Relato erótico
Cambio de barrio
Hasta aquel día su vida era normal. Estaba casada, trabajaba y las cosas en su casa funcionaban bien. Al bajar del tren, que cada día cogía para ir a trabajar, se puso a llover y tropezó con un hombre. Se disculpó y él la invitó a tomar un café. Su vida dio un giro inesperado.
Regina – Barcelona
Hola Charo, me llamo Regina y lo que voy a contar empezó por casualidad. Como he dicho antes me llamo Regina y tengo 31 años, de los cuales, tres de casada con Manuel y no tengo hijos de momento.
Antes de conocer al que hoy es mi marido, había tenido muchas aventuras sexuales pues me encanta el sexo, gozando a tope con todas ellas, pero después de casarme ya he tenido suficiente hasta hace poco ya que mi marido me satisfacía. O eso creía yo.
Todo lo que voy a contar empezó cuando un día, vivo en un pueblo cercano a Barcelona, donde trabajo, y me dirigía a mi trabajo en tren. Era un día muy lluvioso y al salir del tren tropecé con un hombre alto, rubio y con un tipazo de quitar el hipo, de unos cuarenta y tantos y muy bien vestido.
Se disculpó y me invitó a tomar un café como para hacerse perdonar por el encontronazo. Aún no sé porque pero acepté pero, al poco rato, estaba charlando animadamente con él. La conversación fue subiendo de tono hasta terminar hablándome de sexo y de lo mucho que le gustaba.
Tras hablar y calentarme con sus palabras, empezó a insinuarse, cada vez más descaradamente, diciéndome que era muy atractiva, que le había gustado mucho y cosas por el estilo.
A mí aquel hombre me gustaba pero tenía dudas. Mi cerebro luchaba con la imagen de mi marido y con mi sexo que quería guerra. Dudé unos minutos pero al final caí presa de los encantos de aquel atractivo macho y a la media hora, lo confieso, estábamos follando como locos en un hotel.
Me dio mucho placer. Desde lamerme toda hasta darme por el culo, cosa que a mi marido nunca se le había ocurrido ni pedírmelo.
Charlamos, después, de todo, le conté que estaba casada y que no era de Barcelona. Tras escucharme y terminar la velada, nos despedimos con un beso y me fui a mi casa, no sin antes llamar a la empresa para decir que no me encontraba bien y no había podido ir a trabajar.
Pasaron varias semanas y aunque recordaba aquella tarde pensaba que jamás volvería a ver a Miguel, que así se llamaba.
Pero un día, al llegar a mi casa, vi que Miguel estaba esperándome en el portal. Me dio un vuelco el corazón al verlo. Le pregunté qué hacía allí pero, sin obtener respuesta, me hizo entrar en el portal y tras explicarme que durante días me había seguido y averiguado todo sobre mí, me dijo:
– Si no quieres que tu marido se entere de lo que ocurrió aquella tarde,
sácate las bragas aquí mismo.
Una vez lo hice, me llevó al semi sótano que hay debajo de la escalera, me hizo apoyar las manos en la pared, echada hacia adelante, y sin más preámbulos, tras escupirme en el agujero del culo, me la metió por ahí. Tuve que morderme la lengua para no gritar.
Después de estar más de un cuarto de hora dándome por el culo, me dio la vuelta y haciéndome poner de rodillas se corrió en mi boca. Yo no daba crédito a lo que ocurría. Estaba toda empapada en sudor y súper caliente. Entonces se subió los pantalones, me miró fijamente y sonriendo me dijo:
– A partir de este momento eres mi puta y haré de ti lo que me venga en gana y si no me obedeces atente a las consecuencias.
Fueron pasando los días después de ese último encuentro y yo pensaba que ya se había olvidado de mí, pero en ese mismo momento sonó mi móvil. Era él y me citaba en un hotel de Barcelona al día siguiente y que me las apañara como pudiera para estar todo ese día a su disposición. Inventé lo que pude en mi trabajo y con mi marido.
Al día siguiente y a la hora que me había citado, estaba en la puerta de la habitación pero antes de que llamara, él me abrió la puerta.
Me hizo pasar, me dijo que me desnudara del todo y cuando estuve desnuda totalmente, me llevó al lavabo y me hizo sentar en un taburete. Entonces me abrió totalmente las piernas, cogió unos utensilios que ya tenía preparados y con unas tijeras cortó todos los pelos de mi coño. A continuación cogió espuma de afeitar, me untó todos los bajos y con una maquinilla empezó a afeitarme dejándome el coño depilado. Nunca me lo había visto así. Me daba mucho morbo y estaba muy mojada.
– A partir de ahora – me dijo – tendrás que ir así cuando yo te llame y, por
supuesto, sin bragas.
Me vestí de nuevo y salimos del hotel sin saber donde me llevaba. Fuimos
en su coche a las afueras, entramos en un chalet apartado de las otras viviendas, entramos en él y tras cruzar la puerta pasamos a un salón donde había cinco hombres más. Me presentó como la guarra que les había buscado para follarme a tope.
Me rodearon entre todos y Miguel me ordenó que me desnudara. Estaba
sorprendida, pero cachonda perdida y obedecí. Me sobaron cuanto les vino en gana y luego todos se sentaron alrededor de una mesa redonda que había en medio del salón y mientras ellos jugaban a las cartas yo tenía que estar debajo de la mesa chupándoles las pollas.
La cosa no me desagradaba si no fuera porque había dos tipos gordos y sebosos, los más asquerosos que yo jamás había visto. Otro tenía una pollita que daba risa, pero los otros dos las tenían descomunales.
Fui chupándoselas a un buen ritmo hasta que se cansaron de jugar a las cartas y de que yo se las chupara así que se pusieron de pié y empezaron una subasta conmigo. El que ofreciera más dinero, empezaría el juego, y así fue.
Me pusieron de rodillas encima de una mesita y puesta hacia adelante, con las manos apoyadas que, luego, me las ataron a las patas para que no me pudiera mover. Empezó entonces el que había pagado más por mi que, por desgracia, era el más seboso.
El muy cabrón empezó a tirarme una especie de aceite por la espalda y por mi culo, untándome toda, pasando su mano por todo mi culo y por mi coño. Luego empezó a darme fuertes azotes con la mano abierta en mi trasero y para que no pudiera chillar otro me metió su descomunal polla en la boca.
Cuando se cansó de calentarme el trasero, me la metió de un solo golpe en el culo y así estuvo el tiempo que le vino en gana. Luego cambiaron de posición y el que me la metía en la boca, me la metió en el coño mientras el gordo se corría en mi cara. Así fueron pasando todos por mis agujeros y se corrieron sucesivamente en mi boca.
Para terminar, uno se subió encima de la mesa, se estiró en ella y me hizo sentar encima de él, dándole la espalda, con su polla metida en mi culo. Entonces me atrajo hacia él y uno tras otro me fueron follando el coño a lo bestia. Cuando se cansaron me bajaron de la mesa y todos en fila, se la tuve que chupar hasta que se corrieron de nuevo en mi boca.
Al final, ya satisfechos, se arreglaron y cuando yo me aseaba vi como le daban a Miguel un fajo de billetes y cuando se marcharon todos, él me mostró en la pantalla de una cámara de video, y que yo hasta el momento no había visto, todo lo ocurrido,
– Te tengo bien pillada, zorra – me dijo – y a partir de ahora eres totalmente mía, so puta.
Me monté en su coche y mientras me llevaba a mi casa, se sacó la polla y me ordenó que se la chupara hasta que se corriera. Cuando me había limpiado, me dijo:
– Estate dispuesta que, cuando menos te lo esperes, te llamaré.
Otro día ya os contaré más peripecias de mi nueva vida, ya que mi marido no sabe nada y yo, aunque me siento la más puta del mundo, gozo mucho.
Hasta otra y muchos besos para ti, Charo.