Relato erótico

Alumna aventajada

Charo
9 de abril del 2019

En casa de su novia vivía una prima algo más joven que ella. Sus estudios no iban muy bien y la madre de su novia le preguntó si podía darle clases durante el mes de Junio.

Daniel – ALMERÍA
En esa época, amigos de Clima, tenía 21 años y mi novia era una chica de 19 años, de cabellos rubios, largos y llamativos, en realidad muy linda y cuya relación no era muy bien vista por sus padres.
Con la familia de mi novia vivía su prima Verónica y tenía 18 años, hermosa chica, de físico esbelto y bien desarrollado de estatura mediana y de ojos color miel que hablaban con la mirada, tenía unos labios carnosos y tentadores acompañada siempre con una sonrisa picaresca. Era en realidad el foco de atracción del barrio, pues su vestimenta hacía que su bien proporcionado cuerpo resaltara más de lo normal y a la vez invitaba a que se viera un poco más de lo debido.
Todo empezó cuando a fines de Junio la madre de mi novia, me pidió que le enseñase matemática a Verónica, puesto que ella no había pasado de curso al final de año y debía prepararse para un examen en Septiembre. Accedí a su petición aclarando que sería en mi casa y el horario de clases sería los lunes, miércoles y viernes, a partir de las 09:00 hasta las 11:00, porque yo trabajaba en un lugar bastante apartado de mi casa.
Llegó el primer día de clase y estaba esperando a Verónica en mi casa, específicamente en mi dormitorio. Aclaro que yo vivía con mis padres y una hermana en un apartamento de tres dormitorios y la habitación del medio era la mía. Cuando llegó me saludó con dos besos, con su mirada y su sonrisa muy picarescas, pero mi mayor sorpresa fue la forma en que vestía. Llevaba una mini blusa bastante escotada y que no le llegaba a la cintura, dejando al descubierto su barriguita, y más abajo llevaba una minifalda que le llegaba solamente hasta la mitad de su muslo y que dejaba ver a plenitud sus piernas bronceadas. Estaba como para devorarla completamente.
La hice pasar a mi cuarto, en donde tenía una mesa de dibujo, que nos serviría para estudiar, además de una cama, un equipo de sonido y un ropero. La invité a que se sentara en la silla, traje otra silla para mí y me senté cerca de ella para comenzar con la lección. En esas horas mi madre estaba en la cocina muy ocupada, mi padre estaba en su oficina y llegaba alrededor del mediodía y mi hermana se pasaba el día en la casa de sus compañeras.

Al principio hacía como que no la miraba y trataba de concentrarme en lo que debía explicarle, pero ella, no se quedaba quieta. Decía que tenía mucho calor, y encendí el ventilador de techo, pues no tenía aire acondicionado y con el ruido que hacía difícilmente nos oirían desde las otras habitaciones.
Llegó un momento en que me era difícil no mirarla ya que lo escotado de su mini blusa permitía ver sus hermosos pechos con un sujetador súper sexy. Ella notó enseguida que la comía con la mirada y sonreía constantemente. Esta situación me excitaba sobremanera y me daba cuenta que a ella también, pues se le notaba en la puntas de su tetas porque los tenía muy tiesas. Yo llevaba una camiseta bastante grande y un pantalón buzo también bastante holgado y podía disimular mi erección.
No intentaba hacer ni decir nada, más aún teniendo en cuenta que los primeros días estudiábamos con la puerta del dormitorio abierta.
Durante toda esa mañana traté de mantener una conversación dirigida únicamente a sus lecciones, a fin de no desviarme hacia el tema que ella trasmitía con su sola presencia, y que era sexo. Al irse ella yo me quedaba con una calentura impresionante, pero pensaba que no podría ni siquiera acariciarla porque era la prima de mi novia, aunque siempre era ella la que quería iniciar la conversación sexual haciéndome preguntas muy personales e íntimas, a lo cual yo no accedía a contestarla, al principio.
Un día apareció con una blusa escotada, sin sujetador y haciendo juego con su minifalda, que me parecía cada vez más pequeña. Al verla así empecé a dejar de lado mi condición de novio fiel y le dije lo bien que le quedaba su conjunto y que era difícil dejar de admirar sus hermosos pechos con sus pezones rosaditos y endurecidos. Ella al principio se sonrojó, pero en enseguida sonrió, a la vez que se acomodaba para dejármelos ver mejor. Comencé a ser más osado todavía y apoyé mi mano derecha sobre su muslo sobándoselo suavemente.
Al rato ella también puso su mano sobre mi muslo. Aquel día yo llevaba un pantaloncito de fútbol, por lo que mi erección era evidente, y la dirigió hacia mi entrepierna. En ese momento abandoné su muslo y metí mi mano por debajo de su blusita, le agarré de uno de sus pechos hasta sentir su pezón duro y tieso como queriendo explotar. Pero ella no se animaba a tocarme el bulto, solamente rozaba suavemente con su palma la cabeza de mi aparato, que apuntaba hacia arriba. Le pregunté si tenía novio y si ya tuvo relación sexual, me contestó que se había peleado con su novio y ya hacía tres semanas que no lo veía. También me contó que en una oportunidad, su novio la penetró pero en una situación no tan cómoda y con apuros, por lo que ella no consideró como un acto sexual en toda su magnitud. Al oír esto, yo me dispuse a atacarla en ese mismo momento, pero desgraciadamente llegó la hora en que debía irse.
Pasé muy mal las siguientes horas, me la imaginaba en todas las poses y por la noche ya me había masturbado. Es que tener una carne fresca de esa categoría no sucede todos los días.

Llegó el día siguiente y ya la estaba esperando nuevamente en shorts y camiseta, pero apareció vestida esta vez con un pantalón largo de hilo color rosa casi trasparente donde se le notaba claramente su tanguita color blanco, y arriba llevaba otra mini blusa y naturalmente, no llevaba sujetador. Al verla vestida así, tragué saliva y la hice pasar a nuestra sala de estudio, pero que esta vez no sería de matemáticas, sino de sexo.
Al entrar cerré la puerta sin llave y nos dispusimos a repasar su lección. Esperaba el momento clave para iniciar la cacería y después de media hora, le dije:
– Descansemos un rato.
Ella accedió y entonces me levanté de la silla y me senté en la cama de forma transversal mirando hacia la puerta. Ella también vino a sentarse a mi lado y me dijo:
– Apuesto a que no te animas a cerrar la puerta con llave…
– Yo me animo, pero la que no te animarías eres tú – le contesté.
Como si nada, se levantó y cerró la puerta con cuidado para no hacer ruido. Seguidamente se acercó y se quedó delante de mí, yo me recosté de espaldas en la cama, mirándonos fijamente, se sentó sobre una de mis piernas con las suyas abiertas y mis muslos tocando su entrepierna, notando que su pantalón ya lo tenía húmedo. Al instante sentí que mi excitación se aceleraba y mi polla empezaba a crecer sin disimulo. Ella lo notó enseguida y pasó a estirarse a mi lado o. Me volví a sentar para mirarla mejor y empecé a recorrer mis manos por sus pechos, primero y por sus muslos después.
Ella cerraba los ojos y gemía suavemente. Entonces la agarré por la espalda y la situé mejor en la cama haciéndola acostar completamente. La besé en los labios casi devorándola. Al rato ya estábamos con un lengüeteo desenfrenado. Ella estaba dispuesta a aceptar todo lo que yo quería. Con las dos manos la empecé a desnudarla y al tener delante de mí esos hermosos pechos, cosa que nunca olvidaré, con la boca comencé a succionar la punta de uno de ellos, notando como se le ponía cada vez más duro, mientras con la otra mano le masajeaba el otro seno pellizcándole la puntita.
Sus gemidos eran cada vez más seguidos, su pulso, al igual que el mío, estaba aceleradísimo y más aún a sabiendas que en la sala estaba mi madre recibía la visita de unas amigas suyas. De repente sus manos empezaron a buscar mi bulto. Yo seguía besando sus pechos por turno y luego, comencé a bajar mis besos por su vientre hasta llegar a su pantalón. Procedí, inmediatamente, a quitárselos suavemente besándole cada parte de su cuerpo que quedaba al descubierto. Noté que con esa acción mía ella ya alcanzó más de un orgasmo.
No decía ni una sola palabra, solo respiraba medio jadeando y con continuos gemidos. La desprendí de su tanguita, disfrutando plenamente del espectáculo. Me metí entre sus piernas y haciéndola abrir me agaché para chuparle el coño. Ella me apretaba la cabeza con ambas manos hacia su cuerpo diciéndome lo bien que lo hacía y lo mucho que estaba disfrutando.
Yo mordisqueaba su clítoris y le succionaba los labios vaginales. Estando de esa forma durante varios minutos, recibí en mi cara un tremendo orgasmo, que relamí.

Me levanté, me saqué la camiseta y me acosté de espaldas, ella se levantó y se arrodilló al lado de mis piernas, bajó su cabeza hacia la mía y me dio un beso calentísimo, diciéndome:
– Ahora lo disfrutarás tú, ya lo verás.
Acto seguido, se colocó entre mis piernas y me agarró la polla, frotándola lentamente de arriba a abajo. Acercó sus labios a la punta de mi polla, primero la besó y luego se la fue introduciendo en la boca como si fuera un helado de chocolate. Era una experta. Lo hacía tan bien que ya estaba a punto de correrme. Se lo hice saber, levantó la mirada y me preguntó:
– ¿No es malo el tragarse lo que salga?
– Está bien y no te preocupes que no pasa nada -le contesté con un gesto de aprobación.
Nunca tuve una descarga igual, le llené la boca de leche y ella hasta tosía de la cantidad que pasaba por su garganta, pero no soltó en ningún momento mi pollo y se lo tragó todo. Al sacar mi aparato de su boca, me lo dejó reluciente tal cual como lo había metido, sin rastro alguno de semen. Entonces se levantó y nuevamente empezó a fregar mi aparato con su mano y me dijo:
– Me gusta su tamaño y lo quiero sentir dentro de mí.
Yo no decía nada, solamente esperaba a que mi polla se pusiera tiesa y no tardé mucho en volver a estar a punto. Entonces la acosté boca a arriba, me puse nuevamente entre sus piernas, le hice pasar la cabeza de mi polla por toda su abertura y al sentir que la tenía bien lubricada le empecé a meter la cabeza suavemente, pues la quería disfrutar al máximo. Ella se contorneaba y se movía para atrás pidiéndome:
– ¡Por favor, mételo ya!
– Tranquila, que voy entrando suavemente – decía yo.
– Por favor, ya no aguanto más – me replicaba.
Continúe en forma lenta metiendo y sacando, hasta que lo metí todo. Ella suspiró y comenzó a moverse como enloquecida y gritaba:
– ¡No pares ahora, sigue, sigue así… oooh… ya viene, ya viene, sí, sí, siii…!
Sentí sus uñas clavarse en mi espalda, a la vez que se iba relajando. Yo aún no llegué a corredme y como ella ya estaba relajada, le dije que se girara diciéndole que en esta posición iba a acabar más rápido. Ella accedió y primero ensalivé con la lengua su botón negro, después con sus jugos que le corrían aún por la entrada el coño, pero cuando le metí un dedo, me dijo:
– Me va a doler.
Le dije que solo sería al principio pero que después le pasaría y le daría un placer inigualable. Mojé mis dedos con saliva y lo introduje en su culo. De manera cuidadosa le fui metiendo, primero un dedo y luego dos dándole giros para que se acostumbrase al grosor.

Luego saqué los dedos y mojé la cabeza de mi polla con sus jugos y con un poco de saliva y lo coloqué a la entrada del culo. Empecé a forzar de manera suave y progresiva.
– ¡Aaaay… esto está que arde! – me decía, mientras yo seguía avanzando.
Cuando le metía unos centímetros me quedaba quieto y así hasta llegar al fondo, retrocedí un poco y avancé con todo. Ella gimió y entonces empecé a tocar su clítoris. Acto seguido procedí con el metisaca hasta sentir mis huevos golpearse contra sus nalgas. Gemía, gesticulaba, me pedía, al principio que parase, pero poco a poco pedía más. Con el bamboleo me corrí de forma espectacular y le llené el culo de leche. Cansado de tanto ir y venir, todo sudoroso, ella se acostó y me salí de dentro, le di la vuelta y empecé a besarla nuevamente en la boca. Luego ella me dijo:
– Yo nunca lo hice de ésta forma con nadie y ahora sí sé lo que es hacer el amor, me ha encantado que me hayas enseñado todas estas cosas. Sin duda eres el mejor profesor que he tenido. Ah, y no te preocupes que de mi parte jamás se va enterar mi prima de esto. Este será nuestro secreto y si volvemos a tener otra oportunidad yo no lo desaprovecharé.
Saludos.

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