Relato erótico
Buen aprendizaje
Han pasado varios años desde que pasó lo que nos cuenta hoy. Consiguió lo que quería y no se arrepiente de nada. “Estrenó” su sexualidad con dos hombres maduros que la deseaban y fueron muy buenos “profesores”.
Vanesa – ALICANTE
Hola Charo, me llamo Vanesa y quiero contar una experiencia que tuve cuando tenía 18 años y estudiaba en un instituto público. No me considero ni fea, ni guapa, del montón. Soy morena, pelo largo, ojos castaños, 1,65, delgada, pechos bastante grandes y firmes.
Por aquel, entonces aún no me había estrenado, era virgen, aunque había tenido varios novios nunca había pasado de los besos y las caricias, pero ya me empezaba a apetecer probarlo. Ese año, por diferentes motivos personales, había tenido problemas con los estudios, había conseguido aprobar casi todas, menos dos asignaturas. Una de ellas era historia y la otra, matemáticas.
Se acercaba el fin de curso y no conseguía aprenderme el temario para aprobar y un día, el profesor de matemáticas, Fernando, nos puso un examen sorpresa. Yo pensé que me había salido bien, pero dos días después dio las notas y lo había suspendido. Me dio mucha rabia, porque ese examen influía en la nota final del curso, así que decidí esperar al final de la clase, que era la última del día, y hablar con él y que me dijera en qué había fallado.
– Perdone, Fernando, ¿tiene unos minutos?
– Claro, dime Vanesa.
– Verá, quería que me dijera en qué he fallado en el examen, porque yo pensé que me había salido bien, llevo mucho tiempo estudiando.
– Vamos a ver – dijo sacando la carpeta en donde guardaba los exámenes y buscó el mío – Mira, el principal problema es que no controlas mucho la trigonometría y sin ella, no puedes pasar de curso.
– Pero no sé, algo podremos hacer, mándeme un trabajo, ejercicios extra. Por favor, no puedo repetir curso, mis padres me matan y ya sé seguro que me va a quedar historia. Por favor…
El profesor me miró, yo estaba casi llorando. Se acercó y colocó su mano en el hombro, por detrás de mí. Me puso un poco nerviosa, era la primera vez que me tocaba. Fernando tendría unos 50 años, empezaba a tener entradas en el pelo y barriga. Hacía cosa de dos años que se había divorciado. La verdad es que no era muy agradable a la vista. Además tenía algo en la mirada que me estremecía.
– Mira, si yo te mando trabajos o ejercicios extra, tendré que hacerlo con todos tus compañeros por igual, y yo no tengo tiempo para corregirlos.
– Lo entiendo, pero…
– Sin embargo, podemos llegar a un acuerdo tú y yo, algo extraoficial pero que influiría en tus notas.
– Claro, lo que usted, quiera, pero por favor, deme una oportunidad para aprobar.
Yo no sabía muy bien a qué se refería con todo eso, pero sin preguntar qué sería acepté sin más.
– Muy bien. Veo que necesitas aprobar de verdad y yo te voy a ayudar.
Empezó a bajar su mano de mi hombro hasta ponerla encima de mis pechos. Yo me retiré un poco, me asusté, no pensé que eso era a lo que se refería, por aquel entonces era un poco inocente.
– ¿Pero qué hace? –exclamé.
– Vamos a ver, niña, tú has aceptado el trato. ¿A qué pensabas que me estaba refiriendo? Tienes que ganarte la nota. Lo tomas o lo dejas.
Yo no sabía qué hacer. Todo fue muy rápido. Pensé que en mi situación nadie creería si lo denunciaba y que, por otro lado, necesitaba aprobar. Así que…
– Está bien, acepto, pero…
– ¿Pero…? ¡Ah ya! Que eres virgen ¿no? Pues no te preocupes, yo te enseñaré y a cambio, si te portas bien, tu nota irá subiendo.
Entonces empezó a desabrocharme la camisa y metió la mano para acaparar mis pechos. Su respiración estaba acelerada. Entonces sacó la mano y me dijo:
– Vístete y vete.
Yo pensé que algo había hecho mal y pregunté:
– Pero… ¿por qué?
– Tranquila, tendrás tu oportunidad, pero aquí no, ven a esta dirección esta tarde sobre las 6 y aquí te ayudaré a aprobar el curso.
Me dio la tarjeta de un edificio cerca de allí. Yo me vestí, me puse de pie y me disponía a irme, cuando me cogió del brazo, yo me giré y entonces me morreo, metiendo la lengua en mi boca. Me soltó y me despidió con un cachete en el culo. Esa tarde, a las 6 de la tarde me dirigí a la dirección con un poco de recelo, pues no sabía que me iba a encontrar. Llamé al telefonillo y una voz me dijo que subiera. Así lo hice, entré, pues la puerta estaba abierta y cuál fue mi sorpresa al ver que Fernando no estaba solo, si no que le acompañaba Pedro, el profesor de historia.
– Hola Vanesa, como ves te dije que te ayudaría a aprobar el curso, por eso Pedro está aquí. Hoy vamos a usarte como nos plazca.
Pedro tenía una expresión de lujuria en la cara. Pedro era físicamente muy parecido a Fernando. Se acercó a mí, me miró y me dijo:
– Muy bien, nena, vamos a empezar, desnúdate para nosotros.
Yo estaba un poco asustada, pude ver como en la televisión tenían una película porno. Empecé a desnudarme hasta quedar totalmente sin ropa.
Ellos se abalanzaron sobre mí y empezaron a magrearme los pechos, el culo y empezaron a acariciarme mi coñito, que por si no lo había dicho, me lo depilaba porque hacía natación y me resultaba cómodo.
Pronto Fernando me cogió en brazos y me tumbó en el suelo y ellos empezaron a desnudarse. Pude ver por primera vez dos cuerpos de hombres desnudos. Sus pollas empezaban a estar duras. Entonces Pedro se metió entre mis piernas y sin más empezó a chuparme el coñito. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y ellos se dieron cuenta.
– ¿Te ha gustado, eh? Mmm… que rajita más buena tienes, Vanesa, verás que bien descorchas. Te vamos a hacer toda una mujer.
No sabía por qué pero me excitaba que me hablaran así. Ellos seguían chupándome, uno el coñito y el otro los pechos, hasta que Fernando se incorporó y me dijo
– Zorrita, vas a aprender a comer polla. Abre esa boca y métete mi rabo y chúpalo sin parar. ¡Vamos!
– Sí -dije tímidamente.
– Se dice, ¡Sí mi Amo! ¿Entendido?
– Sí, mi Amo.
Metió su polla en mi boca y me empezó a enseñar como chuparla. Creo que me empezaba a gustar y eso unido a que Pedro me había empezado a chupar el clítoris y me había metido un dedo, me volvía loca.
– ¿Tomas algo para el embarazo?
– Tomo la píldora por los desajustes con la regla.
– Eso está bien, porque nosotros no usamos condones. Vamos, sigue comiendo mi rabo, que me estás poniendo muy cachondo.
Pedro entonces, metió un dedo más y otro y otro, hasta que metió dentro de mí 4 dedos. Empezó a follarme con los dedos y me acariciaba el clítoris hasta que sin poder más, tuve mi primer orgasmo. Fue increíble y ellos se sintieron orgullosos. Me besaron y me acariciaron.
– ¿Te gustó, zorrita?
– Mucho, ha sido increíble – tuve que confesar.
– Pues esto acaba de empezar, zorra.
Entonces Fernando sacó su polla de mi boca y se acercó a mi coñito, me abrió bien de piernas, pasó su verga por mi rajita y la puso en la entrada de mi vagina.
– ¡Estés preparada o no, allá voy, guarra!
Sin decir nada más empezó a meter ese enorme trozo de carne en mis entrañas, yo gritaba y él parecía disfrutar de eso. Notó algo de resistencia y la sacó un poco, para después de un fuerte golpe de caderas, penetrarme hasta el fondo, desvirgándome. Mientras Fernando me follaba, Pedro me follaba la boca.
– Me voy a correr en tu boca y quiero que te lo bebas todo, sin tirar una gota.
Noté toda su leche saliendo y llenándome la boca, casi no podía tragarla, me daba un poco de asco, pero tenía miedo a que me hicieran algo si no me la tragaba. Después de un poco el sabor me empezaba a gustar. Yo empezaba a disfrutar, ya casi no me dolía y estaba a punto de volver a tener otra corrida y se lo dije.
– Vamos, córrete, yo también me corro, sentirás mi leche calentita dentro de tu coño recién estrenado… ¡Aaaah… me corrooo…!
Noté su corrida dentro de mi coño y cómo se unía toda esa leche a mis flujos y mi sangre. Entonces sacó su polla y un hilito de sangre la manchaba.
– Has descorchado muy bien, ya eres una mujer.
– Gracias, Amo.
– Así me gusta. Me perteneces. Hoy Pedro ha pagado por follarte y con ese dinero acabas de comprar tu aprobado. Así que ahora cómele el rabo hasta que se le ponga duro y te pueda follar como él quiera. Primero yo tenía que desvirgarte, pero ahora eres su puta. Yo me voy, te quiero ver aquí mañana a la misma hora. Recuerda que eres mi puta.
Me dio un morreo, se vistió y se fue. Yo empecé a chuparle el rabo a Pedro y no tardó en ponérsele duro, me abrí de piernas, pretendía ponérselo fácil para acabar cuanto antes, pero me sorprendió diciéndome que me pusiera a 4 patas, que me iba a enseñar algo. Así lo hice y entonces él empezó a chuparme la entrada del ano y a meter dedos, yo gritaba y él me mandaba callar. De repente noté como ponía la punta de su polla en la entrada y empezaba a empujar. Me dolía mucho pero no quería gritar. Poco a poco empezaba a bombear, metiendo más rabo hasta que el dolor se convirtió en placer. Llegué a un orgasmo increíble y noté como él se vertía dentro de mí, dejándome llena de leche, por delante y por detrás.
Entonces, se salió de mí, me morreó, me sobó las tetas y el coño y se levantó. Se vistió y me dijo:
– Muy bien zorra, acabas de aprobar la primera evaluación, aún te quedan dos más. Hasta mañana.
Exhausta aún, empecé a vestirme yo también y salí de la casa. Por una parte, tenía miedo, me sentía rara, pero por otra, estaba deseando que llegara mañana. Pero eso es otra historia.
Besos a todos los lectores y uno muy gordo para ti, Charo.