Relato erótico
Algo falló
Después de hablarlo durante un tiempo, se decidieron. Su marido puso un contacto para encontrar a una pareja para intercambio y le respondieron. El encuentro iba bien, pero al salir del hotel, las cosas no fueron según lo previsto.
Asun – Alicante
En cuanto leí el anuncio me quede sin palabras.”Pareja de 30 y 35 años busca pareja similar para intercambio. Abstenerse curiosos. Barcelona”. Esa era la frase que Benito, mi marido de 35 años, tal y como ponía en el anuncio, había publicado en una revista de contactos para hacer realidad nuestra fantasía de tener sexo con otras personas estando ambos presentes.
En un primer instante me sorprendió, habíamos hablado de llevarla a cabo, pero no como, y aquel anuncio me pilló algo desprevenida, creo que hasta él se dio cuenta, es decir, no es que la idea no me gustara, claro que sí, pero no sé, mi idea se orientaba más hacía una pareja de amigos, alguien conocido.
– ¿Y te ha llamado alguien? -le dije cambiando de cara.
– No te lo vas a creer, pero sí. Mañana tenemos una cita para conocernos -me dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
Vaya, que sorpresa – mi sonrisa evidentemente no iba de oreja a oreja, más bien era algo falsa.
– Tranquila Asun, no te pongas nerviosa, todo va a ir genial, son una gente muy agradable.
– ¿Cómo? ¿Tú ya los has visto? -le dije algo alterada.
– Verás, pensé que para que no te sintieras tan incomoda, sería mejor que yo los viera antes y decidir si quedábamos o no para conocernos los cuatro, y la verdad me gustaron.
– Hombre, muchas gracias por contar conmigo.
– No te enfades mujer, además mañana los podrás conocer.
Era alucinante, sencillamente alucinante, ya no sabía si la fantasía era nuestra o de él, así que sin contestarle me dirigí a la ducha, necesitaba quitarme de encima aquella contestación suya. Encendí el equipo de música y dejé que la bañera se llenara de agua, mientras yo me desnudaba ante el espejo a media luz. Desabroché lentamente mi camisa negra, hasta dejarla caer en el suelo, me miré en el espejo, solté mi media melena negra y seguidamente bajé la cremallera de mi falda, hice un movimiento de caderas y cayó por su propio peso al suelo. Benito se había apoyado en el marco de la puerta mientras me miraba. Cuando fui a quitarme la ropa interior, se acercó y poniéndose por detrás, mirándome desde el espejo, rodeo mis pechos con sus manos, pasando sus yemas sobre el suave raso color negro del sujetador y cubrió parte de mis pechos con sus palmas, a la vez que me susurraba obscenidades, como que aquel desconocido iba a disfrutar de las tetazas de su mujer, mientras él iba a observarnos y a maldecir lo puta que podía llegar a ser su mujer, lo cachonda y viciosa que me pondría por tener la polla de un extraño en mi boca, al igual que él, al verme en aquella situación.
– Te encantará cielo…
Benito sabía de sobras lo que me excitaba aquel lenguaje, me encantaba que me hablara como si fuera una guarra, una salida, una cachonda. Cerré los ojos e incliné mi cabeza hacía atrás, dejándola caer en su hombro, mientras él se desprendía de mi sujetador y me dejaba delante del espejo vestida sólo con un mini tanga negro, que rodeaba mi cintura con un fino hilo, que a su vez estaba cubierto por aquel liguero que él mismo me regaló el día de los enamorados. Acercó una de sus manos a mis labios, paso sus dedos por estos y yo instintivamente los humedecí con la punta de mi lengua, introdujo un par de ellos, los chupe, al rato de estar masajeándome las tetas salvajemente, alterando así el tamaño de mis pezones, paso uno de sus dedos humedecidos por allí, mi pezón reacciono como se esperaba, a los pocos segundos su dureza era extrema, podía cortar el aire con ellos, se detuvo en ellos hasta sacarme un gemido, mientras mi propia excitación se encargaba de humedecerme. Bajó una de sus manos por mi vientre hasta llegar a mi pubis y jugueteó con la fina línea de vellos que cubría mi clítoris, separó mis pliegues y arrancándome otro gemido, pasó su dedo corazón por mi raja.
– Estás mojadita zorra.
Sus palabras todavía me provocaban más gemidos, quería más, pero de pronto paró en seco, me cogió una mano y la puso en su paquete, a la vez que me dijo:
– Ves lo dura que se me pone solo de pensar que otro te folle.
Después de aquella frase, ya no tenía dudas, quería hacer realidad esa fantasía, me encantaba ver a Benito tan salido, tan lujurioso, tan apasionado.
Y si esa era la forma de conseguirlo, no serían mis dudas las culpables. Aquella noche hicimos el amor como dos salvajes, hasta caer rendidos en un profundo sueño, imaginándonos a ambos con la otra persona, en la misma habitación, mirándonos mientras eran otros los labios que nos besaban, otras las manos que nos acariciaban, otros los cuerpos que se rozaban…
El paso del día iba aumentando mi nerviosismo, no sabía si sería capaz de llegar hasta el final, no sabía si me sentiría tan poco celosa, como para no montar un numerito, porque la verdad, una cosa era mi imaginación y otra verlo en real, pero mientras íbamos de camino al hotel donde habíamos quedado para cenar, Benito me recordó que aquello solo era una fantasía, que me amaba como a nadie y que no tuviera miedo de nada, que siempre podíamos decir que no en el último momento, que no se trataba de ninguna obligación. Sus palabras me tranquilizaron, eso hizo que durante la cena todo fuera bien.
Sheila era muy atractiva, con unas largas piernas, muy sensuales, pecho pequeño pero bien puesto, pero lo que más llamaba la atención era su trasero, duro, firme, prieto y sus labios carnosos, pero al hablar perdía mucho, le faltaba elegancia para mi gusto. En cambio Miguel, me resultó muy atractivo y educado, y aunque se daba un aire con Benito, este resultaba más interesante, era algo más moreno y alto, con ojos verde aceituna y una sonrisa encantadora, se le notaba muy seguro de sí mismo, de lo que quería, mostraba un carácter fuerte y por su forma de hablar, un hombre de mundo. Habíamos pillado una habitación allí mismo, así que los cafés y copas decidimos tomarlas arriba. La habitación del hotel era grande, pero acogedora al mismo tiempo, estaba formada por dos salas, una de ellas el dormitorio, y la otra una especie de sala de estar, donde se encontraba una enorme tele y un sofá. Mientras Miguel servía las copas, los demás permanecíamos en el sofá. Sheila estaba enfrente de Benito, echándole el humo de un cigarro en formas de O en la cara e insinuándosele como una tigresa. Fue entonces cuando mis celos salieron algo a flote, así que decidí ir a ayudar a Miguel.
Benito observó cómo me alejaba de ellos y empecé a coquetear con Miguel, pero no se molestó, algo que a mí sí, pero me centré en Miguel. Manteníamos una conversación amena, divertida, casi me había olvidado de Benito, volví a mirar hacía ellos, estaban hablando más cariñosamente, Benito dejaba visible su erección y me quedé un instante mirándolos. Miguel me preguntó si me molestaba lo que estaba haciendo Sheila, mi respuesta fue que no, pero tampoco pensaba que a Benito le costará tan poco fijarse en otra que no fuera yo y para colmo empalmarse con nada. La carcajada de Miguel llenó la sala, yo me quedé algo parada, pero su abrazo me tranquilizó y sus palabras más:
– Asun, ¿me permites unos comentarios? Seré sincero, así que espero que no te ofendas en nada. Eres una mujer muy sexy, no tienes por qué sentir celos de nadie, tienes un cuerpo precioso, unos pechos envidiables, en los cuales cualquier hombre le gustaría perderse, una cintura de locura donde enredarse y unas caderas donde agarrarse como un desesperado, ¿tú crees que tu marido te dejaría por otra mujer? No. Esto solo es sexo, nada más, no hay sentimientos, solo sensaciones.
Entonces Miguel rompió la conversación de Benito y Sheila.
– ¡Propongo un juego! Atención compañeros serviré unos chupitos de whisky para cada uno, pero con la condición de que no podemos beberlos nosotros mismos, sino que nos lo tienen que dar de beber ¿aceptáis?
Sheila algo eufórica, soltó un sí, Benito le siguió y yo asentí con la cabeza, mientras Miguel me miró de tal forma, que un escalofrío recorrió mi cuerpo.
Sheila cogió el vaso de chupito con sus labios, se lo introdujo en la boca y se acercó a Benito, esté se acercó a ella y abrió su boca, mientras está le daba de beber, acabando por meterle la lengua hasta la garganta, dándole un efusivo morreo, el cual iba por lo que pude observar acompañado de un piercing en la lengua de ella. El siguiente fue Benito que al igual que ella, le paso la bebida de la misma forma, al parecer el piercing tuvo éxito, ahora solo quedábamos Miguel y yo, intenté ser algo más original y me puse el vaso de chupito en mi escote, este quedaba sujeto por mi canalillo, así que me acerqué a Miguel y este bajó sus labios hasta mis pechos, mientras Sheila reía como una histérica y Benito observaba atónito. Pasó su lengua alrededor del filo del vaso, rozando mi piel, me estremecí dejando escapar un leve gemido, Miguel levantó la vista y dijo con una sonrisa pícara:
– ¿Estás bien?
Algo sonrojada le conteste que sí. Entonces volvió a bajar sus labios hacía mis pechos, los lamió lentamente y cogió con estos el vaso y se lo tomó de un golpe. Aquella escena nunca podré olvidarla, fue el momento más erótico de mi vida. La siguiente era yo, me quedé algo cortada. Miguel cogió su vaso y se lo puso entre la cintura del pantalón y su vientre, no sabía si hacerlo o no, Benito nos observaba con unos ojos como platos, lo miré buscando su aprobación, pero no me dio muestras de nada, así que levantando mi vestido, me arrodillé ante Miguel y con ayuda de la punta de mi lengua y mis labios, intente cogerlo. Era algo difícil, el vaso cada vez iba más hacía abajo, hasta el punto en el que pude sentir la dura erección de Miguel. Me paré en seco y él mismo me ayudo sosteniendo el vaso con la punta de sus yemas para que no siguiera bajando, pero eso no evitó que sintiera su sexo duro, me excitó muchísimo. Por fin cogí el vaso y me lo bebí, cuando levanté la vista, Miguel tenía una enorme sonrisa en su cara, estaba para comérselo. Volví la vista y Benito mostraba una mirada de deseo y odio, se notaba claramente que aquella escena le había puesto, y eso me puso más a mí.
Sheila continuando el juego sirvió cuatro chupitos más, e inició el juego de nuevo, se quitó el vestido, mostrándonos a todos la falta de su ropa interior y su precioso sexo rasurado, el cual estaba tatuado con una mariposa que lo envolvía, era una obra de arte. Colocando el vaso de chupito entre sus muslos, incitó a Benito a cogérselo, este no lo dudó dos veces y acercó su rostro a su entrepierna, no sin antes pasar su lengua por los muslos de Sheila, saboreando su piel. Miguel y yo mirábamos boquiabiertos, mi tanga estaba más que mojado. Benito después de un buen rato de jugar, sacarle unos cuantos gemidos a Sheila, y recoger lo que había vertido por encima del sexo de esta, acabó por beberse el chupito. El siguiente quiso ser Miguel, cogió el vaso de chupito, se quitó la ropa, y mostrando también su falta de ropa interior, su estupendo cuerpo y una enorme erección, se sentó al lado de Benito, el cual no tardó en despojarse de sus ropas y enseñarnos a todos su estado de excitación. Con los tres desnudos, Miguel me pidió que me pusiera de rodillas y así lo hice. Sheila me quitó el vestido y me arrancó el conjunto color burdeos que llevaba, dejándome así, igual que ellos.
Miguel empezó a derramar gota a gota el whisky por su verga, mientras yo las recogía con la punta de mi lengua de abajo hacia arriba, lamiéndole su dura verga, la cual estaba empapada en toda su forma por este, su cuerpo desprendía mucho calor, su olor me embriagaba y la textura de su sexo me incitaba a chupársela, pero la presencia de Benito allí, observando cada uno de mis movimientos mientras Sheila le hacía una mamada con su estupendo piercing, me incomodaba y a la vez me excitaba. Como una fiera hambrienta me la metí totalmente dentro de mi boca, su glande chocó con mi campanilla, pero quería más, los gemidos de Miguel y Benito se mezclaron y mi calentura también. El ambiente se cargó de un aroma especial, yo no podía evitar mirar la resplandeciente polla de mi marido bañada por la saliva de Sheila, a la vez que notaba su mirada clavada en mis labios, viendo como le ofrecía a Miguel la mejor de mis mamadas. Después de estar un buen rato, Miguel hizo que me detuviera, me cogió por los brazos y me levantó, me llevo hasta la mesa y poniéndome enfrente de Benito, el cual estaba sumergido en la estupenda felación de Sheila, me separó las piernas y se arrodilló por detrás de mí, acarició mis nalgas con rudeza, las separó y rápidamente me ofreció un lengüetazo por mi ano.
No pude contener aquel gemido salido del fondo de mi alma, era la primera vez que sentía aquella sensación, miré hacia delante y observé a Benito que nos miraba fijamente. Su mirada se mostraba perdida, su rostro no mostraba ningún tipo de placer, estaba como absorto en sus pensamientos, pero otro de los lengüetazos de Miguel me sacó de mi preocupación por Benito, cerré los ojos y dejé que aquella sagaz lengua me ofreciera el mayor de los placeres. Mis gemidos iban en aumento, me sentía arder por dentro, tenía ganas de gritar de placer, era casi insoportable, como estar al borde de la locura… Mis piernas empezaron a flaquear y mi respiración se aceleró por segundos.
Estaba a punto de tener mi primer orgasmo gracias a la maravillosa lengua de Miguel, cuando exploté en un gran grito de placer, derramando mis jugos por la boca de Miguel, el cual me sostenía por la cintura al ver que mis fuerzas me abandonaron para poder seguir en pie. Levanté la vista del suelo y me encontré con los ojos de Benito, su mirada me mató, era fría, distante, dura, su deseo se había ido, su lujuria no estaba.
Tenía a Sheila sentada sobre su falo, subiendo y bajando, pero sus gemidos no se oían, sus manos no se movían y su rostro era serio, parecía no estar allí. Sheila se cansó de su indiferencia y separándose de él, le preguntó qué le pasaba, mientras yo lo miraba desde la otra punta de habitación.
La separación de ambos no era tanta, pero a mí me pareció enorme, era como si se alejara de mí, como si la habitación se alargara distanciándonos. Benito sin tan siquiera mirarla, le dijo que no se encontraba bien, se levantó, se vistió y alcanzó mi ropa. Yo permanecía inmóvil, en tan solo un instante todo mi placer había desvanecido, no entendía la actitud de Benito, pero sin decir nada me vestí y le seguí hasta la puerta. Miguel y Sheila se quedaron tan parados como yo, no atinaron a decir nada. De camino a casa el silencio reinaba en el coche, no me atrevía a hablarle, su mirada estaba perdida, pero al final me armé de valor y le pregunté si se encontraba bien. Frenando el coche en seco en medio de la carretera y mirándome con los ojos llorosos, lo cual me alarmó, pues era la primera vez que lo veía en aquel estado, me dijo:
– Tus gemidos me han desgarrado la mente y el alma.
Después de sentir aquello mi mundo se vino abajo, me sentí la mujer más sucia y miserable del mundo. Desde entonces han pasado ocho meses y he intentado hablar del tema con él, decirle que solo fue sexo, que a quien amo es a él, que mis sentimientos siempre le han pertenecido a él, pero nuestra burbuja de cristal se quebró desde aquella noche, dejando escapar toda su pasión, deseo y lujuria, y nuestra fantasía resultó ser nuestra trampa.
Ahora solo espero que algún día mi marido, al cual amo y sé que me ama, me haga el amor como solo él sabe, y “unir” los cristales que una vez se quebraron, aunque cuando algo se quiebra, nunca vuelve a ser lo que fue.
Besos