Relato erótico
Buena proposición
Fue a renovar un seguro y acabó forjando una buena amistad con el Agente de Seguros y su mujer. Fueron unos días inolvidables.
Esteban – Teruel
Tengo 43 años y la verdad es que me siento muy bien y con más experiencia. En el sexo no todo es tener 20 años y para corroborar esto, cuento esta historia que me pasó hace relativamente poco. El seguro me caducaba y fui a una oficina que hay en mi zona, a hablar con mi agente. La oficina es muy pequeña pues solo está él y una secretaria. A él, Carlos, le conocía desde hace mucho tiempo y nos une una bonita amistad. Así pues, llegué y en seguida Rosa, la secretaria, me pasó a la oficina de Carlos, que estaba solo. Tras los saludos de rigor y comentarle el motivo de mi visita, empezamos a hablar de mil cosas hasta que al sacar él unos papeles de un cajón, se le cayó al suelo una revista porno.
– La tengo aquí hace mil años – dijo como queriendo disculparse.
– No te preocupes – le dije para tranquilizarle – yo también compro de vez en cuando.
Así, sin más, el tono de la conversación fue a terrenos más íntimos, hasta que me confesó que, a él le gustaba mucho la revista y sus temas. Acabamos de hablar cuando me dijo:
– Pásate por aquí el viernes a las ocho, poco antes de cerrar y te tendré preparada una sorpresa.
Sin más, cuando llegó el viernes, sin poder reprimir mi curiosidad, fui a su oficina. Eran las ocho y ya estaba cerrada, así que golpeé el cristal y me abrió él mismo muy amablemente y dándome un apretón de manos, me hizo pasar.
Lo primero que vi era que su secretaria, se había marchado y que en su despacho se encontraba Rosa, su mujer, a la cual yo solo conocía de vista.
Allí estaba sentada, llevaba un vestido rojo con una abertura que dejaba ver buena parte de sus piernas y un generoso escote que demostraba que tenía dos hermosas tetas. Realmente Rosa era una mujer muy atractiva. Tras presentármela, Carlos cerró la puerta de la oficina y me sorprendió que también bajara las persianas de las ventanas que daban a la calle. Pero, en fin, era la hora de cerrar y no le di más importancia. Yo me encontraba sentado frente a la mesa, donde estaba él y Rosa en una silla un poco más a la derecha cuando él empezó a hablar y me dijo:
– Mira Juan, nos conocemos desde hace mucho tiempo y como el otro día hablamos de la revista, tengo que decirte que Rosa y yo llevamos bastante tiempo con la idea de hacer un bonito trío con un hombre. Además, como tú eres una persona leal y sincera, tras hablarlo con Rosa a ella le encantaría que te la follaras…. vamos que si quieres follarte a mi estupenda mujer… es tuya.
La verdad es que me sorprendió mucho la propuesta y no supe que decir hasta que, tras un rato de duda, le dije que la idea me parecía estupenda. Así empezamos a hablar y el ambiente, como es lógico, subió de temperatura.
Carlos puso una música suave, bajó un poco la luz y de un pequeño mueble bar sacó una botella de champán y unas copas diciendo:
– Por una profunda e íntima amistad.
En este momento se nos unió Rosa. Estaba sentada a mi lado, y empecé a morderle el cuello con suavidad, y la invité a bailar. Cuando nos pusimos en pie, ella me dio un fabuloso beso en el que nuestras lenguas se entrecruzaban. Yo estaba a punto de explotar cuando Rosa, suavemente, me dijo:
– ¿Tienes ganas de follarme?
Me abrió la bragueta y sacó mi polla, tiesa como un palo con ganas de jaleo.
– ¡Cabrón, que pedazo de polla tienes, que buena! – exclamó al vérmela.
Sin decir más, se puso de rodillas y se la metió todo lo que pudo en la boca, haciéndome una soberana mamada, mientras que Carlos, desnudo y sentado detrás de nosotros con la polla en la mano, estaba haciéndose una paja y contemplaba con cara de satisfacción el espectáculo que le ofrecíamos. Rosa y yo nos desnudamos despacito. Me senté al lado de Carlos mientras ella seguía con su soberbia mamada en mi polla, pero entonces Carlos se levantó y me dijo:
– Anda, chúpame la polla.
Sin añadir nada más, me metió su tranca en la boca a lo que yo respondí regalándole una gran mamada.
– ¡Quiero que me metas esa hermosa tranca por el coño! – me dijo Rosa echándose de espaldas en la alfombra.
No la hice esperar, como es natural, despacio apunté en su raja y de un pequeño golpe le metí toda la polla hasta que mis huevos hicieron tope.
– ¡Aaaah… como follas, cabrón, que gusto me das… así… así, sigue, empuja… oooh…!
Entonces Carlos, sacando su polla de mi boca, se la metió en la de su mujer. Así estuvimos un buen rato hasta que Rosa se corrió en un brutal orgasmo. En este momento cambiamos de posición. Carlos se tumbó en el suelo. Rosa se sentó encima de su polla, clavándosela hasta lo más profundo de su coño y yo se la metí a ella en la boca. Estuvimos así otro rato hasta que Rosa, sacándose mi polla de la boca, me dijo:
– Quiero que me perfores el culo, es algo que siempre he deseado tener, dos pollas para mi al mismo tiempo.
Con un poco de crema que cogí del cuarto de baño, le lubriqué el estrechísimo agujerito y luego, lentamente, con toda suavidad, le fui metiendo toda mi polla en el culo. Tras los primeros gemidos de dolor y de los movimientos de las dos vergas en sus entrañas, ella acabó gritando:
– ¡Que gusto me dais, me tenéis loca… oooh… seguid… seguid que me voy a correr…!
Los tres, prácticamente a la vez, nos corrimos llenándole el culo y el coño de leche caliente. Así empezó una bonita e íntima amistad que duró hasta que a él lo trasladaron a otra zona. De vez en cuando nos llamamos recordando esos momentos gloriosos donde valía todo y se respetaba todo.
Un saludo para todos.