Relato erótico
Buena convivencia
Cuando empezó la carrera fue a vivir a casa de su tío en la capital y lo llevaban muy bien, de eso hacía ya dos años. De pronto un amigo de su tío fue a vivir con ellos.
Magda – Cantabria
Todo sucedió, amiga Charo, de manera un poco extraña. La historia entre Esteban y yo comenzó por un camino desconocido. Esteban es un amigo de mi tío, y vivía en un pueblo algo alejado de la capital. Es un hombre que tenía 40 años de edad cuando lo conocí, con un cuerpo normal al de cualquier hombre, era medio llenito, media 1,79 aproximadamente y con una barriguita fenomenal, pero no sé, desde que lo conocí me atrajeron mucho los hombres mayores. Yo tenía 20 años, con un cuerpo atractivo y lo que más les llama la atención a los hombres son mis pechos, grandes y mi trasero firme y sobre todo respingón. Había tenido tres novios y con ellos solo tuve “toqueteos”.
Esteban necesitaba un lugar donde alojarse en nuestra ciudad mientras desarrollaba un proyecto como arquitecto. Así que mi tío, que era casi su hermano, ni lento ni perezoso, lo invito a vivir un tiempo en casa. Yo viviría con dos hombres y no me agradaba mucho la idea y es que vivía con mi tío desde que comencé mis estudios la universidad. Soy muy tímida y me costaría acostumbrarme a la presencia de Esteban en casa
Trascurrieron tres meses y la relación en la casa parecía normal, parecía que tenía dos amigos y nunca hubo insinuaciones de parte de él, hasta que un día llegué de la universidad y me apetecía ver una película para relajarme. Conecté la televisión y había un video puesto en el reproductor. Mi sorpresa fue mayor al ver que la cinta trataba de mí, de mi habitación. Estaba sobre mi cama y vi que cuando me quedaba dormida, abría las piernas y no tenía ningún pudor al dormir. Aunque eso no lo sabía hasta que lo vi en el video. Parece ser que Esteban me lo hizo casi al llegar a vivir en casa.
No supe como reaccionar y además, al registrar los otros videos, encontré que había unos que habíamos grabados durante esos tres meses jugando y él tomó mis pechos, mis piernas y mi trasero cuando yo me descuidaba. No sabía qué hacer, si ir con el chisme a mi tío o sentirme alagada, pero en ese momento oí la puerta. Era Esteban y lo único que hice fue quitar la cinta y ver la tele.
Esteban entró alarmado preguntando:
– ¿Qué haces?
– Acabo de llegar y quise ver tele – contesté.
Cogió el video y se fue a su habitación alegando que tenía trabajo. Esa noche estaba preocupada pero al mismo tiempo excitada por el morbo de que nunca me habían “mirado” de esta forma.
Un día, al llegar a casa, lo sorprendí en la sala de la tele, masturbándose con mi cinta. Me quedé un rato mirando y aunque desde la puerta no podía ver su trozo de carne, podía imaginármelo y mi excitación fue tal que llevé mi mano a mi entrepierna y comencé a imaginarme su instrumento moviéndose dentro de mí. Yo era virgen y pensaba que solo se movería alrededor de mi clítoris, pues la verdad es que no me imaginaba lo que era una penetración. Al dia siguiente comenzaron las miradas perturbadoras de mi parte, esas miradas que incriminan diciendo:
– Lo sé todo.
No lo podía evitar y él se dio cuenta de que yo ya lo sabía todo y solo bajaba la mirada. Entonces pensé en que debía seducirlo, él soñaba conmigo y yo deseaba sentirme mujer, sentir el placer que tanto describen en los relatos, solo era preciso encontrar la forma y el momento en que estuviéramos los dos solos por un largo rato.
Esteban y mi tío me alabaron sobre lo radiante que estaba yo ese día, sobre todo porque por el frío mis pezones se notaban bajo la blusa. Mi tío nos aviso que llegaría muy tarde por la noche o quizás al día siguiente porque tenía mucho trabajo que hacer. Ese era el día, era mi momento. Todos salimos pero yo regresaría a casa mas temprano que de costumbre.
Cuando llegué a casa estaba dispuesta a todo, me subí un poco la falda y anudé mi blusa y solo me quité la chaqueta. Poco tiempo tardó Esteban en llegar y me observaba con timidez. Se había sentado conmigo a ver la tele y después de un rato hablando me dijo que si quería algo de la cocina, que iba a buscar vino para él. Yo le pedí que me diera un poco a probar y cuando me sirvió la copa y se sentó en el sillón, derramé accidentalmente un poco en su camisa. El quiso ir a cambiarse pero yo se lo impedí haciendo que se sentará y solo le dije al oído:
– Deja, que yo te lo secaré todo.
Solo dije eso y comencé a besarlo, sintiendo pronto sus labios explorando mientras yo metía la lengua en su boca.
Él me deseaba y yo le correspondí sentándome encima de él. Me quitó la corbata sin dejar de besarme y yo le acariciaba el pecho encima de la camisa hasta que cogí la botella de vino y la vacié en mis pechos, y para su sorpresa descubrió que no llevaba sujetador, diciendo:
– Yo sabía que eras preciosa, cariño, te voy a convertir en una gran zorra.
Comenzó a chuparme las tetas, abriendo mi blusa que terminó por arrancarme. Me gustaba como succionaba un pezón mientras el otro me lo masajeaba. Yo tenía unos espasmos increíbles y gozaba cuando su barbilla me rozaba y me hacía gemir. De pronto, quiso tocarme el coño, pero yo le dije que lo iba a seducir e iba a cumplir una fantasía. En el acto comencé a bajar poco a poco, besaba su cuello, luego concentrándome en su pecho en el que tenía unas tetillas duritas y su bello era electrizante y mordía y tiraba sus pelos. Era un hombre que casi no hacía ejercicio pero su cuerpo me excitaba sobremanera porque me imaginaba que después de aprender con él, podría follar con cualquiera en cualquier lugar.
Le retorcía las tetillas y fui bajando aún más hasta que llegué a su vientre, a su barriguita abultada, le quité el cinturón del pantalón y desabroché el botón, invitándolo con la mirada a gozar de la escena y con los dientes bajé la bragueta poco a poco. Él sentía mi respiración cerca, muy cerca, yo oía sus espasmos y veía como aquel bulto se hinchaba más. El ansiaba que se lo chupara, pero le bajé los pantalones y el calzoncillo y miré su polla, lista, dura, hinchada a más no poder, con unas venitas a punto de explotar y una cabeza suave, algo morada y palpitante. Yo no había visto una verga en vivo y miré sus testículos, duros y de piel suave.
No pude aguantar más, pero quise excitarlo y comencé por besarlo por los muslos subiendo a sus bolas, que acaricié con la mano y luego las recorrí con la lengua sintiendo sus pelos cerca de mi boca. El solo veía mis tetas y mi cara gozando. Entonces comencé a besar la base de su instrumento y lo recorrí con las manos con movimientos suaves, pero ligeramente rápidos, hasta que con su mano me empujó la cabeza para tragármela toda. Era grande y dura, sentía que me ahogaba, pero la apretaba con mi lengua y chupaba. Era inexperta pero la calentura me guió y solo veía que Esteban cerraba los ojos y me empujaba la cabeza en cada chupada. Quería follarme por la boca, pero lo dejé que se calmara un poquito, puse ese gran trozo de carne entre mis pechos y le di una buena sobada con ellos sintiendo palpitar su carne. Yo movía su pene de lado a lado, jugueteando con mis senos y él me decía:
– ¡Así, cariño, muévelos más, zorrita!
Entonces me volví a sentar sobre él y empezó a tocarme el trasero, sintiendo sus manos sobando mis nalgas y cada uno de sus dedos rozando la piel, recorriendo, pellizcando. Luego bajó un poco y tocaba mis muslos, pero en ese momento, cuando con la puntita de su polla sintió que no llevaba bragas, solo me miró y se metió en la boca uno de mis pechos y yo vacié sobre mis tetas lo que quedaba del vino para que gozara del sabor, sintiendo al mismo tiempo un golpeteo en mi clítoris que me hizo lanzar gemidos de gozo.
Entonces me dijo que estaba a mil, con la verga súper dura y que quería sentirme por dentro. Yo solo le respondí cogiéndole la cabeza y acariciando su pelo. No pensé en el condón y poco a poco, con delicadeza, me fue penetrando el coño al tiempo que me decía:
– ¡Me la estás chupando con el chocho… oooh… dale, zorrita muévete… que gusto!
Todo esto me excitaba aún más y como pude le cogí las bolas con una mano por detrás de mí y tocándole su barriga con la otra mano, su barriguita abultada medio velluda, lo que provocó su verdadera excitación y cabalgándolo duro y gimiendo por el placer de sentir su calor y escuchar sus palabras solo gritó:
– ¡Me corro, mi amor, aprieta, dame más…!
Solo sentí un cosquilleo por todo mi cuerpo, mis pezones estaban a punto de estallar y él gemía. Me lo follaba tan rápido que parecía que lo quería desgarrar y lo apreté tanto que ambos nos corrimos, sintiendo su liquido calientito llenándome las entrañas, chorreando por todas partes, cubriendo sus bolas y mi coño, dándome un placer infinito mientras él apretaba mi pecho y mi muslo con la fuerza que le quedaba.
Después de un rato me salí y quise caminar, pero no podía, las piernas me temblaban, quizá sintiendo varios orgasmos al mismo tiempo, o que sé yo, pero este macho me derrotó. Él también quiso ir a la ducha pero no podía ponerse en pie, y después de un beso tierno y a la vez como si fuera el último de nuestra última pasión, me dijo:
– Realmente me has dejado totalmente seco, no quiero nada más que follarte a diario.
Supuse que eso era un cumplido, pero no, seguimos follando casi a diario hasta que él regresó a su pueblo. Así gocé a un hombre como nunca pensé.
Besos a todos los lectores y al equipo de la revista.