Relato erótico
Algo ha cambiado
Tiene novio, un amigo al que ve algún fin de semana y tiene un buen trabajo. Últimamente ha notado que siempre está cachonda y se masturba continuamente. Algo está cambiando.
Sandra – Alicante
Para los que no me conozcáis, me llamo Sandra, soy una mujer que está cambiando, estoy experimentando cosas que antes no había probado nunca, ni se me habían pasado por la cabeza. Tengo 28 años, un amigo al que veo algún fin de semana y que disfruta de mi cuerpo. 1,78 pelo castaño, tez clara y ojos verdes. Mis pechos no son muy grandes pero me encanta tocármelos y pellizcarme los pezones, de mi culo estoy más orgullosa, las sesiones de natación lo han mantenido fuerte y me encantan que me lo miren con deseo.
En el anterior relato estaba trabajando en la oficina, sola una noche más y acabé leyendo en Internet unos relatos eróticos, algunos de ellos eran tan buenos que acabé masturbándome en el sillón de mi despacho.
Lo sucedido aquella noche lejos de calmarme me hizo ver todo con unos nuevos ojos, los fines de semana mi apetito sexual se calmaba un poco con la llegada de mi novio, que trabaja en otra ciudad, el resto de la semana con el trabajo no le echaba mucho de menos, pero esto desde aquella noche había cambiado.
Me despertaba con deseo, algunas mañanas me despertaba un poco antes de la hora que tenía por costumbre y me masturbaba en la cama.
Eran orgasmos cálidos, con la mente aun adormecida y los sentidos aletargados, pero que calmaban mi apetito, al menos de momento.
A veces ponía mi almohada entre mis piernas y pensaba que era una polla gigante que luchaba por penetrarme. Me movía con la almohada entre las piernas, rozándome, sintiendo la calidez en mi sexo con el roce. Para terminar el orgasmo me tumbaba de espaldas, abriendo mis piernas y movía con rapidez mis dedos entre mi abultado clítoris, cada vez más rápido, mi cuerpo se iba arqueando de placer hasta formar un puente de deseo en la cama, cada vez más tenso hasta que tenía ese maravilloso espasmo que recorría mi cuerpo.
Me quedaba un rato en la cama, hecha una bola sintiendo como palpitaba todo mi cuerpo. Con las piernas temblando me daba una ducha.
Había veces que el deseo no se calmaba con ese orgasmo y en la ducha buscaba algún objeto, un cepillo, un tubo de desodorante, algo con la ansiada forma fálica que me recordaba a mi novio.
Entonces me lo introducía en el coño, poco a poco, bien lubricado con mis propios jugos y una vez dentro lo movía lentamente notando toda su forma dentro de mí, bien adentro, a veces empezaba con un cepillo pequeño y luego pasaba a un tubo más grande, algo que me llenase de verdad. Con el deseo creciendo todo me parecía poco, quería algo que de verdad me llenase.
Lo movía cada vez más deprisa y sentía como se iba adueñando de mí esa maravilloso sensación, como cualquier cosa que pasase en ese momento no me importaba, en ese momento podía ser capaz de cualquier cosa. Llegaba al orgasmo gritando de placer mi flujo salía entre mis piernas y las recorrían cálidamente mientras iba despertando de ese trance en el que estaba.
Segundos después cuando terminaba de ducharme siempre me sorprendía de lo que había hecho, de lo que se me estaba pasando por la cabeza al masturbarme.
Me imaginaba que follaba con hombres de pollas gigantes, con negros, con varios hombres que me sodomizaban, con mujeres que chupaban mis pechos y metían grandes objetos en mi coño y mi culo. Todos los relatos que había leído pasaban por mi mente en esos momentos.
Cuando me ponía la ropa todos los pensamientos ya habían desaparecido de mi cabeza y me ruborizaba de haber sido capaz de imaginarlos.
En la oficina compartía trabajo con hombres a los que antes ni siquiera miraba pero ahora desde mi despacho observaba como se movían, y sobre todo miraba sus culitos, sus hermosos paquetes que guardaban hermosas fuentes de placer.
También había alguna mujer, con Carmen mi secretaría era con la que más relación tenía, las dos habíamos empezado en la empresa a la vez pero yo había ascendido con el tiempo. A pesar de ser su superiora seguíamos quedando para tomar algo los jueves al salir de la oficina. Ese jueves estábamos hablando cuando saqué el tema.
– Carmen ¿a ti que chico de la oficina te gusta más?
Ella, se quedó sorprendida ya que yo siempre he sido muy sosa en estos temas.
-Vaya ¿y eso? ¿Le has echado el ojo a alguno?
No que va, – no podía evitar sonrojarme al hablar y notaba como mi cuerpo se iba calentando -era por curiosidad- aunque sabía que Carmen ya lo había hecho con alguno de los chicos de la sección comercial.
– Bueno, si quieres saberlo, a mi me gusta Ernesto, el chico nuevo. Te has fijado en sus espaldas, ese cuerpo sí que llena bien un traje. Y además está bien fuerte, el otro día me ayudó a levantar unas cajas en el almacén y tenías que haber visto con qué facilidad las levantaba. En ese mismo momento le hubiese hecho un favor encima de ellas.-
– En el almacén, pero si tiene que estar lleno de trastos, además cualquiera puede entrar y pillaros -le dije-
– Pero eso es lo que le da más emoción, además a la hora del almuerzo por ahí no baja nadie, todos están en la cafetería.
– Pero, entonces, ¿ya lo has hecho ahí? – le pregunté
Ella se acercó a mi y bajando la voz me dijo:
– ¿Te acuerdas del becario que tuvimos este Agosto?
Me acordaba muy levemente, era un universitario al que se le había llamado la atención, varias veces, por venir al trabajo con pantalones cortos.
– Pues fue él quien estrenó el almacén conmigo.-
– Cuenta, cuenta – y cuando dije eso me sorprendí de estar ansiosa por oír más detalles.
Ella pareció notar mi ansiedad pues vi como brillaban sus ojos y sonreía pícaramente.
– Vaya, vaya con Sandrita.
“Bueno, era un día caluroso, ya te acuerdas el verano que tuvimos. El jefe de contabilidad estaba de vacaciones pero llamó para que le mandásemos unos papeles al fax del hotel. El becario bajó al almacén y estuvo un buen rato buscándolos pero no los encontraba así que pidió ayuda y me presté para ayudarle.
Cuando bajábamos las escaleras él iba detrás de mí, me acordé de que había dejado mi móvil en mi mesa y me giré para subir a cogerlo. Al girarme choqué con él y bueno, yo estaba algo más abajo que él así que mi cara golpeó sus abdominales.
Y vaya cuerpo chica, como engañas esas camisas por fuera, ese cuerpo era durísimo, me recordaba a los caballos, todo fibra y músculo.
El me sujetó para que no me cayese y pude notar mucho mejor esa potencia. Se me olvidó el móvil, la oficina, mi nombre yo que sé. Solo veía su cara sonriendo pícaramente y no sé, debió de ser el calor o que llevaba tiempo mirando el culito de este joven.
El caso es que tenía a ese espécimen delante, sentía como su respiración se iba a acelerando y mis manos fueron directas a su culo. Lo apretaba con gusto, recreándome mientras miraba su cara que lejos de mostrar sorpresa parecía estar disfrutando con la situación. –
Subí un peldaño y mis labios fueron directos a los suyos, su boca estaba seca por el calor pero enseguida empezó a humedecerse con mi lengua entre la suya.
Joder como besaba, era increíble, bajo los labios hasta mi cuello y empezó a recorrer su lengua por él mientras le clavaba mis uñas en su culo.-
Yo me estaba derritiendo entre sus brazos y mis manos ya no se conformaban con su culo, enseguida le solté los botones del pantalón, se los bajé y agarré su polla entre mis manos.
Aun no estaba empalmado pero joder, se podía ver que había pillado una pieza de buen tamaño, acerque mi boca a la polla y me la metí con voracidad en la boca, después de unas pocas lametadas empecé a notar cómo iba creciendo, si seguía así iba a tener que soltarla o ahogarme con ella dentro.
Él, empezó a mover su culo follando mi boca con su polla, yo miraba hacia arriba y veía como empezaba a gozar de verdad.”
Estaba viendo a Carmen gozar con lo que me estaba contando, parecía estar viviéndolo de nuevo, yo miraba de vez en cuando a la gente del bar por si se daban cuenta de lo que estaba pasando. Pero enseguida me deje atrapar por la pasión del relato.
“Paré de mamársela y le dije que nos metiésemos en el almacén, porque ahí en la escalera nos podían pillar.
Él, pareció despertar del éxtasis y me siguió como un monigote, pero cuando cerramos la puerta del almacén lo noté más vivo.
Cogió dos cajas y las puso en la puerta, me levantó en vilo y me sentó encima quitándome las bragas con una mano mientras aprisionaba con la otra mi pecho y buscaba con su lengua mi cuello.
Del cuello pasó a las tetas y que bien lo hacía, movía la lengua como un diablillo, mordisqueaba, chupaba, succionaba, era increíble la variedad de movimientos que esgrimía con la lengua.-
Sujete su cabeza con mis manos y le empuje hacia abajo, el enseguida supo lo que tenía que hacer. Su lengua pasaba lentamente entre mis muslos, primero uno y luego el otro como corrientes de electricidad, cada vez más cerca de mi sexo, hasta que abriendo completamente mis piernas enterró su boca en mi coño.
Ahí empecé a gemir como una loca, primero eran suaves lametones que recorrían mi coño, luego eran rápidos movimientos en mi clítoris y más tarde era toda la lengua dentro de mi coño como una polla.
Le quite la camisa y le arañaba la espalda, mis manos recorrían mis tetas, mis dedos se metían en mi boca, estaba como loca. Entonces se incorporó, se puso un preservativo y acercando su polla a mi coño empezó a recorrer mi clítoris con ella.
Estaba poniéndome a cien con esos juegos pero yo quería tenerle dentro así que puse mi pierna encima de su hombro y le acerque su polla a mi coño, estaba completamente húmeda pero cuando entró esa barra de carne la noté recorrer todo mi cuerpo.-
Empezó con movimientos lentos, pero enseguida aceleró, a la tercera embestida yo ya me había corrido, pero él seguía y seguía y mi orgasmo no cesaba, era continuo, no bajaba de intensidad.
Así supo mantenerme no se cuanto tiempo, de pronto la sacó y me levantó, me giró poniendo mi culo frente a él.
Yo estaba en éxtasis así que casi no supe lo que iba a hacer hasta que note su lengua en mi culo. No me gusta que me den por ese agujero pero estaba en otro mundo, movía la lengua de tal manera que separé mis nalgas con mis manos ofreciéndoselo para él.
Noté como iba entrando poco a poco su capullo, iba notando el calor y el dolor mientras iba entrando pero ese dolor se convertía en placer al notar sus manos recorriendo mi cuerpo, tocando mis pechos, mis nalgas, era una maravilla.
Cuando la tuvo toda dentro sujetó mis nalgas con las manos y empezó a penetrarme con fuerza, yo iba notando sus huevos como golpeaban mi culo, bajé mi mano y frotaba mi clítoris notando como iba a llegar otro orgasmo. Me estaba encantando, era como un caramelo derritiéndome de gusto, ese cabrón sabía bien como follar a una mujer.
Noté como cada vez iba más deprisa mientras yo llegaba nuevamente a otro orgasmo. Entonces él se corrió lo noté porque paró de culear. Estuvo un rato dentro de mí, yo notaba palpitar su polla. Se retiró lentamente y me giré. Le quité el preservativo y me llevé su polla a mi boca, quería probar su leche, estaba como poseída, me tragaba su semen con deleite como si fuese el mejor manjar.
Recuero que subimos a la oficina sin los papeles que habíamos ido a buscar y que más tarde volví a bajar a por ellos pero cuidando que no me viese porque aun tenía el culo dolorido de su polla. Yo estaba calada solo de oírla, notaba el calor de mi cuerpo, mi respiración jadeante, deseaba haber entrado en el almacén y follarme a los dos”
Ella debió percibir algo diferente en mí, sonrió y me dijo:
– Un día tenemos que hablar más en serio, parece que tienes muchas cosas ocultas Sandrita. -Pero eso será otra historia.
Un beso muy cariñoso para todos.