Relato erótico

Bella Italia

Charo
13 de mayo del 2020

Aquel viaje que habían programado por Italia, fue sorprendente. Bellos paisajes, gente encantadora y buena comida. Allí también comprendió porque a las mujeres les gustan los hombres italianos.

Antonio – GERONA
Este verano, amiga Charo, junto con mi mujer pude comprobar el altísimo erotismo que provocan las distintas ciudades y rincones de Italia, sobretodo su famosísima costa amalfitana, en la que Positano, una ciudad enclavada en sus montañas frente al mediterráneo, es el paraíso ideal para los cachondos y enamorados como lo constata la historia que me atrevo a compartir con vosotros, que ocurrió precisamente allí, en Positano. Y también pude comprobar el por qué tantas mujeres tienen esa debilidad por los hombres italianos.
Después de las horas que se necesitan para llegar hasta allí buscas el extraordinario remedio de un buen masaje, cosa que hago con frecuencia en mis viajes y que francamente disfruto muchísimo, aunque no así mi mujer que siempre me ha demostrado que los masajes no son su fascinación. Pues así fue que tras regresar al hotel de un día de mucho caminar, solicité informes sobre el masajista del hotel, y después de informarme que no tenían se ofrecieron a conseguirme una masajista que me diera el servicio en la habitación, cosa que no me disgustó sobre todo por que podría gozar junto con el masaje, de la hermosísima vista de nuestra terraza. A los 5 minutos de estar en la habitación me llaman preguntándome si no habría problema que en lugar de masajista fuera “masajisto” cosa que acepté ya que además me iría mejor un masaje más fuerte.
A ver entrar a Paolo de inmediato pude presentir que algo pasaría esa tarde ya que era exactamente el tipo de hombre que sé que le gusta a mi mujer, el típico que parecen más modelo de revista que otra cosa. Instaló su cama de masaje frente a mi cama, me pidió que me recostara boca abajo y empezó su servicio, que debo reconocer que era excelente. Mientras tanto oí que mi mujer entraba al de año y luego, al salir, se recostó sobre la cama a “leer” o a admirar a Paolo que se había quitado la chaqueta y el suéter y dejaba ver su muy bien formado y atlético cuerpo.
Con gran calma y tomándose su tiempo, acabó de darme mi masaje de una hora y pude ver mientras lo hacia, a mi mujer recostada en la cama, en bata y muy poco atenta a las aberturas de la misma que dejaban ver parte de su estupendo cuerpo. Todo eso me calentó muchísimo y sabía que en cuanto terminara mi masaje nos pondríamos a hacer el amor. Al terminar, por puro tramite y sabiendo que no le gustaba, le pregunté a ella si quería darse un masaje y ante mi asombro aceptó gustosamente. Eso me calentó, sobre todo al ver que cuando se recostaba en el camastro estaba totalmente desnuda.
La dejé acostada boca abajo con la toalla apenas cubriendo una parte de sus extraordinarias nalgas, que son magníficas. Entré en el baño a enjuagarme y al salir vi que Paolo le frotaba con gusto el trasero y noté que ya estaba más relajada porque sus piernas se veían ahora más dóciles y separadas lo cual le permitía al masajista meter a placer las manos entre sus bien torneados muslos.
Me recosté en la cama en bata a leer un poco, pero entre el morbo de ver la sobada que le metían a mi mujer y a la vez el gusto de que lo estuviera disfrutando, me hizo imposible leer más de tres páginas en la hora que duró el masaje. En más de dos ocasiones Paolo me miraba para ver como aceptaba su trabajo lo cual, obviamente, hice.

Siempre he estado abierto a entender y aceptar la posibilidad de que mi mujer estuviera con otro hombre aunque hasta la fecha he sido el único, pero estar viéndolo fue más allá de todo lo que hubiera imaginado o pensado.
Obviamente después de las nalgas continuó en la espalda y cabe aclarar que todo esto transcurrió con gran calma y detenimiento en cada parte, y no pude evitar que se me levantara la polla y se me saliera de la bata cuando lo vi acariciando el contorno de sus pechos. Ahora yo esperaba el momento de que ella se diera la vuelta y eso no me lo quería perder. Cuando lo hizo el masajista hizo como que se giraba, pero la vio entera y sé que le encantó porque se le marcó claramente la erección en sus tejanos y me preocupó pensar la clase de miembro que probablemente saliera pronto de allí.
Mi mujer estaba como hipnotizada, como dormida gozando de su masaje, en ningún momento abrió los ojos, se limitó a sentir esto y lo que estaba por venir, masaje de piernas, masaje de brazos y manos que al recargarlas en su musculoso pecho pude ver como ella discretamente acariciaba y luego me llamó la atención que se puso a masajear su cabeza cuando a mi antes me había masajeado el pecho. Me le quedé mirando y le señalé los pechos a lo que él, con cara picarona, me dio a entender que si le daba permiso y con señas le di a entender que adelante.
Al retirarle la toalla se veían imponentes sus erectos pezones. Una vez más, con toda la calma, masajeó su busto, cuello, vientre. La excitación de ella se oía en toda la habitación y en ese momento me levanté y le dije al oído que ya estaba acabando, a lo que inmediatamente ella se negó pidiendo más. Eso me dio entrada a sumarme al masaje y empecé a masajear sus pechos mientras él volvía a masajear sus piernas, después empecé a besar sus pezones y de allí, junto con Paolo, cada uno le masajeábamos una pierna y al subir por sus muslos podía sentir la temperatura de su delicioso chochito a la cual me iba acercando. Fue increíble sentir ese coño empapado. Quien sabe cuantas veces ya le había acercado los dedos el cabrón este.
El subía y yo bajaba, le metíamos el dedo a veces en el coño y a veces en el ano, lo cual por primera vez le estaba gustando ya que normalmente por ahí no lo acepta. Después de un tiempo de estar masajeando su pubis y como estaba yo en bata, ella me cogió la verga y después de acariciarla algunos instantes me tiró de ella hacia su boca para darme una impresionante mamada. Yo sentía que me venía pero como quería que eso durara mucho más, me retire de su boca para seguir el masaje, y la sobada de chocho y ano, cosa que Paolo aprovechó para masajear de nuevo sus pechos aunque, mientras lo hacía, se sacó la verga del pantalón y como lo había previsto, tenía un instrumento de gran tamaño, de esos que solo se ven en películas porno.
Le cogió la mano a mi mujer para que se lo agarrara, cosa que ella al principio rechazó como asustada pero después se lo cogió con su mano y estoy seguro que en ese instante deseó tener ese monstruo dentro de su coño.

Entonces el se la quiso meter en la boca y de nuevo ella no lo permitió pero fue el momento que aproveché para empezar a comerme su empapado chocho, que en más de diez años de casado jamás había visto tan mojado. Al rato me volví a acercar para que me la mamara mientras Paolo aprovechó su turno para mamarle el coño. En ese momento decidimos cogerla en brazos y llevarla a la cama para continuar con el juego.
Ya en la cama Paolo le acercó una vez más la verga a la cara y esta vez si se la comió con todas las ganas. Me impactaba ver que esa cosa enorme le cupiera en la boca y de pronto, como mi mujer y yo en este momento follamos con condón y la caja estaba en la mesita de noche, Paolo tomó uno con toda la intención de follarse a mi mujer, cosa que como en un flash me dio como celos, pero ya entrados en gastos estaba dispuesto a todo, fue así que volví a hacer que ella me la mamara mientras mi nuevo socio se ponía entre sus piernas y se disponía a ponerse el condón pero cuando ella notó que estaba a punto de ser penetrada por primera vez por otro, abrió los ojos y me dijo:
– No, que no me la meta, es más… ya quiero que se vaya…quiero estar sola contigo.
Eso me encantó y después de hacerle una señal para que parara, él se limitó solo a seguir acariciándola con casi todos sus dedos dentro de su coño, mientras yo le decía que no lo dejara ir sin terminar y entonces mi mujer me preguntó:
– ¿Qué quieres que le haga?
Le sugerí terminarlo con la boca y después de unos segundos de duda, accedió a hacerlo pero con las manos, con lo que Paolo se acercó y mientras mi mujer lo masturbaba él dejó caer toda su lechada sobre sus perfectos pechos. Cuando terminó le quedó claro que tenía que retirarse y rápidamente se vistió, dobló su mesa, cogió el dinero que le había dejado y se retiró.
Jamás habíamos hecho el amor como en ese momento. Lo que yo quería era estar horas dentro de ella y después de tanta calentura obviamente quería dejarle caer toda mi leche.

Después de correrme mi polla se quedó tiesa porque obviamente quería más y ya con más calma y con ese hermosísimo mar Mediterráneo en la ventana, follamos e hicimos el amor de una forma total.
Besos de los dos.

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