Relato erótico
“Aprendiendo” en el Caribe
Cuando su marido se jubiló, la empresa, le regaló un viaje al Caribe. Fue un viaje inolvidable y allí pusieron en práctica “cosas” que nunca se hubiesen imaginado.
Elisa – Madrid
Somos un matrimonio que asiduamente leemos Clima, lo cual nos excita tanto a mi marido como a mí. Me llamo Elisa, tengo 59 años pero creo que me conservo bien aunque con unos kilitos de más pero bien repartidos en mis hermosas tetas y en un buen culo. Ignacio, mi marido, tiene mi misma edad.
Todo comenzó cuando en la empresa en la que mi marido trabaja, tienen por costumbre que cuando uno de los empleados lleva 25 años en la empresa y se jubila, le pagan un viaje y nosotros ya lo hemos hecho. En el mes de mayo pasado nos fuimos al Caribe. El recibimiento fue una novedad para mí y para mi marido. Unas chicas preciosas se llevaron a Ignacio por un lado poniéndole un collar de flores y dándole unas copas y a mí unos guapos chicos me agasajaron lo mismo, con frutas y bombones, y así nos llevaron hasta nuestra habitación.
Después de descansar varias horas por lo del cambio horario y el avión, llamaron a la puerta. Era uno de los chicos que nos agasajaron al llegar preguntándonos que si queríamos que nos subieran la cena y que después habría baile y atracciones. Tras cenar decidimos bajar encontrándonos con una fiesta muy agradable y nada más sentarme junto a mi marido, se acercó el mismo chico que nos recibió y con una sonrisa preciosa en sus labios, le dijo a mi marido:
– ¿Cómo es que una mujer tan guapa como la suya no está bailando? Si me lo permite me gustaría sacarla a bailar conmigo.
Antes de que contestara mi marido, él chico ya me había levantado del asiento y de la mano me llevaba a la pista. Enseguida empezó a adularme con su gracia caribeña diciéndome lo guapa que era, lo bien que bailaba, lo contento que estaría mi marido de tener una mujer así y cosas parecidas. Yo, francamente, me sentí en una nube, no solo con sus halagos si no también porque era un chico muy guapo. En el transcurso de la noche bailé varias veces con él y hubo momentos, no sé si adrede o por casualidad, cuando se apretaba a mí, tanto por detrás como por delante notaba su bulto rozándome las nalgas de mi culo o mi coño. La verdad es que tuve momentos en que llegué a excitarme. Y mi marido debió darse cuenta pues me dijo:
– Al morenito le has gustado.
– ¡Anda, tonto, si soy más vieja que él! – le contesté.
– Pues recuerda lo que te he dicho varias veces, que gallina vieja hace buen caldo – añadió él.
Aquella noche, mi marido y yo, hicimos el amor de una manera alocada y aunque yo no quería pensar en el chico, sin saber porque me acordaba de él bailando y de sus roces.
Al día siguiente fuimos a la playa y después de comer me eché una siesta mientras Ignacio bajaba al bar a tomar café y cuando subió le noté muy animado ya que empezó a besarme, a tocarme las tetas y sin venir a cuento, me dijo:
– Elisa, ¿recuerdas cuando hace unos quince años o así te propuse ir a un club de intercambio de parejas y tú no permitiste que hiciéramos nada, solo que aquel hombre te metiera mano un poco y yo a su mujer…?
– ¿A qué viene ahora eso, Ignacio? – le corté.
– No, por nada, pero que si te sale una oportunidad de echar un polvo con alguien y te apetece, pues que lo aproveches y que sepas que a mi me gustaría ver como otro tío te folla, que disfrutaría contemplando cómo te corres con la polla de otro – acabó.
– Anda, anda, estás loco, ¿quién se va a fijar en esta gorda sesentona? – le contesté.
– Bueno, por si acaso ya lo sabes, no te cortes – me contestó Ignacio.
Esa noche fue parecida a la anterior. Bailé con Tony, que así se llamaba el chico, y con mi marido, hasta que a las doce Tony nos dijo que si no conocíamos las discotecas él nos podría llevar. Mi marido enseguida dijo que de acuerdo. Habíamos tomado unas cuantas copas de coco con ron y creo que nos estaban haciendo efecto ya que, sin ningún recato, yo iba en medio de Tony y de mi marido y de vez en cuando me daban una palmadita en el culo. En las discotecas me puse a bailar casi siempre con Tony el cual enseguida me apretó y noté su bulto contra mis muslos. Eso me fue calentando ya que cuando el baile era lento se apretaba más y me besaba el cuello hasta que le dije:
– Retírate, que mi marido se puede enfadar.
– No lo creo – me contestó – tu marido es un hombre muy liberal.
Entonces comprendí la alegría de aquella tarde. Lo debía de tener planeado así que desde ese momento dejé que me magreara ya que yo tenía las bragas mojadas de lo cachonda que me puse.
Al rato nos propuso tomar unas copas en su apartamento, y aceptamos ya que tanto mi marido como yo nos imaginamos lo que podía pasar. Nada más entrar me abrazó a la vez que me iba desnudando y cuando saltaron al aire mis tetas él me chupaba una y mi marido la otra. No supe quien me estaba quitando la falda y las bragas pero en pocos minutos estábamos los tres en pelotas. Me tumbaron en el sofá e Ignacio me dijo:
– Mira, cariño, que polla tiene Tony.
Sin esperar mi respuesta me acercó aquella tranca a la cara. Era la mayor polla que había visto pero no lo dudé, la agarré y empecé a metérmela en la boca donde apenas me cabía, mientras mi marido se había colocado entre mis piernas y me estaba comiendo el coño. Así fue mi primer orgasmo y entonces Ignacio le dijo a Tony:
– ¡Mira como se le ha puesto el coño a mi mujer, anda fóllatela bien y ya verás como disfruta con tu polla, que no conoce otra polla nada más que la mía!
Así que Tony se salió de mi boca y colocándose entre mis piernas me metió esa hermosura de polla y cuando la sentí dentro de mis entrañas empecé a chillar como nunca a la vez que me corría una vez tras otra, mientras mi marido se la meneaba diciéndome:
– Anda, cariño, disfruta para que Tony vea que una mujer madura le saca toda su leche.
Esa noche le hice una mamada al chico y él me folló dos veces y cuando estábamos descansando y tomando un coco con ron, le dije a Tony:
– ¿No tendrás una amiguita para Ignacio? Me da pena que él no pueda follarse a otra mujer.
– Tengo una amiga casada pero también vendría el marido – me contestó.
Miré a Ignacio y él dijo que no le importaba así que quedamos con Tony y sus amigos para dos días después y cuando llegamos a nuestro hotel mi marido parecía loco de alegría al decirme:
– Cariño, hoy soy el tío más feliz después de haber visto como disfrutabas follando con otro – y así, metiéndomela en el coño, quedamos dormidos.
El día que nos presentó a la otra pareja, fuimos a cenar y después volvimos al apartamento de Tony. La otra pareja se llamaban Belinda y Sam, tendrían unos 28 años aproximadamente, Belinda era una preciosidad y mi marido se relamía pensando en la tía buena que se iba a follar y Sam era un mulato precioso, tanto como Tony.
– Poneos cómodos pero no empezar sin mí.
Sam me abrazó y me fue quitando la blusa mientras me besaba y cuando miré donde estaba mi marido, ya nos llevaba delantera pues le estaba tocando las tetas a Belinda y ella tenía su polla en la boca. Esa escena me puso más cachonda y empecé a bajar los pantalones a Sam a la vez que él me dejaba desnuda. Cuando apareció Tony con las bebidas, se colocó detrás de mí y dijo:
– Que malos amigos sois, os dije que no empezarais sin mí.
En un momento estábamos todos en pelotas y Tony me cogió de las tetas con una mano y con la otra me abrió los labios de la almeja a la vez que decía a su amigo:
– Verás que jugoso y profundo tiene el coño esta señora.
Diciendo esto se arrodilló entre mis piernas y apartando mi pelambrera se comió mi pipa hasta que sin poder más me corrí en su boca. Mientras, mi marido hacía lo mismo con Belinda. Entonces me pusieron de pie y uno por delante y otro por detrás me restregaban sus pollas tanto por el coño como por el culo, pero cuando noté que uno de ellos me la quería meter por detrás, me aparté y les dije que eso si que no, que por el culo imposible.
Sam, entonces, se tumbó en el suelo con la polla bien tiesa, Tony me cogió y me sentó encima del cipote de su amigo sin que yo pudiera reprimir un chillido ya que sentí daño cuando me la metió en el coño hasta el fondo, pero ese dolor enseguida se convirtió en placer al tener esa maravillosa polla dentro de mis entrañas. Tony me colocó su verga en la boca y agarrándome de la cabeza, me la follaba por arriba a la vez que el coño lo tenía lleno de polla. Así estábamos cuando vi a Ignacio que había terminado de follarse a Belinda y estaba a nuestro lado diciendo:
– Seguid así, follárosla bien, que se corra con vuestras pollas.
Cuando Tony se corrió me llenó la cara de leche a la vez que Sam me inundó el coño. Entonces Belinda se acercó a mi marido y besándolo, le dijo:
– ¿No te gustaría limpiar la leche de Sam que tiene Elisa en el coño? Anda, cómele el coño que te va a gustar.
No se lo pensó, se arrodilló y empezó a comerme el conejo con lo que se volvió a poner cachondo y Belinda le hizo una paja, aunque le costó mucho correrse. Allí nos despedimos y mi marido les dio un sobre diciéndoles.
– Os lo habéis merecido, hemos disfrutado mucho.
A los dos días siguientes regresamos a Madrid pero el último día mi marido había bajado a comprar unos regalos y en ese intermedio subió a la habitación Tony para regalarnos una botella de “coco-ron” y le pedí que me follara y que no me iba a lavar el coño hasta que no llegara mi marido. El chico me folló y así lo hice. Cuando llegó mi marido le dije:
– Mira, cómeme el coño, que verás lo que tengo dentro – y como dudaba, añadí – Anda, saborea tus cuernos, cariño.
Ya en casa soy yo quien dice y manda pues quien me iba a decir que a mis 60 años me iban a follar dos machos jóvenes y pienso que he sido una tonta de no haber hecho caso a mi marido de que podía haber follado y disfrutado los dos, yo con el coño y él contemplando como yo disfrutaba.
Recibid besos de estos dos lectores casi sesentones.