Relato erótico

Aproveché la ocasión

Charo
14 de octubre del 2019

Está casada, y se considera una mujer muy convencional y recatada con el sexo. Nunca practicaba posturas “raras” con su marido y por supuesto no tenia fantasías. De pronto, cambió y fantaseaba con tener sexo con varios hombres a la vez. La llegada de unos nuevos vecinos fue una oportunidad que no quiso perder.

Cristina – Valencia
Yo siempre he sido una chica muy tradicional a la hora de practicar sexo, no digo que llegase al matrimonio virgen, pero sí que nunca salí de una rutina clásica, sin introducir fantasías ni “posturas” raras. Todo cambió cuando me casé y tuve mi primer hijo, empecé a fantasear con otros hombres, incluso con varios a la vez, con posturas y técnicas nuevas que solo vi en películas y fotos. Pero estas nunca las podía llevar a la realidad pues mi marido no sería capaz de entender mis nuevos gustos.
En esa época la autosatisfacción fue mi mejor aliada para no cometer imprudencias y tener un desliz con otra persona que no fuese mi pareja y jugaba a menudo con consoladores. Todas estas fantasías se las comentaba a una buena amiga que desde la infancia me había ayudado tanto en el amor como en el sexo, era mayor que yo y tenía más experiencia, aunque estaba soltera y no tenía problemas de ataduras como yo. Vivo en un bloque de pisos de una ciudad moderna, en un barrio de gente trabajadora pero bien posicionada en el que todo era más bien aburrido, todo hasta que llegaron los nuevos vecinos del piso de enfrente. Eran cuatro chicos negros.
Se instalaron rápidamente y como por aquí somos tan curiosas, pronto nos dimos cuenta que estos se estaban todo el día en casa y solo salían por la noche, lo cual empezó a crear comentarios sobre su relación laboral. Era normal, pues tenían buenos coches y llevaban buena ropa. Se dijo desde que eran ilegales hasta que se dedicaban a la venta de droga. Pero mi amiga y yo fuimos las únicas que conseguimos enterarnos de su verdadero trabajo, ya que, en una fiesta de despedida de solteras, en un espectáculo de chicos, los vimos en acción para nuestra sorpresa, y vaya sorpresa, ahí descubrí el potencial físico que existía en la puerta de enfrente de casa y que los chicos tenían un trabajo legal. Empecé a fantasear con ellos, con sus cuerpos tan cuidados y con sus enormes miembros. Nunca había pensado en los negros como compañeros de cama y eso me ponía, y claro, se lo dije a mi amiga. Esta me animó a que me acercase a ellos y probase suerte, yo evidentemente dije que no, era algo muy arriesgado y disparatado.
Pero un día a solas en casa, mirando a mí alrededor y viendo el mundo de contención y recato que había construido, me di cuenta de que o me lanzaba, o mi vida sexual se convertiría con mis 30 años en un camino de aburrimiento. Llamé a mi amiga y le dije que este finde me lanzaba, ella se quedaría el niño todo el fin de semana, aprovechando que mi marido se iba de viaje de negocios con un compañero. Yo ya hablaba con los chavales desde hacía un tiempo; soy una persona muy extrovertida y esa semana me lance más, les llamaba a casa para pedirle azúcar e intentaba encontrármelos en los pasillos del bloque.

También hablaba con ellos de su trabajo y así conseguí tener la suficiente confianza para invitarlos a casa a comer el sábado (evidentemente no podían cenar por su trabajo nocturno). Esa mañana me preparé a conciencia, yo no soy una chica escultural, la maternidad te deja marcas, pero estoy muy bien, algo rellenita pero todo muy bien puesto, con un culete muy gracioso y unos pechos generosos.
Fui a la peluquería, me rasuré mi pubis sin dejar un solo pelo, como las actrices porno y busqué un pantalón vaquero que al sentarme dejase ver un tanga que me había comprado, unas botas y una camiseta ajustada fue el resto. Llegaron, comimos, nos reímos. Yo estaba a cien viendo tanto músculo y pensando en el tamaño de los miembros que había visto en el show y que ahora estaban en mi dulce hogar. Llego la hora del postre, les dije que iría a la cocina a por él y tras entrar, cerré la puerta, era hora de actuar. Me quité la ropa y me quedé con el tanga y un sujetador que dejaba ver bien mi buena delantera, me coloqué las botas altas y me hice dos trenzas para dar una imagen más loca. Di un trago a un licor bastante fuerte y me lancé al salón. Los ojos de los chicos se quedaron iluminados y eso hizo que cogiese más confianza, me sentía guapa, entonces les dije:
– ¡Aquí está el postre!
Me senté en el sillón, justo en el centro de ellos y rápidamente empezó la fiesta. Ellos eran expertos en sexo y casi nada tuve que hacer. Me empezaron a meter mano por todos los rincones de mi cuerpo, 8 manos para mi sola. Mi poca ropa empezó a volar y poco después me encontraba totalmente desnuda, sentada sobre sus muslos en el sillón familiar. La visión de mi coño desnudo y rasurado provocó que este fuese el centro de la fiesta, era normal, pocas veces te encuentras una madre jamona con el chocho tan cuidado. Estaba muy mojada y los dedos empezaron a entrar con facilidad en mi cueva. Un solo dedo de uno de estos negros era como meter la polla de mi marido, por eso cuando entraron dos, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Solo con meterme los dedos ya consiguieron que me corriese una vez.
– Bueno mami, ahora te toca a ti portarte bien…
Nos pusimos todos de pie y yo con ellos, los desnudé y los toqué con ganas, estaba ciega viendo tanto músculo y más cuando los pantalones volaron. Me puse de rodillas y empecé a masturbar sus enormes pollas, ellos reían y disfrutaban, y yo me sentía como una diosa del cine porno. Me subió más la moral y empecé a succionar sus miembros, cosa que era la primera vez que hacía en mi vida. Todas eran enormes, tanto que casi no cabían en mi boca. Yo tragaba con energía y ellos me pusieron fácil el trabajo, ya que hicieron un círculo alrededor de mí. Las chupé a conciencia, masajeando sus enormes pelotas las cuales metí en mi boca, eso les gustaba.

Así estuve un buen rato, la mandíbula ya me dolía y empecé a deducir que estos tíos aguantarían más de los diez minutos a los que mi marido me tenía acostumbrada, por lo que decidí ponerme de pie y tirar para el dormitorio con intención de ponerme bien el chochete. Por el camino me encontré una cinta métrica que mi marido utilizaba en el trabajo.
– ¡Esperad que quiero saber cuánto voy a tener que recibir!
Se las medí y descubrí con asombro que lo que tenía entre manos eran palabras mayores. Los dos a los que menos les medía tenían unos considerables 22cm, el más alto 23 y uno, que era el más musculoso, tenía 25, además del grosor que era casi de mi muñeca.
– ¡Vuestros jefes tienen que estar contentos con semejante plantilla!
Entramos en el cuarto, se empezaron a sentar en la cama, por lo que deduje que la idea era que me quedara de pie y trabajase yo. Me puse de espalda a ellos me agaché un poco para ser abierta por sus herramientas de gran calibre. Empecé con los que la tenían más pequeña. Fui bajando mi cuerpo y sentí como la punta del cipotón tocaba mi coño. Empezó a entrar con dificultad por el tamaño, seguí bajando y parecía que eso nunca terminaría de entrar hasta que llegó al fondo. Me sentía llena, además esa postura no la había practicado nunca y no sabía que con esta me podía caber toda la polla de ese hombre. Así estuve unos segundos y los otros negros empezaron a animarme para que empezase a bombear. Subí y saqué aquel monstruo de mi interior, para proceder a la operación anterior. Al realizarla, el aire que se había colado en mi mojada vagina salió emitiendo un sonoro ruido, cosa que nunca me había sucedido y me dio constancia de que mi cavidad íntima estaba súper dilatada. Empecé a subir el ritmo y mi culo empezó a botar sobre el negro.
Yo subía, bajaba y gemía como una loca. Las manos del negro me magreaban el culo y las tetas, pellizcando mis enormes pezones. Llevaba cinco minutos y pasé a manos del otro, el cual trabajé como el anterior, pero subiendo el ritmo. El que ya había conocido mis interiores se puso de pie y me puso el rabo en la boca, aspiré con energía mientras botaba sobre el otro semental negro. Pasé a manos de otro y con la misma posición seguí ensanchando mis paredes vaginales hasta que llegó el turno del que la tenía más grande. Saqué de la mesita de noche un tubo de vaselina que había comprado, pues sabía que meter un cacharro así me costaría y toda ayuda sería de agradecer.
Justo antes de realizar el lubricado del miembro, una sensación de poder se apoderó de mí. Tiré el bote sobre la cama sin ni siquiera abrirlo, le pegué una lamida con mucha saliva a ese mástil y me senté rápidamente sobre él. Mi grito de placer fue inmediato, acababa de meterme en el cuerpo un cuarto de metro de polla negra. Boté con energía y me corrí casi llorando por el dolor.
Estuve sobre el negro más de diez minutos mientras los otros se turnaban para que se las chupase. Me levanté dolorida y gozosa por lo que estaba descubriendo, nunca imaginé que mi cuerpo aguantase y gustase tanto. Me coloqué a cuatro patas sobre la cama, quería sentirme una perrita y no pasó ni dos segundos cuando uno de ellos me introdujo de nuevo todo su cacharro en mi coño. Ya estaba súper dilatada, la polla me entraba con facilidad, la suya y todas, pues a intervalos de cinco minutos los machos se turnaban y me seguían jodiendo sin piedad. Yo intentaba gemir pero siempre tenía un pollón en mi boca que me lo impedía.

Pasó un buen rato y uno de ellos se tumbó en la cama, yo me coloqué sobre él, lo abracé y me introduje toda su carne.
– Si de este coño ha salido un niño, le tienen que caber dos pollas a la vez.
Al escuchar eso miré para atrás con intención de pararlos, pero uno de ellos me metió su cacharro en la boca y el que estaba debajo de mí me agarró la cintura, el tercero se colocó tras de mí y puso su sexo en mi entrada, que ya estaba ocupada por el otro grueso miembro y lentamente empezó a empujar. El dolor fue inmenso, sentía como mi interior se agrandaba y una lágrima comenzó a bajar por mis mejillas, se estaban ensañando conmigo y es normal, pues mi actitud era de auténtica entrega. Al llegar al fondo, se paró y estuvo así largo rato, esperando que mi cuerpo se adaptase. Durante ese rato por mi mente pasaron multitud de imágenes, sabía que si ahora estaba así era porque yo lo había buscado, que esto ya se salía de lo normal, entonces miré a mi derecha y vi los muebles de mi habitación, los que yo había elegido sin gustarme porque eran los que a la mayoría gustaba, recordé lo aburrida que era mi vida sexual y cuando terminé vi que mi vagina estaba más dilatada aun, como si fuese a parir.
Los dos negros empezaron a moverse dentro de mí, y yo empecé a disfrutar como nunca de algo que ni me imaginaba podía realizar, tener en mi coño dos enormes pollas. Todo esto provocó una reacción de orgasmos por mi parte. Se fueron turnando hasta que los cuatro pasaron por duplicado por mi cavidad. Me puse de pie sobre la cama y dos de ellos me sorprendieron suspendiéndome en brazos, uno a cada lado, y bajándome de la cama. Yo ya me esperaba cualquier cosa… y así fue. Mi cama tenía en las esquinas unas enormes bolas doradas del grosor de una botella de litro y medio, habían puesto una de ellas un condón con mucha vaselina. Nada más verlo me hice una idea de lo que me esperaba.
– Bueno a ver si eres tan súper como dices golfita.
Tras aguantar la follada anterior sabía que era capaz de meterme eso, por lo que no dije nada, sonreí y me limité a ser el juguete de estos tíos, ellos también tenían derecho a pasarlo bien. Agarrada por dos de ellos, me fueron metiendo la bola lentamente hasta estar toda dentro, mi pubis al estar despoblado dejó ver con más claridad como subía y engordaba por lo que había dentro. Nunca más miraría indiferente esas bolas.
– Si no lo veo no lo creo, esta tía es impresionante.
Me la sacaron, me colocaron en la cama, me abrieron de piernas, la entrada a mi vagina estaba abierta y podían meter los dedos sin tocar las paredes.

Me pidieron permiso para fotografiar ese acontecimiento y yo disfrutaba viendo cómo se excitaban ante mi cuerpo, me sentía poderosa. Con ese subidón cerré mis piernas y me puse de pie, fui al baño y les dije que esperasen que ahora vendría lo mejor. Mi intención era ser penetrada por el culo, ya lo había hecho a solas y sabía que podría con sus pollas, pero antes tenía que vaciar para que esta penetración fuese limpia.
Salí y cogí el bote de vaselina, los cuatro se sentaron en la cama como al principio y se masturbaron, mientras yo me lubricaba e introducía los dedos. Fui al primero y lo preparé con la crema, me puse como al principio, pero esta vez el agujero que iba a ser jodido era el de mi culo. Me senté sobre el negro y sentí como un escalofrío recorría mi ano, luego empezó a convertirse en un dolor caluroso, pues mi culo empezaba a abrirse como nunca lo había hecho.
La metí lentamente y poco a poco fui tomando ritmo hasta que el dolor se convirtió en placer. Pasé por manos de todos y él ultimo, como siempre, me dejo totalmente reventada. Tras esto, fui penetrada nuevamente por partida doble, pero esta vez fue el culo y el coño a la vez. Ahí fue donde más disfruté con un sinfín de orgasmos seguidos y descubrí que soy capaz de llegar al multiorgasmo.
Llevaba ya un buen rato así y ya mis fuerzas empezaron a fallar, no podía más, me limité a tirarme sobre la cama y dejar que ellos se turnasen para joderme mis agujeros, según sus gustos, a un ritmo que ya era endiablado.
– Bueno chicos, vamos a ir terminando que hay que ir a currar.
Llevaba casi toda la tarde follando y ellos aún no habían terminado, sabía que el final se merecía lo mejor, y yo ya estaba saciada completamente, por lo que tocaba hacer una buena guarrería para que ellos disfrutasen. Me levanté y decidida fui a la cocina, pillé un taburete bajito y me fui a por ellos.
– ¡Venga que la mami os va a ordeñar!
Sé colocaron alrededor de mí y los masturbé con fuerza. Parecía que la idea gustaba a estos machos. El primero se corrió, cuando paré le succioné la polla de tal manera que se quedó brillante. Seguí con el siguiente y expulsó todo su contenido gracias a mi trabajo. Luego el tercero que mejoró la cantidad.
– ¡Ahora le toca el turno al negro más macho!
El que la tenía más grande sonrió, la puso en mis manos, y empecé a mover mis brazos con fuerza mientras chupaba como una aspiradora. Se corrió y no defraudó, ya que fue el que más cantidad expulsó.

Tras esto chupé las puntas de sus pollas hasta que estas quedaron desinfladas y finalicé la faena.
Se fueron felices, yo me quedé tumbada en la cama, con mis cavidades dilatadas a tope y con la sensación de haber hecho algo único. Llamé a mi amiga y se lo conté todo.
Besitos.

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