Relato erótico
Buena “compañía”
Cuando el trabajo se alargaba se quedaba a dormir en casa de su compañero que, estaba casado y con ellos vivía su cuñada de 22 años. Un asunto urgente hizo que su amigo y su mujer tuvieran que ir a Madrid, y él, amablemente se ofreció a quedarse para hacerle compañía.
Gonzalo G. – ALICANTE
Me llamo Gonzalo, tengo 32 años, soy de Zaragoza, aunque vivo desde hace cuatro años en un pueblo de Alicante, tengo el pelo castaño, los ojos verdes, mido 1,76 m, peso 70 kg y estoy lo que se dice bastante bien. Te felicito por tu revista, de la que soy lector desde hace varios años y ahora te contaré lo que me ocurrió hace dos años.
Me encontraba en Torrevieja, junto con un compañero, haciendo unas obras y al vivir lejos del trabajo había días que dormía en casa de ese compañero. Con el vivían su mujer, de 28 años, y su cuñada de 22. Su mujer, Silvia, tenía el pelo castaño, que llevaba muy largo, delgadita, ojos verdes y muy simpática, y Rosa, su cuñada era morena, con media melena, ojos negros, un poco rellenita pero bien proporcionada, algo tímida pero, como su hermana, también muy simpática.
Tengo que confesar que me gustaba Rosa, pero el tener ella 22 años y yo 32 no me atrevía a decirle nada, hasta que un jueves, que había puente, se me presentó la oportunidad. Su cuñado y su hermana se fueron a Madrid a un asunto urgente dejando a su hermana sola pero, para hacerle compañía, me quedé con ella todo el puente de jueves a domingo.
Yo dormí es día en su casa y como Miguel, su cuñado, y Silvia se fueron muy temprano, cuando desperté ya no estaban. Me levanté, preparé el desayuno y esperé a que Rosa se levantara. Cuando lo hizo preguntó por su hermana, yo le dije que ya se habían ido y entonces ella, como solo llevaba una camiseta, me dijo que se iba a cambiar y volvía para desayunar.
Después de más de cinco minutos y viendo que ella no volvía, fui a ver qué le pasaba, abrí suavemente la puerta de su habitación y me encontré con su ropa en el suelo y ella, desnuda por completo, encima de la cama con las piernas abiertas y masturbándose. Me quedé parado observando todo su cuerpo, con unas tetas enormes y un pubis muy peludito.
La polla se me empinó de golpe al observar ese cuerpo tan joven y atractivo y en ese estado de excitación, me la saqué y meneándomela entré en la habitación. Ella abrió los ojos, me vio y aunque en principio tuvo un sobresalto, no paró de masturbarse.
– Si quieres te ayudo – dije mientras me la meneaba delante de ella.
Solo sonrió sin responder por lo que metí mi cabeza entre sus muslos y empecé a chupar tan lindo coño. Lamí sus labios, le metí la lengua dentro, le daba pequeños mordiscos y chupé su clítoris. Rosa no paraba de gemir y poco después se corrió en mi boca y cara tragándome yo todos sus jugos, muy dulces, tanto que parecía miel. Al tranquilizarse, se sentó en la cama y me dijo:
– ¡Ven, quiero mi desayuno de leche!
Cogiéndome la polla, se la metió entera en la boca hasta la base, y aunque no tenía experiencia, me daba un gusto tremendo con el piercing en la lengua y el masaje que me estaba dando en los testículos, por lo que no tardé en eyacular y me corrí en su boca. El primer chorro la sorprendió, pero siguió chupando y al terminar se tragó toda la leche y me limpió la polla con la lengua.
Yo, aunque me había corrido de forma bestial, tenía aún la polla tiesa y ella, abriéndose de piernas en la cama, me dijo:
– ¡Ven, fóllame y toma mi virgo!
Se la metí con fuerza y ella gritaba como si la mataran, pero me decía que siguiera, que le gustaba. Después de estar un buen rato así, me corrí dentro de ella corriéndose ella al mismo tiempo. Era la primera follada que realizaba.
Después nos metimos en la ducha, primero ella y después yo y cuando salió me dijo:
– Siéntate en el sofá, que ahora vengo.
Al rato salió, aún toda desnuda, y con un bote de crema en la mano, diciéndome:
– Me gustaría probarlo todo.
Sin añadir nada más se puso a cuatro patas en la cama, ofreciéndome su hermoso trasero. Cogí la crema, le unté todo el ano y empecé a meter los dedos por ese agujero. Hasta tres le entraron. Después ella me untó la polla y se sentó de espaldas a mí metiéndosela en el culo entera.
– ¡Venga, dame… dame fuerte, encúlame! – me dijo Rosa.
Empecé a darle fuerte hasta que me levanté y sin sacársela del culo, la apoyé en el sofá y seguí enculándola hasta que, en un momento dado, ella alargó la mano y cogiéndome las pelotas, tiraba, apretaba y me las masajeaba mientras era enculada por mi.
– ¡Me corro! – le grité en un momento.
– ¡En mi culo, córrete en mi culo! – exclamó ella.
Me corrí abundantemente y cuando se la saqué, le salía el semen a borbotones mientras ella mostraba cara de felicidad.
Como dije al principio, estuve con ella todo el puente y durante ese puente follamos muchas veces al día y la enculaba cada vez para que su culo se acostumbrara. Ella solo tenía 22 años pero que caliente era y además, cuando llegó su hermana, se lo contó todo y también tuve la suerte de follármela a ella, pero eso ya lo contaré en una próxima carta.
Besos, Charo.