Relato erótico
Casi lo conseguimos
Sus relaciones sexuales funcionan de maravilla pero, les faltaba montar una sesión en la que a su mujer le tapan sus tres agujeros. Barajaron varios nombres y lo que no sabían es que ocurriría por casualidad.
Ángel – Barcelona
Amiga Charo, pensé que ya había llegado la hora de poner manos a la obra a la fantasía de Amelia, estar con tres hombres al mismo tiempo para convertirla en el relleno de un bocadillo con una exquisita doble penetración mientras le mamaba la verga al tercer participante. Y eso es lo que voy a relatar.
Pensar la fantasía es una cosa, pero hacerla realidad es otra. Primero nos enfrentamos al problema de quienes serían los invitados. Pensamos primero en viajar a otra ciudad y liarnos con dos empleados del hotel en el que nos alojáramos a los que invitaríamos, pero desechamos la idea pues pensamos que sería peligroso estar en otra ciudad con dos desconocidos.
Seducir a dos hombres en un bar o disco de nuestra ciudad no sería problema, pues Amelia es bastante exhibicionista cuando anda medio peda. Le gusta abrir sus piernas y enseñar sus húmedas intimidades a quienes tengan la fortuna de estar sentados frente a ella. En varias ocasiones había visto como los hombres se quedaban mirando su trasero e incluso en una reunión con sus compañeros de oficina sorprendí a su jefe mirando entre las piernas descubiertas por su brevísima minifalda el triangulo de sus bragas. Sin embargo, esta idea también fue descartada pues nuestra ciudad no es muy grande y tarde o temprano todo se sabe o todos resultan conocidos.
El tiempo pasaba y no lográbamos concretar su fantasía. Todo parecía indicar que se iba a quedar en el olvido. Pero ya habían pasado más de tres semanas cuando las cosas se dieron de una manera sorpresiva. Resulta que mis padres nos invitaron a una cena a la que también irían varios amigos y conocidos nuestros. Uno de los invitados era Martín que esa noche acudió sin su esposa. Martín es un gran amigo mío y compañero de parranda. Al terminar la cena, invité a Martín a seguir bebiendo en mi casa ya que mis hijos se quedarían a dormir con su abuelita y podríamos estar a gusto oyendo música y hablando de fútbol.
Al llegar a nuestra casa, nos acomodamos en la sala acompañados por mi esposa que por lo visto tenía ganas de hablar y de tomarse unas copas. La charla tocó todos los temas habidos y por haber hasta que llegamos a un punto crítico: nuestra afición a los pubs y discotecas donde deliciosas muchachitas bailaban haciendo las delicias de los parroquianos.
Amelia protestaba por nuestra afición sosteniendo que ir a esos lugares era un acto de masoquismo pues solo era un lugar para sacar dinero por calentarse. Nosotros respondíamos que nos gustaba mucho ver el cuerpo de las chicas ataviadas en cachondas prendas y que además a nuestras esposas les servía, pues llegábamos a casa dispuestos a follarlas después de la excitación del baile.
Tal parecía que la polémica no iba a llegar a nada cuando de pronto Amelia se incorporó y subió a nuestra habitación, dejándonos solos en la sala y sorprendidos pues pensamos que se había enojado, pero cual no sería nuestra sorpresa cuando a los pocos minutos bajó mi esposa ataviada estilo puta, con un tanga negro que yo le había comprado. El frente semitransparente permitía ver levemente la sombra de su vello púbico recién recortado. Sus piernas enfundadas en unas excitantes medias negras, con costura simulada en la parte posterior, y sostenidas por un liguero de encaje negro.
Sus grandes y firmes tetas se veían deliciosas, pues el sujetador negro era totalmente traslucido sobresaliendo sus erectos pezones, lo que sin duda era muestra de su excitación. El atuendo era completado por unas elegantes zapatillas de tacón alto que hacían que sus nalgas se vieran más levantadas y deseables.
Martín no dejaba de mirarme, totalmente sorprendido por la situación. Parecía que esperaba que yo me enojara y subiera a mi esposa a empujones a cambiarse de ropa, pero cuando se dio cuenta que yo no haría nada, clavó su mirada lujuriosamente en el voluptuoso cuerpo de mi esposa sin sospechar siquiera el desenlace de esa noche de copas.
Entonces Amelia se sentó en las piernas de Martín, apoyando sus nalgas precisamente en su bulto, que para ese momento se veía bastante crecido, a la vez que nos decía:
– ¿Es esto lo que os excita en los pubs… es esta ropa la que os gusta ver en las putas?
La escena era excitante. Mi esposa liándose con mi mejor amigo, que para ese entonces ya le estaba agarrando las tetas y besando suavemente su nuca. El cadencioso movimiento de Amelia sobre la verga de Martín estaba dando resultados, ya que ella gozaba del roce a través del pantalón de mezclilla con su culito, la joya de la corona de mi esposa, el delicioso orificio en el que solo yo había disfrutado.
En ese momento inoportunamente me entraron unas ganas tremendas de ir al baño. No quería perderme ni un segundo de la caliente escena, deseando yo también empezar a acariciar a mí esposa. Sin embargo la necesidad fisiológica se impuso y tuve que incorporarme, pero no pasaron más de 2 ó 3 minutos pues previendo una futura mamada de Amelia, lavé con cuidado mi verga.
Al regresar a la sala, Amelia ya estaba ensartada en la verga de Martín. Sentada en su verga subía y bajaba apoyando una pierna en el sofá, lo que la hacía ver como una puta experta. Aproveché la posición y saqué mi verga frente a su boca, que inmediatamente fue devorada por una soberbia mamada de mi esposa, que entornaba los ojos al sentir una verga en su coño y otra verga en su boca.
Después de unos minutos, que a los tres nos parecieron larguísimos, Amelia se apartó de la ensartada invirtiendo ahora los papeles entre Martín y yo. Abierta de piernas, mostrando al aire su húmedo coño y su culo, inclinada hacia delante de forma que quedaban justo a la altura de mi verga. Ni tardo ni perezoso ensarté a mi esposa en su sabrosísimo coño al tiempo que ella procedía a mamar con estudiados movimientos de cabeza, boca y lengua la verga de mi amigo.
Con un brazo levanté la pierna derecha de Amelia sintiendo en mi mano la suave y excitante textura de sus medias a la vez que arremetía con mi verga en su coño, mojado y totalmente lubricado por la primera follada que le dio Martín y mojando mi dedo índice de la mano izquierda, empecé a sobar y a meter mi dedo en el agujero del culo de mi esposa, que gemía y se retorcía de placer con la follada que le estábamos dando.
Dirigiendo la coreografía de la jodienda, Amelia procedió a sentarse frente a Martín, encajando la verga del amigo en su coño, subiendo y bajando, moviendo cadenciosamente sus caderas en sentido circular, a veces rápido, a veces lento, pero siempre muy estilo puta. Fue en ese momento, en el que Amelia se inclinó un poco más hacia delante dejando ver su culo dilatado y listo para su primera doble penetración.
No quise perder la oportunidad ni espontaneidad del momento yendo al baño por lubricante, así que puse un poco de saliva en su orificio, me acomodé lo mejor que pude y procedí a meter mi verga en su culo.
La sensación de dos vergas penetrando su coño y su culo al mismo tiempo hizo sacudir a mi esposa como efecto de una corriente eléctrica, moviéndose, gimiendo y gritando en oleadas de incontables venidas. Nunca había visto a mi esposa excitada de esa manera.
Aprovechando un breve lapso después de un orgasmo, Martín se paró y yo me senté en el sofá. Ahora colocamos a Amelia de espaldas a mí, ensartando su culo en mi verga y frente a Martín, que procedió a arremeter nuevamente contra su coño, pero para facilitarle el trabajo y a la vez ofrecerle un espectáculo digno de película porno, le levante las dos piernas a mi esposa a la altura del sofá por lo que quedó con las piernas totalmente abiertas, mostrando como mi verga entraba en su culo y ofreciendo una visión total de su chocho abierto, listo a ser follado nuevamente.
Bombeando en su culo y en su coño, estábamos Martín y yo, cuando sentimos de nuevo la oleada de corridas de Amelia que, al apretar fuertemente sus músculos anales y vaginales, nos hizo correr en chorros blancos que se mezclaban y confundían entre su hinchada vagina y el ano.
Extenuada, Amelia se dejo caer sobre el sofá, en una pose no pensada pero que tanto a Martín como a mí se nos hizo muy excitante. Allí estaba mi esposa, cansada y sudorosa después de haberse deleitado con su primera doble penetración, y sus piernas temblorosas seguían viéndose magnificas con las medias negras. Parecía una puta después de haber follado con todo un regimiento de soldados.
También cansados Martín y yo, procedimos a vestirnos y sentarnos a descansar, cuando oímos la voz de Amelia diciéndonos:
– Más vale que os preparéis y recuperéis, pues os espero en media hora en la habitación… ¿estáis listos?
Después de una larga y extenuante follada doble, allí estaba mi esposa, dispuesta a no dejar pasar la noche esta oportunidad y lista para su segunda doble penetración.
Lo que pasó en la habitación será tema de otro relato, que dejamos para otra ocasión.
Saludos y hasta otra.