personas se habían percatado de todo esto y no dejaban de mirar.
Cuando mi mujer empezó a bailar con el tercero, que también le metió mano y ella se dejaba hacer de todo, uno de los camareros se me acercó y me dijo que si podía controlar a mi novia, pues los demás clientes del bar ya se estaban quejando.

Yo le dije que no era mi novia y que la verdad no era mi problema, que simplemente se trataba de una amiga que me había pedido el favor de divertirse y que yo la estaba acompañando, pero que si quería que ella parara, que se lo dijera él mismo.
Pues bueno, el camarero se acercó y le dijo algo al oído y ella, en lugar de hacerle caso, le pegó un beso en la boca y le dijo que no pasaba nada, que si no les gustaba que se fueran o que no la miraran. El muchacho quedó como paralizado, se fue con cara de vergüenza, mientras mi mujer se reía de su travesura. Yo también me reía desde mi rincón. Fue entonces cuando vino el administrador del bar y nos pidió que o le bajábamos el tono al asunto o nos íbamos. Virginia me dijo que nos fuéramos, pero, yo le pregunté que si había en el bar algún sitio más reservado y nos indicó precisamente el sótano. Nos fuimos todos al sótano, mi mujer, yo, Pablo y sus amigos, aunque yo, la verdad, me demoré un poco pues fui al baño para hacerme una paja. Cuando me corrí dejé chorretones de semen por todos los lados e incluso quedó un lagrimón resbalando por un espejo. Salí y dejé que los demás apreciaran mi obra.
Cuando bajé, ella ya estaba haciendo un bocadillo, bailando con dos muchachos, quienes la sobaban por todas partes, la besaban, la chupaban, le metían las manos por entre la blusita, acariciando sus tetas. Cuando ella me vio, me dijo que me acercara, yo vi que Pablo estaba masturbándose a la vista de todo el mundo, lo que me emocionó. Pero lo mejor fue cuando el camarero bajó para traernos nuestras bebidas y mi mujer, levantándose la blusa para mostrarle sus tetas desnudas, se le acercó y le dijo:
– ¿Por qué estabas tan chulito, si tú también tienes derecho?
El muchacho se quedó cortado y ella, en lugar de dejarlo ir, se puso a bailar con él, le cogió de la cara con las dos manos y le dio tremendo beso. El muchacho correspondió el beso, lo que calentó a todos, y le pidieron que se quedara un rato, que le hiciera lo que quisiera, que si se la quería comer en ese momento que lo hiciera, pero él dijo que no podía, que su patrón estaba arriba y que lo echaría a la calle si lo encontraba. Total que lo dejamos ir.
A estas alturas, mi mujer ya no aguantaba más, se quitó el pantalón sin recato y se dejó caer en el suelo haciendo movimientos bastante eróticos al ritmo de la música. Se movía lentamente de arriba a abajo, en redondo, en fin, de todo para que nos calentáramos y le dijo al muchacho que comenzara a quitarle el tanga. Por la forma en que le habló supuse que ni siquiera sabía su nombre ni había hablado con él.
El muchacho se arrodilló y comenzó a coger con sus labios el tanga en su mitad, es decir de la que tapa el chocho, y aprovecho para hacerle una buena comida de coño. Poco a poco comenzó a apretar, lo que hacía que también apretara el clítoris de Virginia y que ella gimiera de gusto. Fue bajando la minúscula prenda y dejó al descubierto un coño húmedo, rasurado totalmente, como a mi me gusta y abiertos sus labios, lo que evidenciaba que ya le habían metido los dedos en la raja, en fin, un postre apetitoso.

Virginia se había quedado totalmente desnuda a la vista de todo el mundo y muy pronto vi como era follada por Pablo, quien se la metía y se la sacaba con mucha fuerza, haciendo que ella gimiera ruidosamente.
En fin, todos, éramos cinco, le dimos una buena dosis de polla a mi mujer. Cuando estábamos en eso, bajó el administrador del bar que, sin decir más, nos echó del mismo. Vale la pena decir, que mi mujer no tuvo tiempo de vestirse, así que salió completamente desnuda a la calle y rápidamente todos se metieron en nuestra camioneta y nos fuimos del lugar.
Los dejé en sus casas, anotando Virginia la dirección de cada uno de los muchachos.
Cuando llegamos a casa volvimos a hacer el amor, hasta que estuvo bien entrada la mañana, sin importarnos nada de lo que pudiera suceder en el mundo, recordando todo lo que hicimos.
Besos.

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