Relato erótico
Casi… cuernos
Cuando estaban en su ciudad solían asistir a clubs de intercambio. Se habían trasladado, por motivos de trabajo, durante seis meses a Holanda. Ella desconocía el idioma y el inglés lo chapurreaba. Pronto hizo amistad con una vecina y con su novio, y cuando su pareja se iba de viaje, nuestra amiga iba a comer o a cenar con ellos.
Alejandra H. – MADRID
Me gustaría contar lo que me ocurrió cuando estaba mi pareja de viaje y yo me quedé sola ocho días en una ciudad extraña, ya que solo estábamos allí por seis meses. El vino a trabajar y bueno, con tantos viajes de trabajo que tiene que hacer creo que tenía que ocurrir esto.
Nosotros somos una pareja swinger y desde hace dos años siempre lo hacemos en grupo. También hemos hecho tríos, pero esta vez fue diferente. En la ciudad donde vivimos actualmente no hay clubes, así que es un poco difícil contactar parejas para intercambio pero le echamos el ojo a un muchacho que es el novio de nuestra vecina.
A mí no me terminaba de convencer así que todo quedó ahí, solo en un hablar. Siempre estamos de acuerdo con quien vamos a estar, pero esta vez mi pareja tuvo que irse de viaje de imprevisto y yo no lo pude acompañar.
Mi vecina, que es muy amable, me dijo que podía estar con ella todos los días, en fin que no tenía nada que hacer y yo no conocía a nadie, además aquí donde estábamos hablaban otro idioma y yo no lo sabía muy bien todavía. Mientras mi pareja estaba de viaje, algunos días comíamos, otros cenábamos, etc.
Una noche que era un poco tarde Michael, su novio, se ofreció a acompañarme a mi casa, que está como a 100 m de la suya con el pretexto de que ya era muy tarde. Ahí fue cuando me di cuenta que no le era indiferente, pues al despedirse de mí casi me besa en los labios. Yo no dije nada. Al día siguiente él estaba muy risueño conmigo y muy atento, yo solo le sonreía, pues tenía a su novia enfrente. Se ponía un poco complicado el asunto. A mí ya no me parecía tan indiferente y yo también empecé a coquetearle un poco.
Al día siguiente me invitaron a tomar unas copas en un bar, yo estaba un poco cansada pero al final terminé aceptando y aquí empezó todo. Él brindaba conmigo y me miraba con un toque de malicia, un poco pícaro que a mí me estaba poniendo nerviosa. Diana, mi vecina, ni se imaginaba lo que estaba pasando a su alrededor con nosotros, parecía que no entendía nuestras frases en doble sentido, ella solo sonreía.
Así pasaron un par de horas y circularon por nuestra mesa tres botellas de vino blanco. Yo ya me sentía un poco mareada pues regularmente no paso de cuatro copas, pero esta vez el vino era buenísimo y la compañía mejor, empezaba a sentir cierto cosquilleo por todo el cuerpo. Al rato fui al baño y ya me sentía un poco pasada de copas, así que se me ocurrió refrescarme un poco poniéndome agua helada en el cuello y así estaba cuando llamaron a la puerta del baño y abrí. Era Michael que me estaba dando prisa para irnos.
Salí de inmediato, pero cuando estuve cerca de él me abrazó y me besó. Mi primera reacción fue separarme de él, pero enseguida lo volvió a intentar y ya fue demasiado para mis fuerzas así que le correspondí. Entonces me dijo que lo esperara en mi casa, que solo iba a dejar a Diana y regresaba. Ya en mi casa solo me dio tiempo de ponerme un poco cómoda y me puse algo transparente, pensando de qué manera lo podía excitar más. Esta vez era diferente, en un club conoces a las personas casi desnudas y esto no era así, yo ya traía un toque de más malicia, aunque la verdad es que él es mucho más joven que yo, tiene 23 años y yo tengo 31. Me sentía muy excitada, era como una fantasía para mí estar con un joven no muy experto, poder tener yo el dominio de la situación, eso me ponía un poco caliente solo el hecho de pensarlo.
Cuando abrí la puerta yo solo llevaba puesta la chaqueta de un diminuto pijama de nylon transparente, un mini short, y una camisetita pegadísima que dejaba ver mis formas en su totalidad. Como era de esperarse él se acerco para tenerme entre sus brazos y no hizo falta decirnos nada entre las copas que ya traíamos encima y nuestros besos. Nos tocamos todo y él inmediatamente subió mi short para poder acariciarme las nalgas mientras que yo lo abrazaba más fuerte contra mí para que sintiera mis tetas en su pecho.
Me besaba en el cuello, los hombros, las tetas. Abrazados, besándonos y acariciándonos llegamos a la habitación. Yo casi me corría de lo caliente que estaba, le pasaba la mano encima del pantalón para tocar su verga, que tenía grande y bien dura, lista para que yo me la comiera, pero cual iba a ser mi sorpresa que cuando yo pensaba montarme en él para empezar a desvestirlo, él me tiró en la cama y se puso sobre mí dejando caer todo su peso. Yo sentía su verga y cada vez estaba más caliente, me sentía incluso impaciente porque me penetrara.
Seguíamos besándonos hasta que me quitó la parte de arriba de mi sexy pijama dejando al descubierto mis redondas y suculentas tetas que se las quería comer enteras. Iba de una a otra rápidamente endureciendo mis pezones de inmediato y calentándome cada vez más. Yo le agarraba las nalgas apretándolo contra mí y poco a poco fui desvistiéndolo mientras él seguía recorriendo mi cuerpo, pues ya me había dejado desnuda. Comenzó a acariciarme entre las piernas y yo se las fui abriendo cada vez más. Estaba tan caliente que quería estallar, me tocaba tan bien, sus dedos eran muy ágiles y hacían que me mojara más, haciéndome gemir de placer.
Yo quería ya su polla, lo quería a él dentro de mí. Entonces él me giró y me puso boca abajo alzándome las nalgas para comenzar a chuparme. Yo sentía su lengua por todas partes, haciéndome que yo me moviera junto con su lengua, pero yo seguía deseando su verga así que me senté en la orilla de la cama y lo puse frente a mí para comerme entera esa polla diciéndome, al rato, que le gustaba como lo hacía y empujaba mi cabeza para que cada vez me la comiera más, hasta estar toda en mi boca.
Yo le agarraba los huevos y las nalgas, pero cuando estaba a punto de correrse en mi boca se contuvo, me empujó otra vez a la cama, yo abrí las piernas para que viera lo que tenía entre ellas y no lo pensó más, se dejó caer sobre mí para penetrarme de un golpe. Yo lo sentí tan adentro, sus huevos pegaban en mí con su entrar y salir, que empecé a gemir más fuerte. El me follaba cada vez más rápido, haciéndome sentir como su verga dura, grande, entraba y se clavaba más fuerte cuando volvía a meterse en mi ardiente coño.
Nos comíamos a besos, yo empujaba mi cadera contra él y cuando estaba a punto de correrme, él colocó mis piernas alrededor de su cuello, y ¡que manera de follar, que gusto me daba su metisaca en mí!
– ¡Ya no puedo más, me quiero correr… voy a estallar… no pares! – le decía yo.
Al fin hizo que me corriera, él se salió de mí y empezó a pelársela tan rápido y fuerte que acabó en un grito derramando su leche sobre mis tetas, que yo junté con mis manos para que mojara las dos. Me besó otra vez mientras se vestía y luego me dio un beso más de despedida.
Al día siguiente recordé mi noche de copas, en lo que había terminado y solo pensaba cómo se lo confesaría a Ricardo, mi pareja. No sabía como le sentaría la noticia ya que, para mí, era como una puesta de cuernos y era la primera vez que lo hacía con otro sin él. Cuando regresó quise contarle de inmediato lo que había sucedido, él me escuchó detenidamente y muy comprensivo, solo me dijo:
– ¿Por qué no me esperaste?
Ese día hicimos el amor como locos durante horas, y me decía:
– Cuéntame la historia otra vez.
Besos y hasta otra.