Relato erótico
Algo especial
Gracia a un bikini que transparentaba, tuvo una experiencia inesperada. Sus vacaciones se transformaron el algo especial.
Nuria – LLEIDA
Hola, soy Nuria y lo siguiente que cuento pasó el verano pasado, cuando estuve de vacaciones con mis padres a una playa de la Costa Dorada.
Fui a la playa con mis padres, y me había puesto un bikini color verde claro. A mi me encantaba, pero a mis padres no. Decían que era demasiado pequeño y transparente.
Cuando llegamos a la playa noté que muchas miradas se posaban en mí pues con el agua se me trasparentaban los pezones. Mi madre me aconsejó que me cambiara que sino mi padre se enfadaría. Le dije que iba al hotel pero que me quedaría en la piscina.
Al llegar entré en el ascensor y también entró conmigo un chico muy alto, al menos para mí. Yo le calculé como 1,85 m, con un cuerpazo. Se notaba que tenía un cuerpo de gimnasio.
Cuando el chico entramos en el ascensor me saludó, yo lo devolví el saludo, el ascensor se cerró y no entró nadie más, pero de repente se paró, yo me asusté y todo se hizo oscuro, momentos después se encendió una lucecita, muy tenue, y él me dijo:
– Tranquila, se ha ido la electricidad.
Yo solo asentí con la cabeza. Ese día por cierto hacía mucho calor y como la cabina era pequeña, empezamos a sudar.
Para que me calmara, él me empezó a hablar hasta que, de pronto, oímos una voz que nos gritaba desde fuera diciéndonos que no nos preocupáramos, que había un corte de luz y que tardaría unos 20 minutos en volver.
Hablamos de tonterías y de pronto me dijo que tenía calor y se sacó la camiseta. Estaba buenísimo, y aunque la luz era tenue, vi que su “paquete” parecía prominente. Además me di cuenta que no sacaba los ojos de mis tetas, El famosos bikini verde se transparentaba con el sudor.
Se acercó a mi y me pregunto cuantos años tenia, le contesté que tenia 19 y el dijo que tenía 32. Me dio la mano y dijo que ya era hora de presentarnos. Dijo que se llamaba Eduardo.
Aún no sé como ocurrió, pero de pronto, estábamos dándonos un dulce beso. Me abrazó con fuerza y pude notar algo duro en mi barriga.
Nos morreábamos con pasión, el buscaba mis tetas, y aunque yo quería resistirme, podía más mi calentura.
Noté como me sacaba la toalla que llevaba en la cintura, se arrodillo, aparto el bikini y sumergió la cara en mi chocho. Cuando note su lengua tuve una descarga eléctrica que hizo temblar mis piernas. Justo empezar su caliente lamida, volvió la luz. Nos separamos y cuando llegamos a su destino. Sin decirnos nada salimos juntos y fuimos a su habitación.
Cruzamos la puerta y me levantó como una muñeca. Nos besamos nuevamente, él se sentó, yo abrí las piernas y me senté encima de él sin dejar de besarnos. Me desabrochó el bikini e hizo que me arqueara hacia atrás para poder coger mis pechos, los tomó con las dos manos y me los chupó mientras con sus dedos cogía mis pezones, los pellizcaba y tiraba de ellos.
Después hizo que me levantara y se sacó los pantalones cortos y puede ver su magnifica verga, erecta, muy grande y me preguntó:
– ¿Te gusta?
Yo no decía nada, solo asentí con la cabeza y entonces él me cogió de los hombros haciendo que me inclinará y me dijo simplemente
– ¡Chúpala!
Yo se la cogí con una mano y me la introduje en mi boca. El me cogió de los cabellos y gemía cosas que no acababa de entender, pero sí que en algún momento decía:
– ¡Sí… guarra… así…!
No sé por qué, pero me excité más. Empezó a moverse y hacía que su polla me entrara más y más e incluso me produjo alguna arcada, pero me tenía asida de los cabellos. Su rabo llegó hasta la garganta. Me estaba follando por la boca, pero de repente me dio un tirón de los cabellos e hizo que me levantara, me volvió a besar y me dijo:
– La chupas muy bien.
Me bajó la parte inferior del bikini de un tirón, me giró, me hizo poner a cuatro patas y empezó a acariciarme el coño. Me introdujo un dedo y después dos. Quería que me follara, pero le dije que se pusiera un condón, pero él me dijo:
– Pónmelo tú, con la boca.
– ¡Cómo! – dije – No sé hacerlo.
Me lo dio, me dijo que lo abriera, que lo pusiera en el capullo y después lo empujara con los labios, y así lo hice. Como dicen, todos los días se aprende algo nuevo, pero lo hice y de paso volví a sentir el grosor de su cipote. Después me volvió a poner a cuatro patas, y me la metió suavemente. Sentía mucho placer.
Empezó a bombearme salvajemente. Yo gritaba y le pedía que fuera más rápido, que lo quería todo. Mis pechos se movían en un vaivén desesperado al ritmo de las embestidas mientras él, iba jadeando y diciendo:
– ¡Grita cerda… grita… sí…!
Yo gritaba y me agitaba de gusto. Me había corrido dos veces y él, todavía no había terminado. De pronto levante la cabeza y asustada, vi que había dos chicos en la habitación.
¿Cuándo habían entrado? No me había dado cuenta, se estaban acariciando la polla mientras nos miraban hasta que en silencio se desnudaron. Uno era delgado, pero estaba un poco marcado de músculos y el otro estaba un poco más llenito.
No dijeron ni palabra, pero le sonrieron al primero. Se acercaron a mi boca y me iban metiendo la polla por turnos. Eduardo, dijo que iba a correrse y me follaba con tanta fuerza que me hacia tragar las pollas de los otros dos.
La sacó de mi coño, y uno de los chicos, sin darme tiempo a decirle que se colocara un condón, me la metió en el chocho. El muy cabrón no tardo ni dos minutos en correrse, llenándome de leche que bajaba lentamente por mis muslos.
El tío al que se la mamaba hizo lo mismo. Sin avisarme, me soltó tal cantidad de leche que casi me ahoga.
Cuando nos relajamos, me contaron que uno de ellos, Javier, compartía habitación con Eduardo, debía tener la misma edad. El chico más gordito, Luis, era el hermano de Javier y estaba en otra habitación.
No os he contado que Javier tenía una polla increíble. No es que hubiese visto demasiadas en mi corta vida, pero era enorme y gorda. Luis, la tenia normalita.
Le dije que tenía que irme para cambiarme, pero cuando me estaba despidiendo de Javier con un beso en la mejilla, agarró mi cabeza y empezó a morrearme. Los otros dos se animaron, y en un plis plas, estábamos en la habitación.
Javier, “don polla”, se estiró, y me dijo que me la metiera en el chocho. Estaba tan gorda e hinchada que casi grito de gusto y de dolor. Cuando noté que alguien lamia mi culo, supe lo que iba a pasar. Les dije que nunca me la habían metido en el culo, pero Luis comentó que el tenía la polla ideal para dar por el culo.
Primero metió un dedo y fue follándome el ojete, después metió otro y poco a poco, noté como su polla iba entrando. Cuando ya estuve bien penetrada, Eduardo me la metió en la boca y se la chupe.
A partir de este momento, la cosa se desmadro. Solo se oían gritos, gemidos y jadeos.
A mis 19 años, había follado con varios amigos, pero una sesión como aquella, era algo en lo que no había pensado.
Nos corrimos casi todos a la vez. Me di una ducha y me fui corriendo.
Quedamos para vernos por la noche. El plan era, cenar en la habitación y después…
Besitos.