Relato erótico
Aprobé todas las materias
La asignatura de biología no se le daba muy bien y sus padres decidieron que tomara clases particulares. Se lo comentó a su profesora de biología y le dijo que podría darle clases particulares, pero en su casa.
Julia – Salamanca
Voy a contar lo que me sucedió cuando estaba en la universidad, cuando no podía pasar una de las materias y al parecer todo decía que iba a perder el año, pero logré aprobarlo y voy a relatar cómo fue.
La maestra de biología, que se llamaba Amalia, era una señora algo mayor pero extremadamente guapa. Yo veía como mis compañeros la miraban con ojos de lujuria y como, a simple vista, trataban de desnudarla. Era alta, como de 1,75 de estatura, con unas piernas largas tremendas, unos pechos grandes y un trasero fenomenal.
Yo, al ver que no podría aprobar la materia y de acuerdo con mis padres, un día al salir de clase y a solas le dije que si me podía ayudar a estudiar.
– Sí, no hay problemas, te ayudaré pero no podemos hacerlo en la escuela así que, ¿por qué no vienes el sábado por la tarde a mi casa y allí hacemos el repaso? – me dijo ella.
Así fue, llegué a su casa con todos mis apuntes y cuando llamé al timbre, salió ella con un vestido bastante provocativo, y al quedármela mirando con cierta cara de asombro, ella me dijo:
– Voy así vestida porque vengo de una comida pero espera un minuto que me voy a poner más cómoda.
Entró en una habitación, mientras que yo esperaba en el salón y a los pocos minutos apareció de nuevo con una bata semitransparente que no dejaba nada a la imaginación de ese tremendo cuerpo que te he descrito antes.
Empezamos a repasar y a estudiar mientras ella apoyaba su cuerpo al mío con la excusa de remarcarme algo que creía importante. Lo hacía siempre que podía hasta que, después de un rato me preguntó:
-¿De verdad quieres repasar la materia?
-Sí – le contesté yo sin entender su pregunta.
– Está bien – añadió ella entonces –
Si haces todo lo que yo quiera te aprobaré casi sin necesidad de estudiar.
Todavía sin entender nada, acepté encantada su propuesta.
– Ponte de pie y desnúdate – me ordenó entonces ella.
Al principio me quedé sorprendida que me dijera esto pero acabé obedeciéndola y después de que me desnudé ella se acercó a mí y empezó a besarme los pechos mientras ellas se quitaba la bata y quedaba solo con un pequeño tanga. Después subió la cabeza y juntando sus labios con los míos, me besó en la boca haciendo, a los pocos segundos, que nuestras lenguas jugaron de lo lindo en varios besos que nos dimos.
Entonces ella metió uno de sus dedos en mi chocho, que ya tenía demasiado húmedo y eso al parecer le gusto a ella pues me pidió que me acostara en una mesa de centro que tenía en la sala. Al hacerlo me pidió que abriera mis piernas lo más que pudiera. Así lo hice y al momento, con gran destreza, ella abrió con sus dedos mis labios vaginales de par en par dejando todo mi chocho al descubierto donde se veía claramente mi clítoris que parecía en esos momentos un botoncito rosadito.
Teniéndome ella así, acercó su boca y a mi coño y me empezó a comer toda, pasando su lengua de arriba hacia abajo, empezando por mi clítoris y terminando en mi ano. Yo creía que estaba flotando, disfrutando de aquello pues la verdad era que nadie me había chupado el coño como ella lo hacía en ese momento.
Después de un rato de enloquecerme con su lengua, ella se puso de pie y levantando una pierna sobre la mesita de centro, hizo que su chocho chocara con el mío y friccionando coño con coño terminamos ambas con un orgasmo tremendo, para después quedarnos en el sofá, dormidas un rato.
Al despertar, ya más calmadas, y cuando yo me iba a mi casa, ella se despidió muy calurosamente con un gran beso en la boca diciéndome:
– Ya tienes la mitad de tu aprobado pero te
espero el sábado próximo para rematar la nota.
La verdad es que la semana fue algo larga para mi y todos los días pensaba en la imagen en la que ella se comía todo mi coño y de solo pensarlo me humedecía y no tenía otra solución que masturbarme en el lavabo de la escuela, pero por fin llegó el sábado y a la tarde me dirigí, más que excitada, a su casa.
Al tocar el timbre de la puerta ella salió en bata y me dijo que pasara pero, con tremendo asombro, vi que estaban dos hombres con ella.
-Espero que no te moleste que haya invitado a unos amigos para estar con nosotras -me dijo ella al ver mi cara de sorpresa.
Tras unos momentos de duda, acabé por decirle que no. Entonces me hizo sentar en el sofá en medio de los dos hombres mientras que ella se sentaba en un sillón, como si solo fuera a observar. Entonces unos de los hombres empezó a tocarme los pechos mientras que el otro, al ver esto, me desabrochaba la blusa y me quitaba el sujetador y al quedar mis pequeños pechos al aire, los dos los empezaron a besar mientras uno apartaba a un lado una de mis piernas y el otro también hacía lo propio con la otra, quedando así bien abierta de piernas. En ese momento vi a Amalia que se acercaba y de un tirón me arrancó las bragas y arrodillándose entre mis muslos, empezó a chuparme el chocho mientras que los dos tipos mordisqueaban mis senos.
Al poco rato, los dos se bajaron la cremallera de sus pantalones y sacando sus pollas, llevaron mis manos hacia ellas para que se las masturbara. Eran dos vergas fenomenales, tan duras que incluso brillaban y las bolas que ellos lucían eran extraordinariamente grandes.
Ya casi todos desnudos uno de ellos, diciendo que me quería follar, me cogió por la cintura, me levantó sin problemas y me dejó caer sobre su gran tranca. Yo grité del dolor al sentir meterse en mi raja esa tranca tan tremenda pero después de un instante, ya llena de ella, me empecé a mover yo solita pues era una cosa realmente buena.
Entonces, Amalia, a cuatro patas, se acercó hacia donde me penetraban y empezó a chupar a ratos mi clítoris y a ratos las bolas de él mientras el otro, detrás de ella, se la clavaba duramente en el coño.
Así permanecimos largo rato
hasta que los tíos
se corrieron y entonces me preguntó:
– ¿Te atreverías a comerte mi coño?
Yo, que estaba tremendamente excitada y había perdido ya toda mi vergüenza, le dije que sí.
Ella se recostó
sobre el sillón y
abrió sus largas piernas dejándome ver su chocho totalmente rasurado. Acerqué
a ella mi boca y
me encontré que
había unas pocas
gotas de semen
en los alrededores de su coño, las cuales muy
discretamente
me comí.
Sentía
que mi cabeza
desaparecía en la
inmensidad de
esas piernas y ese
culo grandísimo y
en un momento
en que levanté
mi mirada, vi
que ella se metía en la boca la tranca de uno de los tipos, haciéndole una mamada fenomenal pero, de pronto, sentí que el otro estaba detrás de mi y sin decirme nada me ensartó con su tranca por el culo. Yo grité de dolor porque de un solo golpe me la metió toda dentro de mi pequeño ano.
Así seguimos hasta el momento en que la tranca que tenia dentro de mi culo se puso tremendamente dura y yo le empecé a suplicar que saliera, que parara, pues ya dolía muchísimo. De pronto empezó a eyacular dentro de mi culo, Casi en el acto, el otro empezó a correrse como una fuente en la cara y en la boca de Amalia y ella tragaba todo lo que aquella tranca le lanzaba. Entonces los dos se sentaron a otro lado mientras Amalia, se me acercaba, me abrazaba y nos empezábamos a besarnos la boca al tiempo que yo, con mi boca y con mi lengua, le limpiaba todo rastro de semen que se encontraba en su cara, comiéndomelo todo sin dejarla de besarla.
Después de esto los dos tipos se fueron y nos quedamos solas.
-Con esto has aprobado la asignatura -me dijo entonces ella -pero si quieres seguir viniendo a casa los sábados por la tarde, será estupendo.
Me fui agitada a mi casa, dormí muchísimo y el dolor de mi ano me duró como cuatro días. Pero al llegar a la escuela y comprobar que mi asignatura, sin estudiar, estaba realmente aprobada, decidí ir a darle las gracias el sábado por la
tarde, pero eso es otra historia.
Os mando todos mis besos.