Relato erótico
Fue por una apuesta
Nuestro amigo está divorciado, pero todavía sigue saliendo a cenar y a tomar unas copas con una pareja amiga desde hace muchos años. Aquella noche lo invitaron a cenar en su casa y después de cenar vieron unas películas porno, a su amigo le gustaban.
Alberto – BARCELONA
Ángel, el marido de Victoria se quedó dormido en el sofá, borracho otra vez. Sus ronquidos nos hicieron sonreír a Victoria y a mí. Los tres habíamos estado viendo una película porno en su casa, a mi amigo le gustan mucho y siempre tiene nuevas y variadas, también le gusta el alcohol y como siempre, se pasó con las copas.
Yo sabía que ya no despertaría. Victoria me había contado que en esas ocasiones no podía despertarlo y que lo dejaba en el sofá durmiendo, que ella se iba a su habitación a dormir y que Ángel aparecía por la mañana. Normalmente era el momento en el que yo me despedía y me iba a mi casa, pero hoy había decidido que todo sería diferente.
Victoria es guapísima, rubia natural, sus ojos verdes brillan siempre de alegría, con un hermoso cuerpo escultural que siempre presume coquetamente. Su ropa adecuada a una mujer joven, es juvenil y siempre deja ver sus atributos de mujer, a mi me encantan sus grandes pechos y sus redondas nalgas. Ella estaba sentada entre los dos en un sofá de tres plazas y en la pantalla una mujer fornicaba con tres tíos.
– ¿Crees que pasan esas cosas? – le pregunté – Una mujer para tres, ¿qué sentirá?
– Yo creo que mucho placer, en la variedad está el gusto – me contestó sonriendo.
– ¿A ti te gustaría tener esa variedad? – le volví a preguntar.
– Sí, ¿por qué no? – Victoria me dijo en voz baja.
Le tomé la mano y se la acaricié, ella también me la sujetó, la giré y la besé en su mejilla. Ella me miró fijamente. Le acaricié la cara sin soltarle la mano y deslicé mi lengua por sus labios y como ella dejó que lo hiciera, puse mi mano en su pecho apretándoselo suavemente. Entonces abrió la boca y su lengua buscó la mía, así estuvimos besándonos un buen rato, con mis manos sobre sus pechos tocándoselos sobre la ropa, luego puse su mano sobre mi polla que, erecta, quería sus caricias, y ella la apretó y sobó delicadamente. A continuación pasé mi mano por debajo de su falda y acaricié sus muslos, mis dedos encontraron su tanga y empecé a tocar su chocho. Victoria me besó con más pasión y apretó mi polla con más fuerza.
Haciendo a un lado su tanga con mis dedos, entre los labios de su coñito y ella me correspondió bajando el cierre de mi pantalón y metiendo la mano por la bragueta de mi calzoncillo para coger mi polla y liberarla. Sin soltarla y acariciándola, la observó por unos segundos, me miró sonriendo, se pasó la lengua por sus hermosos labios y se inclinó hacia mi verga, metiéndosela en la boca.
¡Que delicia sentir su lengua jugando con mi polla que, palpitaba con la fuerza de mi deseo! Metí mis dedos en su chocho, sin soltar su clítoris, buscando el punto G. No sé si lo encontré, pero en segundos los dos estábamos suspirando agitadamente. Yo me contuve, no quería correrme tan pronto, miré a Ángel, su marido, que roncaba suavemente. Incremente la velocidad en mis movimientos dentro de su chocho, tomé sus pezones con mi mano y los estrujé suave, pero fuertemente. Victoria se separó de mi polla y mirándome, me preguntó:
– ¿Te gusta?
Que guapa era, su cara reflejaba el deseo de complacer, pero más aún reflejaba su deleite a nuestra pasión, quería dar lo que estaba recibiendo, y me lo estaba dando con creces. Yo no sé qué cara ponía, pero lo que vio seguramente le gustó, mi cuerpo estaba electrizado por el placer, la besé en los labios sintiendo como un beso puede decirlo todo. Volvió a mi pene, yo me concentré en su clítoris y su vagina, hasta que poco después, volvió a mirarme con la cara casi desencajada, pero para mi hermosísima y me dijo:
– ¡Oooh… que gusto!
Inmediatamente cerró los ojos y soltó su cuerpo. Supe que estaba teniendo un orgasmo por su respiración profunda, como queriendo volver a vivir, mientras sus manos apretaban mi polla desesperadamente y movía su cabeza de un lado al otro. Pero si ella estaba casi muerta yo estaba más vivo que nunca. Temblando de deseo me arrodillé a sus pies y le quité el tanga, le levanté la falda y hundí mi boca en su coño para hacerla disfrutar aún más. Una de mis manos en su pecho, otra en su chocho con mi pulgar dentro presionando su suave piel, bebiendo de su cuerpo su fluido que llenaba mis labios, inhalando sus olores para recordar siempre. Sus manos en mi cabello, su cuerpo lacio echado hacia atrás en el sofá. De pronto abrió los ojos y me miró, miró a su marido, me volvió a mirar, me acarició las mejillas agradecida, y dejó que yo siguiera besando sus partes íntimas para nuestro deleite. ¿Cómo se mide el tiempo? Quizá en señales, quizá en movimientos.
Se movió un poco a su derecha en el sofá para separarse de su marido, abrió más las piernas y me levantó hacia ella, me desabrochó el pantalón y me lo bajó, me bajó mi slip y cogiendo mi polla la dirigió a su coño al tiempo que levantaba las piernas para facilitar mi acceso. La penetré con suavidad, fácilmente, pero con resistencia, como un puñal penetra la carne, exquisito placer, sus piernas en mis hombros, mis manos en sus nalgas.
Que dulce dolor, que ansiedad de sentir todo, que deseo de moverme fuertemente y dejar que llegue el placer que sin embargo sé que voy a recordar siempre. Nuestros cuerpos se separan para volverse a encontrar cada vez con más fuerza, me mordía los labios para no dejar que ni un sonido saliera de mi boca, me costaba trabajo respirar. Victoria hacía lo mismo, mirándonos las caras, tratando de decirnos lo que no se puede decir, desenfrenados nuestros cuerpos chocando en un placer celestial de lujuria muy prohibido.
De pronto mi mente se nubló, mi cuerpo seguía moviéndose sin control, quería gritar o gruñir o algo para desahogarme pero sabía que no debía hacerlo, miré a Victoria que arqueándose, me miraba con pasión, con desesperación. Sabía que me estaba esperando para corrernos juntos, esperaba ese momento en que mi polla explotaría y se expandiría en oleadas de amor para llenar de calor no tan solo su coño sino su corazón.
Verla así es mi clímax, tan bella, tan hermosa, tan mujer y llenando mi mente toda ella, mis sentidos en su máximo de sensibilidad, me solté. Mi cuerpo se movía más rápido y más fuerte. Oleadas de placer llegaban por mi polla al eyacular, mi semen llenaba su chocho en cada pulsación de mi corazón, sentía como me vaciaba dentro de ella en cada embestida de mi cuerpo. Miré su cara, sus ojos bien abiertos devorándome, su boca se abría jadeando, veía su gozo, mi gozo.
– ¡Te siento todo, nos corremos juntos, que delicia, que gusto! – me dijo mientras yo me seguía moviendo descargando todo lo que mi cuerpo tenía guardado para ella.
Cuando terminé, descansé mi cuerpo sobre de ella, volví a respirar con normalidad y no pude evitar girarme para ver a su marido, que dormía girado hacia otro lado babeando su camisa.
Yo también hubiese podido quedarme dormido dentro de ella, con mi cabeza en sus pechos, mis manos acariciándola, sus manos acariciándome, disfrutando de la paz que se da después de bien fornicar.
Los ronquidos de su marido hicieron que volviera a la realidad. Nos separamos con cuidado escurriendo semen, tomé sus bragas y con ellas limpié las gotas que habían caído en el sofá. Con mis dedos limpié otras en su cuerpo, en el mío. Nos arreglamos la ropa y ya en paz, nos sentamos a beber de nuestras copas.
-¿Te gustó Victoria?
– Mucho, mucho, es cierto, en la variedad está el gusto.
– ¿A que hora te espero en mi casa mañana?
Lo pensó uno momento y me respondió:
– A las diez de la mañana, ¿te parece bien?
– Me parece perfecto.
Nos despedimos en la puerta con unos besos llenos de caricias. Ya en mi casa, cogí el teléfono y llamé a mi amigo Antonio.
– Hola Antonio, lástima que no fuiste a casa de Ángel, me lo pasé muy bien. También Victoria se lo pasó muy bien conmigo, hicimos lo que tú le quieres hacer. Ángel, borracho, estaba dormido a nuestro lado, fue muy emocionante. Pero te llamaba para que vengas a mi casa mañana a las once, te voy a tener preparadita a Victoria como tú quieres, desnudita y caliente. Te voy a ganar la apuesta cabrón.
– ¿Y si no quiere?
– Claro que va a querer, aunque finja que no, ya me dijo que en la variedad está el gusto, creo que saldrá bien.
Mi amigo Antonio, que también es amigo de Victoria y Ángel, está loco por ella. Yo le había aconsejado que le tirara los tejos y que a lo mejor podría echar un polvo con ella, pero él no se decidía.
Le dije que yo, si lo conseguiría, e hicimos una apuesta que, como ya sabéis, he ganado.
Un saludo para todos y ya os contaré si nos montamos un trío, o no.