Calor y baile

Fueron a las fiestas de un pueblo cercano al suyo. No había muy buen ambiente y se fueron a un pueblo vecino. Aquello era otra cosa. Observaron a un grupo de chicos que les gustaron y…

Eva – Zaragoza
Hola, Charo, me llamo Eva y te voy a relatar lo que me ocurrió el pasado agosto, en las fiestas de un pueblecito cercano al mío.
Tengo 20 años y soy morena, no muy alta, mido 1,65, tengo el pelo rizado y dicen que soy atractiva, a los chicos les encanta la mirada de mis ojos verdes y mis pechos, que son grandecitos y bien tiesos, con unos pezones duros y unas aureolas grandecitas. Pero sobre todo lo que más les gusta es mi culito, dicen que tengo un culito perfecto, aunque yo creo que no es así, pero bueno, sin modestia la verdad es que es redondito y bien salido.
Estábamos Rocío y yo, tomando copas en la terraza del bar del pueblo, rodeadas de miradas de los lugareños, que no nos quitaban ojo de encima, sobre todo a mi amiga, que había invitado a pasar unos días en mi casita con mis padres, en el pueblo. Rocío es una chica muy guapa y simpática, muy desinhibida y jovial, mide 1,75, es pelirroja y tiene unos ojos que quitan el sentido junto con unos pechitos pequeños y un culito que deja adivinar las formas, lo que en conjunto hace que sea muy deseable por los hombres.
Estuvimos un par de horas charlando y tomando copas y el aburrimiento empezó a hacer mella, así que decidimos subirnos al coche e ir al pueblo de al lado que estaba en fiestas y que había, según decía la gente, mucha marcha. Pagamos las consumiciones y nos fuimos. Llegamos sobre la una y nos dirigimos directamente al baile que se organizaba en la plaza mayor, seguramente como en todos los pueblos.
Pronto comprobamos que lo que nos habían dicho era cierto y que había un muy buen ambiente, mucha gente joven con ganas de fiesta y una buena orquesta. Nos dirigimos a la barra que estaba justo al otro lado de la entrada de la plaza, cruzamos el baile y fuimos el centro de atención de muchos jovencitos que allí estaban bailando, no se si seria porque no nos conocían o porque íbamos bastante provocativas.
Rocío llevaba un top ajustado que le marcaba sus lindos pechitos y un pantaloncito corto que enseñaba más de lo que tapaba y yo no era menos con mi blusa desabrochada que dejaba adivinar mis hermosas tetas y una minifalda que casi no me tapaba nada.
Llegamos a la barra y pedimos dos copas, el camarero no nos quitaba ojo de encima, estaba como embobado y nos recorría y desnudaba con su mirada de arriba abajo. Nos miramos y nos reímos. Esto nos estaba empezando a gustar. Cogimos nuestras copas y empezamos a bailar. La mayoría de las canciones eran para esto, pasodobles, tangos, cha-cha-cha y pronto un grupo de chicos nos rodeó. Nosotras, al verlos, nos juntamos más y bailábamos más agarradas, mientras oíamos sus típicos comentarios:
– ¡Caramba, mira que están buenas, vaya culitos, jo, como tienen que moverse al follar…!

Esta fue la última canción antes del descanso. Cuando acabó, todo el mundo se fue y nosotras aprovechamos para tomarnos otro par de copas en la barra y luego decidimos recorrer el pueblo. Mientras lo hacíamos comentamos lo que decía la gente de nosotras y la verdad es que nos excitó y nos empezamos a reír, esta noche prometía, estábamos las dos en pie de guerra. Llegamos a las afueras del pueblo y vimos un local en el que parecía haber gente, nos encaminamos hacia allí y entramos. Había una música de baile de fondo y cinco chicos sentados en unos sillones, bebiendo y fumando.
– Hola, buenas noches chicos, ¿nos ponéis una copa? – pidió Rocío.
Uno de los chicos, que no estaba nada mal se levantó y nos dijo:
– Faltaría más guapas, todas las que queráis.
Nos pusieron unas copas y empezamos a bailar al son de la música, pronto dos de ellos, el que nos había puesto las copas y otro más, empezaron a bailar junto a nosotras. Mi amiga se abrazó a su acompañante y empezaron a bailar pegados mientras me miraba y se sonreía, así que yo hice lo mismo y me agarré a mi pareja. Al rato empezó a sonar una música lenta y yo me junté todo lo que puede, y le rodeé su cuello con mis brazos mientras él se agarraba a mi cintura.
Esto me empezaba a gustar y comencé a sentir un calorcillo que me recorría todo mi cuerpo. Él parece que lo notó y bajó sus manos a mi culo, y me masajeaba los cachetes ante la atenta mirada de sus colegas.
Entonces acerqué mis labios a los suyos y nos dimos un beso de espanto, su lengua empezó a jugar con la mía y nuestras salivas se juntaron, buscaba cada recodo de mi boca con su lengua y yo estaba en la gloria. Luego metió sus manos bajo mi minifalda y les enseñó mi culo a sus amigos, los cuales abrieron los ojos al ver semejante culo, libre de su primera capa que impedía su visión. Pronto subió una mano y me empezó a desabrochar la blusa. Yo estaba excitada, no podía parar y empecé a quitarle la camiseta. La verdad es que no me importaba que hubiera más gente allí, estaba tan cachonda que me traía sin cuidado. Me miró y me dijo:
– Creo que necesitas una buena dosis de polla y te la vamos a dar esta noche. Vas a acabar saciada.
Me cogió de la mano y nos dirigimos a una especie de reservado donde había un colchón en el suelo, lugar supongo donde esta peña de amigos hacia sus orgías particulares. Entramos y vi a mi amiga que estaba con el chaval que bailaba, con su pechos al aire y con la polla de su amigo en la boca. Me impresiono ver a Rocío con ese pedazo de carne entrando y saliendo de su boca. La agarraba con las dos manos y recorría su capullo con la lengua dándole toquecitos en la puntita, lamiendo su agujerito. Su cara de satisfacción era genial, tenía el poder sobre su chico y con su cetro en la mano acariciando sus huevos, de vez en cuando pasaba su lengua desde los huevos hasta la punta, lo que arrancaba los gemidos del propietario de aquel cetro.

Rocío me miro y me dijo:
– ¡Está riquísima… menudo cucurucho! – me dijo Rocío mirándome.
– Tranquila, que ya la probarás después – dijo el chaval mirando mis tetas.
– Seguro que me encantará – afirmé.
Esta noche estaba siendo genial y una cosa era cierta que íbamos a tomar ración doble de polla. Mi acompañante me quitó la blusa y el sujetador mientras recorría mi cuello con su lengua haciéndome vibrar y que mis braguitas se pusieran mojadas, mucho más de lo que ya estaban. Me tumbó en la cama y me empezó a lamer todo el cuerpo, comenzando por el cuello bajando suavemente por mis pechos, arrancándome gemidos de placer.
Estábamos disfrutando como unas perras en celo y decidí darle más morbo a la situación. Me deshice de mi apuesto galán y me encaminé hacia Rocío, me agaché, le quité su pantaloncito y empecé a acariciarle el delicioso culito por encima de su tanga blanco. Mi lengua recorría su culito e iba acercándose a su conejo húmedo, y más húmedo que se le iba a poner. Le aparté el tanga y empecé a lamer su agujerito trasero. Rocío gemía de placer mientras comía la verga de su nuevo amigo, que estaba extasiado. Rocío es muy hábil con su lengua y la mamada que le estaba dando debía de ser genial. Yo seguía con su culo, metiéndole mi lengua, ensalivándolo y dilatándolo. Luego mi dedo entró sin ninguna oposición y esto hacía que ella mamara cada vez más rápido. Mi acompañante estaba masturbándose mirando la escena con unos ojos como platos. Cuando saqué mis dedos de su culo, su agujerito estaba dilatado y riquísimos, mire a mi chico y le dije:
– Cielo, ¿te gusta este culito? Lo he dilatado para ti, vamos antes de que se cierre, fóllatelo.
Me obedeció sin rechistar y metió su polla por el culo de mi amiga, que dio un gran gemido de placer cuando notó ese pedazo de tranca en su ano, mientras yo la miraba mientras mamaba la polla de su amigo. Sus ojos delataban gran excitación y me miraban como diciendo, que placer me están dando estos cabrones. Yo dije:
– Rocío eres una acaparadora, todo lo quieres para ti.
– Vamos Eva, no te pongas celosa, y prueba esta verga – me dijo.
Abrí mi boca y me la metí hasta el fondo. El chico dio un grito de placer cuando me la tragué. Era una delicia, menuda polla más rica y encima con el gusto de la saliva de mi amiga. Luego cogí a mi chico y nos fundimos en un gran beso, mi lengua recorría su boca y empecé a lamer su cuerpo, sus tetillas. Él se dejaba hacer y gemía de vez en cuando. Era delicioso. El chaval era muy tímido, no decía nada, no hacía nada, simplemente se dejaba hacer.
Esto a mi me excitaba muchísimo, era delicioso el tener el control, me lo estaba follando. Pronto mi culo se sentó en sus piernas y acerqué su rabo a mi rajita, que estaba muy húmeda. Me levanté y me dejé caer sobre su polla y empecé a follar el ritmo de un metisaca que me estaba volviendo loca, yo besaba sus pechos, su boca, su cara, estaba ida, una loca del sexo. Seguimos así un buen rato y cuando nuestros chicos estaban llegando al punto sin retorno, nos separamos de ellos, que nos miraron extrañados, pero les dijimos:

– Venga chicos, es hora de que nos duchéis con vuestra leche.
Se acercaron a nosotras que estábamos besándonos como fieras y empezaron a contraerse y a sentir espasmos hasta que nos ducharon con su rica leche que nos llegaba a intervalos como un surtidor. El semen resbalaba por nuestra cara y nuestro pelo y estábamos en la gloria. Cuando sentimos esa ducha nos acariciamos las dos nuestras rajas. Después de unos segundos llegábamos al orgasmo las dos juntas, y gritamos mientras nos derrumbábamos en el colchón exhaustas de placer.
Besos de las dos.