Cambié a tiempo

Es caliente y muy golfa. El sexo es lo que la gusta en el mundo, pero reconoce que últimamente no ha estado todo lo “cariñosa” que suele ser con su marido. Supo arreglarlo y muy bien.

Isabel – TARRAGONA
Cuando comprendí que el matrimonio, iba a pique, decidí ponerme las pilas. La causa del deterioro había sido solo mía. Sin causa aparente llevaba casi un año sin corresponder a los envites sexuales de mi marido.
Para él era muy penosa esta situación cuando durante ocho años había sido yo una hembra fogosa hasta rozar la ninfomanía.
Entendí que había sido una pájara cuando, delante del espejo, me contemplé desnuda, comprobando que mi cuerpo se volvía a encender ante mis propias caricias. Esa noche, como siempre había hecho, me acosté sin bragas y en cuanto mi marido, Ignacio, me puso la mano encima, sentí un temblor y entre gimoteos, casi ya olvidados, le ofrecí el cuerpo fogoso de antaño.
Durante una apasionada follada, a mi chocho volvieron los orgasmos y a mi marido le regalé un suculento plato de placer.
Para demostrarle que todo había terminado, tras la jodienda la hice una lujuriosa comida de culo, cojones y rabo que no di por terminada hasta que me llenó el estómago con su leche.
Al día siguiente, durante la comida, comentó que nunca le había hecho tan infeliz como en ese fatídico año. Le pedí perdón, reconocí que había sido una pájara pero que le amaba y lo deseaba igual o más que antes.
Entendí muy lógicos sus recelos y para que viera que yo era la misma de antes, le dije:
– Cariño, estoy muy caliente, necesito que me metas el rabo pues… ¡tengo el coño ardiendo!
Le abrí los pantalones, le hice una mamada y allí mismo, en el suelo, nos follamos como animales.
A pesar de todo, yo estaba ansiosa para demostrarle mi recuperación. El cuerpo me lo pedía. Volvía a estar calentorra, así que cuando llegó del trabajo lo esperé desnuda en la cama. Ignacio, al verme, volvió a ser el semental de antes y yo la perra salida que nunca debí dejar de ser.
Pletórico de facultades y súper feliz por el cambio, aunque no exento de ciertos recelos, por la noche mi marido me la clavó por el culo. La enculada resultó ser tan viciosa por ambas partes que le confirmó que yo volvía a ser la de antes. Y las semanas siguientes confirmaron que volvía a ser la perra en celo y más puta que las gallinas.
Durante aquellos terribles meses, Ignacio llegó a pensar que yo había dejado de quererle y propuso que si era así, no se oponía a que yo tuviera relaciones con otros hombres o mujeres dado que antes de casarnos sabía que las había tenido con una prima y con varias compañeras de instituto. Es más, él mismo se ofreció a ayudarme siempre que yo le dijera mis deseos, con tal de sacarme de la desgana.
Cuando unos meses después le pregunté si era cierto y que estaba dispuesto a cumplir sus ofertas, me contestó que perfectamente decidido y que incluso llegaba a hacerle ilusión el verme en brazos de otros hombres o mujeres. Esto fue tema de muchas conversaciones e incluso motivo de incitación al placer, dado que nos ponía cachondos.
Una de las tantas veces que se la mamaba, preguntó si me gustaría mamársela a otro tío. Sentí una descarga eléctrica y le contesté:
– Si tú lo deseas, estaría dispuesta a lo que me pidieras.
En otro momento en el que me estaba cabalgando y nos veíamos reflejados en el espejo de la alcoba, le pregunté:

– ¿Te imaginas que fuera otro tío el que me estuviera jodiendo?
– ¡Te juro que te voy a buscar un macho, deseo verte con otro! – me gritó muy excitado.
– ¡Oooh… que cachonda me pones! – grité a mi vez.
Segura que el amor por Ignacio no se vería mermado, comencé a sentir sus deseos como míos, ya que por él estaba dispuesta a lo que fuera.
Comenzamos por pasar una semana en un hotel nudista, algo a lo que yo antes había puesto pegas, a pasear desnudos por la playa contigua y a follarnos por la noche en la playa, como hacían otras parejas. Precisamente una de esas noches me puse ciega de ganas al ver en la playa, a la luz de la luna, a una mujer dándose el lote con dos tíos, llegando a subirse encima de uno mientras el otro se la calzaba estilo perro.
Aquello me puso tan calentorra que le pedí a Ignacio ir a la habitación a follar. Después de un buen clavo quedé a gusto pero con ganas de más y entonces Ignacio me desafió a que fuera sola a la discoteca del hotel a ligar, consintiendo que si ligaba, me fuera a la cama con el ligue.
Ligué, efectivamente, y me di el lote con un chico alemán y luego, en su habitación, disfrutamos de casi tres horas de sexo puso y duro. El cabrón era un gran follador y me dejó varias veces con los ojos en blanco. Cuando volví con mi marido, mientras me jodía, le conté lo que había estado haciendo.
Por la mañana me quedé en la cama, estaba agotada, pero cuando Ignacio volvió sobre las once, montamos un 69 y luego nos pasamos un buen rato clavando.
A parte de esto, teníamos un apartamento con entrada desde la piscina así que nos pasábamos el día tomando el sol, dándonos un baño y haciendo viajes al apartamento a darnos el lote. Durante el día todo el mundo iba en pelota picada, pero para la cena nos vestíamos elegantes y asistíamos a las fiestas que organizaba el hotel o a la discoteca y sabiendo que por las noches venían chicos de fuera a buscar plan en la playa, quisimos aprovechar la ocasión y tener la experiencia.
Bajamos a la playa y en un lugar que nos pareció apropiado, nos sentamos en la arena. Ignacio me abrió el vestido y me sacó los pechos. Al rato pasaron dos chicos que se quedaron mirando indecisos hasta que un tercero se nos acercó y nos pidió fuego, momento en que yo aproveché para tocarle la bragueta y palparle el paquete.
Como la invitación estaba hecha, le abrí los pantalones y le sobé la verga, ya dura como un poste. Minutos después ya lo tenía yo encima follándome como un toro. Me soltó un buen clavo y se marchó, pero cuando nosotros, Ignacio y yo desnudos, continuábamos sobándonos con la intención de echar un polvo, otro chico que no vimos llegar, también nos pidió fuego.
Fue una sorpresa pero no la única ya que tras darme una comida de coño espectacular, cuando menos lo esperábamos, se lió a mamar la polla de Ignacio. Aquello nos puso de un salido especial y recordando a aquella mujer que habíamos visto hacía un par de noches, terminé por montar al chico mientras Ignacio me enculaba.

Era mi primera experiencia, la primera vez que me follaban por los dos agujeros a la vez y si con uno me pongo muy puta es fácil imaginar como me comporté en semejante ocasión.
Me corrí como una coneja de lo salida que me encontraba por la situación y cuando volvimos al apartamento, mi marido y yo, nos metimos en la bañera, que por cierto era redonda. Mi marido parecía un toro y yo una más puta que nunca. Nos dimos una fiesta dentro del agua y continuamos en la cama, jodiendo como bestias, dejando bien marcados nuestros cuerpos por a furia y la pasión con la que nos enganchábamos. Es curioso pero, por la mañana al despertar por el ruido de la gente en la piscina, sin mediar palabra, nos liamos con la misma pasión que por la noche. Estas experiencias nos abrieron a un nuevo futuro sexual.
Con ganas de dar una sorpresa a mi marido, comencé a frecuentar los lavabos de señoras de un mercado pues sabía que había mujeres que iban a buscar ligue con otras. Después de unas semanas, conocí a Laura. Nos metimos juntas en los servicios, nos dimos la lengua y nos hicimos una paja la una a la otra, proponiéndole yo que si quería más tenía que ser en mi casa pero con la condición que se tenía que dejar follar por mi marido. Aceptó y una tarde, cuando Ignacio llegó, nos encontró desnudas, solo con el picardías.
Antes de llegar mi marido, nosotras nos habíamos dado el lote a base de comernos los coños así que, cuando Ignacio salió de la ducha, nos fuimos a la cama, él se la folló y a continuación montamos otra tortilla para su deleite y, por supuesto, el nuestro.
Con Laura continuamos juntándonos, aunque más yo que mi marido, y alguna que otra mañana, tras hacer la compra, vamos a casa y hacemos una tortilla. Así es como logré salvar mi matrimonio y nuestra felicidad.
Me he vuelto, si cabe, más puta pero ahora sí gozo la ninfomanía de verdad porque a todas horas me encuentro salida y con ganas de poner a tope a mi esposo para disfrutar todo lo que podemos.
En casa nunca faltan las revistas Clima y el Especial Charo Medina, nos inspira su lectura y también nos gusta leer los anuncios de contacto, sin descartar publicar uno nuestro.

A lo último que le he tomado gusto es a masturbarme delante de mi marido. Me pongo donde mejor me pueda ver y me la pelo a dos manos cuando no me meto algo como plátanos o calabacines para aumentar el vicio. El, según me observa, se la toca, se la zurra o me la mete en la boca.
Tengo en mente hacer otras cosas y si las hago no me importará contarlas en otra próxima carta.
Besos a todos.