Relato erótico
“Carne” joven
Daba una fiesta de despedida del verano y su hijo volvía a la península para el nuevo curso en la universidad. Fue un momento al baño y se encontró a un amigo de su hijo masturbándose con unas bragas suyas.
María – Las Palmas
Mi nombre es María, soy de Las Palmas, tengo 48 años recién cumplidos, mido 1,65 y peso unos 60 kg., soy morena de piel con el pelo castaño largo y unos ojos verdes intensos, lo más que resalta de mi cuerpo es mi pecho una talla 100 y un culito en su sitio gracias a las muchas horas de gimnasio. Me gusta vestir con ropa sexi que resalte mis atributos, por lo que cuando voy por la calle los hombres todavía se giran para mirarme lo que me pone muy contenta, pena que mi marido no sepa aprovechar eso. Llevamos 25 años casados y nuestras relaciones sexuales han bajado a lo más mínimo que se puede, dos veces por semana. Trabajo de funcionaria por lo que tengo las tardes y los fines de semana libres para mis cosas, mi marido suele llegar siempre sobre las diez de la noche de su trabajo. Todo ocurrió hace unos meses en una barbacoa en casa, era la fiesta de despedida del verano y porque me hijo se iba otra vez a la Universidad.
Había comida y sobre todo mucho alcohol, la casa estaba llena de gente por lo que subí al baño de mi habitación, al abrir la puerta me queda sorprendida, estaba dentro Carlos un amigo de mi hijo, con los pantalones por los tobillos y unas bragas mías en la mano masturbándose, no sabía dónde meterse, las soltó corriendo en el cesto de la ropa y mientras se subía los pantalones no paraba de disculparse sin poder mirarme a la cara, yo tampoco sabía que decir, sin querer me había fijado en el tamaño de su pene, no creía que un chico de 20 años pudiera tener semejante polla. Le dije que bajara a la fiesta y que no dijera nada que ya hablaríamos en otra ocasión cuando estuviéramos más tranquilos.
Durante toda la tarde me evitaba y agachaba la cabeza. Cuando terminó la fiesta lo recogimos todo. Me metí en el baño y me di una ducha relajante y me puse a pensar en Carlos y ese miembro que tenia y lo afortunada que era la tonta de su novia y empecé a masturbarme, termine en un orgasmo increíble. Al salir de la ducha mi marido ya estaba dormido debido a todo lo que se había bebido por lo que me acosté y hasta el domingo.
Pasó todo el día muy normal, ya por la tarde llevamos a mi hijo al aeropuerto y se acabó el fin de semana. Pero no se me iba de la cabeza esa imagen de Carlos, es un chico alto, mide 1,90 y es musculoso, juega al baloncesto en un equipo de aquí. El lunes por la mañana lo llame al móvil y le dije que quería hablar con él de lo ocurrido que si podía venir a casa a las cinco de la tarde, que tenía que salir más tarde y que estaríamos solos y podríamos hablar sin problemas.
Llegó a la hora puntual y muy nervioso por lo que pudiera pasar, y más como me había vestido yo, tenia puesta una blusa de seda que dejaba ver mi canalillo, una falda ajustada por encima de la rodilla y unos zapatos negros de tacón y un sujetador que levantaban mis pechos, pasamos a la cocina y le ofrecí algo de beber y me dijo que agua nada más, mientras se la bebía se volvió a disculpar enseguida, le pregunte porque lo había hecho y me dijo que le daba vergüenza, le dije que no se preocupara que no iba a salir de ahí. Y me dice que desde que tenía 15 años y jugaba con mi hijo siempre se había fijado en mí y en esos pechos grandes que tenía, que le parecía una mujer muy guapa.
No me lo podía creer, me sentía alagada pero también confusa, le dije que yo podía ser su madre y me contestó que sí pero que le daba igual y por suerte no lo era. Que yo le atraía y con los años pues mucho más y que ahora conocía su secreto. No sé cómo ni porque pero me estaba empezando a excitar, una aventura con un jovencito no se me pasaba por la cabeza por muy mal desatendida que estuviera sexualmente.
Carlos se levantó me cogió por la cintura y me besó, fue un beso tierno, como vio que no le dije nada, me volvió a besar, esta vez fue un morreo en toda regla, que yo no rechace, empezó a pasar sus manos por mis pechos, por la altura era algo incomodo así que me cogió en peso y me sentó en la mesa. Me besaba el cuello y me sobaba los pechos, yo me dejaba llevar por la situación, me desabrochaba lo botones de la blusa y termino quitándomela toda, tenía un brillo especial en los ojos, lo siguiente que voló fue el sujetador que ya también molestaba, se separó de mi y contemplo mis grandes pechos y volvió al ataque me los manoseaba con mucha fuerza, tenía unas manos grandes que los cubrían enteros, acercó su lengua a ellos, los chupaba, me mordía los pezones, a pesar de su edad lo hacía muy bien, me calentaba mucho, bajó una de sus manos a mi coño pero por la falda se lo impedía, me levantó y bajo la cremallera por lo que me la quito sin problemas, ahí estaba yo en la mesa de mi cocina, con un tanga y tacones nada más puestos y con un jovencito de 18 años dispuesto a todo, su mano volvió al ataque y la humedad en mi coño ya era importante, pasaba la mano por encima del tanga y todo mi cuerpo se erizaba, en un momento de cordura le dije que parara que estábamos a tiempo de hacer una locura pero no me escuchaba, siguió a lo suyo y metió un dedo por el borde del tanga introduciéndolo en mi húmedo coño, ahí ya me rendí a todo, lo metía y sacaba muy lentamente. Me echó encima de la mesa, me quito el tanga y él se quitó la camiseta, se notaba que hacía ejercicio se le marcaban todos los músculos. Me abrió las piernas y empezó a comerme el coño mientras con las manos me sobaba los pechos, pasaba la lengua de arriba abajo, chupaba mi ya hinchado clítoris y me arrancaba unos gemidos increíbles, yo le acariciaba el pelo y le decía que siguiera que no parara que lo hacía muy bien , me metía la lengua hasta el fondo y yo me retorcía encima de la mesa, me estaba dando mucho placer, lo hacía muy bien, chupaba, jugaba con los labios y metía y sacaba uno de sus dedos que eran muy gordos, yo gemía sin parar, hacía años que no me daban una comida de coño tan buena, los gemidos eran cada vez más intensos, le agarre el pelo y le enterré la cabeza en mi coño y me corrí chillando como una loca, lo insulté e incluso le pegue, siguió chupando hasta beberse todos mis jugos, yo estaba como muerta, no podía hablar, solo jadeaba, le vi la cara y había disfrutado, estaba contento. Mientras yo intentaba recuperarme de ese orgasmo maravilloso el termino de quitarse la ropa, sabía que esto no iba a terminar ahí, se bajo el slip y apareció un miembro enorme y cabezón apuntando al cielo, duro como una piedra y con todas las venas marcadas, lo quería todo para mí.
Y me dice con una sonrisita pícara: Ahora te toca a ti, mi amor.
Todavía estaba tumbada en la mesa, cuando me la acerco a la boca, parecía más grande todavía, intente agarrarla con una mano como pude y no me cabía de lo gruesa que era, se la sobaba de arriba abajo y le daba besitos en la punta, le pasaba la lengua por el capullo, la posición era algo incomoda y yo quería disfrutarlo al máximo así que me baje de la mesa y lo apoye en ella, me agache delante de él y se la cogí con las dos manos y aún sobraba un trozo y la cabeza, me metí en la boca lo que pude y chupaba como una posesa, la situación me estaba dominando, se la chupaba con muchas ganas, jugaba con mi lengua por todo su miembro hasta llegar a los huevos que se veían muy grandes, por curiosidad le pregunte cuanto le media y me dice que son 25cm de largo y 8 de grosor.
Me gustaba tener su pene en mi boca y ver como se estremecía. Sus ojos verdes se entrecerraban y me miraban, excitado, mordiéndose el labio inferior. Su tronco era interminable y me costaba metérmela en la boca, seguí chupándole los testículos mientras lo masturbaba. Carlos me masajeaba las tetas y respiraba entrecortado. Sus bolas estaban duritas y yo le seguía pasándole la lengua. Después de estar un rato chupándosela le dije que me encantaría tener su rabo entre mis tetas y eso fue lo que hice. Le hice una cubana de esas que no se olvidan y cada vez que su pene aparecía de entre mis tetas le chupaba la punta. Estábamos ya un buen rato en esa posición cuando me dijo que si seguía así se iba a correr, entonces dejé de hacerle la cubana y se puse a chupársela como si me fuera la vida en ello y descargó toda su leche en su boca y mis tetas. Fue tal la cantidad de semen que soltó que no pude tragármelo todo y se me escurría por la comisura de los labios. Se la seguí chupando hasta dejársela limpia del todo.
Me quedé sorprendida al ver que después de semejante corrida no había bajado la erección de su miembro. Me puse de pie y nos dimos un morreo maravilloso, me levantó y me sentó en la mesa abriéndome las piernas y apuntó con ese misil a mi entrepierna deseosa, me la metía toda de golpe, solté un grito por el dolor que sentía a pesar de la humedad que tenía, no estoy acostumbrada a ese tamaño. Se quedó un rato quieto y empezó un mete y saca suave y continuo, me tenia extasiada, aumentando el ritmo por momentos hasta que se convirtieron en embestidas brutales que llegaban a lo más hondo de mi sexo, los gemidos eran cada vez más intensos, le clavaba las uñas en la espalda, alcance un orgasmo brutal y siguió bombeando hasta que me cambió de posición, me acostó en la mesa y subió mis piernas a sus hombros y siguió follándome sin parar, era una maquina imparable, me dio la vuelta y me apoyo en la mesa clavándome ese pollón hasta el fondo, eran tan fuertes que me levantaba los pies del suelo, volví a tener otro orgasmo, ya no tenía fuerzas para nada, me decía al oído que se notaba que estaba falta de sexo y le tuve que dar la razón, me giró y me levantó en el aire, me colgué de su cuello y me enterró todo su miembro de golpe, me subía y bajaba sin parar, yo ya había tenido tres orgasmos y quería mas, me dijo que su novia era muy sosa en la cama y que enseguida se cansaba dejándolo a medias siempre, me la metía sin para era un ritmo muy salvaje hasta que nos corrimos juntos en un orgasmo maravilloso que casi me desmayo, me sentó en la mesa, todo el semen escurría por mis muslos y caía al suelo.
No tenía fuerzas para nada, ya eran las siete de la tarde, estábamos cansados y sudados de tanto follar, y le dije que si quería darse una ducha para que no fuera así a su casa, subimos a mi habitación y nos metimos en la ducha, nos enjabonábamos mutuamente, acariciándonos y besándonos. Entre el agua y las caricias se le volvió a poner dura enseguida, no me lo podía creer, me dijo al oído que quería volver a follarme, yo tenía el coño dolorido de tanto rabo, se empezó a reír el muy cabrón.
No era mi coño lo que quería, era imposible que semejante miembro entrara en mi culo, a pesar de tener sexo anal con mi marido la diferencia de tamaño era considerable. Sabía que me iba a doler pero no quería dejar pasar ese momento, me tenía de espaldas a él, se agachó y empezó a comerme el culo con su lengua, era una sensación increíble y me estaba volviendo a excitar por momentos, puso un poco de gel en su mano y comenzó a meterme un dedo con mucha delicadeza, estuvo así un rato para que se dilatará bien. Le dije que en el cajón de la ropa interior había un bote de lubricante, lo fue a buscar y continuo con dos dedos hasta que pasó a tres dedos, mi culo ya estaba preparado para lo que venía a continuación. Se puso una gran cantidad de lubricante en la mano y la extendió por su miembro y lo colocó a la entrada de mi culo, al notarlo me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo, empujó un poco y entró la cabeza, el dolor era insoportable como si me atravesasen con un hierro caliente. Le pedí que la sacara, que me dolía, que me estaba partiendo en dos, pero no hacía caso, solo me dijo que aguantará un poco que enseguida me acostumbraría a su tamaño, estuvimos quietos durante cinco minutos, el dolor había disminuido, volvió a empujar otro poco y entraron como diez centímetros más.
La metía y sacaba poco a poco, empujaba de vez en cuando y su miembro entraba cada vez más. Me dijo que tenía el culo más divino que se había follado nunca, que estaba más apretadito que el coño de una quinceañera, pero que él lo iba a dejar muy abierto siempre que yo quisiera, que era un pecado no disfrutar de él, empujaba más y más hasta que entró toda. Sus huevos chocaron contra mis nalgas, no me lo podía creer, tenía 22 centímetros de rabo dentro de mí.
-Carlos te deseo, voy a ser tuya para siempre. Me duele, no pares, ahora no te detengas…
Me lo metió bastante rato, cada vez me dolía menos, estuvimos en la ducha durante 25 minutos más, tuve otros dos orgasmos, que bueno es sentir una enorme verga dentro del culo de una, es una sensación inolvidable.
Mi amarte derramó toda su leche en mi trasero dando unos bramidos increíbles, salimos de la ducha y nos tumbamos en la cama, yo no podía más, me dijo que estaba enamorado de mí y que quería repetir esa tarde cuando yo quisiera, que era una mujer maravillosa y que necesitaba ser amada como me merecía.
Sus palabras me llegaron al alma, nos besamos un rato y le dije que ya eran las nueve de la noche y que debía marcharse ya. Al rato llegó mi marido, hablamos un rato, cenamos y me dijo que estaba cansado así que nos fuimos a la cama y se durmió enseguida, esa noche no me importó yo había tenido la mejor tarde de mi vida y estaba dispuesta a repetirla cuando tuviera ocasión. Desde ese día me veo con Carlos dos o tres veces por semana.
Un beso de una madura satisfecha.