Relato erótico

Besos lascivos

Charo
2 de febrero del 2019

La conoció en una página de contactos y empezaron a chatear. Aunque está casada, después de cierto tiempo, decidieron conocerse. Se conocieron y la realidad superó todas las expectativas.

Samuel – Levante
Me llamo Samuel, tengo 36 años, vivo en la zona del levante, me encantan los relatos eróticos, y desde hace poco me he decidido a compartir uno con todos vosotros. Es una experiencia real con una mujer que conocí en una página de contactos.
Ella es una chica casada muy guapa, tiene mi misma edad, 36. Mide alrededor de 1’65m, morena, pelo rizado, tiene los pechos pequeñitos pero muy duritos, coronados por unos pezones deliciosos que nada más excitarse se ponen duros como piedras; tiene muchísima sensibilidad en los pezones, nada más rozárselos es como si una corriente recorriera su cuerpo. Tiene un culo precioso, duro y prieto de trabajárselo bien en el gimnasio y finalmente, para no extenderme más, os diré que tiene un coñito muy sabroso. Cuando se excita se moja muchísimo y eso a mí me vuelve loco…
Después de intercambiar algunos emails, decidimos quedar para conocernos.
Ella trabaja en el ayuntamiento de un pueblecito de Valencia y dispone de unos 45 minutos para desayunar. Quedamos en la terracita de un bar, nos conocimos, charlamos de muchas cosas y antes de despedirnos le regalé un pequeño vibrador, de esos con anilla para colocarlo en el pene, así se acordaría de mí siempre que le apeteciera.
El regalo le encantó, estuvimos hablando varias veces por teléfono mientras ponía el vibrador en funcionamiento y se lo pegaba entre su tanga y su clítoris. Otras veces se calentaba con nuestras conversaciones y se masturbaba disimuladamente en su puesto de trabajo con un lápiz, moviéndolo de un lado a otro apretando su cada vez más mojado coñito, hasta que se corría en un silencioso orgasmo.
La verdad es que nos calentábamos mucho hablando y masturbándonos en la distancia. No os podéis ni imaginar el morbo que me daba imaginarla en su mesa del trabajo, con los pantalones desabrochados y apretándose su clítoris con el lápiz mientra veía algún video o leía algún relato que le había pasado.
Después de las vacaciones por fin pudimos quedar, concretamente fue un viernes. Decidimos aprovechar su tiempo del desayuno de una manera más especial. A las 10 de la mañana la espere con mi coche delante del bar donde quedamos la primera vez, la verdad es que estaba muy nervioso y excitado.
La vi llegar vestida con una minifalda vaquera, un top blanco y unas sandalias con tacón, tal y como yo le había pedido. Subió a mi coche y nos besamos apasionadamente, los dos nos teníamos muchas ganas. Me encantó ese beso con nuestras lenguas entrelazadas.
Seguidamente le pedí que se quitara el tanga, estaba ansioso por comprobar su humedad. Ella me dijo que sería mejor poner una toalla bajo el asiento por que mojaba mucho, imaginaros como estaba. La seguí besando, al mismo tiempo empecé a acariciar su muslo, subiendo lentamente hacia su coñito.

Estaba totalmente empapada, se me puso dura de golpe solo de notar aquella humedad. Entonces le dije:
– Me gustaría ver como te masturbas con el lápiz, cuando estás sola y caliente en tu trabajo.
Ella muy obediente lo sacó de su bolso y después de chuparlo me mostró como se daba placer. Abriéndose de piernas y con una cara de vicio impresionante comenzó a decirme mirándome a los ojos:
– Mira, en el trabajo cuando me apetece masturbarme, me lo pongo aquí sobre el clítoris y apretándolo hacia los lados noto como me voy mojando y excitando, cada vez más. Pero ahora estoy muy mojada…
La verdad es que fue genial, tenerla allí sentada, totalmente caliente. Después de ver como se masturbaba un poco le dije que parara y le entregué un nuevo regalito. Se trataba de un cepillo de dientes que vibra, pero vibra muy fuerte, especial para coñitos calientes, le dije que a partir de ahora lo llevara siempre en el bolso para calmar sus urgencias.
Le pedí que se quitara también el sujetador, quería disfrutar de sus pezoncitos duros y excitados mientras nos seguíamos besando como dos quinceañeros.
Todos estos preliminares los hicimos con mi coche aparcado delante de un parque, con algún que otro abuelote cerca, al que seguramente le arreglamos la mañana.
Antes de arrancar y encaminarnos a un sitio más tranquilo, saque un consolador, lo puse en vibración y le dije que durante el camino que se lo pusiera sobre su clítoris para que se fuera calentando más si cabe.
Durante el trayecto ella iba notando la vibración sobre su clítoris, al mismo tiempo que me apretaba mi polla bajo el pantalón. Estábamos ambos muy calientes. Aparcamos en un descampado poco transitado, debajo de un pino. Nada más parar echamos los asientos delanteros para atrás y después de besarnos otra vez, me desabroche los pantalones diciéndole:
– Mira lo que tengo aquí guardado para ti…
– Ummmm, déjame probarla, tengo muchas ganas de chupártela.
Se puso de rodillas sobre el asiento del acompañante y cogiéndome la polla bien dura por la base, se la fue introduciendo lentamente en su boquita mientras con la mano empezaba a pajearme lentamente.
Yo estaba en la gloria y aproveche su posición para meter mi mano entre sus piernas y empezar a masturbarla con mi dedito sobre su clítoris muy despacito, era una delicia poder tocar aquel coñito tan mojado y notar como se iba excitando cada vez más. Al cabo de un momento paro de chupármela y levantando la cabeza me beso en la boca dejando probar el sabor de mi polla en sus labios, al mismo tiempo que con sus deditos acariciaba con delicadeza mi muy mojado glande.
Entonces yo le cogí la cara y pegándole una palmadita no muy fuerte en las mejillas, le dije:
– ¿Te gusta chuparme la polla, putita?
– Siiiii, ummmm
– Repítelo, soy una putita y me encanta chuparte la polla.

Ella se iba calentando más aún y jadeando repitió:
– Soy una putita y me encanta chuparte la polla y me encantará follarte…
Mientras ella decía esto, yo aumente el ritmo de mis dedos en su clítoris y con la otra mano cogí el vibrador para empezar a follarla con él.
No aguantó mucho tiempo y se corrió mientras se aferraba a mi polla fuertemente entre fuertes gritos.
Después de su primer orgasmo, decidimos cambiarnos al asiento de atrás, donde estaríamos más cómodos. Nos quitamos toda la ropa y la tumbé abriéndola de piernas lo máximo que nos permitía el coche.
Me lancé a comerle su chochito, estaba muy mojado y tenía un sabor delicioso. Pasé mi lengua desde su culo muy lentamente, subiendo por su rajita hasta llegar a su clítoris. Esta operación la repetí varias veces aumentando la presión de mi lengua sobre su sexo.
A continuación metí mis dedos anular y corazón dentro de su coñito, curvándolos hacia arriba, presionando el interior de su vagina al mismo tiempo que mi lengua continuaba trabajando su clítoris. Poco a poco ella se iba calentando más y más, y cuando noté que se iba a correr, paré de follarla con los dedos y cogí una botella con agua bien fría, pegué un buen sorbo para continuar lamiéndola con mi lengua congelada, al mismo tiempo que derramaba agua sobre su caliente coñito, hasta que le arranqué su segundo orgasmo.
Entonces me puse un condón y sentándome sobre el asiento, le indiqué que subiera sobre mí y le dije:
– Así que quieres mi polla dentro, ¿verdad putita?
– Siiiiii, ¡quiero que me folles, dame fuerte!
– Todo lo que tú quieras, tú mandas que estas arriba.
Yo sujeté mi polla con la mano mientras ella llevaba su coñito al encuentro, se lo abrió y dejó caer todo su peso llenándose el coño con mi duro miembro, entonces puso los pies sobre el asiento para poder moverse mejor y empezó a culear.
Ella se movía a un ritmo frenético, notaba que no podría aguantar mucho, y no quería correrme todavía, así que le pedí cambiar de posición.

La volvía a tumbar sobre el asiento, le comí un poco el coño, le escupí y le pegué dos palmaditas en el clítoris y entonces le volví a hundir mi polla en todo su mojado coño. La penetraba con fuerza, ella gemía a cada embestida, notaba que estaba a punto.
Entonces paré, me quité la goma y me senté intentando relajarme un poquito para alargar más la mamada que me iba a pegar:
– Eso es cariño, sácame toda la leche, muy bien, lame con fuerza, asiiiiiiiiiiiiii…
Estallé en un orgasmo fantástico, ella se lo trago todo, no dejó escapar ni una sola gota. Cuando se incorporó estaba fantástica, toda sudada con su pelo pegado en la mejilla y roja de excitación. La besé notando mi leche en su boca, fue fantástico.
Después nos arreglamos, nos adecentamos un poco para seguir con nuestros trabajos y la volví a llevar donde había dejado su coche.
Al despedirnos le dije:
– Ha sido genial cariño, espero volver a repetirlo muchas veces, acostados en una cama, si puede ser.
– Samuel, no sabes lo caliente que me pones, por supuesto que repetiremos, cuando mi marido salga de viaje de negocios podremos tener una camita para nosotros.
Nos besamos y nos despedimos.
Todo mi viaje de vuelta lo pase oliéndome los dedos con el aroma de su coño y cuando llegué a casa y miré mis mensajes me encontré con un mail suyo que decía:
– Me he lavado las manos tres veces pero aún tengo el olor de tu polla y me encanta. Estoy caliente como una perra. Por cierto, ya me he masturbado otra vez con tu cepillito y cuando salga de trabajar volveré a hacerlo en el coche, camino de casa. Besos lascivos.

Por cierto, a día de hoy hemos vuelto a repetir varias veces y han sido todas geniales.
Saludos para todos

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