Relato erótico
Calor en la nieve
Trabaja en una gasolinera y repartiendo gasóleo a domicilio. Hacia mal tiempo, nevaba desde hacía un par de días y estaban incomunicados. A media mañana apareció un todo terreno con una mujer inglesa. Cuarentona, rubia y estaba muy buena.
Francisco – GRANADA
El día 28 de enero pasado estábamos mi compañero y yo trabajando en la estación de servicio, en la provincia de Granada, y estaba nevando así que nos habíamos quedado incomunicados por el temporal. No venía ningún vehículo a repostar y al mediodía la cosa iba empeorando hasta que, sobre las once y media de la mañana, apareció un todo terreno, conducido por una inglesa, que se le paró justo en la entrada de la gasolinera.
La mujer bajó, la ayudamos a aparcar bien el coche para que no molestara y como tenemos cafetería, dijo que iba a tomarse un café con leche. Nosotros la acompañamos, ya que no teníamos nada más que hacer, y nos tomamos otro.
La mujer tendría unos 40 ó 45 años, pero estaba muy buena, rubia con buenas tetas y buen culo. Llevaba un pantalón vaquero, una camisa blanca y una cazadora. Nosotros no parábamos de mirárnosla e incluso yo empezaba a ponerme muy cachondo.
De pronto la mujer fue al servicio y al salir hizo una llamada en su móvil para que vinieran a buscarla, pero la persona a la que llamaba no contestaba. Entonces yo salí de detrás de la barra del bar y me senté en un taburete a su lado mientras mi compañero bajaba las puertas metálicas porque íbamos a cerrar.
– ¿Vais a cerrar? – me preguntó como preocupada.
– Sí, porque hoy ya no va a venir nadie con el día que hace – le contesté.
Entonces ya no pude aguantar más y mirándomela de una manera muy provocativa para que ella se diera cuenta de como yo estaba de cachondo, le dije:
– ¿Quieres pasarlo bien?
– De acuerdo – dijo simplemente.
Antes de que yo pudiera contestarle, se desabrochó la blusa dejando aparecer dos tetas inmensas aguantadas por un pequeño sujetador. Alcé mis manos y sacándole el sujetador, desnudé aquellas dos maravillas y empecé a lamerle y besarle los ya tiesos pezones, mientras mi compañero, ya cerradas las puertas, nos miraba con ojos excitados y la polla tiesa, marcándose en su pantalón. Ella se dio cuenta y me dijo:
– Y tú compañero, ¿no participa?
Él se acercó a ella por detrás y empezó a acariciarle el coño por encima del pantalón hasta que le desabrochó los botones, se lo bajó hasta medio muslo y pudo tocarle el chocho desnudo. En este momento y mientras ella lanzaba sus primeros suspiros, yo me saqué la polla y haciéndola inclinarse se la metí en la boca para que me la chupara Mientras me lo hacía de una manera maravillosa, mi compañero la besaba, le sobaba las tetas con una mano y con la otra la pajeaba.
Al cabo de un rato, con la polla bien dura, me aparté y me senté en una silla, mi compañero acabó de desnudarla por completo y yo la hice sentar encima de mí, clavándose mi miembro en todo su caliente coño. Me cabalgaba como una hembra en celo mientras ahora se la mamaba a mi compañero.
Cuando ya no pude más y tras haberse corrido ella al menos dos veces, eyaculé en sus entrañas al tiempo que mi compañero se corría en su boca. Descansamos un rato, ella a pelo y nosotros vestidos y solo con las pollas al aire libre. Hablamos un rato sobre lo sucedido y lo que habíamos gozado pero sin que nosotros dejásemos de acariciarla y ella de sobarnos las vergas así que, al poco rato, estábamos otra vez en plan de guerra.
Esa mañana, a pesar de la nieve, fue la más caliente que habíamos tenido y ahora, de vez en cuando, ella pasa por la gasolinera y repetimos la jugada.
Un saludo y un beso donde tú quieras, Charo.