Relato erótico
Algo diferente
Cada sábado se reúnen un grupo de matrimonios y salen a cenar y de marcha. Aquella noche ocurrió algo diferente. Cenaron y después fueron a tomar unas copas con otra pareja y acabaron en su casa.
Alfredo – Navarra
Soy Alfredo, tengo 39 años, mi mujer se llama Carmen y tiene la misma edad que yo y la historia que voy a contar ocurrió hace unos meses. Como tantas otras veces, el grupo de amigos que nos solemos juntar en el bar, decidimos ir a cenar, aunque estas cenas no suelen ser nada del otro mundo pero como somos un grupo muy numeroso siempre hay alguien que hace la gracia y sirve para que nos riamos todos.
La hora de la cena era a las 22,30 y como a mi no me gusta conducir, quedamos con Pilar y César, otro matrimonio amigo, para ir en su coche y un ratito antes pasamos a buscarles. César estaba en la puerta con el coche pero Pilar se retrasó un poquito mientras terminaba de arreglarse. Entonces Carmen subió a la parte de atrás y se puso a conversar con él. La verdad es que entre ellos hay un buen rollito. Yo me quedé fuera esperando a que Pilar bajase. Tardó un par de minutos pero mereció la pena esperar, pues estaba de los más sexy con un vestido negro ajustado, el pelo moreno recogido y un generoso escote que hacia que sus tetas resplandeciesen como dos lunas llenas. Cuando la vi pensé que me la hubiese tirado allí mismo.
Subimos al coche y nos dirigimos al restaurante entrando ellas primero mientras nosotros aparcábamos. Cuando llegamos todos estaban ya sentados y me senté entre Carmen, mi mujer, y Pilar. Durante la cena no podía disimular el mirarla y aunque la cena discurrió tranquila, mi calentón seguía subiendo. Cuando terminamos, decidimos ir a una terraza donde estuvimos bailando y tomando unas copas. De pronto vi como mi mujer se abría un botón de su blusa para ponerse más sexy, lo que me indujo que quería fiesta. Después de varias horas bailando y bebiendo la gente se fue marchando y nos quedamos solos los cuatro. Hablamos un rato y cuando nos fuimos nos llevaron a casa donde yo les invité a que pasaran y aunque al principio dijeron que no, les convencí para que entrasen a tomar la ultima.
Una vez en casa serví unas copas y entre el puntito de alcohol y las risas de la noche les puse una película porno. En principio Pilar y Carmen dijeron que la quitase, que era una guarrada, pero según fue pasando parecía no disgustarles. En ella se veía a un muchacho de color con un aparato importante, tanto que Carmen, riendo, dijo que tomásemos nota pero César le contestó que la única envidia que le tenía era lo bien que se lo estaba pasando mientras que nosotros estábamos pillándonos solo un calentón. En esto Pilar, muy seria, dijo:
– Será porque vosotros queréis, pues tenéis a dos mujeres a vuestra disposición.
– Sí, tenemos una cada uno, pero es la nuestra – le contesté.
Y cual fue mi sorpresa cuando mi mujer dijo que no necesariamente a lo que Pilar añadió que era de buenos amigos el compartir.
Yo me quede alucinando pues tanto mi mujer como Pilar eran más bien celosas y cuando hablábamos de estos temas siempre eran bastante frías.
De todas formas no era momento de preguntas y César les dijo que entonces el que iba a tener envidia iba a ser el de la película, y agarrando a mi mujer por detrás comenzó a tocarle las tetas con lo que ella empezó a contornearse rozando con su culo el paquete que ya era de un tamaño considerable. Cuando vi aquello me acerqué a Pilar y abrazándola comencé a comerle aquella boca tan sensual que tenía mientras ella, agarrándome el culo, me apretaba contra su cuerpo. Mi polla estaba que se salía pues ella besaba como nadie, su lengua me recorría toda la boca lo que hacia que mi erección fuese cada vez más grande.
Mientras tanto César le había quitado la blusa a mi mujer dejándola solo con el sujetador y Carmen le iba desabrochando la camisa y le acariciaba su abultado paquete. Yo le había bajado la cremallera al vestido de Pilar, que cayó al suelo quedándose en tanga. Su culo es precioso, duro, redondeadito y con el tanga le resaltaba su figura. Comencé a besarla por todo el cuerpo y cuando me acerqué a su coño, echo el tanga a un lado y me lo puso delante de mis ojos. Sus labios depilados, duros, estaban para saborearlos, así que le pasé mi lengua abriéndoselos y noté como estaba totalmente mojada.
Recorrí con mi lengua todo su coño mientras ella acercaba mi cara para que no parase, luego se sentó en el tresillo, donde aproveché para desnudarla completamente y seguir lamiendo aquel coño que tantas veces imaginé y que ahora tenía para mí.
Al rato miré a César y Carmen. Esta tenía la polla del amigo en la boca y le estaba haciendo una mamada pero, sin dejar de hacerlo, se acercaron y se pusieron a nuestro lado en el sillón donde Pilar empezó a acariciarle las tetas a Carmen que ya estaba desnuda y yo comencé
a acariciarle el coño, que tenía completamente mojado, y a meterle los dedos. Pilar empezó a moverse como una posesa, mi lamida en su coño estaba produciendo sus efectos, además de besar a Carmen en la boca mientras César empezaba a comerle el chocho a Carmen. Pilar se corrió dejando a Carmen y César haciendo un sesenta y nueve.
Entonces Pilar se colocó a cuatro patas, cogió mi polla y se la metió en el coño, yo la agarré por las caderas y empecé a embestirla. A cada empujón ella respondía acompasando los movimientos y apretando sus nalgas contra mí, pero cuando yo estaba a punto de correrme, Pilar paró, se sacó mi polla del coño, se dio la vuelta y empezó a chupármela. Yo ya no podía más y cuando ella sintió mi corrida, se la sacó de la boca y dejó que mi leche le cayese por la cara y con lengua lamía los alrededores de la boca como una gata, luego volvió a chupármela hasta que consiguió de nuevo ponerla dura como una piedra.
Carmen y César acababan de correrse y Pilar aprovechó para chupársela a su marido mientras Carmen se me acercó y comenzó a besarme y a acariciarme, luego me tumbó en el suelo y se me puso encima introduciendo mi verga en su coño. Cuando mis huevos chocaron con su carne, llamo a César y le dijo que se la metiese por el culo. Rápidamente Pilar comenzó a chupársela para ponerlo a punto y cuando ese estaba preparado, César la ensartó por el ano. Carmen dio un grito de placer y al poco empezó a correrse pidiéndonos que no parásemos.
Así pasamos un buen rato en los que se sucedieron los orgasmos, y cuando ya no podía más nos dejó para que Pilar ocupara su sitio aunque ahora lo hicimos al revés, es decir, César la follaba por delante y yo por detrás hasta que nos corrimos los tres.
Exhaustos los cuatro nos sentamos y comentábamos que para ser la primera vez no estaba mal y lo que nos quedó claro es que a partir de ahora las salidas en grupo iban a reducirse, pero las nuestras iban a aumentar.
Saludos y besos de los cuatro.