Relato erótico

Cambié de opinión

Charo
13 de febrero del 2019

Pusieron un contacto y llamaron a un hombre que quería conocerlos. Tomaron un café, hablaron y quedaron en que se volverían a llamar. Al principio no estaba muy convencida, pero después cambio de opinión.

Almudena – Madrid
Después de haber publicado un anuncio en la revista, respondió un hombre llamado Ramón quien dio una descripción suya bastante interesante. Miguel, que es como se llama mi marido, concertó una cita con él en una cafetería de la ciudad.
Nosotros llegamos primero y mientras disfrutábamos de un sabroso cappuccino, conversábamos sobre diversos temas hasta que llegó Ramón. Era un chico de unos 35 años, fornido, no mal parecido. Después de conversar un buen rato, quedamos en que nos llamaría más adelante.
Yo le dije a Miguel que había algo que no terminaba de convencerme para quedar salir con él (la verdad es que todavía no estaba muy convencida de tener una experiencia de trío).
Sin embargo Ramón llamó a Miguel a las dos semanas tratando de concretar una cita definitiva y ante tanta insistencia e interés demostrado, aceptamos reunirnos con él, quedando en encontrarnos el viernes a las por la tarde en un hotelito bastante discreto y tranquilo.
Cuando llegamos al hotel, Ramón nos estaba esperando. La habitación era bastante grande, con una cama amplia y un baño. Casi de inmediato tocó la puerta un muchacho que nos traía una botella de cava con tres copas, la cual había pedido Ramón en recepción. Procedimos a abrirla y brindar a fin de ponernos algo más cómodos.
Yo estaba algo nerviosa y apuré mi copa para sentirme más relajada. Conversamos sobre diversos temas y al rato Ramón pidió una segunda botella. En cuanto me llenó la copa de nuevo, volví a apurarla, comenzando a sentir un leve cosquilleo en la cabeza y en el cuerpo al mismo tiempo que notaba una extraña calentura que me iba invadiendo.
Miguel, que estaba muy caliente, se acercó a mí y tomándome de la mano, me ayudó a bajar besándome ardientemente en la boca y comenzó a acariciarme los senos con una mano y con la otra me levantaba la falda y me presionaba las nalgas.
Al ver eso Ramón, se acercó por atrás apretándome contra su cuerpo, acariciándome mis senos y mis bragas por la parte delantera. El cava ingerido comenzó a hacer sus efectos pues de pronto me sentía absolutamente desinhibida y cada vez más dispuesta a disfrutar de la ocasión.
Me pegué a Ramón presionando mi trasero hacia él y sentí nítidamente que su bulto crecía a medida que se restregaba contra mis nalgas. Me gustó la percepción del aumento y por un momento me olvidé de Miguel, dándome la vuelta ofrecí a Ramón mis labios para que me los besara, me atrajo hacia él y me introdujo su lengua, jugando con la mía, besándonos con desesperación.

Yo me sentía muy caliente y mi ocasional amante, apretándose contra mi cuerpo me hacía sentir con más nitidez el gran tamaño de su bulto. Miguel primero y después Ramón se quitaron la ropa quedándose en calzoncillos y luego comenzaron a desnudarme acompañando esta acción con besos en todo el cuerpo y caricias cada vez más eróticos.
Yo ya estaba bastante excitada y sentía una gran humedad en mi sexo. Procedí a bajarle el calzoncillo a Miguel besando como a él le gusta su polla (mide unos 14 cm y es bastante gruesa).
Me sentía eufórica porque al fin podía cumplir con una de mis fantasías, estar con dos hombres a la vez. Seguía disfrutando de manera golosa el rico aparato de mi marido mientras Ramón me rozaba las nalgas con algo que cada vez era más duro y que trataba de ser encajado entre mis nalgas por encima de mis pequeñas bragas que apenas resistían tamaña presión. Me di la vuelta y comencé a besar y mordisquear el pecho de Ramón y deslizando mi lengua por su torso hacia abajo, llegué al inicio de su slip, color negro, notando cada vez más evidente la forma que adoptaba su ya pronunciada carpa. Comencé a bajarle el calzoncillo y con ello liberé un enorme pene que saltó balanceándose frente a mi cara (calculo que medía unos 20cm). Yo estaba impresionada por la magnitud del hallazgo pues honestamente no pensaba que fuera tan grande.
Impresionada pero a la vez fascinada, solo mirarla me producía una intensa humedad y comencé a sentir como algunas gotas recorrían mis muslos. Tomé el hermoso ejemplar entre mis manos y comencé a besarlo recorriendo con mi lengua los 20cm de gloria que se me ofrecía, hasta llegar a la base del monumento rodeada de pelos ensortijados que tenían un aroma indescifrable que poco a poco me hacía perder la cabeza.
Traté de introducirlo en mi boca pero fue prácticamente imposible por su gran tamaño, así que comencé a saborearlo como si fuera un delicioso chupete o un helado que necesita ser repasado continuamente con la lengua. Miguel, que siempre me dijo que las mejores mamadas de su vida se las había dado yo y que tenía una habilidad inusual para el sexo oral, estaba también impresionado por el descomunal aparato y acercándose a mi oído me dijo suavemente que esta era mi noche y que estaba seguro de que yo alcanzaría mi satisfacción total.
Seguí succionando a placer la poderosa verga que tenía entre mis manos, humedeciendo y lamiendo toda su extensión desde la punta de su cabeza hasta la casi redondez de sus huevos, sintiendo como Ramón se estremecía moviendo acompasadamente su pelvis mientras me tomaba con fuerza la cabeza.

Al mismo tiempo, mi amor se banqueteaba con mi coñito introduciéndome la lengua y moviéndola hábilmente en el interior y en los costados, recorriéndola a plenitud, deteniéndose sabiamente en mi clítoris, bordeando su entorno con un fino y rápido movimiento haciéndome estremecer de placer, inundando su rostro con un chorro abundante de mis exquisitos jugos. Ramón me tendió en la cama y ante la expectación de mi marido, comenzó a introducir su enorme pene en mi sexo que se encontraba totalmente humedecido
Al principio tenía algo de temor y pensé que no lo iba a resistir por lo que le pedí que fuera delicado, pero luego de cierta dificultad lo sentí con placer moviéndome cada vez más a gusto mientras sentía que paulatinamente, Ramón empujaba con más fuerza, ocupando totalmente mi cavidad.
Creo que perdí la noción del tiempo pues en ese momento solo existía la inenarrable sensación de estar siendo “ocupada” literalmente por una pieza monstruosamente bella. Esta nueva dimensión del placer se acrecentaba porque tenía en mi boca la también formidable (por su grosor) pieza de Miguel. Así pasamos un buen rato intercambiándose ellos arriba y abajo y yo explotando permanentemente ante cada descarga de mis fluidos.
Yo estaba extasiada y sentía como mis dos amantes disfrutaban a placer todos los rincones de mi cuerpo. No quería que acabara la más gloriosa follada de mi vida y se lo hice saber gritando que continuaran, que me penetraran, que yo les pertenecía y que podían hacerme lo que quisieran.
Besando desesperadamente a Ramón le repetía al oído que me la metiera, que quería sentirlo todo dentro de mí. Ramón me abrió las piernas separándolas con tal fuerza que comencé a sentir un fuerte dolor en las caderas y tomándome por los tobillos me encajó brutalmente la totalidad de su pieza sacando y metiendo, ensanchando cada vez mi coño. Sentía que la cabeza de tan formidable pene me golpeaba internamente, de manera desesperada y tenía la impresión que deseaba atravesarme, lo cual no me importaba en absoluto.
En un momento, Miguel se separó y fue al baño. Nos quedamos solos Ramón y yo. Sentía que el mundo se había reducido a nosotros dos y juntábamos nuestros cuerpos, uníamos nuestros alientos, sentía su sudoración impregnarme cada milímetro de mi cuerpo y quería más, mucho más. No estaba dispuesta a renunciar a tan maravilloso regalo que se me había ofrecido esa noche y le dije que era suya que hiciera de mí lo que quisiera. Ante esa petición, Ramón dejó de empujar su gloriosa verga dentro de mí, la sacó dejándome un vacío desesperante que reclamaba ser llenado nuevamente, yo sentía que estaba superando todos mis récords, siempre fui multiorgásmica y la vez que más vaciadas tuve fue en otra jornada gloriosa con mi marido donde tuve 17 orgasmos.
Ramón me ayudó a levantarme y cambiando de posición me puso doblada sobre mis rodillas en posición de perrito, luego se colocó detrás de mi y sentí el dedo de Ramón humedeciendo mi ano, introduciéndolo y girando por los entornos despertando una extraña sensación.

Adivinaba lo que vendría y un estremecimiento recorrió mi espina dorsal cuando Ramón comenzó a besarme las nalgas apretándolas con sus manos, acercando su lengua a mi ano e introduciéndola mientras con sus dedos separaba cuidadosamente mis nalgas, luego me colocó su enorme pieza y comenzó a introducirla.
Por un momento se me paralizó la sangre al pensar de introducir tan descomunal arma en un orificio tan reducido y delicado, pues Miguel muchas veces trató de ingresar por esa vía sin resultados ya que su enorme cabeza no lograba pasar produciéndome dolor. Grande fue mi sorpresa al sentir como se introducía dentro de mí sin mayor esfuerzo hasta llegar a aplastar sus huevos contra mis nalgas. Parecía mentira, mi pobre culito había recibido en toda su magnitud y esplendor esa formidable lanza que taladraba sin miramientos mis profundidades.
Yo sentía que le pertenecía, nunca antes había sentido tal disfrute, todo desapareció, incluso mi marido, en ese momento glorioso solo existíamos los dos, yo y mi amante furioso que sacaba y metía su enorme verga con fuerza y velocidad. Nunca antes había sentido lo que era ser dominada literalmente y me sentía desfallecer.
La sensación era extremadamente agradable y su intensidad era tal que comencé a convulsionar estallando en una serie de orgasmos que mojaron por completo mis piernas.
Yo gritaba sin ningún tipo de control y le pedía que me lo metiera más profundamente, pero ya no había más que meter, pues sentía el golpeteo constante de sus huevos contra mis nalgas. Hubiera dado mi vida para que ese instante supremo continuara, que nunca acabara, yo seguía convulsionando ante cada ataque feroz de mi adorado amante. Sentimos el ruido de la puerta del baño y le comenté a Ramón que mi marido nunca pudo hacerlo pues cada vez que lo intentó me causaba un gran dolor y seguramente le iba a parecer increíble lo que estaba viviendo.
Efectivamente, Miguel retornó del baño y se quedó atónito ante el espectáculo que se ofrecía ante sus ojos. Vio a su mujer totalmente encapsulada por detrás, gimiendo y gritando de placer mientras su furioso jinete empujaba y sacaba violentamente su poderoso armamento.
No lo podía creer, se negaba a aceptar lo que veía y se acercó para comprobarlo constatando que efectivamente el enorme pene de Ramón entraba y salía con pasmosa facilidad y su mujercita, a la cual nunca pudo sodomizar disfrutaba hasta el delirio.
Ramón sacó su hermoso juguete y me invadió un gran alivio pues sentía como si me hubieran descorchado, pero a la vez también sentía que me faltaba algo, que por alguna extraña razón se me había formado un vacío interior que necesitaba llenar pues en ese momento hubiera jurado que el habitáculo natural de ese monstruoso aparato era mi cavidad anal.
En ese momento Miguel tuvo una brillante idea y nos propuso hacer una doble penetración. A estas alturas yo estaba dispuesta a todo y deseaba sentir desesperadamente esta nueva experiencia.

Ramón se echó de espaldas sobre la cama mojada y yo me subí sobre el poniéndome en cuclillas, tomé su enorme pieza con la mano, presionándola con placer y la introduje en mi ano, comencé a hacer presión al sentarme sobre él, sintiendo como se llenaba totalmente mi interior y disfrutando de esta nueva sensación moviéndome hacia arriba y hacia abajo, midiendo calculadamente mis movimientos a fin de asegurarme mayor placer. Miguel mientras tanto me besaba en la boca con sus labios y lengua experta trabándonos en una desenfrenada y desesperada orgía bucal.
Yo estaba sentada sobre Ramón, dándole la espalda y me recosté ligeramente hacia atrás, luego, mi amor se acercó por delante, se arrodilló y comenzó a introducir su pene en mi vagina, primero con mucha dificultad y luego de manera abierta y decidida, llevándome al cielo.
Lo que sentía en ese momento era algo increíble, ni en mi imaginación más audaz me había acercado algo a lo que estaba viviendo. Mis dos hombres introducían y sacaban sus miembros a la vez produciéndome una gama de sensaciones que estremecían de manera intensa todo mi cuerpo, sus enormes, queridas y monstruosas piezas ocupaban totalmente mis interiores yo me sentía desfallecer alcanzando una serie interrumpida de orgasmos que hacían brotar los líquidos como fuente milagrosa.
Yo gritaba de placer y los ojos se me llenaban de lágrimas de gratitud por el sublime momento que estaba viviendo y quería que pararan ya de una vez, pero al mismo tiempo deseaba que nunca se acabara el ejercicio. Mi ano y mi vagina se habían unido en un solo elemento. Creo que si alguien hubiera tomado una foto en ese momento, yo aparecía con una cara de loca desatada pues en verdad el momento fue sublime y extraordinario, intenso y emocionante por la novedad del exitoso experimento.
Sentía que todo se nublaba y me mojé varias veces. Miguel no pudo resistir más y se vació llenándome de leche caliente que se comenzó a derramar por mis muslos alcanzando también a Ramón quien no pudo resistir más y estalló en convulsiones mientras descargaba un potente chorro caliente que llenó mis entrañas mientras yo me estremecía con varios orgasmos desatados en cadena.
Fue en verdad una noche para recordar en la que tuve tal vez unos cuarenta orgasmos y que hicieron de mí una fervorosa devota del sexo anal.

Hoy tengo dos hombres que se comprenden muy bien y que siempre están dispuestos a satisfacer mi cada día más fuerte adicción, pues después de haber probado este delicioso manjar, siento que es una experiencia absolutamente repetible.
Besos para todos.

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