Relato erótico

Amor a primera vista

Charo
6 de noviembre del 2018

No era la primera vez que seducía a una empleada del hogar, o al menos lo intentaba. Hacia unos meses que había llegado una chica nueva y le gusto en cuanto la vio.

Sergio – Sevilla
La historia que ahora voy a contaros, sucedió hará como unos cuatro años, pero es una de las vivencias más excitantes en mi vida en la que la protagonista fue nuestra empleada de hogar.
A decir verdad, cada vez que llegaba una nueva empleada a la casa, yo me encargaba de seducirla, no siempre con suerte, y en este caso Lola cumplía con todos los requisitos. Media más o menos 1,60, pelo oscuro, piel morena y un cuerpo de diva. En general estaba más que bien. Mentiría si dijera exactamente sus medidas, pero tenía unos pechos enormes, piernas bien torneadas y un culo que se te antojaba tocar y acariciar solo de verlo.
Ese día estaba solo en casa, ella había ido a la compra, e intenté preparar mi plan para poder tener un encuentro, pero en el momento en que regresó, no sabía ni que decirle, aún cuando yo pensaba que lo tenía todo planeado. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y lo único que atiné a decirle fue que colocara la compra sobre la mesa o en la nevera.
Lola, de un carácter alegre y de buena gana, hizo lo que le pedía y en cuanto dejó las cosas le pregunté si quería sentarse conmigo a ver una película, a lo que, mirándome con cara de cierto estupor, respondió afirmativamente. Ya en el saloncito le pregunté si tenía novio y por qué se había venido de su pueblo, cosas triviales, pero hay que empezar de algún modo.
Ya iniciada la conversación me dijo que no tenía novio porque su padre no la dejaba y cosas por el estilo. Entonces yo le pregunté si alguna vez la habían besado y me respondió:
– En mi pueblo lo de besar es de lo más común, no es nada del otro mundo.
Pensé que había llegado el momento de poner manos a la obra y le dije:
– Lola, ¿puedo darte un beso?
Tras un momento de suspense me dijo que sí a la vez que me preguntaba en donde sería el beso.
– Donde tú quieras – contesté prestamente.
Para este momento ya estábamos en el mismo sillón y comencé a besarla acariciando su espalda y su cintura, pero cuando meti mano en sus grandiosos senos, ella me dijo:
– Vamos a su habitación, no sea que venga alguien y nos vea.
Rápidamente nos dirigimos a mi cuarto y para mi sorpresa ella se acostó en la cama y me permitió besarla profundamente al tiempo que le acariciaba su monte de Venus por encima de su ropa interior. Luego, poco a poco, fui bajando hasta encontrarme con aquel hermoso culo, lleno de vello y listo para ser devorado. Entonces comencé besando y succionando sus muslos y la parte interna de sus rodillas y tobillos, mientras lentamente subía hasta mi meta, su delicioso chocho.

Comencé con sus labios externos y lentamente me dirige a su clítoris, que chupaba y lamía como si fuera un último deseo cumplido y después de unos minutos de chupar, mordisquear y lamer su coño, empezó a correrse mientras empujaba mi cabeza hacia su sexo y se contorsionaba regalándome unos sutiles gemidos que me incitaban a mamar como un loco.
En ese preciso momento oímos la puerta de entrada que se abría y cerraba. Rápidamente nos incorporamos, mientras le pedía que en cuanto pudiera subiera a su cuarto, que yo estaría esperándola. Pasados unos minutos bajé a ver que era lo que sucedía y tuve la sorpresa de encontrarme con toda la familia que se disponían a comer. Comimos y al marcharse de nuevo cada uno a su trabajo, subí a su habitación.
Ya en su cuarto la despojé de su uniforme para reiniciar o continuar lo que nos habían cortado, a excepción de que ahora mi objetivo eran sus increíbles mamas y sus largos pezones de color marrón, que se fueron endureciendo poco a poco, alcanzando una altura indescriptible, supongo que por sus anterior excitación, envolviéndome en una lujuria aún mayor.
Empecé a besarla, a lamerle las tetas y poco a poco iba bajando. Ella, suavemente se arqueaba con la intención de ir subiendo más en la cama de manera que me acercara a su coñito , insinuándome que lo devorase y así fue como comencé a introducir rápida y violentamente dos, tres y hasta cuatro dedos de manera frenética en sus entrañas, sofocando sus gemidos cada vez más intensos con mis labios, hasta que de pronto nos fundimos, no sé de que modo, en una doble penetración oral, que parecía no tener fin y de nuevo, después de unos segundos, me regaló su elixir dorado que inundó todo su cuerpo brindándome una nueva oportunidad para besarlo.
Pasados unos minutos más ella exclamó.
– ¡Ya, házmelo por favor, fóllame, estoy que no aguanto más!
Entonces froté la cabeza de mi polla en su raja, a la vez que le untaba mis fluidos con un movimiento circular. Ella me cogía de la caderas intentando que la penetrase mientras gemía suavemente y finalmente comencé a entrar lenta y pausadamente, en un rítmico metisaca y cuando reaccioné nos encontrábamos en una intensa lucha de penetración, donde ella y yo enfrentábamos nuestros cuerpos a modo de batalla gimiendo, insultando, mordiendo y besando lo que en ese momento nos pertenecía del otro.
Las embestidas eran brutales, sus líquidos parecían no tener fin, sus gemidos me alentaban a seguir cada vez mas fuerte, nuestro sudor facilitaba las caricias, las posiciones parecían naturales, hasta el momento en que en mis brazos tenía sus piernas y ella rodeaba mi cuello para no caer y poder mantenernos de pie sirviendo las paredes de la habitación como lecho de pasión.
Ella, con el muro en su espalda y con sus piernas abiertas en mis brazos, me permitía penetrarla desde abajo una y otra vez, envistiéndola cada vez más fuerte hasta que caímos de nuevo en su cama, y yo encima de ella continuamos poseyéndonos, arrancando gemidos de placer que se convertían en suplicas:

– ¡Ya… por favor, ya no aguanto más…. siento que me parto, acaba por favor…! – me decía ella entre gemidos.
Estas palabras me llevaron al clímax total y después de tres o cuatro embestidas más, me salí para obsequiarle con mi semen en su boca para que ella lo devorara.
Después nos quedamos tendidos en la cama por unos instantes hasta que sus pezones se dilataron y fue cuando me regaló un enorme y profundo beso, indicio de que habría futuros encuentros.
Lo que ocurra ya os lo contaré.
Besos de ella y saludos míos.

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