Relato erótico
Bellos recuerdos
Es conductor de autocares y ese verano, casualmente, llevó a una excursión de varios días a alumnos de la escuela a la que él había ido. Se reencontró con una mujer que había sido su maestra.
Fernando – Málaga
Me llamo Fernando, soy malagueño y tengo 27 años. Trabajo como conductor de autocares y quiero contaros la experiencia vivida en uno de mis viajes llevando a un colegio en viaje de estudios, precisamente mi antiguo colegio y con el mismo destino que tuvo el que yo hice: la ciudad de Setúbal, en Portugal. Debía recoger el grupo a las seis de la mañana a la puerta del colegio. No era un grupo muy numeroso. Los estudiantes eran unos dieciocho, entre ellos mayoría de chicas con muchas ganas de divertirse, también iban tres madres cuarentonas que vi como se despedían de sus maridos y que al principio parecían muy tranquilitas pero que cuando el viaje comenzó, se soltaron el pelo. Al cargo del grupo estaba “la señorita” Milagros que con sus 24 años, también fue la encargada de mi viaje de estudios. Ahora tenía 37 y seguía estupenda. Me reconoció, me saludó con mucho cariño y se sentó en los asientos detrás del conductor. Todo el tiempo lo pasamos charlando de mis tiempos en el colegio. También venía Adriana, una antigua compañera de clase de lo que yo había estado enamorado, y Sandra su hermana, con sus amigas Ruth y Patricia.
Llegamos, ya anochecido, al hotel con el tiempo justo de instalarnos. Al día siguiente salíamos temprano para la primera excursión. Yo era el único que tenía una habitación para mí solo. Las mamás cuarentonas comenzaron a dar la nota al día siguiente con los modelitos que llevaban de pronunciados escotes y luciendo mucha cacha. Parecía que quisieran aprovechar la ausencia de los maridos y pasarlo bomba. No hacían más que insinuárseme pero por la noche, en la discoteca, fueron a por mi. Me hicieron bailar con ellas, apretándose contra mi. Estaban muy calientes y se notaba, me metían mano, trataban de que las besara, ofreciéndome sus morros y que las sobara el culo y las tetas. A todo eso, Adriana no me hacía el menor caso.
Las macizorras lograron llevarme a su habitación y no tardaron en quedarse como vinieron al mundo. Estaban fofas, llenas de michelines, culonas, tetudas y con unos chochos muy peludos, con la pelambrera descuidada. No parecía darles vergüenza portarse así. Estaban muy salidas, querían olvidarse de los maridos y echar un buen polvo. Lanzadas, me pedían que me desnudara como ellas para hacerles lo que yo quisiera. Cuando tengo oportunidad de follar, la aprovecho. No me importa el aspecto y menos si están tan dispuestas como aquellas tres mamás. Me quité la camisa, después el pantalón y por último el calzoncillo dejando ante sus narices, para que los pudieran ver bien, mi polla y mis cojones. Se quedaron boquiabiertas al ver mi falo, pues puedo presumir de tener una polla gruesa y que mide cerca de 24 cm.
– ¿A qué esperáis para mamarla? – les dije.
Las tres se arrodillaron ante mi polla, alucinando con su tamaño, comentando entre ellas que nunca habían visto una tan grande. Se turnaban para chupármela, pasándosela de una a la otra. No les cabía en la boca pero pasaban la lengua por el tronco y chupaban solo el capullo. Así una y otra vez hasta ponérmela durísima. Yo sobaba sus tetazas y sus culazos, y les metía el dedo en el coño, que ya tenían muy mojados. Cuando decidí que era el momento de follarlas, cogí a una, Conchi, la eché en la cama, le levanté las piernas, sujetándoselas en el aire, y le clavé de un golpe, mi polla en todo el coño. Cuando la sintió dentro, empezó a gritar de gusto y aún más fuerte cuando empecé a taladrarla a toda velocidad. Daba cabezazos y se agarraba las tetas chillando como una loca, mientras las otras dos, Toñi y Nati, se masturbaban, como desesperadas, mirándonos. Conchi se corrió varias veces mientras gritaba. Entonces la dejé para irme con Nati. La puse a cuatro patas en la cama y por detrás, se la metí en el coño. Ella removía el culo para que se la metiera bien adentro y tampoco paraba de gritar mientras le daba embestidas. Corriéndose fue la más explosiva y expresiva de todas.
A continuación, me tendí en la cama con la polla apuntando al techo e hice que Toñi se subiera encima para dar saltos sobre ella. Toñi, mientras se follaba, daba voces y levantaba los brazos haciendo que sus tetas se mecieran. Se las agarré y se las sobé hasta que la hice inclinarse para poder chupárselas sin dejar de meter y sacar mi polla de su chorreante coño. Cuando se corrió, como yo aún seguía como al principio, les dije que ahora se la iba a meter por el culo. Nadie les había hecho eso nunca pero allí, solas y en complicidad las tres, se atrevían a cualquier cosa. Se ayudaron entre ellas. Nati fue la primera en ponerse en posición. Las otras dos le abrían las nalgas al máximo para dejar bien visible el agujero. Allí llevé mi polla y apreté. Nati, al sentirla, empezó a emitir pequeños chillidos que fueron en aumento a medida que yo aumentaba el ritmo hasta que Nati ya no pudo más, lanzó un grito enorme y cayó como desmayada. Se la saqué del culo y se la metí a Toñi. Esta tenía el culo más sensible y al cuarto o quinto empujón, ya estaba corriéndose sin poderlo remediar.
La última, Conchi, estaba tan ansiosa por probarlo que, ella misma, se la metió en el culo de golpe lanzando un alarido por el dolor que le produjo pero, muy cabezota, siguió moviendo el culo, haciéndose daño pero también hasta que consiguió correrse. Entonces yo noté que me venía. Dije que se lo quería echar en sus caras. Ellas se arrodillaron ante mi y abrieron sus bocas para que les cayera dentro. En poco tiempo les puse toda la cara y las tetas pringadas de leche, se relamieron como pudieron mientras se tendían sobre sus camas recuperándose de las folladas.
– Os voy a comer esos coños de guarras que tenéis – les dije antes de irme.
No opusieron resistencia. Metí mi lengua en sus sucios coños y se los comí a gusto. Me marché, dejándolas bien servidas por lo que pasaron dos días muy tranquilitas aunque, al parecer, no habían tenido suficiente. En ese viaje se habían desbocado y aunque pasaron de mí, me enteré de que se habían enrollado con un joven camarero del hotel, que también las jodió a gusto. La siguiente excursión fue a Lisboa. Me llamó la atención porque Sandra y sus amigas, se desmarcaron del grupo y se quedaron pelando la pava conmigo. Sandra quería que le contara cosas de su hermana y sobre todo si me seguía gustando. Yo trataba de desviar la conversación, preguntándole cosas sobre otra compañera suya que se llamaba Giovanna, que iba de pija y aparentaba ser muy superficial, pero estaba buenísima. Sandra y sus amigas, que iban de “bakaladeras” totales, no la tragaban. Al final, Sandra consiguió sacarme que Adriana aún me gustaba y que estaría encantado de salir en serio con ella.
– Yo me ocupo de eso – me dijo Sandra.
Así quedó la cosa y no le di mayor importancia. Al regreso al hotel, por la tarde, la señorita Milagros vino a mi habitación para planificar la excursión del día siguiente. Estaba más risueña que otras veces y cuando, por la costumbre, la llamé “señorita” se enfadó.
– Ya somos adultos – dijo – No estamos en el colegio – entonces empezó a recordar anécdotas de aquel viaje que hicimos, yo como estudiante – Tú y tus amigos eráis muy malos, me hicisteis bajar de madrugada a vuestra habitación y como no lleva la bata bien cerrada, me visteis todo el potorrro, por eso os pusisteis tan revolucionados y cuando me marché os mataríais a pajas… – hice un gesto confirmándoselo y ella siguió – Y cuando engañaste a mi marido para colarte en mi habitación y me viste duchándome.. yo te vi por el espejo y aún que me hice la despistada, me dio mucho morbo sentirme observada… ¿Estaba maciza de joven verdad?..
No supe que decir, pero fue ella la que dijo:
– Ahora debo vengarme.
Me desabrochó el pantalón, me bajó la cremallera y dando un tirón, deslizó hasta mis rodillas el pantalón y los calzoncillos. Mi polla quedó al descubierto. El tamaño le hizo lanzar una pequeña exclamación y añadir:
– ¡Vaya, chico menuda verga tienes, no me lo esperaba…! – y tras un segundo, añadió – Ahora perdona un momento, me estoy orinando, voy al baño, enseguida vuelvo…
Pero yo irrumpí en el baño, dándole un buen susto, con la polla al aire y pillándola con las bragas en los tobillos, la falda arremangada mostrándome y perfectamente su peludo chochazo soltando el chorrito. El susto le cortó la meada. Se quedó pálida y exclamó:
– ¡Que haces, Fernando!
La levanté en volandas del wáter pegándola a la pared. Pataleaba y me arañaba gritando:
– ¡Déjame… déjame… déjame…!.
No le hice caso. Quería follármela allí, de pie contra la pared. Con mi cipote buscaba su coño hasta que conseguí metérsela. Al sentirla, dejó de resistirse y empezó a dar facilidades.
Entregándose, se enganchó a mi cuello y me rodeó con sus piernas haciendo que la sujetara por el culo. Así nos estuvimos apareando un buen rato hasta que explotamos en un bestial orgasmo. La dejé en el suelo. Los dos estábamos empapados en sudor. Salió en silencio del baño y yo detrás. A ella le quedaba la blusa con solo dos botones resistiendo abrochados y el sujetador y a mi la camisa abierta. Encendió un cigarrillo y se acabó de quitar la blusa y el sujetador, quedándose completamente desnuda. Estaba fenomenal. Al quitarse las prendas me dijo:
– Estoy toda empapada de sudor, me estorba la ropa mojada… quítatela tú también, ya da igual.
Nos quedamos los dos desnudos, compartiendo el cigarrillo. Hablamos de lo sucedido, o mejor habló ella.
– Te he querido hacer una broma – me dijo – y se me ha ido de las manos pero no me arrepiento, aunque quiero mucho a mi marido – y tras pedirme perdón por los arañazos, añadió – Me has cogido en un día tonto, hace tiempo que no me sentía así. ¿Te importaría que nos siguiéramos viendo, no como amantes pero encontrarnos de vez en cuando como amigos y tener un desliz? Voy a seguir siendo una esposa fiel -dijo sonriendo.
Le contesté que no me importaba y muy feliz, me abrazó y me dio un primer beso en la boca para después decirme:
– Me vuelve a picar el chocho, ¿lo repetimos ahora aquí, en la cama?
Nos dimos un fuerte morreo, después ella deslizó su boca hasta mi polla y tras mamármela y volverla a levantar, sin dejar que parara, la cambié de postura para tener su coño en la boca y comérselo. La situación me daba mucho morbo. Estaba follando con la mujer que años antes respetaba como profesora.
Milagros estaba muy caliente, su coño, mojadísimo, chorreaba jugos. Se tendió boca arriba, abriendo las piernas y pidiéndome que se la metiera. Me coloqué encima, lanzó un pequeño chillido cuando sintió mi polla entrando en su coño y pasamos un rato en silencio, morreándonos sin dejar de mover nuestros cuerpos, follando. Solo se oía el característico chapoteo de mi polla en su coño, los muelles de la cama y nuestra respiración agitada. Milagros no pudo resistir más y empezó a gritar. Terminamos corriéndonos los dos al unísono. Nos quedamos un buen rato así, sin movernos, abrazados, hasta que Milagros, diciéndome que había sido fantástico, me dio un beso. Me quité de encima y se levantó. Mientras se vestía, me dijo muy seria:
– Espero que lo que ha pasado no salga de aquí.
Le dije que no se preocupara. Ni siquiera fui a cenar, me quedé desnudo en la cama hasta quedarme dormido. Al día siguiente, prácticamente, nos ignoramos. Los saludos de cortesía y poco más. La excursión de ese día tuvo consecuencias. Mientras todo el mundo visitaba monumentos, Adriana vino al autocar a hablar conmigo pero, como pienso que ya me he alargado demasiado, lo que sigue os lo contaré próximamente.
Un abrazo para todos.