Relato erótico
Cachonda pero virgen
Han pasado unos cuantos años, pero nos lo quiere contar. Cada verano iba con sus padres, a un pueblo del norte, donde tenían una finca grande y cuidada por varios empleados. La habían educado en la más estricta moralidad, pero no contaban con que ella era una chica muy fogosa.
Maite – Salamanca
Me llamo Maite y esta historia que a continuación voy a relatar ocurrió en un pueblo muy pequeño en el cual pasé varios veranos de mi vida y afortunadamente esto que relataré no fue fantasía, ya que me dejó placenteramente marcada de por vida y aun ahora que lo recuerdo me provoca una enorme sonrisa de satisfacción.
Esto ocurrió cuando yo tenía 19 años y era una chica algo flacucha, pero con grandes tetas y una cabellera rubia y larga, en sí era una joven muy atractiva. Tuve una educación muy conservadora, así que mis padres al ser yo hija única me criaron con la más estricta vigilancia para algún día ser digna de un apuesto caballero que pudiera valorar mi casta juventud, según ellos. Pero ellos no contaban con mi gran libido ya despierta desde muy temprana edad, con la cual sin mayor recato exploraba mi cuerpo y me masturbaba masajeando mi clítoris.
Con mis padres, cada verano nos mudábamos a un pueblo del norte donde mi padre había nacido. Era una casa grande, vieja, pero bien cuidada. Había casas pequeñas pegadas a la nuestra y eran de los mismos trabajadores de la casa, así que nuestros patios se comunicaban de cierta forma, solo separados por trozos de troncos y madera que limitaba el terreno.
La mayor parte del tiempo me lo pasaba correteando por el campo y viendo como ordeñaban a las vacas, pero tenía tantas ganas ya de sentir un pedazo de carne caliente dentro de mí que a todos los trabajadores los veía guapos y varoniles, volviéndome una joven seductora que traspiraba hormonas a kilómetros. Pero ellos, por respeto a mi padre, ni siquiera se atrevían a mirarme a la cara, así que mis oportunidades eran casi nulas.
Pero mi salvación para ese verano, que ya empezaba a ser aburrido, fue mi vecino Andrés. Era solo dos años mayor que yo, alto, moreno y delgado, pero con unos brazos muy fuertes.
Así que por varios días lo espié, vi como por las noches se iba al patio trasero de su casa, o corral, y se escondía de su padre para fumar unos cigarrillos y charlar a veces con sus primos.
En una de tantas noches, vi la silueta de él agitándose con violencia, y al acercarme entre unos arbustos secos, vi como se masturbaba y le salían chorros de leche espesa de la polla. Pero no logré ver bien su miembro, cosa que me hubiera encendido más. Luego, sigilosamente, me fui a mi habitación para masturbarme furiosamente.
Después de esa noche vi como, casi a diario iba al corral, se sacaba la polla, la dejaba a fuera como si quisiera que alguien se la viera, después comenzaba a agitarla, luego borbotones de leche saltaban y después orinaba como si marcara terreno. Hasta que un día oí que hablaba, y acercándome un poco más, mi sorpresa fue tan grande que casi grito del susto al oír que pronunciaba mi nombre. El sabía que yo todo el tiempo había estado espiándolo.
Me asusté y quise correr, pero él me dijo en voz alta que no huyera, que quería hablar. Esa noche tras la cerca de madera, hablamos de varias cosas, y entre ellas me confesó que hacía tiempo se masturbaba pensando en mí. Eso me hizo sentir muy caliente y tras las vigas de madera metió las manos y me acarició tímidamente la cara y el cuello. Pero un ruido en mi casa me hizo reaccionar violentamente y salí corriendo con cara de asustada, pero al llegar a mi habitación me di cuenta que mis padres estaban dormidos y lamenté profundamente de mi reacción.
Pero a la noche siguiente fui dispuesta a todo, solo llevaba mi vestido, sin ropa interior, así que fui con la esperanza de que estuviera Andrés allí. Cuando nos vimos ambos sabíamos que iban a sobrar las palabras para el hambre insaciable que traíamos.
Empezó a tocarme, me acarició como si la vida se le estuviera yendo de las manos. Manoseaba mis tetas, las apretaba y sobaba, después metió su mano entre mis piernas y palpaba mi coño, como con miedo a introducir sus dedos. Yo pensaba que este chico tenía mucha más experiencia que yo, así que lo dejé que hiciera lo que le apetecía.
Nos morreamos y me arrodille, sobre el pantalón se veía un bulto enorme, así que metí la mano y le saqué su pedazo de carne caliente. No tenía datos para comparar su verga, no sabía si era grande o chica. Ahora puedo decir que era respetablemente enorme y fantástica, con una cabeza redonda y gorda. Sin pensar en nada más me la metí a la boca, como por inercia, pero no sabía qué hacer exactamente, así que solo la lamía, pero él, sin más, me pidió que me pusiera a cuatro patas, obedecí, me subí la bata y puse mi culo a su disposición. Me chupó el ano. Yo pensaba que él creía que era mi coño, tal vez por lo oscuro no se daba cuenta, pero algo me decía que no preguntara pues estaba con un experto. Luego metió un dedo a mi rosado ano aunque sentí raro, me calentó bastante. Tiempo después metió otro dedo y estuvo bastante tiempo haciendo ese trabajo, viendo de reojo como con una mano se pajeaba endureciendo el gran pedazo de carne que me iba a rellenar.
Después de unos minutos, noté como escupía en mi ano, dejaba caer su saliva desde lo alto, para después empujar lentamente la punta rosada y redonda de su hermosa polla hasta que, como una flecha, la metió lentamente hasta que estuvo la mitad dentro de mi culo y al nota que yo iba a gritar, por el dolor que me producía, me dijo:
– Respira, no grites, ahora eres mía, ya no eres más la hija de papi. Te voy bombear, se que te va a gustar.
Aun no terminaba de decir esto cuando, ¡zas! la metió toda. Sentí una punzada muy fuerte, para después relajarme, y minutos después comencé a gozar. De vez en cuando el volvía a escupir en el agujero del ano, para que lubricara más.
El, empujaba y me agarraba por la cadera oprimiéndome contra su verga, La verdad es que esa noche disfrutaba como una golfa en celo. Cuando él explotó en mí culo, me lo llenó de su leche caliente y espesa. Solo oí un gemido quedo y logré ver una sonrisa de satisfacción. Luego me que se la chupara para dejársela bien limpia y pude ver como de su polla salía un chorro caliente que me mojó todo el pelo y cara. Sonrió y luego dijo:
– Esto es solo el comienzo, ahora vete. He respetado tu virginidad, puedes casarte con el hombre que quieras, aun eres virgen.
Me fui a la habitación sintiendo como se iba escurriendo su leche entre mis piernas y no podía creer la experiencia que acababa de tener. Eso había sobrepasado mis expectativas cachondas. Me fui a la cama sin bañarme y al día siguiente seguí siendo la niña virgen de papi y mami, pero contaba los minutos para que anocheciera y volver a tener otro encuentro como aquel.
Ahora tengo 28 años, ya no vivo con mis padres, estoy soltera y sigo siendo muy caliente.
Saludos.