Relato erótico

Alumnos aventajados

Charo
1 de julio del 2020

Tienen una vida tranquila, buena posición y sexualmente son muy activos. Su mujer es profesora de inglés y unas clases particulares con cuatro de sus alumnos les cambio la vida.

Jaime – Madrid
Mi mujer se llama Victoria, es profesora de inglés, además de realizar numerosos trabajos de traductora y de vez en cuando da alguna que otra clase particular. Dueña de en cuerpo digno de una vedette, mide 1,70mts más o menos, largas piernas, 100 de busto y muy firme con pezones rosados, de esos que siempre se asoman descaradamente y muy sensibles a las caricias ya que ella se excita al extremo cuando se los acaricio, estrecha cintura, 60, y unas caderas excelentes que contienen lo más espectacular de su cuerpo, que es su culo. Para rematar lo buena que está, tiene una cara bellísima.
No tenemos hijos y nuestra posición económica es buena. Hace poco compramos una casa en las afueras de la ciudad y tenemos un hermoso jardín.
Sexualmente somos muy activos, aunque nuestra experiencia previa al matrimonio fue muy poca y en el caso de mi mujer casi nula, nos gusta innovar, leemos muchos relatos de los más variados y en la cama fantaseamos con infinidad de situaciones pero en ningún caso las llevamos a cabo ya que del dicho al hecho hay mucho trecho. Además nos encanta filmar nuestros encuentros sexuales que son muy creativos y con todos ellos tenemos armada una videoteca.
Nuestra relación se basaba en la confianza, cosa que cambió a partir de los hechos aquí narrados, y que no solo cambió esto, sino que toda nuestra relación de pareja. Mi mujer es muy sexy ya que además de ser como antes la mencioné, también le gusta vestirse y actuar de manera muy sensual. En pocas palabras, le encanta provocar y que la miren, pero su personalidad es muy posesiva y celosa.
En una ocasión a causa de su trabajo la vino a visitar un grupo de alumnos que tenían grandes probabilidades de suspender la materia faltando poco para terminar el año, entonces ella, que es muy exigente con sus alumnos, pero a la vez les brinda todas las posibilidades para que aprueben, les indujo a que trabajasen de más para superar sus dificultades y les dijo que les daría clases particulares en nuestra clase para que aprobaran la asignatura. Eran cuatro chicos de unos 20 años.
Cada día, al llegar ellos, yo me iba a mi trabajo. Estos encuentros se siguieron dando durante casi un mes, prácticamente de martes a sábado y en mi empezaron a surgir fantasías en las que imaginaba lo que por la cabeza de ellos pasaba al ser atendidos por semejante maestra, lo cual debo admitir, me dio algunos celos. Por otro lado le pregunté a Victoria si la ropa tan sexy que usaba cuando venía los chicos, por ejemplo un mini short de lycra, era una casualidad y de ser así que podía interferir con sus clases, a lo que ella me respondió que sabía que ellos se calentaban con eso, pero que a ella le gustaba hacerlo y que no me preocupara, que lo iba a manejar y que no llegaría a mayores.

Una tarde, al llegar del trabajo, mi mujer me recibió de forma extraña ya que estaba algo nerviosa, me besó, y me pidió que me sentase. Me dijo que uno de sus alumnos, en un descuido de ella, le había quitado de debajo del televisor, uno de los videos que habíamos grabado recientemente, y que ellos la habían chantajeado con este. Yo le pregunté qué le habían pedido, y ella me contestó que todavía nada, pero que le dijeron que iban a hacer copias del video y que los iban a repartir entre los demás si ella no les daba lo que le pedían, que lo pensase y que en unos días iban a venir a ver si accedía al trato.
En ese momento me puse como loco y le dije que los iba a esperar y que les haría desistir de este “chantaje”. Mi mujer me dijo que no lo hiciera que sería peor.
– Entonces ¿qué hacemos? – le dije, ya que no sabía cual era la mejor forma de actuar.
– Tenemos que ser más inteligentes. Además seguramente lo que ellos quieren es que yo les apruebe la materia y listo. Quédate tranquilo y deja que yo lo manejo.
Pasaron unos días de esto cuando por fin aparecieron los cuatro en casa. Era sábado y yo me preparaba para ir a entrenar, pero cuando los vi llegar tuve que disimular mi ira y le dije a Victoria que hoy me quedaría en casa a lo que ella me dijo que no, que me fuera porque mi presencia podía complicar las cosas.
De mala gana me puse mi indumentaria deportiva y salí, no sin antes saludar a los jóvenes de forma un poco irónica y dando un jugoso beso a mi esposa. Además me molestaba que estuviera tan atractiva, ya que llevaba en ese momento un vestido muy vaporoso de tirantes de color blanco que tenía estampado unas flores, además le llegaba por encima de las rodillas y lo usaba sin sujetador. Está de más decir que se le notaban sus abultados pechos y en especial los pezones. Salí de casa pero en el acto me arrepentí de hacerlo y me di la vuelta entrando en casa por el garaje. En absoluto silencio subí las escaleras que conectan el garaje con la casa y abrí con mucho sigilo la puerta teniendo cuidado de no encender ninguna luz y entonces oí la voz de Julio que decía:
– Para mí un refresco.
– ¿Y vosotros? – preguntó mi esposa.
– Lo mismo profesora – contestaron los otros.
Estaban todos de pié en el salón de la casa frente a Victoria y la miraban con cierto descaro.
– Me imagino que lo pensaste bien y que tienes una respuesta a nuestro pedido. ¿No?
– Sí, claro que lo pensé y…- Bueno, si queréis os puedo hacer una paja, pero nada más.
Cuando iban a protestar Julio, haciendo un gesto con la mano de que se detuviera, dijo:
– De acuerdo, empieza, pero hazlo despacio.
Victoria comenzó a desabrocharse el vestido por delante cuando Julio le ordenó:
– Sácate las tetas… así y ahora déjate el vestido puesto, pero levántate la falda.

Victoria, tragó saliva, estaba siendo humillada por unos jóvenes que ni siquiera le dejaban que se sacara la ropa a su manera. Cerró los ojos y se levantó la falda. Llevaba puesto una de sus habituales tangas de encaje color blanco.
– ¡Que guapa! – se oyó decir a uno de ellos.
– ¡Sácatelo! – dijo otro.
Ella, con esfuerzo, lo hizo, pero en ese momento, una mano se abalanzó a tocarle una teta pero fue interceptada por un golpe de mi mujer que exclamó:
– ¿Qué haces?, dijimos que nada de tocar.
– Nada de tocar, no – dijo Julio – Nada de follar era el trato.
A todo esto ya tenían las pollas en las manos. Todas eran de buen tamaño, pero la de Santiago era muy grande y gorda. Noté que Victoria la observaba porque se quedó con la mirada fija en ella y porque pareció que se le fue la inhibición. En ese momento se les acercó con decisión y los empujó sutilmente para que se sentasen en el sillón. Al hacer esto, varias manos fueron a dar con sus pechos y una se introdujo por debajo de su falda y tocó su coño desnudo. Esta vez, Victoria no les golpeó las manos, sino que las retiró con delicadeza y mucha paciencia.
Yo no lo podía creer, seguía sin saber que hacer pero confiaba todavía en el ingenio de mi mujer. Los celos me estaban matando pero a la vez estaba sufriendo una erección de campeonato. ¡Me estaba calentando, y como!
En eso, Victoria, que llevaba el vestido sujetado por el botón del medio y por lo tanto tenía totalmente descubiertos los grandes pechos y su coño, empezó a moverse muy sensualmente delante de los muchachos que nuevamente intentaban tocarla esta vez sin que ella ejerciera resistencia alguna. Las manos se metían por debajo de su falda y recorrían sus piernas y nalgas no pudiendo llegar bien a sus tetas por la altura del sillón y porque Victoria estaba de pié.
– ¡Arrodíllate! – le ordenó Julio.
Victoria obedeció quedando a la altura de las rodillas de ellos y empezaron a masajeárselos lo que hizo que sus pezones se pusieran muy rígidos producto obviamente de la calentura que ella tenía, por los masajes que bien podían terminar en un orgasmo. Ellos no paraban de cascarse las pollas y mi cabeza iba a mil cuando pasó algo que definitivamente no pensé que pudiera pasar. Victoria cogió la polla del que estaba delante de ella con una mano y con la otra la del otro y las empezó a cascar.
– Nosotros también queremos – dijeron los demás.
Entonces soltó la polla que estaba frente a ella para coger la otra, pero la que había soltado se la metió en la boca. ¡Si! Se la cogió con la boca y la empezó a chupar como solo ella lo sabe hacer.

La humedecía bien y se podía oír el chapotear de la polla en su boca. Esto hizo que uno de los que estaba pajeando se corriera con grandes chorros de semen que empaparon su mano y brazo, además del sillón y la alfombra.
El que estaba desocupado, fue por detrás de ella, que estaba de rodillas pero con el culo sobresaliendo hacia fuera, y le levantó la falda para meterle varios dedos en el coño, que a esta altura estaba súper mojado. Había que verla, con semen en toda una mano, pajeando a uno, otro que le metía tres dedos en el coño mientras le amasaba sus nalgas, con una polla en la boca y sus tetas llenas de saliva producto de su trabajo de mamona. El que le tenía los dedos en el chocho empezó un frenético bombeo, que sin ser una penetración, estimulaba el clítoris de mi mujer y la empezó a poner como una moto nuevamente.
El chico se corrió, descargando su semen, producto de la posición, en el pubis y barriga de mi mujer, llegando a chocar incluso con la parte baja de sus hermosos pechos. Rápidamente todos quisieron hacer lo mismo, reemplazando al muchacho, uno de sus compañeros mientras los otros dos eran succionados y pajeados alternativamente por ella. Uno que era pajeado por mi mujer, acabó en su boca, corriendo lo que ella no pudo tragar, por la comisura de sus labios juntándose con el esperma que tenía en el cuello. En eso, Julio le dijo:
– Yo quiero algo distinto.
Diciendo esto, la dio la vuelta y, sentándola en el sillón, le metió su polla entré sus enormes senos y ella comenzó a hacerle una cubana como yo nunca la había visto. El muchacho se movía entre sus tetas y su polla resbalaba producto de todas las corridas acumuladas mientras que ella aprovechaba para besar su capullo cuando este llegaba a su mentón.
No pudo aguantar mucho y se corrió, empapando todo el cuello y boca de mi mujer. Rápidamente todos lo reemplazaron para que Victoria les hiciera una cubana a cada uno corriéndose todos de la misma forma.
Estaban todos agotados, se habían corrido como tres veces cada uno y Victoria también había tenido lo suyo, producto de los manoseos de los muchachos y de la frotación que realizaron con sus pollas en el clítoris de ella, cuando Victoria les dijo:
– Está cumplido el trato, ahora dadme la cinta y marcharos.
Los muchachos escucharon, se miraron y en silencio se marcharon no sin antes tirar sobre el sillón la cinta.
– Gracias profesora, la verdad que usted sí que la sabe chupar – dijo Julio con una risa burlona dibujada en su rostro.
Victoria lo miró con desprecio y luego se marcharon. Ella seguía tirada en el sillón llena de semen por todos lados, tetas, cuello, vientre, manos, piernas, todo el cuerpo.

Yo estaba totalmente confundido, pero a la vez muy caliente, entonces no lo pensé más y salí de mi escondite. Cuando ella me vio se asustó mucho y empezó a titubear.
– ¿Qué te pasó? ¿Qué significa esto? – exclamé.
– Para, yo te lo puedo explicar todo.
– Tú sabias que esto era parte del trato y no me lo dijiste. – Es que esperaba que ellos se conformasen con mirarme y hasta tocarme pero… ¡les prohibí que me follaran!
– A no, menos mal – dije de forma irónica.
No aguante más, me acerqué a ella, estaba toda pegajosa, la di la vuelta y se la metí en el coño bombeándola rápidamente, mientras le decía:
– ¿Te gustó lo que hiciste?
– Mi amor, ¿cómo me preguntas eso? Me chantajearon.
– Te vi, vi tu cara cuando vistes sus pollas.
– Sí, me gustó, y quiero que ahora me folles tú.
Así lo hice y le llené el coño de leche. Estuvimos follando toda la tarde y debo admitir que el estado deplorable en que estaba, producto de las corridas de los muchachos, me excitaba mucho.
Nunca más hablamos del tema pero sé que esto marcó un cambio en nuestra vida sexual que desembocó en muchas historias, que en otro momento contaré.
Saludos.

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