Relato erótico
Calientes confidencias
Estaba comiendo y le sorprendió la conversación que tenían dos amigas. Ha querido contárnosla porque le puso tremendamente cachondo.
Josep – BARCELONA
Estaba comiendo solo, en un concurrido restaurante. Por casualidad mi mesa quedó, justo al lado de un par de mujeres, una bastante más joven que la otra, pero ambas de muy buen ver. Estábamos separados por un delgado tabique de madera. Al principio no les presté mayor atención, hasta que oí a una de ellas, a la más joven, decirle a la otra, más o menos lo siguiente.
– ¡Es que no sé con cual de los dos quedarme!
No sé, pero quizás la manera en que lo dijo fue lo que hizo que hizo que le pusiera una mayor atención a su conversación la que, en términos generales siguió así. La verdad es que me estoy volviendo loca, por una parte está Jorge, que es un desgraciado mentiroso, mujeriego, borrachín, desconsiderado, pero que me hace sentir toda una mujer en la cama cada vez que me encuentra. Por otra parte está Antonio mi marido, no creo que haya mejor marido ni padre en el mundo que él, excepto por un detalle. Es toda una porquería en la cama, no ha terminado de metérmela, cuando ya se ha corrido. El pobre, desde que nos casamos a tratado de hacer todo lo posible por aguantarse un poco, pero apenas empieza, se corre.
Por lo visto, le dijo la otra mujer, ya te encuentras en aguas profundas, así que no te voy a venir con el cuento de que dedícate a tu marido, que el pobre de seguro esta pasando por un mal momento, no, está bien claro que lo que tienes con Jorge es algo diferente, que no es amor, sencillamente es satisfacción. Satisfacción que no te da Antonio. Así que lo mejor que puedes hacer es seguir acostándote con Jorge, hasta que te canses de él o que él se canse de ti. Que por lo que me has dicho eso es lo más probable que pase, pero por los momentos sigue disfrutándolo. De paso, cuéntame como te metiste con un tipo tan desgraciado, como ese.
Por un corto momento la más joven no dijo palabra hasta que, me imagino que después de tomar un poco de agua, continuó hablando.
A Jorge lo conocí por accidente, realmente no tenemos nada en común. Ese día, como de costumbre, Antonio trató de hacer el amor conmigo pero, también como de costumbre, se corrió en un abrir y cerrar de ojos por lo que me quedé, aparte de cabreada con Antonio, tremendamente frustrada. Caminando a mi trabajo, me decía a mi misma que el primer macho que me lo pidiera se lo daría. Fue cuando no sé que le pasó a mi coche, que se detuvo. Llamé por teléfono a mi marido para que me viniera a auxiliar, pero según me dijo se encontraba en una importante reunión de negocios, aunque me indicó que llamase a una grúa, que le dijera al chofer que llevase al coche al taller y que cogiese un taxi para llevarme a mi trabajo.
Cuando colgó, más molesta me encontraba con Antonio, cuando apareció la grúa que yo había llamado con el móvil. Su chofer era alto moreno, con el cabello alborotado, corpulento. En fin todo un monstruo. Además desde que me vio comenzó a comerme con los ojos. Hablamos poco y apenas enganchó mi coche me indicó que subiera a su lado. Cuando lo hacía pude sentir su mirada sobre mis nalgas y cuando me giré a mirarlo, el muy cabrón ni siquiera disimuló y aunque me sentí algo incómoda, no te voy ha negar que en el fondo me agradó mucho. Durante parte del camino él no hacía otra cosa que mirarme las piernas y fue cuando se me ocurrió vacilarlo un poco y comencé a coquetear. Mi intención era calentarlo un poco y luego cortarlo fríamente, por lo que dentro de mí coqueteó dejé que la falda se me subiera un poco, lo suficiente como para que me viera los muslos y quien sabe, quizás parte de mis bragas, mientras que yo, como estaba aún bastante molesta con Antonio, mentalmente incluso me imaginé que cosas pudiera hacerme el bruto ese sí lo dejaba.
Ya nos encontrábamos cerca del taller, cuando Jorge sin decirme nada, detuvo la grúa y me saltó encima. Me cogió completamente desprevenida. Me tomó entre sus fuertes brazos y con fuerza y rapidez comenzó a besarme como un loco. La verdad que al principio lo quise rechazar con todas mis fuerzas, incluso traté de ponerme a gritar. Pero con su lengua dentro de mi boca, me era imposible. Una de sus gruesas manos la metió rápidamente bajo mi falda y cuando sentí sus gruesos dedos hurgándome el coño de manera tan brutal, no sé que me pasó, pero dejé de luchar y de inmediato abrí mis piernas y Jorge me a quitó las bragas de un tirón. De manera bastante bruta me separó las piernas más aún y fue cuando vi su cosa que la dirigió directo a mi coño y sin perder tiempo comenzó a metérmela.
En esos momentos yo fui la más sorprendida, de cómo yo misma estaba actuando. A medida que Jorge metía y sacaba su miembro de mi coño yo comencé a moverme bajo su peso disfrutando todas y cada una de sus fuertes y largas embestidas. Fue la primera vez en mucho tiempo que alcancé un orgasmo sin que tuviera que yo misma meterme los dedos. Por un buen rato Jorge me estuvo follando dentro de la cabina de su grúa. En un momento determinado me la sacó y casi grito pidiéndole que me la dejase dentro, pero de la misma manera en que se me tiró encima me dio la vuelta y sin perder tiempo me la volvió a clavar por el coño mientras que con una de sus grandes manos me apretaba el clítoris hasta que nuevamente volví a alcanzar otro estupendo orgasmo.
Al poco rato, Jorge se corrió dentro de mí y yo me quedé exhausta, cansada y sudada como una perra, acostada en la posición que él me había dejado, hasta que después de un corto rato, me dio una fuerte nalgada diciéndome:
– Levántate, que ya estamos llegando.
De inmediato puso en marcha la grúa y continuó conduciendo como si nada. Yo apenas tuve tiempo de arreglarme, auque no pude encontrar mis bragas. Después que dejó mi coche en el taller, se me acercó y me entregó la factura. Tras pagarle me dio una tarjeta con su número de teléfono, y me dijo que cuando quisiera que él me remolcase que simplemente lo llamase. Se marchó como si nada hubiera pasado entre nosotros dos. Ese día no fui a trabajar, al llegar a casa me di una ducha y mientras me lavaba, comencé a acordarme de todo lo que había pasado entre ese bruto y yo por lo que, de manera inconsciente mientras me enjabonaba el coño, me comencé a acariciar y nuevamente alcancé otro divino orgasmo, pero no como los que tengo cuando Antonio me deja mirando el techo de nuestro cuarto.
Luego me puse a pensar en lo que había hecho. Había engañado a mi marido, le había sido infiel con un perfecto extraño. El resto del día estuve debatiéndome en si se lo decía o no, pero finalmente no se lo dije y me juré a mi misma que eso no me volvería a suceder. Por la noche Antonio llegó bastante agotado y cuando me estaba contando como le había ido en la reunión de negocios, se quedó dormido. Por la mañana, como casi siempre, trató de hacerme el amor, pero como al igual que el resto de las veces anteriores, sencillamente me dejó el coño lleno de su leche mientras que yo me quedaba mirando el techo. Pero ya no me lo pensé y después de que Antonio se fue al trabajo, llamé a Jorge el cual, en menos de media hora llegaba a mi casa. Yo terminaba de darme un buen baño y de asearme cuando lo oí llegar conduciendo una ruidosa motocicleta.
Apenas lo dejé entrar, se me tiró encima y sin contemplación alguna me arrancó la toalla en la que me envolví para abrirle la puerta. Yo pensaba decirle algunas cosas, como que no pensara mal de mí, que yo amaba a mi marido pero que el pobre no me satisfacía, pero la verdad es que ni me dio tiempo a decirle nada. Me tiró sobre el sofá y de inmediato me separó las piernas y de manera inusitada, mientras yo comenzaba a protestar, comenzó a meter su lengua dentro de mi coño. Apenas la sentí, te juro que me quedé callada y todas las cosas que pensaba decirle se me olvidaron. Jorge me estaba haciendo algo que jamás Antonio creo que se le había ocurrido pensar. Por un largo rato me estuvo haciendo la mujer más feliz del mundo con su salvaje lengua, hasta que nuevamente me hizo disfrutar de otro estupendo orgasmo.
Después de eso se incorporó y con toda calma se desnudó completamente en medio de la sala, como que no le importaba si había o no otras personas en la casa. Yo aún me encontraba con las piernas bien abiertas, acostada en el sofá, cuando me tomó por los tobillos, me levantó las piernas y las colocó sobre sus hombros. Después dirigió su verga directamente a mi coño que comenzó a penetrar de inmediato. En esos momentos, la verdad es que ni me acordaba ni pensaba en Antonio o mis hijas.
A medida que el metía su verga y la sacaba de mi cuerpo yo comencé a mover todo mi cuerpo, mientras con sus dedos me apretaba divina y el clítoris. Fue la primera vez en mi vida que pedí que me dieran más y más duro. Entonces Jorge me preguntó descaradamente si me gustaba y yo le respondí como una loca, que sí. En esa segunda ocasión nuevamente me hizo sentir toda una mujer deseada.
Después de eso, sus visitas o nuestros encuentros eran casi a diario, por lo general en mi propia cama cuando nos daba tiempo, sino lo hacíamos en cualquier parte de la casa, en la escaleras, el comedor y hasta en la cocina. Fue precisamente en la cocina cuando me dio por el culo por primera vez. Mientras me besaba me fue llevando a la cocina, donde por un corto momento dejó de besarme, abrió la nevera, sacó la margarina, se embadurnó los dedos con ella, y sobre la mesa de la cocina me recostó boca abajo. Cuando comencé a sentir sus dedos tocándome el hueco del culo, me asusté y comencé a protestar y decirle que no, pero a los pocos segundos me estaba metiendo su verga por el ano. Me dolió bastante pero Jorge no dejaba de meter y sacar su polla de mi cuerpo y al poco rato cuando mi culo se adaptó, fue cuando lo comencé a disfrutar que Jorge me estuviera dando por detrás al tiempo que me decía cada cosa que me calentaba más y más, cosas como:
– Mueve ese culo, yo sabía que te iba a gustar que te diera por el culo.
Así el hacía o mejor dicho hace lo que quiere conmigo. Después de eso, la joven se quedó callada, en silencio. La otra mujer no decía nada cuando oí la voz de un hombre saludando a las dos mujeres. El recién llegado resultó ser el pobre Antonio, el marido de la que le había estado contando todo lo sucedido a su amiga. Después del saludo le oí decir:
– Estoy algo molesto con la empresa, incluso tengo ganas de renunciar.
Cuando la joven escuchó eso le preguntó la razón y el tal Antonio le respondió:
El marido le explicó que tendría que irse durante unos meses a la delegación de Portugal y se lo estaba pensando. No quería dejarla sola, pero era una oportunidad para subir de categoría en la empresa.
Ella, no lo dudo ni un momento y le dijo que no se preocupara y aprovechara la oportunidad. Que Portugal no estaba tan lejos y que aunque le echaría en falta, creía que debía aceptar.
De inmediato, tras darle un beso a su mujer, se retiró despidiéndose de la amiga. En cuanto el marido salió por la puerta su amiga le preguntó:
– ¿Pero no te preocupa que te sea infiel estando allá?
– Ojalá encuentre una que soporte lo que yo he tenido que soportar en la cama con él, tú no sabes lo que es quedarse viendo el techo después de que eyacula en cosa de segundos. El pobre jura que es todo un semental, pero la verdad es que me va hacer un gran favor.
– Veo que has tomado una sabía decisión – le comentó la amiga mientras se marchaban.
Me quedé sorprendido y muy caliente, hay que ver de lo que se puede uno enterar mientras come.
Un saludo para todos.