Relato erótico
Buen “partido”
Por motivos laborales esta fuera de casa toda la semana y cuando llega el fin de semana reconoce que su mujer no es todo lo apasionada que él querría. Salía de trabajar y fue a un bar a ver un partido de la selección española. Se sentó en la barra, pidió una cerveza y al poco rato, una chica se sentó a su lado…
Carlos – Madrid
Tengo ya mis 40 años, y aunque siempre he sido muy caliente, últimamente lo estoy más de lo normal. Soy del centro de España, pero por razones de trabajo me desplazo a una ciudad fría del norte del país para trabajar entre semana. Así, que fuera de mi turno de trabajo que es por las mañanas, pasó el día lejos de mi mujer y solo. Encima mi mujer ha perdido todo interés por el sexo y cuando lo hacemos suele ser uno rapidito y con poco espacio para la imaginación…eso algún fin de semana que son los menos.
En que se deriva esto, en que veo y leo porno siempre que puedo, dedicándole un homenaje tras otro a mis sentidos.
Pero seamos realistas, uno pide más, y lo intenta, pero la timidez innata, el no ser muy agraciado y poco abierto a las relación con la gente, hace que sea algo casi imposible.
Y digo bien…casi imposible, porque ayer ese casi se volvió de mi parte y por primera vez, triunfe. Y que os voy a decir, que para una vez que uno se desfoga en condiciones, hay que contarlo.
Fue el jueves pasado, jugaba la Selección contra Irlanda y había decidido ir a verlo a un bar cerca de donde vivo, tomar una cerveza y comer algo. Me senté en la barra y pedí una cerveza. En el bar había gente animada con el fútbol pero no demasiada. Cuando ya había empezado la primera parte, ella entro en el bar. No era la chica por la que uno se giraría en la calle para verla, alta, desgarbada, ancha de caderas, pelo largo y con una ropa que disimulaba su cuerpo. Entre 35 y 40 años. No la preste gran atención.
Se sentó a mi lado y pidió una cerveza y un bocadillo. Marcó Torres, y empecé a hablar con la camarera de lo bueno que era de cómo se notaba que había sido del Atlético y lo que había aprendido. En esas estaba cuando ella se unió a la conversación y empezamos a hablar de fútbol y de cosas sin transcendencia.
El partido siguió su curso y nuestra conversación cada vez se fue haciendo más animada, gracias en gran parte a las cervezas que iban poco a poco cayendo.
Al terminar el partido, el bar se vació, y allí quedamos los dos riendo y charlando, disfrutando de un rato muy agradable.
Llegó el momento de…huy que tarde es, mañana tengo que trabajar, me tengo que ir. Parecía que todo iba a terminar ahí. Pero según salíamos del bar ella se giro y dijo la frase clave:
– Vivo aquí cerca, te apetece acompañarme y tomar una copa.
Sin duda ese es el momento en que se me pasaron miles de cosas por la cabeza, el momento en que uno tiene que decidir, y esta vez dije:
– Vale me encantaría. La suerte estaba echada.
Caminamos juntos, charlando hasta llegar a su edificio, donde cogimos el ascensor. Y ahí es donde comenzó todo, fue girarnos y cerrarse las puertas y como si fuera una señal establecida, nos acercamos y empezamos a besarnos con todas nuestras fuerzas.
“Despacio”, fueron sus palabras antes de salir del ascensor. Me tomó de la mano y como un corderito me llevó tras de ella de la mano. Entramos en su casa, pasamos por delante del salón, olvidando la copa prometida, y me llevo directamente a su habitación.
Yo sumiso, la seguí, con mi miembro queriendo romper los pantalones y la respiración acelerada. Pero ella me calmó, me sentó sobre la cama y me susurro al oído:
–Desnúdate
Me dejó solo en la habitación y se dirigió hacia el baño. Me desnudé totalmente y me acosté sobre la colcha de la cama con mi polla dura extendida sobre mi abdomen. Cuando comenzaba a relajarme, salió del baño, con un camisón que dejaba muy poco a la imaginación y estilizaba su figura. Dios que pechos.
Se arrodilló en la cama y me besó suavemente en los labios, cuando quise, tocarla y seguir besándola, tomo mis manos y depositándolas sobre la cama, me susurro al oído:
-Despacio
Me cerró los ojos y empezó a acariciar mi cara, bajo por el cuello y empecé a notar como su melena se deslizaba por mi pecho, joder, me estaba poniendo a tope y aquello no había hecho más que empezar.
Mordisqueo mis pezones, que se pusieron duros como clavos y empecé a notar sus pechos sobe mi cara. Siguió bajando y note su lengua recorriendo el tronco de mi polla, hasta llegar a mis huevos, arriba-abajo, arriba-abajo, se entretuvo lamiendo mi prepucio con una delicadeza y una suavidad, como nunca antes había imaginado que se podría hacer. Creí explotar, intente acordarme de todas las técnicas posibles para intentar no eyacular a la siguiente caricia, respire hondo y solté un gemido, ahhhhhh, conseguí no derramarme completamente.
Se a apartó ligeramente de mí y me dejó respirar profundamente, una vez calmado, siguió su masaje suave por el perineo, lentamente, acercándose peligrosamente a mi ano, lo acaricio suavemente y acercándose a mi oído me susurro:
¿Puedo?, – a esas alturas yo ya estaba en el séptimo cielo y dispuesto a experimentar cualquier rincón del placer.
-Adelante. -le dije-
Sacó un bote de crema de la mesilla y la extendió por sus manos poco a poco fue introduciendo uno de sus dedos en mi ano, con una delicadeza y una suavidad que me hacía temblar. Y llego al punto clave, no debía ser la primera vez que lo hacía porque en cuestión de segundos consiguió que mi polla que normalmente excitada se mantiene sobre mi abdomen, cobrase una fuerza que nunca antes la había conseguido mantener mirando al techo.
Sacó su dedo de mi interior, y como si fuera la señal que esperaba se subió sobre mí y poco a poco se fue ensartando sobre mi polla.
– Cabrón que dura la tienes, la siento muy dentro.
Aquella fue la señal, se terminaron los remilgos y los preliminares, abrí los ojos y la agarré de las caderas.
– Fóllame, fóllame y no pares.
Empezó a mover sus caderas y dejando caer sus cabellos sobre mí pecho.
De pronto me gire sobre ella con la polla metida, me puse sobre ella y empecé a bombear con un ritmo que hacía años que no conseguía, ella empezó a calmar mis movimientos con un delicioso movimiento de caderas, la compenetración comenzó a hacerse perfecta, yo empujaba y ella coordinadamente subía su coño hacia mí.
-Joder….sigue, sigue, sigue
Cuando creí que aquello iba a estallar, llegó lo mejor, me susurro al oído:
– Quieto, déjala quieta dentro.
Me abracé a ella cogiéndole las nalgas con las manos y empuje toda mi polla en su interior y me quede quieto. No sé como lo hizo, rodeo mis piernas con las suyas y haciendo fuera con ellas empezó a follarme desde abajo. Que gusto, ella empezó a jadear más intensamente. En ese momento sentí la gloria, me corrí dentro de ella mientras me sujetaba fuertemente con los brazos y las piernas y ella iluminaba su cara con un orgasmo espectacular, que hermosura.
Pocas cosas deben ser más hermosas que ver a una mujer correrse, y si encima te estás corriendo tú a la vez, poco más lejos se puede llegar.
Quedamos tenidos sobre la cama, y solo pude decir una cosa:
-¡Espectacular!
Quedamos dormidos, y a la mañana siguiente me marché a trabajar mientras ella aún seguía dormida, le dejé mi teléfono en un papel, sobre la cama con la confianza de que me llamase a día de hoy no lo ha hecho, pero mañana juega España. Si vuelvo a verla, os lo contaré.
Un besazo.