Relato erótico
Amo exigente
Puso un anuncio en la revista Clima. Buscaba esclavos para su “cuadra”. Es un Amo exigente, y quiere que sus esclavos tengas las ideas claras. Contacto con un matrimonio, pactaron límites y a gozar.
Aries – Bilbao
Gracias a vuestra revista y a un anuncio que publiqué en ella, me fue posible la vivencia que voy a narrar. Solicitaba esclavos, sin importarme su sexo, físico o edad, sólo que tuvieran las ideas claras. Me presentaré como Aries, soy joven, cercano a los cuarenta, aunque me conservo muy bien y apenas aparento los treinta. Contestó a mi anuncio un matrimonio de Bilbao, un matrimonio maduro que pasaba de los cincuenta. Ambos, en su vida laboral, eran personas con cargos de importancia. Julia es jefa de ventas de un comercio de alta costura por lo que me pidió que durante la sesión no la fotografiase, y Mario es director comercial de una empresa de suministros industriales. Por su parte no había inconveniente en que lo fotografiara siempre que no se le viera la cara.
Una vez puestos en contacto telefónico, quedamos en una cafetería cercana a la estación. Hasta allí me había desplazado en mi coche. Nada más entrar en la cafetería los reconocí por las fotografías que me habían mandado y que, por cierto, no les hacían justicia. Ella, a pesar de no ser muy alta, poseía unos más que abundantes pechos y un gran culo, sin ser abusivo. Se le notaba el porte y que era una persona acostumbrada al trato con los demás. Él, por el contrario, era un tiarrón que mediría casi los dos metros, fuerte, saliéndosele el vello por el cuello de la camisa, calvo, con algo de barriga y porte elegante. Después de tomar una copa, acordamos ir a su chalet. En el coche aproveché para preguntarles sus limitaciones a lo que me contestaron que, aparte de las fotos y el dolor extremo, no tenían casi ninguna sino había marcas visibles. Circulando por la periferia de la ciudad, le dije a ella:
– ¡Zorra, quítate las bragas y el sujetador!
– Sí, amo – contestó, obedeciéndome en el acto.
Se notaba que era un campo que dominaban. Por carta ya me habían comunicado que practicaban este tipo de relaciones con un jardinero que trabajaba con ellos pero desde que murió, hacía unos dos años, no habían retomado el tema por miedo pero al verme anunciado con foto, les gusté y se arriesgaron. Entonces le ordené que se pusiera la chaqueta sobre los hombros y colocara las manos a la espalda. Le subí la corta falda y le dejé todo el potorro al aire. Ella permanecía con la cabeza gacha mientras el cabrón de su marido miraba, desde el asiento trasero, con los ojos desorbitados. Eché el asiento de ella para atrás y les grité:
– ¡Venga, pon las manos detrás del asiento y tú, cabrón, desabróchate la camisa y luego sácale los pechos a la zorra de tu mujer!
Lo hicieron rápidamente y en el coche mismo les coloqué unas pinzas en cada uno de sus pezones a la vez que alternaba con masajes en el clítoris de Julia y de vez en cuando, tiraba con fuerza de las pinzas de sus pezones.
– ¡Aaah… piedad, amo, poco a poco! – gritaba la muy zorra.
De un tirón le arranqué unos cuantos pelos del coño. Ella volvió a gritar pero la corté diciéndole:
– ¡Calla, so puta, yo digo como, cuando y donde! – y tirando de las pinzas de las tetillas de su marido, le grité – ¡Y tú, cabrón, sujeta a la zorra de tu mujer que ya se está poniendo cachonda!
Al llegar a casa les dije que se pusieran presentables y entramos. Yo, por el preámbulo y el cuerpo de Julia, estaba deseando empezar la sesión pues por el espectáculo iba bastante empalmado a pesar del control que tengo sobre mis eyaculaciones. Dentro de la casa y en la sala, les ordené:
– ¡Venga perros, en pelotas y rápido!
Mientras se desnudaban yo sacaba de mi bolsa el material y mis atuendos. Ambos ya desnudos y arrodillados ante mí les dije en tono irónico:
– ¡La zorra de tu mujer que me vaya desnudando mientras sobo su cuerpo y tú, cabrón, empieza a chupármela!
El, rápidamente, me sacó el rabo, que ya tenía duro como una roca y comenzó a mamármela con ansiedad, succionando con fuerza y tragándose a duras penas toda mi tranca. A pesar de ello, recibió un correazo en la espalda.
– ¡Más suave y las manos a la espalda! – le dije.
Ella seguía desnudándome como podía a la vez que yo la agarraba por los pelos, pellizcaba sus pezones y le decía:
– ¡Zorra, hay vas a tener un buen macho, un verdadero amo y no el pelele este que me está chupando la polla! – le metí dos dedos en la boca y le dije – ¡Chupa, zorra!
Los ensalivó bien y se los restregaba por el coño, cada vez más mojado y luego se los empecé a metérselos por el culo. A la vez que ella gemía y se dejaba hacer, le dije al marido:
– ¡Mira cabrón, como está de cachonda la cerda de tu esposa!
Él, sin dejar de chupar y con las manos en la espalda, miraba de reojo como se retorcía de gusto su mujer. Se giró un poco para poderla ver mejor y entonces me fijé que no sólo ella estaba cachonda sino que el cabrón de su marido estaba empalmado como un burro. Tenía una tranca bastante gorda y dura a pesar de tener más de cincuenta años. Sus partes eran proporcionadas a lo corpulento que era. Entonces le pegué una patada en los cojones, los cuáles tenía también bastante gordos, y le grité:
– ¡Cabrón, estás aquí para hacerme gozar, soy tu amo, escoria, entrégame a esta zorra para que me la folle bien follada, átala a esta mesa para que deje su coño y su culo fuera de ella y ata sus piernas en alto!
Después de tenerla atada en esta postura, le coloqué un pañuelo a modo de venda, até las manos del marido a la espalda y arrodillado ante ella, le ordené que le empezara a comer el coño. Yo me coloqué a horcajadas sobre ella, sujetando con mis piernas sus tetas de manera que estas se juntaran con mi polla entre ellas. Restregando mi polla entre sus tetas y agarrando su cabeza por los pelos de manera que con la lengua llegara a mi capullo, ella tuvo su primer orgasmo, jadeando y gimiendo de tal manera que para acallar sus exagerados gemidos, me giré rápidamente colocando mi culo encima de su boca diciéndole:
– ¡Putón, lame mi culo en vez de gritar tanto y tú, cabrón, deja de lamerla a ella, cómeme bien a mí y restriega tu polla por su coño pero no se te ocurra metérsela!
Mientras ella introducía su lengua en mi culo, yo seguía follándola por las tetas a la vez que el marido se tragaba mi polla cada vez que esta sobresalía de entre las tetas. De repente noté que Mario succionaba con mucha fuerza y jadeaba entrecortadamente con mi rabo dentro de su boca. Abrí los ojos y le vi arrodillado con mi polla en su boca pero dando embistes al coño de Julia ya que había logrado metérsela sin mi permiso y bombeaba con gran ímpetu. Le di un gran tirón de las pinzas, me levanté de encima de Julia y tirando de los pelos de Mario lo separé de su mujer dándole un fuerte tirón de cojones a la vez que le decía:
– ¡Quien te ha dado permiso para follar! ¿Quien te has creído que eres?
– ¡Perdón, amo, perdón! – me contestaba.
Me había contrariado y eso es algo que no perdono en un perro esclavo. Le dije:
– ¡Te has portado mal y lo vas a pagar!
Le até las manos sobre las piernas de su mujer y le ordené:
– ¡Chupa cabrón, hasta que te tragues todos sus jugos!
Con su culo en alto, cogí mi cinturón de cuero y empecé a flagelárselo a la vez que le decía:
– ¡Cómete ese potorro de cerda que tiene tu mujer y ábrete bien que te vas a enterar!
– ¡Sí, sí dale más fuerte a este cabrón! – gritaba Julia.
Me coloqué detrás de él, de modo que mi glande, rojo de excitación, estaba casi a reventar y se la clavé de un solo golpe. Su mujer no paraba de decir obscenidades. Yo se la metía y sacaba con fuerza, chocando mis cojones contra su culo y sus pelotas. Aceleré el ritmo al notar que estaba a punto de correrme y se la introducía con más fuerza si cabe. Debía de dolerle bastante porque intentó levantar la cabeza del coño de Julia y emitió un chillido, pero yo, agarrándole de la cabeza, se la volví a meter en el coño de su mujer y descargué toda una riada en su interior, insultándole y arañando su cintura, a la vez que Julia gritaba y jadeaba como una posesa pues, presa de la excitación por la violación de su marido, se corría en la boca de este entre jadeos, gritos y obscenidades. Se la saqué, corriéndome por el capullo parte de las últimas gotas de leche y agarrando a Julia por la cabeza, le dije:
– ¡Abre bien la boca y límpiame el rabo, cacho cerda, ya te dije que ibas a tener un macho… esto acaba de empezar y tú, soplapollas, deja de lamer que ahora va a entrar mi rabo!
Entre la lamida de polla de Julia y verles indefensos y dependiendo de mi voluntad para gozar, el rabo se me puso nuevamente a cien.
– ¡Mira como me tiro a la zorra de tu mujer, mira cómo va a gozar con mi polla, so pelele, pero antes chupa el rabo que va a hacer gozar nuevamente a esta puta! – le dije a él – ¡Es una lástima que teniendo una mujer multiorgásmica y tan salida se la tenga que follar otro!
– ¡Sí, sí, clávamela ya, como se la has metido a Mario, clávamela que estoy que reviento! – gemía ella.
Alternaba la follada por el coño con lamidas de Mario, que a un tirón de las pinzas, se tragaba todo mi rabo a pesar de lo incómodo de su postura. Se la clavaba a Julia por el coño y a veces por el culo. Entonces Mario lamía el hueco que yo dejaba y por como se contraía ella noté que iba a tener otro orgasmo. Entonces le dije a él:
– ¡Ahora, mamón, métesela en la boca a esa cerda y tú, zorra, trágatela entera!
Aceleré los movimientos corriéndome en aquel chocho, mezclándose mi lechada con sus jugos y la saliva de Mario ordenándole que se lo siguiera lamiendo hasta dejárselo bien limpio.
Mientras lo hacía apunté mi rabo al coño de Julia y a la cara de Mario y comencé a descargar una riada de orina que resbalaba por la cara de él y caía sobre el coño de ella. Me cambié de postura y apuntando mi rabo al agujero del culo de Mario, seguí descargando todavía gran cantidad de orina, que caía desde su culo, por los cojones y el rabo, hasta la boca de Julia. En ese momento, ellos llegaron al orgasmo, entre gemidos y lamidas, tragándose cada uno de ellos los jugos de su compañero ya que debido a la postura en que estaban atados, realizaban un 69.
Los solté, nos duchamos y hemos quedado en repetir la experiencia dos veces al mes, siempre que nuestras respectivas obligaciones nos lo permitan.
Un abrazo.