Relato erótico

Amigas hasta el fondo

Charo
20 de julio del 2019

Se conocían desde el colegio y formaron un grupo muy divertido. Algunos se emparejaron. Fueron a celebrar el cumpleaños de uno de ellos y la fiesta se desmadró. Demasiado alcohol para aguantar toda la noche.

Diego – Barcelona
Realmente creo que fue un sueño pero no. No fue un sueño. Bueno, será mejor que os lo cuente todo; detalle por detalle.
Me llamo Diego, tengo 27 años y salgo con Ana, una morena de 25 años que tiene un cuerpo de vicio. Formamos parte de una pandilla de colegas de toda la vida. Desde la guardería, casi. Todos los fines de semana salimos de copas juntos y como todas estas pandillas, nos lo pasamos bastante bien.
Pues la historia que os cuento me paso el último fin de semana de Mayo. Era el cumpleaños de uno de los de la pandilla y nos reunimos en el pub de nuestro barrio. Ya sabéis como van estas cosas: regalos, bebidas, saludos, más bebidas, bailes, más bebidas. Es decir, que a medianoche, bastante gente estaba con una buena curda. Entre ellas mi novia.
Decidí que lo mejor sería llevarla a casa así que se lo dije a varios colegas y abrazándola, ya que casi se caía, comencé a llevármela. Fue en estas cuan se acercaron dos amigas nuestras: Meritxell, 20 años, rubia con el pelo larguísimo, un buen cuerpo aunque tenía pocas tetas para mi gusto aunque un soberbio culazo que lo paliaba y Silvia, 25 años como mi chica. También rubia pero el pelo corto, piel blanquísima y un cuerpazo. Buenas tetas y buen culo a pesar que Meritxell la seguía ganando en ese tema.
Las dos iban sobrias y me pidieron si no me importaba dejarlas en su casa ya que sus respectivos, grandes amigos nuestros también, estaban en un estado próximo a la inconsciencia, cantando a voz en grito y abrazados entre si la canción de moda.
Una vez en el coche, vi como Meritxell se había tomado el tema a broma y Silvia llevaba un cabreo encima que tiraba. Las dije que dejaríamos primero a Ana y luego las llevaría a cada una a casa, que uno es un caballero.
Así que después de un furtivo beso de mi chica, volví al coche.
Bueno, chicas, ¿A quién dejo primero?
¿Por qué no vamos a mi casa, que no están mis padres -dijo Meritxell-, tomamos un café y luego llevas a Silvia a su casa?
-No se…no me apetece demasiado…- dijo Silvia.
Pero a mí sí me apetecía así que entre los dos convencimos como pudimos a Silvia y aterrizamos en casa de Meritxell.

Y allí estábamos, sentados los tres cómodamente en el sofá del salón, con una luz suave, un café en la mano y yo entre dos preciosidades hablando de tonterías.
No sé si os habréis dado cuenta pero muchas veces empiezas una conversación sobre el fútbol y la terminas sobre los zapatos. Pues eso nos paso a nosotros. Empezamos una conversación sobre lo de esa noche.
-Mi novio es un gilipollas -decía Silvia-
-Bah, déjalo, que ellos se lo pierden -decía Meritxell- y llegado a un punto, empezamos a hablar de sexo anal.
Si, si. Como os lo cuento. En condiciones normales, ni se me habría ocurrido hablar con ellas de eso. Bueno, con ellas, con Meritxell, que era la que más hablaba, porque Silvia estaba enfurruñada y no decía ni pío.
-Vosotros los tíos siempre nos pedís las chicas cosas rarísimas y reconoce, que os gustan las cosas raras.
-¿Raras? ¿Que llamas tu raro?, después bien que os gustan esas cosas raras…
-¿Qué nos gustan? ¿El qué?
-Por ejemplo, el sexo anal. Todas las tías sois reticentes a probarlo, que si no os excita, que os van a hacer daño y lo probáis y el 90% por ciento le encanta y sigue repitiéndolo.
-Ya, ya, muchas palabras pero eso habría que demostrarlo -me dijo Meritxell con una mirada picaruela y con los ojos brillantes-
En este momento me podía haber reído y haber pasado a otro tema pero jamás sabré porque conteste:
-Pues te lo demuestro cuando quieras.
Chico ¿No creéis que os estáis pasando? -dijo Silvia, un poco mosqueada ante el cariz que tomaba la situación-
-Te dejo que me lo hagas lo que queda de noche y si no me gusta me dejas que te meta un pepino por el culo, para que sufras lo que sufrimos.
La pobre Silvia ya no aguantaba más y se levantó del sofá:
-Estáis como cabras. Yo me voy y no quiero saber nada de esto. Ana y Lucas (el novio de Meritxell) son amigos míos y no sé como…
-Calla y siéntate -dijo Meritxell, -volviéndola a sentar en el sillón
-Necesitamos alguien imparcial que decida si me ha gustado o no.
Meritxell se quitó los zapatos y se levantó del sofá bajándose los ajustadísimos vaqueros que llevaba que fueron a parar al suelo. Camino que siguió su tanga blanco. Mientras procedía a desabrocharse la camisa me dijo:
-No te quedes con cara de alelado y desnúdate tú.
Mi ropa comenzó a formar un montón con la suya y en un momento me quedé en pelotas. Con mi “armamento en ristre”.
-¡Hala! ¡Qué grande…! -dijo mientras señalaba mi polla, al tiempo que se reía. Bueno, yo no tengo el cacharrazo del que presumen algunos en los relatos pero yo creo que estoy bien dotado.
-Bueno, “experto”, tú dirás…y recuerda que solo por el culo, nada de meterla en mi cosita y si me duele…

-Tranquila, tranquila…
Miré por la habitación para ver donde nos poníamos y me fije en una mesa grande que tenia. Comencé a vaciarla de jarrones y tapetes y pedí a Meritxell que se tumbara boca abajo en la mesa dejando las piernas fuera. Así, de esta manera, quedaba justamente a mi altura…
Disfrutando de la situación como una loca se tumbó. Yo le separé los muslos con cuidado y me arrodillé. Su soberbio culazo quedaba ahora a la altura de mi cara.
-Primero te voy a prepara un poquito…
-Haz lo que quieras…
Y allí estaba yo, separando las nalgas de una de mis mejores amigas mías y de mi novia. Su ojete virgen estaba sonrosado, redondo, brillante… Enterré mi cara entre sus cachas y le introduje mi lengua en su ojete. Le debió gustar más de lo que pensaba porque se le escapó un gemido y un suspiro. Pero yo seguí. Ensalivando, apretando, comiendo. Llevaba un buen rato cuando oí su voz…
-Para y dame lo que me tienes que dar…venga, dame….
Pero uno es un caballero e hice lo que me pidió. Comencé a apretar. Por momentos notaba como su esfínter se dilataba y comenzaba a engullir mi polla. Desde ese mismo momento comenzó a jadear y a gimotear. Yo, para hacer fuerza la había agarrado de sus hombros, ya desnudos.
Poco a poco su ojete iba rodeando mi pene merced a la técnica de “saca uno y mete dos”. Por fin, mis pelotas golpearon su coñazo y mi vientre, sus nalgas de piedra. Ella boqueaba como un pez, jadeaba, lloraba y se agarraba a la mesa hasta ponerse los nudillos blancos.
Entonces comencé el mete-saca, mete-saca. Su culo estaba caliente, resbaladizo, como el de mi chica. Pero ella estaba casi en estado catatónico. Así que la solté de los hombros y agarrando a sus caderas, con fuerza y escapándoseme un “zorra” por lo bajini, comencé a follar en condiciones aquel terreno inexplorado por mi amigo Lucas. Comenzó a gemir y a jadear. Parecía que le gustaba pero tenía que quedar claro al jurado así que:
-¿Te gusta, Meritxell? ¿Te gusta?
Y la pobre, entre gemido y gemido dijo:
-¡¡Si, si, si, siiiiiiii…!!
Soy un tío normal que hasta ese momento solo lo había hecho con mi chica y estaba a punto de reventar en el culo de otra chica. Cerré los ojos y comencé a respirar para no correrme, para aguantar un poco. El sudor me corría por la cara y resoplaba como si fuera el carbonero del infierno. Las pelotas me dolían enormemente. De repente, entre la niebla me parece oír la voz de Meritxell:
-¡¡ Diego, Diego…me corro, me corro…!!
No pude aguantar más y me corrí. Y de qué manera, casi dolorosa. Una señora corrida. Al tiempo que me corría ella jadeaba y apretaba los dientes para no gritar. Y poco a poco iba vaciándome en ella. Un par de minutos hasta que deje de eyacular. Ella se quedó respirando pesadamente sobre la mesa. Sin separarme de ella, me tumbé en su espalda y separándole el pelo, la di un besito en la mejilla.
-Suena muy típico, pero, ¿Qué tal? ´-le dije-

Me sonrió y los ojos se le animaron:
-Increíble, increíble. He perdido ¿Tienes algo que hacer esta noche?- dijo en tono de broma.
Por fin me desacople de ella con un ruido de succión. Ella se levantó, tiró la camisa al montón de ropa y se fue hacia el servicio.
Yo me senté al lado de Silvia. Quién me iba a decir que iba a acabar la noche al lado de Silvia en pelotas.
-Supongo que estaréis contentos ¿No?
-Vamos, vamos, no me des la charla moral. Esto solo ha sido como un masaje…
-¿Un masaje? ¿Te has tirado a Meritxell y le llamas un masaje?
-Mira. Esto no es engañar a nuestras parejas. Ha sido solo sexo.
-Ya. El mismo rollo de siempre. No sé cómo se lo vais a contar.
No se lo vamos a contar. Además, no te hagas la estrecha que he visto que te has excitado…
-¿Yo?
-¿Tu? Vamos, confiesa que te pica la curiosidad y te gustaría probar lo que ha provocado que Meritxell pierda los papeles.
Silvia me miró. He hizo un gesto brusco. Creí que me iba a hostiar. Pero no. Nunca terminas de conocer a las chicas. Ese gesto fue el preludio de que se despojara de su camiseta roja, de su falda vaquera y de su sujetador y bragas de algodón. Y allí estaba. Blanquísima, como la leche, con los pechos bien erguidos y sus pezones duros y su pubis, completamente afeitado, sin un solo pelo (Quien lo diría en Silvia). Se tumbó en el sofá y me mostró su coñito sin un pelo, sonrosado. Abrió bien las piernas.
-Vamos, demuéstramelo… ¡Venga!…
Y volví al ataque, con la salvedad que ahora un chocho se encontraba al alcance de mis lamidas y lamí. Entre ojete y coño la pobre Silvia se revolvía como una serpiente. Su coño estaba empapadísimo y en menos de 5 minutos yo, ya tenía un empalme considerable. Así que antes de que me lo pidiera y sin tantos preámbulos, la encule de un solo golpe. Y no le debió doler mucho porque me rodeo con sus piernas y tirando de mí, me comenzó a besar en la boca como una posesa.
-Vaya, vaya con el “jurado”
Era lo voz de Meritxell, que acababa de salir del cuarto de baño y miraba con satisfacción la escena.
Esta vez pude contenerme un poco más antes de llenar como correspondía el culo de Silvia.
Y esto fue el preludio de una noche de orgía total. Meritxell propuso que los tres nos fuéramos a la cama de sus padres y allí continuamos con la movida.

Para ponerme a tono las chicas comenzaron a usar sus bocas (Silvia chupaba de miedo). Una vez no me dio tiempo y la llene la boca. La primera vez que hacia eso. Ella y yo. De ahí mas culo. Boca. Hasta probamos los coñetes. Y sin gomas. Pero fue porque ellas me lo pidieron.
Finalmente. Tras un par de horas. Caímos reventados. Nos dormimos juntos. Por la mañana, a eso de las ocho, la habitación apestaba a sudor y esperma. Mis “chicas” aparecían llenas de costrones de lefa seco, vamos, una señora orgía.
Nos duchamos, ayudamos a Meritxell a limpiar un poco y por fin acompañe a Silvia a su casa.
¿Y después? Pues por lo que se, ni una, ni otra se lo comentaron a sus novios y amigos míos. Lo sé porque hemos repetido varias veces (Esta vez, chochetes con goma) ¿Y yo? Pues os digo que en lugar de dos chicas, ahora son tres.
Un beso para todos.

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