Relato erótico

Cachondas a tope

Charo
24 de mayo del 2022

Son maduritas, cuñadas y muy putonas. Trabajan juntas de limpiadoras en oficinas y otras empresas. Son unas “folladoras natas” y nos cuentan algunos encuentros que han vivido y que piensan seguir haciéndolo.

Dora – Málaga
Hola, soy una vez más Dora, la cachonda madurita de Málaga, y os escribo para contaros más cosas que nos han ocurrido a mi cuñada Maite y a mí. Como recordaréis, en anteriores testimonios os narraba nuestras aventuras con Kevin, el joven que trabaja en las oficinas que limpiamos mi cuñada y yo y como se había incorporado al grupo su jefe, Mateo, un atractivo hombre de unos 60 años, con un pollón realmente descomunal.
Aquella noche, cuando Andrés, un vecino y amigo de Maite, nos llevaba a casa, estuvo haciendo bromas sobre nuestra tardanza ya que habíamos salido de trabajar casi una hora más tarde de lo normal, debido a nuestra aventura con Kevin y su jefe.
Nos decía que seguro que habíamos tenido un lío con el vigilante o algo así y nosotras nos reíamos. Fuimos todo el camino haciendo broma sobre ello pero cuando llegamos a casa de mi cuñada, al aparcar el coche, Andrés nos confesó que nos había visto en plena orgía con Kevin y el señor Mateo.
También nos contó que no había sido el único testigo ya que precisamente había subido a las oficinas en compañía del vigilante del edificio y juntos, nos habían visto hacer todo tipo de guarradas con nuestros dos amantes. Al parecer se había preocupado ante nuestra tardanza en salir y le había comentando el asunto al vigilante, al que ya conocía pues, como sabéis, nos va a buscar casi todas las noches. El vigilante se había ofrecido a subir con él a buscarnos por si nos había pasado algo y con lo que se encontraron fue con que estábamos follando a todo tren con Kevin y el señor Mateo.
– No nos atrevimos a intervenir – nos explicaba Andrés – pero, como podéis imaginar, yo tengo la polla a reventar después de haberos visto en ese plan.
– Pues eso lo arreglamos ahora mismo – le contestó Maite, con su habitual desparpajo.
Diciendo esto, allí mismo, dentro del coche, le echó mano al paquete a Andrés y sacándole la polla, le empezó a cascar una paja. Como Andrés estaba al volante y la situación no era la más cómoda, entre risas, pasamos los tres a los asientos traseros y allí, entre las dos, seguimos cascándole la polla a Andrés.
Él también empezó a tocarnos las tetas pero no fue mucho más allá porque enseguida se corrió, lanzando unos abundantes y espesos chorros de semen caliente. Cuando el lunes, Maite y yo volvimos al trabajo, Kevin ya no estaba. Había acabado el trabajo que le había retenido hasta tarde la semana anterior y ahora ya debía salir de trabajar a una hora normal así que Maite y yo estábamos solas limpiando las oficinas. La jornada trascurría entre risas, comentando lo bien que lo habíamos pasado con Kevin y con su jefe la semana anterior.

En un momento dado, nos dimos cuenta que, desde la puerta de la oficina que estábamos limpiando en aquel momento, nos observaban sonriendo Andrés y el vigilante del edificio, un chico de unos 28 años, bastante bien parecido. Les saludamos y empezamos a hablar del trabajo y de lo tedioso que era hasta que Andrés, con toda la intención, nos dijo que seguro que lo habíamos pasado mejor la semana anterior.
Nosotras sonreímos, un tanto cortadas, pero Andrés continuó diciendo que a él, por lo menos, le habíamos cascado una paja pero que Gabriel, que así se llamaba el vigilante, estaba que no aguantaba. Entonces Andrés, que se había colocado entre nosotras, nos metió la mano por debajo de nuestras batas, levantándolas y empezando a acariciarnos los muslos y las nalgas mientras invitaba al otro joven a hacer lo mismo. El chico estaba bastante cortado pero como a mí la idea de follar con él me estaba poniendo cachonda perdida, fui yo misma la que le dije:
– Bueno, si ya nos habéis visto el otro día con el culo al aire, no creo que pase nada porque ahora nos lo toquéis un poco.
Gabriel se me acercó y me empezó a acariciar un poco los muslos, pero aún se le notaba tremendamente cortado y nervioso. Para entonces, Andrés ya le había quitado a Maite la bata y el sujetador y estaba sobando a dos manos las tremendas tetazas de mi cuñada. La visión de las tetas de Maite parece que acabó con los temores del joven vigilante ya que enseguida empezó a sobarme los pechos, desabrochándome la bata. Yo reía ante el nervioso ímpetu del joven y me dejaba sobar, cada vez más cachonda.
Cuando tanto Maite como yo, estábamos ya solo en bragas, mi cuñada dijo:
– Por muy cachondos que estéis, será mejor que os esperéis ahí sentados a que acabemos nuestra tarea, que no es poca. Luego, ya más tranquilos, veremos lo que hacemos, ¿os parece?
Diciendo esto dejó a Andrés, que le estaba chupando los pezones, con la boca abierta y cogió de nuevo la bayeta para seguir limpiando. Yo, aunque no entendía mucho la actitud de mi cuñada, hice lo mismo de manera que las dos seguimos con nuestro trabajo pero con la particularidad de que estábamos con las tetas al aire y vistiendo solo nuestras bragas y los zapatos. Mi cuñada me guiñó un ojo y enseguida me di cuenta de que su idea era poner a los chicos aún más salidos, si es que eso era ya posible.
Desde luego las miradas que nos echaban eran de lo más elocuentes y es que debía ser interesante vernos limpiando las mesas con nuestras colgantes tetas bailando o con nuestros culazos en pompa mientras vaciábamos las papeleras. Al poco rato, los chicos no pudieron aguantar más el espectáculo que les estábamos brindando y Andrés, dándole una sonora palmada en el culo a Maite, nos dijo:
– Venga, zorras, que esto ya es demasiado. Si vuestro trabajo es hacer la limpieza ya estáis dejándonos bien brillantes nuestras herramientas.

Diciendo esto, se quitó pantalones y calzoncillos y agarrando a Maite por los hombros, le metió toda la estaca en la boca empezando a follársela. Enseguida Gabriel le imitó, desnudándose, pero a éste debía darle algo de corte ser tan agresivo conmigo así que tuve que ser yo quien, arrodillándome delante de él, le dijera:
– Vas a ver la mamada que te va a hacer esta vieja, cariño, seguro que tu novia no te saca así la leche.
Las dos empezamos a comerles las pollas a los chicos pero sin duda el numerito exhibicionista, ideado por Maite, había sido efectivo porque ninguno de los dos aguantó demasiado. En mi caso, apenas le había dado media docena de chupadas a Gabriel cuando empezó a gemir como un toro y se corrió de forma tremenda en mi boca mientras me llamaba guarra, mamona y otras lindezas por el estilo. Instantes después era Andrés el que le ponía las tetas perdidas a Maite pues se corrió echándole la leche en ellas mientras le dedicaba palabras similares.
Cuando los chicos recuperaron el resuello, Andrés dijo que ahora les tocaba a ellos darnos gusto. Ordenó que nos quitáramos las bragas y tras unos breves instantes en que ambos miraron nuestros chochos, nos dijeron que nos tumbáramos sobre la moqueta con las piernas abiertas y nos empezaron a comer el higo. Estábamos tan cachondas que tampoco duramos nosotras mucho en alcanzar sendos orgasmos que nos aliviaron un tanto de la tensión sexual que acumulábamos después de la mamada que les habíamos hecho a los chicos.
Pero eso no era bastante así que les dijimos que lo que necesitábamos eran unas buenas pollas que nos taladraran el chocho a base de bien. No se hicieron de rogar y enseguida Andrés se la estaba metiendo a Maite estando ella sentada en el borde de una mesa y él entre sus piernas, agarrándola de los muslos. Yo, por mi parte, me puse a cuatro patas en el suelo y con todo mi gordo trasero en pompa, invité a Gabriel a que me follara como una perra. Cuando sentí el cipote del joven en el chocho ya tuve un primer e intenso orgasmo, pero la follada no había hecho más que empezar. Los dos chicos nos follaban con ganas y como ambos se habían corrido hacía poco, aguantaron bien mientras nosotras gozábamos como cerdas. Yo tuve tres orgasmos, a cada cual más intenso, antes de que Gabriel me inundara el chocho con su caliente leche mientras me decía:
– ¡Que ganas tenía de joderte, cacho guarra, como me pone de cachondo tirarme a una madurita calentorra como tú… toma, guarra, toma polla!
Maite, por su parte, estaba berreando como una cerda en una especie de orgasmo continuo mientras Andrés la follaba sin compasión. Finalmente ambos debieron tener un orgasmo simultáneo que los dejó casi sin sentido mientras resoplaban como fieras para, luego, fundirse en un morreo absolutamente vicioso.

A mí me calentaba enormemente ver a Andrés morrear con aquel vicio a una sesentona como Maite retorciéndole, al mismo tiempo, los pezones y así se lo hice saber a la vez que les decía que seguía con ganas de follar a lo que los dos jóvenes contestaron que seguro que no estarían en forma hasta pasado un buen rato pero Andrés, con un brillo de lujuria en los ojos, le dijo al vigilante:
– Bueno, Gabriel, si nuestras pollas no están en forma igual podemos utilizar tu porra de vigilante para calmarle los ardores a esta zorra.
Todos reímos y creo que nos excitamos con el morbo de la propuesta. Yo debo reconocer que aquella idea tan viciosa hizo que mi coño se me mojara tanto que casi tengo un orgasmo. Ambos me cogieron en volandas para tumbarme sobre una mesa, con las piernas bien abiertas. Gabriel fue a por su porra y siguiendo las indicaciones de Andrés, me la empezó a pasar por toda la raja. Me tocaba el clítoris y me la metía un poquito para sacármela enseguida.
Yo estaba que explotaba y cuando finalmente exploté en un orgasmo brutal fue cuando el chico se decidió a meterme un buen trozo de porra en el conejo barrenándome ahora el coño a toda velocidad y yo, entre el placer que me proporcionaba aquello y el morbo de la situación, empecé a experimentar una cadena de orgasmos que me hicieron gritar como una guarra hasta que me quedé destrozada sobre la mesa y sin fuerzas para poder levantarme. Así acabó aquella jornada de trabajo pero como días después empezamos a limpiar una discoteca, lo que nos ha pasado en este nuevo puesto, ya os lo contaré, porque no tiene desperdicio.
Un beso calentito para todos.

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