Relato erótico
Aproveché la ocasión
Quedó con su amigo para comentar algunas cosas de la universidad. Su madre le dijo que había salido pero, que no tardaría. Le ofreció algo para beber y le dijo que mientras esperaba, ella, iría haciendo cosas en casa.
Roger – Valencia
Empezaré diciendo que me llamo Roger, que yo soy de Valencia y que la madre de mi amigo es una mujer de 45 / 50 años, normal, como toda mujer de esa edad, nada especial como cuentan en algunos de los relatos sobre mujeres de mucha edad en cuerpo de chica de 20 años. Sus pechos son grandes y algo caídos y su culo es muy normal.
Todo empezó cuando mi amigo Paco estaba en su casa y me llamó porque quería hablar sobre algunas cosas que ahora no vienen para nada al caso. El asunto es que cuando llegué me encontré, como es de costumbre, que no estaba porque se había ido y nadie sabía a donde. No me alarmó ni me puso de mal humor ya que en él esto es muy normal. A pesar de todo su madre, Juana, me dijo que ya volvería, que no me preocupase, y le respondí que ya lo sabía, que era normal como siempre pues Paco tiene un grave problema con la puntualidad.
Estando en la cocina esperándolo Juana me dijo:
– Roger, ¿quieres algo de tomar?
– No, no tengo sed, gracias – le contesté con un poco por vergüenza ya que si bien nos conocemos hace muchos años con Paco, la relación con su madre nunca pasó de mucha charla.
– Mira yo me tengo que ir y tengo que bañarme, mi hijo estará al llegar, así que te dejo solo. ¿No te preocupa, verdad?
– No para nada, vaya tranquila que yo lo espero.
– Bueno cualquier cosa estoy en el baño, si me necesitas pega un grito o asómate, total está la cortina alrededor de la ducha.
– De acuerdo, tranquila – le dije como un cumplido porque no pensaba pasar nada.
Al rato, no había pasado un minuto de que entro Juana en la ducha, cuando sonó el teléfono y como no me quedaba otro remedio, contesté. No era nada importante, una de esas propagandas que te hacen por teléfono, así que contesté que el dueño de la casa no estaba y que llamase una hora más tarde. Al instante me tuve que asomar al baño y comentarle lo que había pasado, ya que en cuanto sonó el teléfono me gritó:
– Atiéndelo tú, y quien sea dile que llame dentro de una hora.
Fui al baño y le dije, desde afuera:
– Ya está, dije que llamen dentro de una hora, eran del banco para no sé que servicio.
– No te oigo Roger, entra que no hay problema.
Con un poco de morbo y algo de excitación entré, sabiendo de que no iba a pasar nada, pero el que fuera la madre de mi amigo y que solo una cortina me separaba de ella, eso me excitaba, aunque no fuese una exuberante mujer, pero bueno, me gustan las maduras así que eso solo bastaba.
Observaba la cortina, que estaba algo abierta, y se podía ver su pubis con un colchoncito de pelo negro en él, y haciendo esfuerzos por no mirar pero a la vez mirando todo lo que podía, le comenté lo de la llamada. Ella me dijo que estaba bien y supongo que ahí me tendría que haber ido, pero no podía dejar de mirar su coño. A esto ella me miró y me tiró agua desde el otro lado.
– ¿Qué miras? – dijo – Eres un atrevido.
– No, disculpe, no se que decirle, perdón – dije colorado como un tomate, y muy avergonzado me di la vuelta y me fui.
Me senté en la cocina y no sabía que hacer, pensé en irme pero me tenía que quedar ahí porque iba a llegar mi amigo así que no me podía ir. Pero paso el tiempo me calmé, paré de temblar y me bajaron las pulsaciones. A todo esto Juana salió de la ducha y no me dijo nada, pero para mi gusto había salido muy atrevida. Se puso un trajecito blanco y rojo con su braguita, ya que se le veía, y sin sujetador debido a que sus grandes tetas le colgaban más de lo común.
– ¿Todavía no ha llegado Paco, mirón? – me preguntó medio sonriendo.
– No, disculpe fue sin querer.
– Está bien.
A todo esto a mí ya me habían subido de nuevo las pulsaciones, enrojecí de nuevo y ella estaba poniendo la ropa en la lavadora de tal forma que se había agachado y se le veía gran parte de la braga blanca. Aclaremos que tengo 20 años y aunque no era mi primera relación sexual, el que fuera la madre de mi amigo me daba mucho temor. Mientras hacía eso me dijo:
– No me estarás mirando de nuevo ¿no?
La verdad era que no me había percatado, pero cuando dijo eso miraba directamente a su culo y me pescó de nuevo.
– Ah, ahí está el mirón, de nuevo mirándome – exclamó.
– No pare, disculpe, es que…
– No digas nada, está bien, el problema es que podría ser tu madre – y diciendo esto se me sentó encima de las rodillas y añadió – ¿Eso no te da reparo?
– La verdad que no, pero le pido disculpas – contesté tartamudeando.
Yo estaba que no daba más, la verdad es que no sabía como iba a terminar todo eso, pero de lo que estaba seguro era que cuando llegase a mi casa me iba a hacer una paja totalmente en su honor.
Ella se quedo un rato más sentada encima de mí y mirándome a los ojos, yo no sé como ni de donde saqué mis fuerzas y le robé un pequeño beso, diciéndome ella de nuevo:
– Que atrevido que eres… pero me gustó.
Ahí no lo pensé y la volví a besar ahora con todas mis fuerzas y fui totalmente correspondido. Nuestras lenguas empezaron una lucha sin tregua hasta que ella me dijo:
– Por favor, para Roger, déjame cerrar la puerta, no vaya a ser cosa de que llegue mi hijo – fue cerró, volvió y me dijo – Pero, ¿todavía vestido?
Rápidamente me saqué con su ayuda la camisa y empezamos a besarnos mientras me desabrochaba el pantalón al tiempo que yo le sacaba como pude el trajecito que llevaba dejando sus grandes pechos al descubierto los cuales me mostraron unos pezones rojos, grandes y duros, que empecé a besar con todas mis fuerzas mientras ella me decía
– ¡Sigue, no pares que me gusta esto!
Al rato me separé de ella, saqué bruscamente todo lo que había en la mesa de la cocina, ella se sentó allí, yo le bajé las bragas y empecé a chupar su coño, bebiendo todos sus flujos.
– ¡Aaaah… como me gusta, me calientas mucho, cabroncete, como me gusta… sigue, no pares, que quiero que me hagas correr así, sigue quiero que me hagas gozar!
Yo seguía chupando mientras manoseaba sus pechos hasta que en un momento ella empezó a gritar desaforadamente:
– ¡Siiií… siiií… dale… oooh… me muero…!
Así se corrió ella en un orgasmo muy ruidoso y yo bebí todos sus flujos, pero sin desaprovechar esa situación, me bajé los pantalones, apunté mi polla en su caliente y mojada raja y empecé a penetrarla.
– ¡Sí, me encanta, hazme tuya Roger, no pares que me gusta, cuanto hacía que no lo sentía!
Yo, mientras ella gritaba y nos besábamos, ella sentada en la mesa y yo dándole de pie, estaba en el metisaca rapidísimo, cuando yo le dije:
-No quiero correrme sin penetrarte por todos los agujeros.
Ella, a pesar de lo que yo pensaba de lo que me iba a decir, me paró y me dijo:
– Sé lo que quieres mi amor, y te lo voy a dar… ¡rómpeme el culo!
Al decir esto se bajó de la mesa, apoyó sus dos manos en ella, apuntó su culo hacia mí y sin pérdida de tiempo, empecé a entrar en su ano. Estaba algo estrecho pero me dijo ella:
– Dale duro, no tengas miedo que aquí nadie nos oye y a mi me encanta, así que no hay problema, dale duro.
Tomé sus palabras al pie de la letra y empecé a meter con todas mis fuerzas al tiempo que ella empujaba hacia mí, y de un empujón entró todo mi miembro de golpe haciendo que ella gritara con todas sus fuerzas:
– ¡Aaaah… me estás rompiendo el culo, pero me encanta!
Seguimos así por más de cinco minutos y mientras la penetraba por el ano le tocaba su mojadísimo coño y en eso, cuando ella estaba acabando por segunda vez le dije que yo estaba apunto de correrme también, pero ella me empujó hacia atrás y me dijo:
– Córrete en mi boca, amor, dámelo todo, me has follado como nunca antes me lo habían hecho, me has hecho sentir toda una puta.
Mientras decía esto, ella me pajeaba rapidísimamente con su mano y así me corrí lanzando todo mi semen, en gran cantidad en su boca, manchándole además toda la cara y el pelo. Entonces me miró a los ojos con una cara de lascivia total y me dijo:
– Me ha encantado, dime que me lo vas a repetir.
– No lo dudes – exclamé – siempre que quieras yo voy a estar.
En eso oímos el timbre. Era mi amigo y mientras yo me vestía a toda prisa, ella me dijo recogiendo todo lo que estaba tirado en el suelo para no despertar sospecha:
– Por tu culpa me tengo que duchar otra vez, aunque me gustó, y dile a mi hijo que tú lo esperabas mientras yo me estaba duchando, que si no se da cuenta nuestra relación va a durar por mucho.
Besos y hasta otra.