Relato erótico
Amigos y… algo más
Llevaba un tiempo saliendo con una amiga con la que echaba unos polvos magníficos. Sin ataduras, ni compromisos. Un día, de una buena follada, nuestro amigo le comento que le gustaría ir a un club de intercambio. Su amiga no dijo nada y no quiso insistir, pero…
Pedro – Barcelona
Hola Charo, me llamo Pedro, tengo 30 años, soy moreno con ojos oscuros, mido 1,81 y me gusta hacer deporte. Digamos que tengo un buen cuerpo y no estoy mal, me gusta el sexo y me encantan las mujeres. Yo sí soy de los que piensa que todas pueden ofrecerte alguna cosa. Eso no significa que me lo haga con cualquiera, si no que siempre he sacado alguna cosa positiva de mis relaciones. En fin, paso a relatar una experiencia que me sucedió hace unos años.
Salía con una chica con la que, básicamente, me dedicaba a follar.
No era una relación romántica, ni mucho menos. Nos llamábamos una o dos veces por semana, nos veíamos para cenar, tomar una copa, aunque a veces, ni siquiera eso, y luego nos íbamos a casa de uno de los dos a echar unos polvos. Todo hay que decirlo: probablemente, era la chica más viciosa con la que me he cruzado en toda mi vida. Estuvimos juntos durante un año, más o menos y el secreto de haber durado tanto fue que nos caíamos cojonudamente y, además, nos entendíamos perfectamente en la cama. Todo lo que se nos ocurría lo hacíamos directamente, porque sabíamos que el otro lo iba a aceptar.
Ella se llamaba Conchita. Era morena, pelo corto, delgadita, pero con las caderas bien torneadas y un culo maravillosamente bien formado. Medía aproximadamente 1,70. Sus pechos, aunque eran demasiado grandes, se aguantaban perfectamente bien y tenía unos pezones oscuros y gruesos. Sus labios no eran muy carnosos, pero sí muy perfilados y hacía unas mamadas de escándalo. De hecho, ha sido la única tía con la que he estado que se metía repetidamente la polla en la boca hasta el fondo y hacía que los huevos se estrellaran contra su barbilla. Así durante un buen rato hasta que te corrías… ¡Y mantenía la postura mientras se lo tragaba todo! Cuando la sacabas salía sin una sola gota. Y no es una licencia poética.
El caso es que en una de las ocasiones en las que estábamos juntos en la cama después de follar, ya que nos pasábamos muchísimo rato hablando después de hacerlo, le comenté que un compañero me había hablado como en cachondeo de ir a un club de intercambios. Se lo dije con la boca un poco pequeña, porque aunque no nos cortábamos nada respecto a hablar de sexo, sí era la primera vez que hablaba de hacerlo aparte de nosotros dos. Conchita simplemente me dijo que ya lo veríamos y, la verdad, como estaba muy bien con ella no quise insistir para no pifiarla.
El caso es que al cabo de unas semanas quedamos una noche, como muchas otras, a cenar en un restaurante al que solíamos ir. Conchita me había comentado que quería salir a tomar unas copas, así que cuando la vi bastante arreglada me sorprendí un poco, pero entendí que le apetecería ir a algún sitio un poco pijo. Sobre todo, me llamó la atención la minifalda que se había puesto. Era cortísima.
Cuando terminamos de cenar, fuimos a la calle a dar un paseo mientras decidíamos dónde ir a tomar una copa. De pronto, me comentó que tenía una tarjeta con una invitación a una copa en un sitio donde nunca habíamos ido. Le miré un poco sorprendido y me quedé alucinado. Era un pub liberal. Sonreí picaronamente y le dije que por supuesto. La verdad era que cuando llegamos a la puerta los dos estábamos bastante cortados porque no sabíamos muy bien de qué iba la cosa. Pero nos podía mucho más el morbo de la situación, así que entramos.
Antes tuvimos que llamar al timbre de una puerta metálica y después de que nos observaran por una mirilla, nos hicieron pasar. Nos sentamos en una mesa y la camarera, una chica amabilísima, con una sonrisa de oreja a oreja, nos sirvió las copas que le habíamos pedido mientras nos preguntaba si era la primera vez que íbamos. Le contestamos que sí y pasó a explicarnos cómo funcionaba el local.
Estábamos un poco intimidados por la situación, pero a la vez bastante excitados. A los pocos minutos, se dirigió a nosotros la camarera y nos comentó que una pareja estaba interesada en conocernos. Después de mirarles, saludarles con la mano y ver que tenían bastante buena pinta, Conchita y yo aceptamos su invitación y nos dirigimos a su mesa. Estaba situada en una esquina alejada de los otros clientes, con una iluminación más tenue que el resto del local. Era un sitio fabuloso para pasar desapercibido y la pareja era sumamente atractiva. Él, un cuarentón muy bien cuidado, con una planta estupenda. Ella, treinta y tantos, con un cuerpo estupendo y un escote súper excitante. Por aquel entonces, yo tenía 26 años y Conchita 27, con lo que la diferencia de edad era considerable. Pero con solo ver el brillo de excitación en la mirada de Conchita, sabía que habíamos acertado de pleno.
Después de un rato de conocernos un poco mientras tomábamos la copa, Álvaro, que así se llamaba el hombre, nos preguntó abiertamente qué era lo que hacíamos en ese local y qué esperábamos exactamente. Como parecían bastante majos, relajados les explicamos que buscábamos una situación diferente y morbosa y que, aunque era la primera vez que vivíamos esa experiencia, los dos teníamos muy claro que era algo que nos apetecía hacer. Nuestra explicación debió parecerles suficiente y, ante mi sorpresa inicial, María, la mujer, posó su mano sobre mi muslo, muy cerca de la entrepierna. Después del primer respingo, todos rieron y Álvaro me dijo que me tranquilizara.
Al poco rato y después de algunas insinuaciones, María dijo que podíamos ir al cuarto oscuro.
Con el corazón latiendo fuertemente por la excitación, entramos en la puerta y nos encontramos con un espectáculo maravilloso. Era una habitación pintada en ocre, tenuemente iluminada y en cuyo centro había una cama enorme y alrededor, en diferentes muebles, todo tipo de artilugios relacionados con el sexo. Una vez dentro, sin mediar palabra, Álvaro y María se pusieron a desnudarnos con bastante premura. La habitación estaba pagada para tres horas, pero la pareja parecía tener mucha prisa en comenzar. Conchita, un poco nerviosa aún por la situación, se dispuso a decir algo, pero Álvaro le puso un dedo en la boca pidiéndole silencio. Desde ese momento hasta que salimos, ni una sola palabra, aparte de jadeos y exclamaciones de placer, salieron de nuestras bocas. María estaba de rodillas ante mí desabrochándome los pantalones, mientras Álvaro, en similar postura, le bajaba el tanga a Conchita. Cogí del cuello a mi chica y comencé a besarla con pasión, como si nos fuera la vida en ello. El espectáculo debió gustarles a nuestros amigos, porque ambos se pusieron a comernos la entrepierna casi a la vez, como si estuvieran compenetrados. María cogió mi polla, que estaba durísima, y comenzó a masajearla lentamente mientras se metía el glande en la boca y lo saboreaba como si se tratara de un caramelo. De vez en cuando, recorría con la punta de su lengua el frenillo, provocando en mí un estremecimiento de placer.
Por su parte, Álvaro recorría con su lengua todo el coño de Conchita. Pasaba la punta por los labios, separándolos lentamente. Después se entretuvo en el clítoris, aprisionándolo con los labios. Yo sabía que eso le encantaba a Conchita y, tal como sospeché, ésta comenzó a suspirar de placer. Por mi parte, yo seguía besando a mi chica, ahora en el cuello, mientras con mi mano le desabrochaba la blusa y comenzaba a sobarle las tetas sobre el sujetador. En ese momento, me apetecía ver a Conchita como una puta, follada por todos sus agujeros.
Con el carmín de sus labios corrido, despeinada y sudando. Y me aseguré que así sería.
Conchita comenzó a convulsionarse, cogiendo con sus manos la cabeza de Álvaro y apretándole contra su coño. Por su parte, María seguía comiéndome la verga a un ritmo cada vez más alto, mientras se metía un dedo en el coño. Después de un breve rato, viendo que si seguíamos así me iba correr, Conchita y yo pasamos al ataque. Desnudamos a la pareja y les tumbamos en la cama. Yo me terminé de quitar la ropa, pero no dejé que Conchita lo hiciera. Me sonrió, leyéndome la mente. Yo me dirigí a María y, bruscamente, le separé las piernas para dejar su coño a mi disposición. Era un coño claro, con los labios inflamados de la excitación y completamente depilado. Del interior salía un fino chorro de sus jugos. Saqué mi lengua y comencé a recorrer cada centímetro cuadrado de la piel que había entre sus piernas. Comencé a besar la cara interna de sus muslos, mordisqueándolos suavemente y lamiéndolos a su vez. Después acerqué mi boca a su coñito y, a escasos milímetros, pero sin llegar a tocarlo, comencé a soltar el aliento para que María lo notara. Su raja estaba completamente abierta para mí. Así que con la punta de mi lengua fui recorriendo los labios muy despacio. Posteriormente, acerqué mi lengua a su clítoris, que era bastante grande y estaba erecto, y fui lamiéndolo haciendo círculos entorno a él. Intercalaba los círculos con lametones rápidos en el centro y sus caderas fueron moviéndose acompasadamente ofreciéndome su coño.
– ¡Sí, cariño! – decía excitada – ¡Cómetelo así… siiií…!.
Introduje un dedo en su coño muy lentamente y fui metiéndolo y sacándolo, mientras mi boca seguía haciendo las delicias de su clítoris. El ritmo fue acelerando, María parecía un potro desbocado y yo ya tenía toda la boca recorriendo por completo su coño.
– ¡Así, cabrón, cómete todo mi coño, así, así, aaaah…! – gritaba ahora.
Estaba tan dilatada que le podía meter cuatro dedos sin complicación, cosa que le puso aún más cachonda. Finalmente, se corrió en mi boca y pude notar un leve incremento de su flujo entre mis labios. Mientras tanto, Conchita le estaba haciendo una de sus memorables mamadas a Álvaro. El otro estaba tan entregado, que le tenía cogida de la parte trasera de su cabeza mientras bombeaba toda la polla hasta el fondo. Era la primera vez que veía a Conchita comérsela a otro tío y la escena me puso cachondísimo.
Según estaba, con la blusa a medio abrir, con una teta fuera del sujetador, de rodillas en el suelo, con las manos apoyadas en la cama y con la polla de Álvaro follándole, literalmente, la garganta, me acerqué por su espalda y le subí la minifalda, dejando su precioso culo al descubierto, y sin más espera, le metí toda la polla hasta el fondo de su coño, lo que agradeció con un gemido. La verga entraba y salía con total facilidad, porque estaba completamente lubricado por los flujos y la saliva del hombre. Los huevos chocaban estrepitosamente contra Conchita y comencé a notar las sensaciones previas a una gran corrida. Miré a María y debió intuir lo que pasaba, ya que se acercó rápidamente a mi lado y comenzó a lamerme los huevos por debajo del coño de Conchita.
Álvaro, entonces, sacó su polla de la boca de mi chica y se la restregó por la cara, mientras terminaba haciéndose una paja, corriéndose tan brutalmente que, incluso, me llegó a salpicar a mí. El tío era una auténtica máquina de hacer leche. Los chorros de esperma no paraban de salir y explotar contra la cara y boca de mi chica, quien hacía lo posible por comerse la mayor cantidad posible pero, como ella me conocía muy bien, se puso de medio lado para que yo pudiera observar su cara llena de leche mientras la polla de Álvaro explotaba. La imagen me pareció tan cachonda que no tardé en correrme y entonces saqué la polla del coño de Conchita y se la puse en la boca a María, quien se la metió todo lo dentro que pudo mientras empecé a disparar chorros de esperma.
Así se realizó nuestra primera experiencia en el intercambio.
Besos de mi chica y míos.