Relato erótico
Casada, caliente y mucho más
Contestó a un anuncio de una “casada caliente” Contactaron, se conocieron y nos puede asegurar que no salió defraudado, todo lo contrario, según nos cuenta tuvo unas sesiones de sexo bestial.
Oscar – Castellón
Querida Charo, soy un fiel lector de tu revista y, hace un tiempo, contesté a un anuncio. Era una mujer que se presentaba así misma casada caliente y buscaba tíos para follar a todas horas. Me llamo Oscar y tengo 29 años, soltero pero vivo con mis padres, soy un gran deportista y me cuido mucho, mido 1,96 y tengo un buen rabo de 23 cm.
Una mañana recibí la llamada esperada de esta lectora que quería quedar y conocerme. De inmediato quedamos en vernos esa misma tarde en un centro comercial, tomaríamos un café y si nos gustábamos, pues a follar. A las siete de la tarde llegué al café, miré a uno de los reservados y un matrimonio me saludó con la mano, me dirigí hacia ellos y el marido me presentó a Ana, una hembra que estaba buenísima y que tenía puesto un abrigo de leopardo.
El marido me hizo sentar al lado de Ana y nada más sentarme ella se quitó el abrigo quedándose a mi lado con un minivestido rojo espectacular. El vestido era escotadísimo y al no llevar sujetador sus tetas estaban fuera y la tela solo cubría los pezones. También era cortísimo y allí sentada, con las piernas cruzadas, se le veía un tanga rojo bordado y sus botas negras por encima de la rodilla. Ana abrió sus muslos y comenzó a acariciarse el coño a la vez que empezaba a morrearme y luego, sacándose las tetas fuera me las entregó para que le comiera los pezones. Su marido nos miraba y con la polla fuera del pantalón, se pajeaba. A continuación Ana me abrió la bragueta, me sacó la polla al aire y sin más se inclinó sobre mí y comenzó a mamármela.
Ana agarró con una mano mi dura e hinchada verga y comenzó dándome besitos en el capullo, luego escupió en la punta y con la palma de su mano empezó a llenarme toda la polla de su saliva para que corriese mejor su mano y así hacerme una increíble paja. Ella aceleraba el ritmo de sus movimientos a la vez que su lengua me lamía el capullo brillante por el hilo de semen que salía del mismo. Luego Ana abrió la boca y poco a poco fue haciendo desaparecer mi verga dentro de ella. Era la primera vez que alguien se tragaba toda mi polla llegando a rozar sus labios mi barriga, cosa que me excitó mucho.
Ana se atragantaba y se la sacaba fuera, pero volvía a metérsela hasta los cojones una y otra vez comenzando, con fuertes movimientos, a mamármela volviéndome loco. Su marido la animaba mientras seguía machacándose su verga, hasta que se sentó a nuestro lado, empujó la cabeza de su mujer y noté como mi polla golpeaba su campanilla y entonces su marido, con fuerza, comenzó a mover su cabeza arriba y abajo haciendo que Ana se atragantase y tuviese que sacarse la polla de la boca por las arcadas que le producía. Roció me miró y sin soltarme la polla me dijo:
– ¿Por qué no nos vamos a otro lado más tranquilo?
Eso hicimos. Primero salió su marido a buscar el coche y a los diez minutos salimos Ana y yo agarrados de la cintura y con el abrigo puesto ya que había muchísima gente en el centro comercial. Ya en la calle, Ana se quitó el abrigo, me lo dio y comenzó a caminar delante de mí, a unos metros. Los tíos con los que se cruzaba le miraban las tetas que asomaban por su escote y cuando se giraban, ella movía su culo como una zorra para calentarles, pero lo mejor fue cuando, la muy puta, se inclinó simulando mirar algo en un escaparate, con los mulos separados y pudimos ver su culo desnudo y su coño tragándose el tanga.
En el coche, Ana y yo nos sentamos atrás y su marido comenzó a pasearnos mientras nos morreábamos y nos metíamos mano. Yo comencé a chuparle el cuello y ella gemía como una loca, aunque parecía que lloraba de placer mientras me suplicaba que le mordiese el cuello y los hombros y que le hiciese chupetones. Ella se había sacado las tetas al aire y llevaba el vestido por la cintura chupándose, la muy guarra, los pezones a la vez que se metía los dedos en el coño jadeando con los ojos cerrados apunto de correrse.
Entonces mandó parar a su marido y me hizo salir con ella fuera del coche, se puso de pie junto a la ventanilla de su marido, de espaldas a él, y me hizo agachar para que le comiera el coño mientras su marido le agarraba las tetas y la muy puta, con sus manos en mi cabeza, me guiaba en el ritmo de la comida de su cada vez más mojado coño. Yo le metía mi lengua lo más adentro que podía, abría sus labios con mis dedos y lamía su coño que derramaba cada vez más jugos. Era un sabor dulce y amargo a la vez, delicioso.
Su marido le agarraba las tetas, estirando sus gordos pezones y Ana torcía el cuello para morrearle aunque la muy zorra, de vez en cuando, me miraba con cara de vicio y me rogaba que le metiera los dedos. Yo le hice caso y mientras le comía el coño le metía un dedo en el chocho y otro en su maravilloso y abierto culo, chupándola y follándola con los dedos. ¡Vaya como disfrutaba aquella puta en plena calle, gimiendo como una cerda entre su marido y yo!
Al final Ana se quitó el tanga como pudo y me agarró del pelo haciéndome poner de pie y comenzó a morrearme. Bueno, más que morrearme lo que hacía era lamer mi boca y morderme los labios y la lengua. No quedó un rincón de mi boca sin explorar por su lengua húmeda y caliente y me lamió el paladar y las encías demostrándome que era una verdadera experta en todo lo que hacía, sobre todo manejando su lengua caliente. Mientras me besaba, Ana sacó mi polla tiesa fuera del pantalón y comenzó a pajearme con fuerza a la vez que con su cara de zorra viciosa me decía:
– ¡Vamos, cabrón, fóllame que estoy muy cachonda gracias a ti!
Miré a mi alrededor y vi como pasaban coches a nuestro lado pitándonos y ofreciéndonos ayuda e incluso vimos como nos graban en video, pero a aquella zorra le gustaba y a mi me daba mucho morbo. Entonces ella se abrió de piernas y mientras con una mano se abría los labios del coño, con la otra tiraba de mi polla frotándosela a lo largo de la raja jadeando como una guarra.
Tenía delante de mí a una zorra cuarentona muy caliente, que solo deseaba ser follada y yo le iba a dar todo lo que ella quería. Le clavé toda la polla en su húmedo coño y me la follé de pie, apoyados en el coche con su marido mirándonos y algunos coches que se habían parado a vernos. Allí estaba yo follándome a aquella golfa con los pantalones en los tobillos y la muy puta con las tetas fuera y el minivestido enrollado en su cintura. Cuando ella se corrió morreándome para no chillar, yo seguí bombeándole el coño.
Entonces su marido salió del coche con la polla al aire y Ana al verle, me hizo salir de su coño y arrodillándose entre los dos comenzó a comernos la polla. ¡Que bien la mamaba la muy zorra! Al rato su marido se apoyó en el capó del coche, Ana se inclinó a mamársela y abriéndose las nalgas con sus manos, me dijo:
– ¡Vamos, métemela en el culo, cabrón!
Me acerqué a ella, apoyé mi polla en su ano y casi sin empujar me la tragó entera comenzando a follarle yo el culo, barrenándola con fuerza. Ana gemía aunque sus gemidos eran apagados por la verga de su marido que entraba y salía de su boca hasta que, al correrse su marido, ella se lo tragaba todo, deglutiéndolo y diciéndole:
– ¡Cabrón! Que cachondo te has puesto viendo como me folla Javi, ¿eh?
Ana se relamía diciéndonos lo bien que lo hacíamos y lo bien que sabía la corrida de su marido. Ahora se besaban los dos, jugando con sus lenguas y limpiándose los restos de su boca. Yo estaba muy cachondo y así se lo dije a la puta, la cual me hizo parar, se separó de su marido y cogiéndome de la mano, entramos en el coche, en el asiento del copiloto. Me tumbé en el asiento reclinado del todo, con la polla muy tiesa, y Ana se echó sobre mí clavándose mi gorda y dura polla en el coño, empezando a saltar gimiendo y chillando como una loca. Incluso parecía que lloraba.
Mientras me follaba, su marido se acercó y comenzó a lamerle el culo e incluso llegó a meterle varios dedos en el ano a la vez que yo me la follaba por el coño con mi polla y él por el culo con sus dedos. Con el coche abierto Ana comenzó a correrse de nuevo de una manera escandalosa y con mucho flujo que parecía que se meaba la muy cerda, notando sus jugos chorrear mi polla y en ese momento me corrí yo en ese coño que se apretaba contra mi polla para que le entrase lo más adentro posible.
La muy zorra me cabalgó salvajemente subiendo y bajando con furia, haciendo que mi leche entrase toda en su coño y luego quedamos abrazados en el asiento hasta que mi polla se puso flácida y se salió sola de su coño. Cuando Ana salió del coche vi mi corrida como se le escurría muslos abajo y entonces su marido se arrodilló y le lamió el resto de mi corrida y después Ana se arrodilló también pero para limpiarme la polla que, al rato se me puso de nuevo tiesa entonces Ana me miró a los ojos y me dijo:
– ¿Te apetece venir conmigo a una fiesta?
Le dije que sí y entonces subimos al coche y su marido nos llevó a su casa, pues ella quería lavarse y cambiarse de ropa. Ya en su casa Ana se duchó y se cambió mientras su marido y yo tomábamos una copa. Al rato ella salió vestida como una zorra y al verla casi me corro por su vestimenta. Llevaba el pelo mojado, muy maquillada con sombra de ojos gris metálico, mucho rimel y los labios pintados de negro muy brillante así como las uñas. La minifalda negra de cuero que llevaba más bien parecía un cinturón ya que era tan extremadamente corta que se le veían las mollas del culo por detrás y por delante se le veía el pelo de su desnudo coño.
También llevaba una blusa blanca entalladísima, un par de tallas más pequeñas de lo que debería usar y escotadísima, abrochada justo debajo de sus tetas de modo que estas casi estaban fuera de la blusa, marcando los pezones en la tela que parecía la iban a reventar. Además la muy puta llevaba unas preciosas medias con liga de encaje con puntilla negra que sujetaban un liguero negro y del que se le veían todos los enganches por lo cortísimo de la mini. Unos zapatos negros de tacón y un pañuelo al cuello terminaban su atuendo.
Lo que sigue ya te lo contaré en una próxima carta.
Saludos.