Relato erótico
Amante muy especial
Su marido estaba de viaje y aprovecho para citarse con su amante. Quedaron en un hotel, como siempre. Lo que no esperaba es que su “hombre” le había preparado una sorpresa.
Celia – Murcia
Amiga Charo, llegué aquella noche a la habitación del hotel en el centro de Madrid. Sabía que me encontraría allí con él, que nos entregaríamos a la pasión, pero no imaginaba lo que me tenía preparado cuando llegué a la habitación. Él estaba pendiente de mi llegada, por eso cuando estaba casi llegando a la habitación, dejó la puerta entreabierta. Yo tenía la orden de entrar y de inmediato cerrarla con seguro, pero cuando entré me impresionó algo, la habitación estaba completamente a oscuras y no podía ver nada.
Entré y cerré sintiéndome rodeada de oscuridad y silencio. Algo de temor, mezclado con erotismo era lo que sentía hasta que, de pronto, noté dos manos en mis hombros. Eran las de él y sentí como su cuerpo se pegaba al mío y oí como me decía “hola” al oído mientras sus labios y lengua se entretenían con mi oreja.
Pensé que ahí empezaba la acción, pero no era así, porque algo me colocó en los ojos, una venda, con lo cual no podía ver nada y solo logré percibir que se encendía la luz de la habitación. Me dirigió hasta cerca de la cama, yo seguía de pie y él se dedicó, con toda la paciencia del mundo, a desnudarme, a quitarme prenda por prenda y cada parte de mi piel, que iba quedando desnuda, la cubría de besos y caricias.
Me quitó muy lentamente mi diminuto tanga, con sus manos y su boca. Ya completamente desnuda sentí que sus labios se posaban en mis pies y sus manos en mis tobillos acariciándome los pies, lamiéndolos y dejándome concentrada en las caricias que me proporciona. Pero algo inesperado noté de pronto, sentí dos manos más en mi espalda. Intenté reaccionar pero poco a poco me acostumbré a ellas y me gustó.
Pero las sorpresas no pararon allí pues dos grandes manos me manoseaban los pechos y ahí me di cuenta que nunca estuvimos solos, que eran tres hombres. A parte de las manos de mi amante, sentía que las otras manos que me acariciaban eran más grandes y fuertes de lo normal, pero simplemente me dejé llevar por el placer, pues además de las manos las bocas se pegaban a mi piel. En medio del placer solo podía pensar en lo morboso que podía ser tener tres machos para mí. Jamás pensé en hacerlo, aunque siempre estuvo en mi cabeza después de ver, vía Internet, material sobre mujeres que son poseídas por tres calientes machos.
Sentí que uno empezaba a subir por mis piernas, mientras que el hombre que me acariciaba la espalda empezaba a bajar con boca y manos. Uno llegó a mi coño donde, después de recorrer con la yema de sus dedos, sus labios y lengua el interior de mis muslos, pegó sus labios a los labios de mi coño que estaba empapada y casi caían gotas de líquido de lo caliente que me sentía. Pero el placer no era solo allí. Otro seguía acariciando mis senos mientras me besa la boca y él de la espalda llegaba a tu trasero, manoseando mis nalgas, las cuales abría para colocar la punta de su lengua en mi ano.
Sentía el placer en mis tetas, en mi coño, que me lo estaban comiendo con la lengua y uno de sus dedos y de un momento a otro noté que otra lengua empezaba a explorar mi culo, sintiendo como la punta de la lengua acaricia el anillo de mi ano y cuando no es ella, es un dedo grueso. En medio del sexo oral múltiple que me daban, sentí que el hombre que me manoseaba las tetas me acercaba una silla a ti. No lo entendí ni me importó, pronto sabría para qué.
Cuando él se subió en ella y sentí algo cerca de mis labios los abrí y de inmediato reconocí que era una verga, pero no una cualquiera, pues mi boca casi no da abasto para ella e incluso pude sentir en mis labios y lengua, cuando la estaba mamando, el grosor de sus venas, lo que me impactó, pero a la vez me daba mucho placer.
Fueron minutos de placer, tanto era así que me empezaron a temblar las piernas. Seis manos recorriendo mi cuero entero a la vez, una buena verga en la boca, mientras que me estimulan el culo y el coño a la vez.
Pero cuando mis piernas ya no resistían, todos se separaron de mi y uno me cargó hasta la cama, donde me acostaron boca arriba. En ese instante, me manosearon de forma desordenada, manos por todos lados, bocas, lenguas por otros, hasta que uno de ellos colocó sus rodillas al lado de cada uno de mis hombros y su verga en mi boca. Fue impresionante pues con solo dos lamidas, la reconocí. Era la de mi amante.
Mientras yo me dedicaba a su polla, ellos, los otros dos se dedicaban a mi coño estimulándolo con sus largos dedos y lenguas. Lo estaban haciendo muy bien y yo no paraba de gemir y de apretar y morder la verga de mi boca sin poder recordar cuantos orgasmos ya he tenido. Uno de mis nuevos amantes se acostó boca arriba, y otro me dirigió para que me sentase sobre su verga, a la cual me acostumbré poco a poco pues, pese a lo mojado de mi coño, no era fácil recibir semejante palo.
Ya acostumbrada, otro empezó a comerme el culo mientras que el tercero sabía bien que mi boca no se podía descuidar y allí me metió la verga. De mí solo salían gemidos. En esa posición me quedé mientras que ellos se turnaban en mis tres agujeros, dejándome doloridas las tetas de tanto manoseármelas y chuparlas hasta que uno por uno, mientras les mamaba la verga, me llenaban de semen la boca y el rostro.
Las sabanas mojadas en una mezcla de sudor de una mujer y tres machos, además de semen y mis propios líquidos.
Después de unos minutos de descanso, sin quitarme la venda, pedí que me llevaran al baño y allí, solos mi amante y yo, me la quitó y nos bañamos juntos, sin que yo dejara de darle las gracias. No había imaginado que este era mi regalo de aniversario, pues llevo cinco años de casada y él solo es mi amante.
Ya bañada, peinada y con un pijama sensual, cómodo, nada atrevido pero sí muy sexy, me presentó a mis dos amantes ocasionales, dos negros imponentes que llegaron a la capital meses atrás para estudiar en la universidad. Después de las presentaciones y de unas copas de cava, mi amante me dijo:
– Es la una de la madrugada y en casa tienes que estar antes de las siete, cuando llegue de Torrevieja tu marido, así que haremos…
– Ahora sin venda – le corté – y los quiero de uno en uno para gozarlos mientras que los otros dos nos miran.
Te aseguro, Charo, que fue una sesión memorable.
Besos y hasta otra.