Relato erótico
Calentamiento total
Como cada fin de semana quedó con sus amigos para cenar y después ir de marcha. Había muy buen ambiente, hacía calor y acabaron calientes y con ganas de sexo. Lo solucionaron.
Carlota – Tarragona
Era sábado, y quedamos para cenar como de costumbre en casa de Ester. Fuimos Hugo, Oscar y yo. Después de la cena y con unas cuantas copas de más decidimos ir a la discoteca. Al llegar nos percatamos que la ciudad no estaba tan vacía y que lo íbamos a pasar en grande. La disco estaba llena de gente, hacía tanto calor allí dentro que la gente iba más destapada que vestida, en medio del ambiente, la música, el humo y el alcohol, el sofoco y el sudor cada vez eran más acentuados. Lo estábamos pasando genial, en plena madrugada le pedí a Ester que me acompañase al lavabo porque no aguantaba las ganas de beber agua y mojarme el cuello. Mientras me lo mojaba, me dijo:
– ¿Te ayudo?
Empezó a mojarme por la parte de las cervicales, la espalda y la cara con sus manos de una manera muy sensual, sentí como me estaba calentando, pero no sabía si ella lo hacía con alguna intención o era yo que no sabía qué me estaba pasando, ella era mi mejor amiga, yo no soy lesbiana y nunca antes me había excitado con ella.
Volvimos al centro de la pista y empezamos a bailar. Mi cuerpo se movía cada vez de forma más sensual y animaba a Ester y a Hugo para que siguieran mi ritmo. Hugo, se puso en medio y Ester y yo lo acorralamos tipo sándwich, yo estaba delante y noté perfectamente cómo se iba poniendo duro su bulto, él me cogía por la cintura y restregaba su polla contra mi barriga, y con sus manos agarraba mis tetas.
– Hugo, no me hagas esto que esta noche estoy muy sensible – le dije.
– Siempre me han gustado tus pechos – confesó – ¡Eres tan sexy!
No me sorprendió ese comentario ya que siempre me piropeaba. Pero lo que me sorprendió, era como se me estaba mojando el tanga cada vez que me tocaba y me susurraba cosas como:
– Me encanta tu olor… lo que daría por oler tu chochito…
Ester lo tenía cogido por detrás y le frotaba la espalda con sus enormes tetas. Entonces vino Oscar, nos separó y empezó a bailar conmigo hasta que, de improviso, me rodeó con sus brazos y me dio un morreo que me quedé tiesa, luego se apartó y le dio otro a Ester, empezando a besarnos entre todos y yo, sin cortarme, cogí a Ester y le metí la lengua sin pensar.
– ¡Me estás poniendo muy caliente, chica! – me dijo ella cuando solté su boca – ¿Estás excitada? Para que lo sepas, siempre he soñado con poder besarte y poseerte.
Estuvimos pegadas un buen rato, el ambiente se estaba calentando, notaba caricias de varias manos por mis muslos, mis tetas y mi culo. Al salir de la discoteca y con la salida del sol como testigo, nos dirigimos al coche y fuimos de nuevo a casa de Ester a terminar lo que habíamos empezado.
– ¿Queréis que prepare unos cubatas?- les dije y me dirigí a la cocina a prepararlos.
En ese momento entró Hugo y me dijo:
– ¿Te ayudo?
– Sí, coge el hielo – le dije.
Sacó una gran bolsa de hielo del congelador, la abrió y empezó a poner cubitos en los vasos, también cogió uno y empezó a fregárselo por el pecho por debajo la camiseta diciendo.
– ¡Que calor tengo, se me deshace en un periquete!
Le vi allí con su pecho todo húmedo y la camiseta mojada y me empecé a mojar de nuevo.
– ¿Quieres que te ponga hielo por la espalda? – le dije.
Sin esperar respuesta me acerqué a él, le saqué la camiseta, cogí un par de cubitos y empecé a acariciarle todo el tronco empezando por los pezones y masajeando por todo el resto. ¡Como me estaba calentando! Notaba mis pezones que se estaban endureciendo y mi chocho estaba encharcado. Acerqué mi pubis a su bragueta, y noté que, él también se estaba excitando. Tenía la polla totalmente erecta.
En estos momentos, solo podía imaginarme que me metía su palo reparador en el chocho, y sentía la necesidad de desabrocharle el pantalón y de mamársela, por lo que, sin pensarlo más, le bajé la bragueta, su inmensa polla salió disparada, me agaché impaciente, saque mi lengua y empecé a chuparle el glande lentamente.
– ¡Que bien lo haces, me estoy poniendo cachondísimo, chúpamela hasta el fondo, cométela entera, sí… sí… ooooh… qué bien lo haces mi niña… sigue… aaah… no pares…! – me decía suspirando.
Casi no me cabía en la boca, pero procuraba no soltar aquel rojo capullo, mientras con una mano le hacia una paja y con la otra le masajeaba los huevos. De pronto noté como sus cojones se ponían pequeños y prietos y su polla empezó a soltar babilla. Le miré a los ojos y vi que los tenía cerrados. Adivine que estaba a punto de correrse. Aceleré la velocidad de mi mano y me preparé para recibir un torrente de leche. Entonces noté una mano fría que me acariciaba los muslos por debajo de la falda. No me giré, solamente me dejaba llevar. Luego la mano apartó mi tanga para dejar la raja al descubierto y empezó a frotarme la zona del clítoris haciendo hincapié en tocar mi clítoris.
– Gírate – dijo entonces una voz.
Al hacerlo vi a Ester, desnuda y con ojos codiciosos. Mis piernas se abrieron solas mientras estaba sentada en el suelo, acercó su cabeza y sacó su lengua viciosa, lamiéndome suavemente la zona del coño.
– ¡Déjame comer este chocho tan sabroso! – me decía – ¡Qué buena estás, golfa, dámelo todo!
Mi placer era total, estaba gozando, lamía mi clítoris como nadie para después pasar a morder mis labios enrojecidos e hinchados. Estaba lamiendo todo mi coño y tragaba, engullendo mi flujo.
Yo lo estaba pasando en grande jamás me habían comido el coño tan bien. Al final se levantó y cogió un calabacín que había encima la repisa de la cocina.
– No te asustes – me dijo – te va a encantar, te voy a meter esto hasta el fondo y sentirás que te estás rompiendo por dentro.
Cogió un condón que tenía preparado, se lo puso al calabacín, y después de lubricarlo con aceite, empezó metiendo la puntita, y despacito siguió hasta metérmelo todo. Empezó el metisaca suave, mientras me chupaba el coño y especialmente la pepitilla. Yo creía que iba a morir de gusto y le decía que no parase hasta que levanté la mirada y vi una escena que me hizo llegar al clímax casi al momento. Hugo la estaba penetrando. Íbanos todos al mismo ritmo y cada uno gemía por su cuenta, parecíamos animales en celo. Las piernas empezaron a temblarme, no podía creer aquello aquel inmenso calabacín era el mejor falo que me habían metido nunca.
– ¡Aaah… aaah… me corro… me corrrooooo… me estoy corriendooo…! – grité.
Me quedé tendida en el suelo gozando de aquél orgasmo, me palpitaban los labios cada vez más suavemente y que sensación tan rica. Me sentía perversa, pero gocé sin pudor alguno. Ester y Hugo siguieron con lo suyo y yo aproveché para ir a darme una ducha.
Al salir del cuarto de baño, me dirigí a la habitación de Ester a buscar una camiseta limpia y vi como entre Oscar y Hugo se la estaban trabajando encima de la cama. Me quedé perpleja ante tal escena y la calentura empezó de nuevo a subir. Ella estaba comiéndose el pollón de Hugo como si fuera una autentica posesa, le lamía los huevos, los engullía y se comía toda la polla como si fuera el más rico de los helados. Mientras, Oscar la penetraba por detrás a un ritmo desenfrenado. El flujo empezó a bajar otra vez por mi vagina, no podía parar de mirar mientras me iba tocando los pechos, lamiendo mis dedos y frotando mi sexo. A mí ni Hugo ni Oscar me habían follado todavía pero Oscar vio como me tocaba, desnuda delante de ellos, y me invitó a pasar.
– Hay sitio para ti, ven que tengo ganas de probarte.
Me acerqué más mojada que nunca, Oscar salió de Ester y me dijo:
– ¿Que quieres que te haga mi vida?
– ¡Quiero que me penetres y me folles como nunca! – exclamé.
Tenía una boca carnosa, me besaba con sus labios y su lengua gordita. Me sentó encima de él y empecé a follármelo como si estuviera montando a caballo, subía y bajaba subía y bajaba, su palo hinchado rasgaba las paredes de mi vagina mejor que el calabacín que me masturbaba antes. Me perdía entre tanto gemido, no sabía quién gritaba, quien gemía…
– No pares, cariño – me decía – ¡Qué coño tan vicioso tienes, como te mueves… sí… aaah…!.
Estaba llegando al clímax otra vez, sentía el orgasmo que iba viniendo impaciente y al mismo tiempo que me corría, sentí su leche entrando en mí. Al otro lado vi a Hugo y Ester tumbados. También habían tenido su corrida. Fue una madrugada de pasión.
Besos, amiga Charo.