Relato erótico
Antes de la fiesta… polvo
Estaba invitado a una fiesta de estudiantes y pensó que iba a follar toda la noche. Fue a la farmacia a comprar condones y se llevó una agradable sorpresa.
Daniel – TARRAGONA
Después de leer muchos relatos en tus revistas, y ponerme cachondo con ellos, me he decidido a contar mi propia experiencia para que los demás también se exciten y afirmo que lo narro a continuación es totalmente verídico.
Bueno, primero me presentaré. Me llamo Daniel, tengo 21 años, soy un chico moreno, con los ojos marrones, mido 1,70 y con unos 85 kilos de peso por lo que parezco, y soy, lo que se puede llamar “gordito”.
Mi vida sexual no ha sido muy abundante aunque tampoco me puedo quejar, si acepto como tal las mamadas que alguna compañera de clase o amigas del barrio me han regalado, o masturbaciones también de esas amigas mientras yo chupo sus tetas y meto mis dedos en su chichi. Pero de follar aún nada de nada. A pesar de todo desde que me pasó esto que voy a contar la cosa ha comenzado a animarse.
Bueno, empiezo a contar. Todo ocurrió el último día de junio de este año pasado. Ese día acabamos los exámenes en la universidad y para celebrar el fin de exámenes nos íbamos a ir el día uno de julio al chalet de un amigo a celebrarlo toda la clase, que éramos casi sesenta. Yo sabía que en esas fiestas podía haber relaciones sexuales y además ya me habían dicho que una chica de mi clase andaba tras mis huesos.
Como soy precavido y por si por fin iba a tener suerte en mi relación con una chica, llegando al acto sexual completo, el día antes de la fiesta, por la noche sobre las cuatro y media de la mañana paseando por Tarragona, mi ciudad y rumbo a mi casa, vi una farmacia de guardia. Entonces pensé en comprar condones para la fiesta por lo que pudiera pasar.
Al entrar a la farmacia no había nadie, pero pronto salió a atenderme una chica. Llevaba un pequeño cartel pegado en la bata, a la altura de una de sus tetas, que decía que se llamaba Susana.
Era joven, aunque no para mi edad, pues tendría unos 30 años, el pelo moreno y rizado largo hasta por los hombros, unos ojos negros preciosos y no debía medir más de 1,70. Sus tetas eran bastantes grandes y debajo de la bata blanca se le adivinaba una pequeña camiseta de tirantes y unos shorts ajustadísimos.
Me quedé mirando sus hermosos pechos donde los pezones se notaban erguidos y duros a través de la camiseta porque estaba claro que no llevaba sujetador por lo que pensé que en la trastienda estaría tocándose o algo así porque salió medio arreglándose.
Cuando pude levantar mi vista de sus pechos me dirigí a ella:
– Una caja de preservativos, por favor.
-¿12 unidades? – me dijo.
– Sí, gracias – contesté yo.
Me indico cuanto le debía y fui a pagarle, pero como no podía quitar los ojos de sus pechos, de los nervios se me cayó la cartera y para disimular un poco ese nerviosismo, se me ocurrió soltar:
– No se romperán, ¿verdad?
Su respuesta me dejó helado
– Pasa a la trastienda y les hacemos una prueba.
No lo dudé y pasé a la trastienda y allí, nada más entrar, se acercó a mí y
sobó mi culo con ambas manos. Eso me decidió, me giré, la cogí de la cintura y le di un beso apasionado. Mientras la besaba comencé a tocar sus grandes y duros pechos y ella me tocó el paquete. En un momento se me puso durísima.
Con manos temblorosas, desabroché los botones de su bata y se la saqué. Luego hice lo mismo con la camiseta y comencé a besar esos pechos y a morder sus pezones, que lucían erguidos y duros.
Al poco rato ella, entre suspiros y visiblemente muy excitada, me dijo:
– Ponte en la camilla – señalándome una que tenía en aquella habitación.
Me senté, ella se quitó los shorts y quedó completamente desnuda. Tenía el coño depilado salvo una fina raya de pelos como decoración en la parte superior de la raja.
Se acercó a mí, me bajó la cremallera de mi bragueta y sacándome la polla, comenzó a masturbarme. Tardó poco en meterse mi polla en la boca y hacerme una de las mejores mamadas que me han hecho nunca, mientras yo sobaba sus tetas. Tras un buen rato de estar así, dándome un placer loco, quise corresponderle así que me tumbé para que quedara encima de mí en la posición de 69. Mientras ella lamía mi polla con gran dedicación, yo comencé a lamer su coño del cual ya salían ríos de fluidos, soltando un gemido cuando yo metía algún dedo o mi lengua.
De repente se levantó y se puso a horcajadas encima de mí con mi polla apuntando a su chocho directamente, bajó su cuerpo y la penetré. Los dos soltamos un tremendo gemido de placer. Entonces comenzó a subir y bajar aumentando poco a poco la velocidad pero diciéndome que quería que me corriera en su boca. Me puso tan cachondo que enseguida saqué mi polla para descargar con todas mis fuerzas en su boca y su cara. Tenía semen por todos lados. Hasta en sus pechos. Luego me limpió la polla con tanta dedicación que enseguida se me volvió a poner como una piedra.
– ¿Te gustaría darme por el culo? – me preguntó entonces.
Casi me volví loco al oír su propuesta. Ella, sin esperar mi respuesta, se puso de rodillas en la camilla. Yo lamí su ano y lo lubriqué bien con saliva, entonces apunté con mi polla y se la metí toda de un golpe. Era la primera vez que me follaba a una tía y encima se la metía por detrás. Inútil decir que la cosa me encantó. Comencé a bombearla con gran rapidez mientras ella gemía de placer y esta vez sí que lo solté todo dentro de ella y me quedé encima besándonos. Luego nos limpiamos mutuamente, me preguntó mi nombre, se lo dije y me fui.
Besos, Charo, y lo que ocurrió en la fiesta ya te lo contaré otro día.