Relato erótico
Buena estrategia
Todo empezó por culpa, o gracias a un traje de baño. Le quedaba pequeño y se propuso enseñárselo a la dependienta para que viera su paquete. La estrategia le dio buen resultado.
Rosendo – ALICANTE
Amiga Charo, durante varios años me dediqué a temas informáticos y en el 2001 me trasladé a Cádiz porque un supermercado me contrató para hacer el sistema de control de inventarios y facturación. Por lo general viajaba por la noche para estar temprano al otro día o a veces viajaba en avión, para no llegar tan cansado y permanecía más de una semana en ese lugar. Por las noches después de trabajar, me dirigía al hotel donde me hospedaba.
En el supermercado trabajaban unas diez chicas. Tenían diferentes características físicas, pero algo en común: eran súper bromistas y les gustaba decir cosas pícaras.
En el segundo piso del supermercado se encontraba el departamento de ropa y un día se me ocurrió hacer una pequeña travesura. Le dije a la encargada que me mostrara algunos trajes de baño, pues quería nadar el fin de semana en la piscina del hotel, a lo que ella me dijo:
– Tengo varios que creo que le gustarán.
– ¿Por qué…? – le pregunté.
– Creo que con estos va a llamar la atención, se lo digo yo, que soy la encargada del departamento.
Después de esperar varios minutos apareció con dos bañadores. Uno era bastante pequeño, y yo dije para mis adentros “con esto no voy a poder esconder mi trozo de carne”, y el otro bañador era más discreto, pero creo que era muy ajustado. Acto seguido entré en el vestidor, pero hubo algo que me llamó mucho la atención, fuera se oían voces y pasados unos minutos oí una voz que me decía:
– ¿Como le quedan los trajes de baño?
Por mi mente pasó una idea y me dije que saldría a mostrarle como me quedaba. Todo esto me excitaba y esperé a tener una erección, pensado que ella me vería el bulto marcado en el bañador.
– Me gustaría que me viera para que me diera su opinión – le dije.
Acto seguido, abrí la puerta del vestidor y para mi sorpresa había tres chicas más. Eran dependientes de los otros departamentos y casi al mismo tiempo, todas bajaron su mirada y se pudieron dar cuenta de lo que en ese momento me estaba sucediendo ya que el bañador marcaba perfectamente mi polla completamente tiesa. Como la chica encargada del departamento me había escogido los trajes y las tallas, buscó algo pequeño y por la parte de arriba de ese bañador se lograba ver una pequeña parte de mi rabo, cosa que las chicas trataron de disimular, pero no lo lograron y una de ellas me dijo:
– ¿Y por qué no se prueba el otro bañador? A lo mejor se le ve tan bien como este.
Cerré lentamente la puerta del vestidor. Estaba completamente empalmado, pues sin querer estaba dando un pequeño show. Me apresuré y me puse el otro bañador. Este tenía la característica de que, por su forma, se podía observar con más claridad esa parte de mí que quería salir, que quería ser vista.
En cosa de un minuto, abrí nuevamente la puerta, las cuatro chicas esperaban nuevamente afuera y se repitió la misma historia. Al mismo tiempo dirigieron la vista sobre mí polla y creedme que eso me fascinaba. Una de ellas llamada Marisa se atrevió a decirme:
– ¿Y por qué no sale desnudo?
– ¿Por qué no? – le dije pero estaba a punto de hacerlo cuando oí la voz de la dueña del supermercado preguntando por una de las chicas, lo que impidió que llevara a cabo mi plan.
Me vestí y salí prometiendo que volvería después, pero teníamos que ir a trabajar. Una hora después necesité ir a mi hotel a traer unos CD’s que contenían unos programas, así que pensé en regresar caminando, pero no fue necesario, ya que el dueño le ordenó a una de las chicas que me llevara en su coche.
Ella es una chica bajita, piel bronceada, no tiene malas piernas y busto, pero nada fuera de lo común. Era una de las cuatro chicas que estaba esperando fuera del vestidor cuando me probé los trajes de baño. Nos subimos a la motocicleta y nos dirigimos a mi hotel. Al llegar le dije, que me esperara abajo, que no tardaría mucho. La verdad es que yo solo iba a buscar los discos, pero estando allá arriba se me ocurrió algo. ¿Adivináis qué?
Me asomé al balcón y le dije:
– Hey, sube un rato.
Al minuto ella estaba en mi habitación. Como era verano, llevaba un vestido negro ajustado con tirantes delgados y unas sandalias de tacón. Cuando entró en la habitación le dije:
– Ayúdame a buscar mis los CDS por favor.
– ¿Me vas a enseñar lo que no quisiste mostrarnos en el vestidor? – me dijo sin perder tiempo.
Yo me sorprendí un poco por la forma tan directa de decir las cosas, pero me gustó y le dije:
– Pues si quieres ver, te lo enseño, pero haremos algo, por cada prenda que me quite yo, tú también te quitarás una, ¿te parece bien la idea? Aunque recuerda que no tenemos mucho tiempo.
Empezamos un juego “rapidito”, y no por ser rapidito dejaba de ser emocionante. Ella se quitó sus zapatos primero y yo igual, ya que ese era el trato. El siguiente paso fue su vestido y cuando se sacó el sujetador, yo estaba en pelotas. Mi polla se bamboleaba y pedía guerra. A ella, sus pezones también la delataban.
– ¿Y ahora qué? – me dijo.
– Pues si quieres seguimos perdiendo el tiempo o empezamos con esto de una buena vez – le contesté.
Acto seguido se quitó el tanga. Ya no había nada más que hacer sino darle rienda suelta al deseo. Como por arte de magia, hice aparecer un condón de sabor a plátano.
– ¿A que huele? – preguntó ella.
– Creo que a caramelo de plátano – le contesté.
– Yo no quiero degustar el sabor a ese pedazo de látex, quiero probar el sabor al natural.
Ya no me dio tiempo a pensar más, se lanzó hacia mí y empezó a comerme la polla, pedacito a pedacito, centímetro a centímetro. Yo solo me dedicaba a acariciarla y a disfrutar de la tibieza de su boca, que realmente me estaba llevando al punto máximo del placer…. era excitante ver como su boca se la comía entera y luego la volvía a dejar libre… y creo que fue una de las veces que más disfruté del sexo oral, ya que la premura del tiempo le ponía un tinte bien excitante a la situación. Ella se separó un momento de mí y me dijo:
– ¡Ya no aguanto más, esto se acabó!
– Por un momento imaginé que ya no habría más, y lo más lógico era que yo respetara su decisión. Pero continúo diciendo:
– ¡Estoy demasiado excitada, quiero que me folles ya!
Esas palabras fueron como música para mis oídos, pues era todo lo contrario a lo que me estaba imaginando y respondiendo a sus deseos hice lo que me correspondía, es decir, complacerla
Creo que la ansiedad la estaba matando más a ella que a mí, pues al colocarme encima de ella agarró mi polla y se la metió en el coño dejando escapar algunos gemidos que se confundían con dolor y placer y solo alcancé a entender que dijo:
– Me aprieta y me duele pero dale, no te detengas, dale como tu quieras…
Yo siempre he dicho que el arte de hacer el amor es como la espontaneidad de la naturaleza. Primero empecé a moverme lento, pero con mucho ritmo. Ritmo que iba creciendo mientras poco a poco. Solo procuraba tocar sus paredes internas con mi miembro para poder encontrar todos eso puntos sensibles y creo que lo estaba logrando, pues ella empezó a agitarse, moviéndose cada vez más rápido mientras apretaba sus pechos y pellizcaba sus pezones, que ya habían crecido por la reacción de la electricidad hormonal fluyendo en el cuerpo
No pretendo inventar ni mucho menos mentir, así que diré que tal vez estuvimos en dos diferentes posiciones pero fueron suficientes que nos volviésemos locos de placer. Estaba cada vez más excitado, me gustaba ver su cara de vicio y de disfrute.
La follada era rápida, fuerte e intensa y ella gemía mientras decía:
– ¡Fóllame, sigue follándome, hazme suya… hazme correr… métemela sigue… sigue…!.
Quería explotar, pero sabía que ella estaba apunto de correrse cuando empezó a gritar:
– ¡Aaaah… oooh… me corro… sí… aaah… me corrooo…!.
Sus manos apretaban mi espalda y se pegaba tanto a mí como un tatuaje al cuerpo y por un momento sentí que ella quería fundirse conmigo ya que no me soltaba. Y no pasó mucho tiempo después de que ella lograra tocar el cielo con las manos que yo sentí esa descarga tan inigualable recorriendo todos mis nervios, mis músculos y pude notar como ese chorro de leche espesa escapaba de mí. Seguidamente tuve un escalofrío terrible y al fin mis músculos encontraron paz y fueron relajándose poco a poco y mi corazón empezó a desacelerarse
Tuvimos un par de minutos para descansar, aunque me hubiera gustado que fuera más tiempo. De pronto se giró a mirar el reloj que se encontraba en la mesa de noche y ya había pasado más de 22 minutos desde que salimos del supermercado. Esa fue la vez en que más rápido me vestí en toda mi vida y creo que ella también.
Al llegar al supermercado las miradas nos perseguían ya que sus compañeras imaginaban lo que había pasado. No se si fue mi cara de niño bueno o de cínico la que hizo que nadie me preguntara nada.
Esto me sucedió ese día después de la hora del almuerzo. Dentro de unos días contaré lo que pasó ese mismo día como a las 5 de la tarde y más tarde el gran final, lo que me sucedió a la hora de ir a dormir.
Saludos y hasta pronto.