Relato erótico
Amor de verano
Estaba con unos amigos en un local al que solían ir. Era una noche calurosa de verano y de pronto se le acercó una chica y le dio una nota. Le decía que era muy guapa y le anotó su teléfono.
Caty – PALMA DE MALLORCA
Mi nombre es Caty y les voy a contar como me inicié en el sexo lésbico, sin pensar siquiera en la remota posibilidad que esto me pudiera suceder.
Tengo 23 años, morena, buen cuerpo, tetas grandes, pero firmes y con unos pezones gorditos rodeados de una aureola marrón, pero no muy oscuro, aunque lo que más resalta de mi son las nalgas, grandes, gordas y duras que hacen darse la vuelta a todos los hombres y creo que también algunas mujeres, pues en más de una ocasión he sorprendido a alguna fijándose en ellas, pero para mí eso es normal pues esas protuberancias siempre han causado admiración y después de cierta edad me di cuenta del poder de atracción que ejercían.
Mi experiencia es reciente, del verano pasado, estaba en un pub con un grupo de amigos y se me acercó una chica que había visto de lejos en otra ocasión en otro local de ese tipo, pero hasta aquel día no me había dado cuenta que se había fijado en mí, pues me entregó un papel y se fue a la barra con su grupo. Había escrito: “estás muy guapa esta noche, me llamo Marta y quisiera ser tu amiga, este es mi teléfono… y si quieres unirte a nosotros, aquí estoy”.
Esta nota me puso un poco nerviosa pues era primera vez que alguien de mi mismo sexo se me insinuaba, no sabía qué hacer y no quería ni dirigir la mirada hacia donde ella estaba, me tomé un trago y salí a bailar con uno de mis amigos para ver si me calmaba, pero confieso que me sentía algo extraña y de vez en cuando miraba hacia donde estaba ella y descubrí que no me quitaba la vista de encima, me sentía realmente incómoda, pero a la vez tenía una sensación extraña cómo que me gustaba la situación.
Cuando me dirigía a mi mesa se me acercó y me dijo:
– Hola, ¿estás con tu novio o solo son amigos?
– Amigos solamente – le respondí.
– ¿Te puedo invitar a un trago?
Le respondí que prefería que no, que debía regresar y casi me iba, en el acto me preguntó si quería que me acompañara, pero me negué, entonces se despidió y me dijo:
– Vale, ya tienes mi teléfono, no dudes en llamarme si deseas conversar un rato, quisiera ser tu amiga.
Me fui con mi grupo y esa noche apenas pude dormir pensando lo que me había sucedido y para mi sorpresa sentía diferentes sensaciones que antes no había experimentado y por primera vez en mi mente se alojó la idea de cómo sería tener una relación con otra mujer, y en esta lucha desconcertante me dormí.
Al día siguiente era sábado y lo tenía libre para descansar. Como a las 10 de la mañana suena el teléfono y oigo:
– Hola Caty, ¿qué tal has dormido?
– ¿Quién habla?
– Soy Marta, la chica de anoche. Sé que te sorprende, pero un amigo mutuo me dio tu número y tu nombre ya lo sabía, espero no molestarte…
– No, no – le dije – es verdad que me has sorprendido, pero no importa, dime.
Me preguntó si tenía planes y le dije que no, entonces que por qué no nos encontrábamos y nos íbamos para la playa, – Bueno, no sé…
– ¡Venga, que lo vamos a pasar bien!
Yo le dije que de acuerdo y ella que me recogería en un taxi en media hora, me puse un bikini blanco, que es mi preferido, una falda holgada y una blusa cómoda, metí lo necesario en mi bolso y al rato sentí el claxon del coche frente a mi casa.
Marta es morena como yo, pero de piel algo más oscura, pelo corto, ojos verdes, nariz pequeña y labios gruesos, buen cuerpo, tetas más grandes que las mías y nalgas prominentes, pero no tanto como yo.
Nos saludamos con un beso en la mejilla y sentí una corriente al contacto de su piel. Llegamos a la playa, nos instalamos y al cabo de un rato fue a busca albo para beber. Regresó con dos cervezas y se sentó a mi lado, rozando su muslo con mi muslo, lo cual me produjo nuevamente esa corriente extraña e inevitable que provocaba cierto nerviosismo dentro de mí.
De pronto, se incorporó un poco para mirarme de frente y sin preámbulos me dijo que yo le gustaba mucho, que se había fijado en mí desde la primera vez que me vio en uno de esos locales que ambas frecuentamos y que era muy feliz de estar a mi lado.
Mientras hablaba, su mano comenzó a acariciar mi muslo y a ponerse entre mis dos piernas, los latidos del corazón se me aceleraron, pensé que iba a tener taquicardia, el cuerpo se me aflojó todo, pero no hice ninguna objeción, más bien abrí las piernas para permitir que su mano subiera con facilidad hasta mi coño, que ya notaba mojado.
Sintiendo esa mano caliente, cerré los ojos y pronto noté sus labios apoyados en los míos y luego su lengua se enlazó con la mía. Fue un beso tierno y hermoso, nunca pensé que me gustaría tanto ser besada por otra mujer, sentí el calor de sus labios, la textura de su lengua saboreando la mía y me gustó… Por suerte donde nos encontrábamos estábamos fuera de la mirada indiscreta de los pocos bañistas que estaban por lo alrededores, lo cual facilitaba nuestra actividad.
Seguíamos una al lado de la otra, hasta que cogió mi pierna y la puso encima de la suya, su mano volvió a tocar mi coño pero, en esta ocasión, apartó la tela que lo cubría y empezó a acariciarme suavemente la raja. Yo sentía una sensación muy placentera y me empezó a dar mucho morbo que fuera otra mujer la que explorara mi sexo, lo tocara con lujuria e introdujera un dedo en mi caliente coño, que al instante ya estaba lleno de fluidos. Entonces me sacó el dedo y se lo lamió como si fuera un caramelo, eso me arrebató, sentía mi cuerpo palpitar y una extraña sensación me invadía toda.
Sabía que pronto alcanzaría el orgasmo, por lo que cuando volvió a tocarme sostuve su mano, ella me metió dos dedos, acarició mi clítoris y automáticamente sentí venir el terremoto característico. Todos los músculos de mi cuerpo se tensaron y exploté en un magnífico orgasmo que casi me hace gritar. Marta aprovechó ese momento para besarme tiernamente en los labios mientras me decía:
– ¡Con que placer te has corrido!
Diciendo esto, sacó su mano de mi palpitante coño para saborear de nuevo mis fluidos, que yo también probé de su mano.
– Vamos al agua – me dijo entonces – Creo que necesitas refrescarte.
Me levanté a duras penas, pues aún sentía flojo mi cuerpo y corrimos hacia el agua, que estaba un poco fría, pero agradable, nos cogimos de las manos y caminamos hasta que el agua casi tapaba nuestros hombros, y allí empezamos a retozar un poco en el agua.
– Quítate el bikini – le dije.
Lo hizo rápidamente y al quedar desprovista de esta pieza se volvió a situar y ahora sí sentía su caliente chocho pegado a mi piel. Con mi mano derecha la cogí por las nalgas, acaricié su raja, toqué su culo y también acaricié su coño. Ella cerró los ojos y comenzó a frotarse cada vez más fuerte. Sentía su coño caliente y abierto como queriéndome comer el muslo y tenía mi dedo metido en su culo que, con los espasmos, le penetró completo. Cuando ella se fue relajando, me abrazaba suavemente mientras me decía lo mucho que le gustaba y lo bien que lo pasaba conmigo. Yo le saqué finalmente el dedo de su caliente ano y me entraron unos deseos locos de besarla, pero le dije:
– No sé qué me sucede, pero yo también me siento muy bien contigo y quisiera poder estar juntas en otro lugar…
– Vamos a mi casa – contestó rápidamente.
Se puso su bikini, salimos casi corriendo de la playa, recogimos nuestras cosas y fuimos a pescar un taxi. Media hora después estábamos entrando a su apartamento.
Ella vivía sola en un estudio muy bonito con un salón pequeño, pero bien decorado. Me propuso darnos una ducha, para sacarnos la sal y desalterar el cuerpo y sin pensarlo mucho me despojé de mis ropas quedando completamente desnuda frente a ella que no se pudo contener y me acarició los pezones mientras susurraba a mi oído:
– ¡Que guapa eres y no sabes cuanto te deseaba!
Me abrazó y sus manos fueron descendiendo por mi espalda hacia mis nalgas que comenzó a masajear y apretar, tocándome la raja y abriéndome los cachetes, su lengua comenzó a recorrer mi cuerpo y yo ahí, de pie, me dejaba hacer, sintiendo una calentura indescriptible en mi cuerpo, su lengua húmeda y tibia me electrizaba toda.
– Estás saladita y rica – me decía mientras comenzaba a chuparme los pezones, que ya tenía duros y grandes.
Mi sexo ya estaba húmedo y sentía como mis fluidos comenzaban a mojar mis muslos. Entonces Marta comenzó a descender con su lengua por mi abdomen, pero le dije si no era mejor darnos la ducha y me dijo que ya no, que no podía dejar de disfrutar de mi cuerpo, que se estaba muy caliente y que quería gozar. Terminó de quitarse su ropa y al quedar completamente desnuda me llevó hacia la cama, donde me acosté de espaldas mirando hacia el techo, mis piernas sobresalían un poco del filo de la cama y cuando posó sus labios en el muslo, sentí una hermosa sensación y un cosquilleo en mi bajo abdomen, cerré los ojos y disfruté de esa boca que avanzaba frenéticamente hacia mi palpitante sexo, que ya se estaba abriendo para permitir que sus labios y su lengua lamieran golosamente mi excitado bollo.
Ella no tardó en hacerlo, posó su boca en medio de mi raja y comenzó a lamer de abajo hacia arriba, deteniéndose deliberadamente en mi clítoris, que chupaba con sus labios y su lengua provocándome un incontrolable orgasmo que me hizo estremecer y agarrar firmemente su cabeza a la vez que mi coño se llenaba su boca. Fue uno de los orgasmos más intensos y más placenteros que he experimentado en mi vida.
Luego le dije a Marta que se pusiera agachada encima de mí, pues quería disfrutar de su sexo, lo estaba deseando y quería que ella sintiera también lo agradable de una buena mamada, pero ella me preguntó si estaba segura y le dije que lo deseaba enormemente. Su orgasmo casi me dejó sin aire, sus muslos apretaban mi cabeza y mi nariz quedó atrapada, pero era sensacional tener ese coño palpitante y chorreante en mi cara. Fue una experiencia que desde ese momento sabía que volvería a repetir.
No hace falta decir que en la actualidad somos amantes.
Besos de las dos.