Relato erótico

Buena tasación

Charo
22 de abril del 2020

Compraron una parcela convencidos de que cuando pudieran construir una casita seria un refugio ideal para los fines de semana. La cosa se complicó y acabaron metidos en un pleito. Tenían que tasar la finca y programó una cita con el perito.

Rafael – Gerona
Debíamos valorar la finca para resolver un pleito que manteníamos y que no viene al caso explicar. Tenía que venir un perito y a los pocos días nos llamo y nos pidió si podíamos acompañarlo porque la zona era complicada y no localizaba la parcela.
Quedamos citados en la plaza del pueblo. Nuestro encuentro se produjo temprano ya que era un caluroso día del mes de Julio. Eran una pareja que se presentaron como Tomás y Alicia, bien parecidos, Alicia vestía falda corta y una ajustada blusa a la moda, Tomás por el contrario iba con americana y corbata.
Tras dejar el coche lo más cerca posible de la finca comenzamos a caminar. Tras diez minutos de empinada cuesta Alicia ya se había desabrochado dos botones de la blusa lo que indicaba que podía más el calor que su pudor y Tomás se lamentaba por no haber dejado la corbata en el coche y la americana en su casa, incluso de habérsela comprado. Yo como jugaba con ventaja vestía pantalón corto y una camisa de manga corta. Cuando llegamos a la entrada de la parcela, Alicia llevaba la blusa por fuera de la falda y unas delatoras manchas de sudor empapaban su blusa por debajo de sus pechos. Tomás también venía descamisado y había abandonado americana y corbata en un recodo del camino.
Afortunadamente para ambos en la parcela nacía un arroyuelo de agua limpia y fresca. Se tiraron al agua como si les fuera la vida en ello y tras refrescarse comenzaron a tomar medidas y notas.
La verdad es que lo agreste del terreno no facilitaba sus tareas por lo que al poco ya sabíamos que las braguitas de Alicia, al igual que su sujetador, eran blancas y que tenía unos muslos dorados por el sol perfectamente contorneados. Tomás y yo intercambiábamos miradas de entendimiento cada vez que Alicia mostraba por descuido alguno de sus encantos. Y sucedió la tragedia. Una zarza traidora se aferró a su falda cuando caminaba sobre la irregular cerca de piedra que delimitaba la parcela. En el forcejeo, la piedra cedió bajo sus pies y Alicia quedó tendida sobre el lecho de lodo, que se forma en un pequeño remanso del arroyo. Su falda desgarrada, había quedado en poder de la zarza y Alicia, ya de pie y con alguna pequeña magulladura, estaba totalmente sucia de barro. Presa de un ataque de nervios por su mala fortuna, se arrancó la blusa mostrándose ante nosotros cubierta únicamente por el sujetador y su braguita tanga, mientras Tomás y yo la mirábamos boquiabiertos.
– ¿Vais a estar ahí como dos pasmarotes mirándome todo el día? – nos chilló.
La carcajada nos estalló en la garganta, la verdad es que tras el susto inicial la risa brotó incontenible. Finalmente contagiada, Alicia también comenzó a reírse de su infortunio. Poco a poco nos fuimos acercando a ella para intentar ayudarla aunque no sabíamos bien como. Fue ella quien tomó la iniciativa:
– Tomás, vete a buscar tu chaqueta, por favor, y usted traiga aquel viejo cubo.

Luego, me indicó que lo llenara en el arroyo y que subido a una piedra cercana le echara el agua poco a poco, como si se tratase de una ducha. Se desprendió de la lencería para quedar desnuda mostrando un cuerpo de infarto cuya tersa piel morena no tenía las habituales marcas del bañador. Yo, con cierto nerviosismo comencé a hacer lo que me había pedido. El agua que resbalaba entre sus apetecibles senos se deslizaba hasta su ombligo, para después de recalar en él continuar su sensual camino por ambos lados de su liso vientre y tras recorrer sus apretados muslos caer al suelo. Sus pezones color canela reaccionaron a la temperatura del agua poniéndose duros como piedras. Los rizos de su pubis brillaban al sol. El barro se desprendió de su cuerpo acariciándolo.
Al poco, Tomás regresó con sus prendas y quedó tan sorprendido o más que yo con aquella turbadora visión. Tras terminar su improvisado aseo y con voz de fingido enfado Alicia nos espetó:
– ¿No vais a hacer nada para que entre en calor? ¡Estoy helada!
Literalmente nos abalanzamos sobre ella. Pronto estuvimos desnudos los tres y la orgía no tardó en comenzar. Tomás, magreaba aquellos pechos que desafiaban la ley de la gravedad y besaba a su compañera con lujuria, sus lenguas se entrelazaban con vehemencia, mientras yo me ocupaba de su hermoso trasero. Humedeciéndome el dedo índice con el flujo que salía de su chochito, lo introduje en su culito con movimientos lentos y circulares. Quería que aquel agujerito se relajara para poder hacerlo mío.
Alicia se sentó en una piedra y Tomás se agachó para lamer su almejita que aparecía enrojecida e hinchada de deseo. Me atrajo hasta ella y tomando mi miembro comenzó a chuparlo con pericia mientras gemía de placer agradecida por los buenos cuidados que recibía de su compañero. -Déjame que lo humedezca bien para que no me hagas daño cuando me rompas el culito -me dijo-
Obviamente había adivinado mis intenciones. Mi polla entraba y salía rítmicamente de su lujuriosa boca que no paraba de succionar. De tanto en tanto su lengua rodeaba mi glande como en un cariñoso abrazo, recorría mis hinchadas venas o me propinaba algún pequeño mordisco. La erección me resultaba casi dolorosa.
Sin poder resistirlo más, Tomás se incorporó y en un gesto pleno de deseo separó las piernas de Alicia y agarrándose a sus muslos, con un fuerte golpe de riñones introdujo su bien dotada virilidad en aquella deliciosa y acogedora rajita cubierta de espeso vello negro. Alicia arqueó su espalda y dejando escapar un gemido se abrazó a Tomás, el cual comenzó a poseerla con ansia. Aquel arrebato de pasión dejaba claro que Tomás deseaba a su compañera de trabajo desde hacía tiempo y ahora se iba a desquitar. Pero la entrega de Alicia revelaba que la atracción era mutua. La situación superaba en morbo cualquier otra imaginada. Sus vientres unidos brillaban por el sudor y la excitación.

– Cariño, no quiero que te corras aún – y diciendo esto se separó de él.
Tumbó a Tomás de espaldas en el suelo y sentándose a horcajadas sobre él se introdujo de nuevo aquel palpitante miembro que lubricado por el flujo se deslizó dentro de su húmeda almejita sin dificultad, luego se inclinó hacia delante para abrazarse a su cuello.
– ¿A qué estás esperando? ¡Rómpemelo! – me dijo Alicia a modo de invitación.
En esa postura me ofrecía completamente su culito así que humedecí mi polla con saliva y lenta, muy lentamente se la introduje. Su esfínter se cerró entorno a mi miembro como si no quisiera dejarlo escapar. Era deliciosamente estrecho y aquel intenso roce hizo que de puro placer mis piernas comenzaran a temblar. Mi excitación estaba al límite y temía hacerla daño. Por fin, con un último empujón mis pelotas rebotaron en sus nalgas y comenzamos a movernos los tres como un solo cuerpo. Alicia con la piel cubierta de sudor gritaba sin recato, mientras entre jadeos nos pedía que no paráramos de movernos, estaba al borde de la locura. Tomás se había corrido, pero excitado por la situación su miembro no había perdido dureza y continuaba sus acometidas a la búsqueda de un segundo orgasmo, sin parar de jugar con aquellos apetecibles pechos.
Yo procuraba acompasar mis movimientos a los de Tomás, de tal forma que cuando uno la penetraba el otro se retiraba componiendo así una lujuriosa danza. Alicia con los ojos en blanco y los dientes apretados disfrutaba de aquel erótico baile abandonada al placer. Mi pene ahora entraba y salía sin dificultad de su dilatado culito y agarrado a sus caderas aprovechaba cada empujón para mordisquear su nuca y hombros con lascivo deleite. No sé cuánto tiempo estuvimos así. Finalmente me dejé llevar, el orgasmo fue tan intenso que noté cómo se me erizaba el vello mientras inundaba sus intestinos de abundante leche que tras retirarme comenzó a resbalar por sus muslos. En ese instante Tomás eyaculaba sobre su propio vientre disfrutando de su segundo orgasmo. Luego, Alicia procedió a limpiar nuestros miembros lamiéndolos y tragándolo todo con glotonería, mientras nos confesaba que le habían dado tanto placer que casi estuvo a punto de desmayarse.

Después de asearnos en el arroyo y de cubrirse Alicia con la americana de Tomás, regresamos hasta el coche, donde afortunadamente yo llevaba una bolsa con ropa de deporte que pude prestar a Alicia. Retornamos a la ciudad, quedando citados en su oficina unos días más tarde para la entrega del informe.
Un saludo para todos.

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