Relato erótico

Casada, aburrida y caliente

Charo
20 de mayo del 2018

Estaba navegando por internet y entró en un chat. Contactó con una mujer que decía que estaba casada pero aburrida. Poco a poco las conversaciones iban aumentando de “tono”.

Mario – Madrid
Querida Charo, conocí a Silvia por internet. Es sobre todo una mujer muy simpática y vivaz, siempre haciéndote reír en pantalla, buscando palabras amables, dicharachera, apoyándote cuando estás cansado por el trabajo. Según me contó, está mal casada con un tío que la preñó a los diecinueve y se dedicó a darle un infierno de vida. Hoy ella tiene cuarenta y cinco y unas ganas locas de rehacer el tiempo perdido.
Físicamente es normal, una buena mujer de cuarenta y cinco, con muy buen pecho, algo caído por la edad, con pezones grandes y sensibles. Pequeña barriguita, la de la felicidad, muy buenas piernas, preciosas caderas y un culo casi perfecto. Tiene cara de ángel, pelo castaño cortado a media cara, ojos grandes color miel, nariz respingona, boca sensual con labios carnosos. Silvia en verdad está para que le hagan un favor, si ella quiere claro.
Todo empezó un día tonto de chateo como otro cualquiera. Ella estaba aquel día rara, aburrida de todo, era extraño, yo no hacía más que preguntar y ella no salía de su mutismo. Sin saber como, empezamos una charla de sexo y cuando nos dimos cuenta estábamos intimando sobre cosas que en un año de msm no habíamos ni comentado. Suelo ser bastante discreto con el sexo cibernético, no es mi preferido, pero Silvia se estaba entusiasmando y yo empecé a seducirla medio en broma, hasta que de pronto surgió la chispa y me dijo:
– Me estoy tocando y no te rías, pero me he metido un consolador.
Aquello me sorprendió, decidí llamarla al móvil y por él la seguí calentando hasta que se corrió en mi oído.
– Silvia, eso no puede ser – le dije – si quieres hacerlo vamos a quedar y ya veremos que pasa.
– Es una locura, estamos a 600 km, ¿como nos vamos a ver? Además no sabes si te gusto, nunca he estado con nadie, solo mi marido… no puedo hacerlo.
– Silvia, yo te pago el hotel, te envío el billete, di que tienes que trabajar fuera ese día, llegas por la mañana y te vas a la mañana siguiente, ni se enterará. Aquí no te conoce nadie – añadí.
Así quedó todo, no hablamos más de ello y seguimos adelante con el msm. Pero el lunes pasado me preguntó si todavía quería hacer eso y yo le dije por supuesto, así que corriendo, programamos su llegada el miércoles y salida el jueves. Busqué un buen hotel de mi ciudad por la red, preparé mi agenda para tener el día libre y todo preparado para un día inolvidable con alguien que solo conocía de teclado y por una pequeña foto en la izquierda de mi pantalla.

El miércoles fui al aeropuerto y por el móvil me dijo donde se encontraba. Me acerqué desde lejos mientras la miraba. Estaba buenísima, llevaba un traje sastre azul muy de ejecutiva con falda a media pierna que le sentaba como un guante, una chaqueta corta y debajo una camisa de seda cruda que permitía observar la blonda de un sujetador muy prometedor.
Le sonreí, me llamó por mi nombre y me dijo:
– Que alto eres, pareces mas joven, me gusta tu pelo…
Yo la besé en la mejilla y cogiendo su maleta la llevé al coche. Mientras conducía notaba que me observaba. Yo sonreía y le dije:
– No te preocupes, solo haremos lo que quieras, estemos tranquilos y disfrutemos de hablarnos cara a cara.
En la cafetería del hotel charlamos de todo durante dos horas. Ninguno quería ser el primero, hasta que le rocé la mano y noté un temblor, me acerqué a su oído, aspiré su perfume y suavemente susurré:
– ¿Sabes lo que te haré? – ella volvió a temblar – Silvia, vamos a la habitación y si quieres solo hablamos.
Llevaba cinco minutos sin decir nada, solo me miraba, luego supe por ella que se estaba mojando como una loca. Como pude le tomé la mano y la llevé a la alcoba. Abrí la puerta y le cedí el paso, ella se quedó allí de pie sin saber qué hacer. Me acerqué por detrás y le quité la chaqueta, aprovechando para acariciarla y sentir su cuerpo en mis manos, volvió a temblar, parecía asustada, me abracé a ella por detrás y la apreté para sentir su respiración como se agitaba.
Todo fue un torbellino, ella se volvió, acercó sus labios a los míos y comencé a besarla dulcemente. No quería ser brusco. Metí muy poco la lengua con pequeños piquitos, chupaba sus labios, me separaba un poquito y volvía a lo mismo, hasta que abrió su boca y chupó mi lengua, se la metía hasta dentro, mezclábamos las salivas mientras le acariciaba la espalda y la apretaba contra mi para que sintiera mi bulto ya muy crecido y duro presionando su ingle, su pubis. La oía suspirar en el beso, sentía su respiración fuerte, me estaba poniendo como un toro.
– Silvia te voy a destrozar, quiero follarte sin parar – le dije.
Ella solo me acariciaba la espalda, mientras yo le apretaba el culo contra mí y la besaba. Subí mi mano al escote y sentí sus tetas, estaban duras y eran grandes, las acaricié sobre la tela y fui metiendo un dedo juguetón hasta el pezón, que estaba erecto.

Mordía y chupaba su cuello mientras mi otra mano abría sus botones, mi dedo bajó el sujetador y salió su pezón. Me lancé a él, chupaba y mordía, apretaba con mis labios pues lo quería meter entero en mi boca. Silvia se dejaba hacer, solo respiraba entrecortadamente. Luego bajé mi mano a su falda y se la levanté, notando un pequeño tanga muy mojado, acaricie su pubis buscando un clítoris que estaba inundado de flujo, subí a su boca mientras la masturbaba encima de las bragas, sobándola hasta que ella sola se estremeció en mi boca, sentí su rigidez y la temperatura de su coño. Se había corrido. Me sonrió y mientras seguíamos besándonos nos sentamos en la cama.
– ¡Que bien lo haces, hacía tanto que necesitaba sentir esto! – me dijo
– Relájate Silvia, que esto acaba de empezar.
Le quité la blusa y pude ver sus grandes tetas marcando el canal bajo el sujetador, la eche sobre la cama y empecé a acariciarla con suavidad, tocando su cuello, bajando a sus tetas, rozando su barriga, jugando con su falda, que fui abriendo hasta conseguir bajársela y ver un tanga a juego, transparente, y que al acariciar comprobé que no tenía ni un pelo, estaba depilada como el culo de un niño.
Ella me miró cohibida y yo, acercándome a su oreja le dije:
– Te voy a comer toda.
– ¡Sí, soy tuya, hazme lo que quieras! – exclamó.
Le cogí la mano y me la puse en mi bragueta, empezando a masajearme de arriba abajo hasta que le dije:
– Sácala Silvia. Te vas a hartar de ella.
Abrió el pantalón y sacó mi polla, ya mojada de líquido, pajeándome mientras la besaba en la boca. Luego me fui levantando y me abrí todo el pantalón, dejando mi polla en su cara.
– ¡Cómetela, mámala Silvia! – le dije.
Ella dudó, pero se la metió en la boca con suavidad. Sabía comerse una polla, no era de esas que se las comen rápido ni de las que se paran a tontear. La estaba paladeando mientras le acariciaba la cabeza y estaba poniéndome muy caliente. Me comía todo, pasaba su lengua por mis testículos y los engullía hasta que, de pronto, se agachó y metió su boca por mi perineo chupándome el agujero del culo mientras seguía pajeándome. Yo me movía en éxtasis diciéndole:
– ¡Sigue así, me vas a sacar todo! ¿Quieres mi leche? ¡No pares! – ella se lo metió todo en la boca y aceleró – ¡Siií… fóllame con tu boca, me voy a correr!
Intenté sacársela pero apretaba mientras la llenaba de leche que le caía por la comisura de los labios. Roto resbalé sobre la cama y la atraje hacia mí para besarla. Luego comencé a bajar hacia su coño, bajé su tanga y mire su coñito depilado. Se veía muy colorado, tenia la ingle como con dos cardenales en los muslos, estaba muy excitada, abrí los labios y vi el clítoris, metí mi lengua en su vagina y sabía salado. Ella se retorcía.

Agarré con mis labios el clítoris duro y lo apreté mientras empezaba a meterle un dedo y dos en el coño, entrando muy fácilmente. Al rato seguía chupando el granito pero metiendo tres dedos hasta el fondo, sintiendo su matriz al final, buscando con los dedos rozar el punto G. Ella estaba gozando como una loca hasta que se corrió gritando:
– ¡Siií… siií… que gusto… sigue, sigue…!.
Se abría de piernas para mí, luego se cogió los tobillos exponiéndome totalmente su coño. Entonces me levanté, le enseñé mi polla mientras jugaba a entrar en su vagina y mirándola la penetré de un golpe. Se retorcía como un pez mientras la follaba, era toda mantequilla, entraba y salía, unas veces rápido otras lento, hasta que la cogí por los hombros y empecé a metérsela hasta el fondo sintiendo como la partía. Ella empezó a gritar y quejarse pero a la cuarta metida se corrió como una loca mientras yo seguía partiéndola. Estaba temblando, mi polla estaba muy mojada y le di la vuelta, la puse a cuatro patas y se la metí desde atrás en el coño abriéndole el culo. Veía como entraba y salía al tiempo que acariciaba su culo, luego bajé y le pasé la lengua, después le metí un dedo en el ano mientras la follaba.
– Te la voy a meter en el culo – le dije.
– ¡Sí, hazlo! – contestó convencida.
Me incliné y apreté su agujero pero resbalaba, apreté más y entró la mitad.
– Suave, que me duele – gimió.
No me moví y luego empecé poco a poco con media polla, y aunque se quejaba un poquito yo seguí apretándole el culo mientras me movía en él. Poco a poco le entró toda.
– Tócate el coño para mí, siente mi polla – le dije cuando ya no había resistencia
– ¡Córrete, lléname el culo de leche, quiero sentirla dentro! – me dijo.
Pero me costaba, me movía rápido y fuerte, se lo estaba rompiendo y ella pedía mas, hasta que me quedé quieto y empecé a correrme sin moverme. Mientras le llenaba el culo, ella lo apretaba y me ordeñaba, luego me salí y vi escapar un poquito de leche limpia. Tenía el culo muy abierto, ella se tumbo y nos besamos.
Estuvimos hablando de todo, sobre todo de sexo, ya le daba igual lo que le dijera, ella entraba a todos los temas.
– Que coño más bonito tienes, me gustan tus tetas, ¿te duele el culo?
Silvia sonreía y contestaba, tenía mi polla entre sus dedos mientras charlábamos y se acariciaba el coño pero cuando me di cuenta estaba dormido con ella a mi lado.

Me desperté sintiendo su cara en mi polla, estaba adormilado, no quería moverme, me encantaba lo que hacía, sentía lo dura que la tenía, era una caníbal, y poco a poco fui girando hasta ponerme junto a su coño, empezando un 69 bestial. Le comía todo mientras metía dedos en los dos agujeros a la vez y ella chupaba más fuerte.
– Silvia, no quiero correrme, fóllame – le pedí.
Se levanto y poniéndose en cuclillas se la metió de un golpe en el coño, moviéndose como loca suspirando mientras yo le acariciaba su clítoris. Ella aceleraba y apretaba, cada vez más excitada y sirvió porque me mojó entero con su corrida. Luego se la sacó del coño y con cuidado se la metió en el culo en la misma posición y como estaba llena de sus jugos, entró de golpe.
– ¡Aaah… me encanta! – exclamó – ¡Méteme tus dedos en el coño, quiero que me lo partas!
Estaba corriéndose sin parar, mi mano chorreaba y sentí que se caía hacia atrás mientras yo me corría. Veía su coño frente a mi cara, todo colorado y abierto, estaba como ida y de pronto sentí que mi barriga se mojaba demasiado, era la primera vez que lo veía, se había meado de gusto. Parecía como inconsciente durante unos minutos, mientras yo la acariciaba con suavidad. Cuando volvió en sí no sabia que decir.
– Perdona, no me había pasado nunca, que vergüenza.
– Me da igual, para eso hay duchas, señal que has disfrutado.
Como pudimos fuimos a la ducha y nos limpiamos el uno al otro. Tenía la polla roja y me dolía, ella me la acariciaba mientras me secaba pero estaba pequeñita, como asustada, y le dije que mi polla estaba en huelga. Entonces me sentó en un taburete, se arrodilló y empezó a mamarla con mucha suavidad, se la metía entera en la boca mientras me miraba. Yo creía que ya no tendría leche pero empecé a sentir los calambritos de la corrida y de pronto empecé a correrme otra vez. Chupó primero y luego empezó a pasársela por las tetas. Se había estado tocando el coño mientras sin yo notarlo y cuando terminé pude ver como ella empezaba a correrse de nuevo.
Fue un día tremendo de jodienda. Ya no podíamos más, me fui al minibar y me puse un cubata. Solo nos quedaba abrazarnos y hablar. Nos duchamos de nuevo, ya cada uno a solas, nos vestimos y la llevé al aeropuerto. No andaba bien.

– Me duele el culo – me dijo – y tengo temblores en el coño, pero me lo he pasado muy bien.
– Yo también, me ha encantado, creo que mi polla estará escondida una semana.
– ¿Cuando vendrás tú a mi ciudad? – me preguntó.
– Pronto, no te preocupes – aseguré.
Se fue, y ahora seguimos hablando por el Messenger, pero desde el otro día también hablamos de sexo y algunas veces de noche, cuando está sola en su despacho, encendemos la cam y mientras yo le enseño mi polla, ella me enfoca el coño peladito y se mete su consolador mientras hablamos y se corre mirando mi polla. Yo mientras, estoy cargando las pilas para el próximo día, que será muy pronto.
Un beso, Charo y otro a Silvia diciéndole que se prepare porque la voy a destrozar.

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