Amigos del pasado

La casualidad hizo que se encontrara con un amigo de juventud. Hacia un par de años que no lo veía y se había separado y vuelto a casar. A su nueva mujer la conocía, era amiga de su hermana mayor, y aunque también hacía muchos años que no la veía la reconoció. Estaba guapísima. Lo invitaron a comer a su casa el fin de semana siguiente.

Jorge – Barcelona
Una mañana cuando salía del despacho para ir a desayunar, entré en la cafetería que habitualmente suelo frecuentar y me senté en “mi” mesa. Me puse a leer el periódico y de pronto una voz, llamó mi atención. ¡Era José Luís! Al menos llevaba sin verlo desde hacía dos años. Estaba acompañado de su segunda mujer. Se había divorciado y se había vuelto a casar con su secretaría. Él tenía 35 años y ella 42. Era de los pocos tíos que conozco que se “recasan” con una mujer mayor que él. Me levanté y les saludé. Casualmente, yo conocía a Marga desde hacía muchos años, era íntima amiga de mi hermana mayor y muy buena amiga mía. Hablamos un buen rato, y me invitaron a visitar su casa el próximo fin de semana. Vivían en una localidad de las afueras de Barcelona en una urbanización de lujo. José Luís era médico y su reputación aumentaba día a día. Marga, seguía trabajando con él.
Llegué sobre las 12 del mediodía. Abrió la puerta Marga y nada más verme se disculpó. José Luís no iba a estar con nosotros hasta bien entrada la tarde, ya que le había surgido una urgencia quirúrgica, pero no obstante quería que comiera con ella y siguiéramos con lo previsto. José Luís acudiría en cuanto pudiera. Me quedé un poco cortado, pero como insistió, no pude negarme. Me acompañó al cuarto de invitados para que me cambiara y dijo que se iba a la piscina y esperaba allí. Cuando llegué al jardín, Marga estaba saliendo del agua, quedé pasmado ante aquella visión. Era como una diosa. Nunca me había fijado en ella, normalmente vestía con prendas anchas e informales, pero dentro de aquel bañador parecía otra. Era alta, calculé más o menos 1’70, su figura era una continuidad de curvas proporcionadas. Su cintura era pequeña y sus caderas sobresalían escandalosamente. Sus piernas estaban muy bien formadas y sus muslos eran perfectos. Sus pechos eran de la medida que a mí me gustan de los que “mi mano puede agarrar”.
Ella se dio cuenta de mi sorpresa y sonriendo dijo:
-¿Tanto te ha sorprendido el verme en bañador? Reconozco que me gusta vestir muy discretamente, y que nunca me habías visto en “paños menores”, pero eso confirma que nunca te habías fijado en mí.
– Me da vergüenza reconocerlo, pero así es. Tienes una figura estupenda. – le dije.
Ni que decir tiene que quedé corto, me había provocado una erección total. Me metí en el agua y cuando mi polla se calmó, salí y me estiré en una tumbona que me había preparado Marga. Estuvimos hablando de temas profesionales y personales. Me preguntó si tenía pareja, y le dije que no. Que hasta hacía un año había convivido con una mujer, pero las cosas no funcionaron.

– Veo que a vosotros os va muy bien, ¿o no? – le dije.
Marga dijo entonces:
– Jorge, nos conocemos desde hace muchos años, y no quiero engañarte. José Luís y yo nos queremos mucho y somos muy buenos amigos, pero últimamente, nuestra vida privada, mejor dicho nuestra vida sexual no funciona. Estamos juntos todo el día. Sé que está agotado, y que trabaja muchas horas, pero llevamos dos meses casi sin sexo. Nos hacemos alguna paja, pero nada más.
La cogí de la mano suavemente y le dije:
– No puedo entenderlo, vivir con una mujer como tú al lado y no tocarla, me parece imposible.
Mientras hablaba, me levanté y me senté en su tumbona. Nos miramos, y fui acercando mi cara a la suya, parecía que algo tirara de mí, y nos besamos. Primero con suavidad, pero cuando nuestras lenguas se encontraron, empezamos a morrearnos como si se nos acabara el mundo. Entonces Marga dijo:
– Siempre me has gustado y te deseo, quiero que me folles ahora.
Se levantó y me llevó a un anexo de la casa donde guardaban las hamacas y muebles de jardín, se sacó el bañador y se quedó desnuda. ¡Vaya cuerpo! La apoyé en una mesa, me arrodillé y le abrí los labios de aquel caliente coño. Tenía el clítoris totalmente inflamado y cada vez que le pasaba la lengua, se estremecía. Se lo lamía y chupaba lentamente. Estaba excitadísima y movía las caderas como si me la estuviera follando. Le introduje un dedo en su chocho y noté como le “palpitaba”. Aceleré mi comida y el movimiento de mi dedo y de pronto, sin avisar, pero gimiendo se corrió. Aquella comida de chocho, me estaba poniendo caliente y verla a ella de aquella manera, sudando y agitándose, hizo que siguiera lamiendo su raja de arriba abajo, entreteniéndome en su botón. Ya no pudo más, me agarró de la cabeza y me decía:
– No pares amor, sigue. Me vas a matar de gusto, no pares.
Se corrió por lo menos cuatro veces más. A mí me dolían los huevos de tanta calentura. Pero Marga, actuó rápidamente, me sentó en un sillón, se arrodilló y se tragó mi polla. La chupaba suavemente, escupía en mi capullo y lo acariciaba con su lengua. Estaba a punto de correrme, pero Marga dijo:
– Espera, no quiero que te corras ahora. Me gustaría hacerte disfrutar más tiempo. Voy a buscar algo para beber y a ver si cuando vuelvo, se te ha relajado un poco.
Dicho esto, se levantó, me dio un morreo y se fue.

Cuando volvió, mi polla se había calmado un poco. Entonces Marga, se puso otra vez de rodillas y me la mamo con tal maestría que se me puso como una piedra. Se levantó, se abrió de piernas y se puso frente a mí. Puso saliva en su mano, se mojó la raja y se sentó encima de mi polla.
Casi me corro al ver la cara que ponía mientras se la iba clavando. Me cabalgaba lentamente, disfrutando de cada penetración, pero sin darse cuenta cada vez iba más rápida. Yo la tenía cogida de las nalgas y sentía que mis cojones se estaban endureciendo y que estaban a de soltar su cargamento de leche en aquel chocho. Notó que el final se acercaba y se levantó, se puso de rodillas acerco su boca a mi capullo y con la mano me hacía una paja.
El calor de aquella boca, me estaba volviendo loco. Con la otra mano, me masajeaba los huevos y ya no pude más. Le sujeté la cabeza y le dije que iba a correrme. Aceleró el ritmo de su mano y exploté. Sentí un gustazo como no recordaba haber sentido nunca. Marga tenía la boca llena de leche, y me sorprendió cuando me miró y poco a poco la fue paladeando y tragando. Cuando acabó, besó mi capullo y mis huevos y se levantó. Nos vestimos, nos duchamos y nos metimos en la piscina. Me acerqué a ella y le dije:
– Siento lo que ha pasado, ya que José Luís es amigo mío, pero no me arrepiento, te deseaba y te deseo. Lo siento, no volverá a ocurrir.
A lo que ella contestó:
– Espero que si vuelva a ocurrir. ¡Estaba hambrienta! Tenía ganas de ver y sentir que un hombre me deseara. Me gustaría que siguiéramos viéndonos.

Y así lo hicimos. Aquella tarde, José Luís no pudo venir, llamó y se disculpó. Me dijo que cuidara de Marga y me sugirió que me quedara a cenar para no dejarla sola. Cenamos y follamos. Desde aquel día han pasado ocho meses y Marga y yo hemos disfrutado de nuestros cuerpos hasta el éxtasis.
Un saludo para todos.