Relato erótico

Al final, nos “lanzamos”

Charo
14 de febrero del 2019

A su mujer le gustaba mucho su amigo Cristian. Cada vez que iba a su casa, su mujer, coqueteaba descaradamente. Aquel día dieron un paso hacia adelante y la cosa acabó bien.

Julián – Valencia
Yo sabía que a Sole, mi mujer, le gustaba mucho mi amigo Cristian. En más de una ocasión ella me comentaba que si un día se le presentaba la oportunidad de ponerme los cuernos, lo haría con él. Cada vez que lo veía, se le iban los ojos y cuando nos visitaba, se ponía muy contenta, pero no nos atrevíamos a hacer nada con él, eso si, fantaseábamos los dos con que ella se lo follara y formar un trío. Hasta que logramos convertir nuestra fantasía en realidad.
Cristian vino a visitarnos y Sole aun no había llegado del trabajo. Después de tomarnos un par de cervezas, estaba a punto de comentarle lo de la fantasía pero entró mi mujer y lo dejé. Como siempre, ella entró y al verlo lo abrazó y besó en la mejilla.
Se sentaron juntos, fui a buscar unas cervezas y nos pusimos a conversar. Al rato, mi mujer se levantó y dijo que se iba a dar una ducha y a cambiarse, ya que venía del trabajo y estaba un poco sudada. Cuando volvió, venía con un vestido corto, se notaba que iba sin sujetador, ya que se le notaban sus pezones duros.
Se sentó en una silla delante de nosotros y me fijé inmediatamente que tampoco llevaba braguitas. Al ver esto pensé que esa noche estaba dispuesta a lograr su objetivo.
Fui a la cocina y la llamé para preguntarle si estaba decidida y me dijo que de ese día no pasaba, que estaba dispuesta y que la dejara sola.
Cuando regresé, dejé unos frutos secos en la mesa y más cervezas, comenté que me retiraba porque no me encontraba muy bien y les dejé solos. Le comenté que se quedara a dormir ya que habíamos bebido demasiado.
Subí a la habitación y esperé. Escuchaba sus risas y al cabo de un rato dejó de escucharse ruido, entonces salí de la habitación sigilosamente para que no me oyeran y me paré donde podía verlos bien. Estaban juntos, ella tenía un codo apoyado en el respaldo del sofá, con las piernas cruzadas.
– Oye Cristian. ¿Te puedo preguntar algo en confianza? – dijo. ¿Tú sabes lo que le pasa Julián? No está como siempre, ya hace mucho que no tiene una erección. ¿Te ha dicho algo?
– No, no me ha dicho nada, pero puede ser por la tensión en el trabajo.
– Pero ya hace tiempo que ocurre esto. Hace más de un mes que no me toca y la verdad, a mí me hace falta, mi cuerpo me lo pide. ¿Te ha comentado lo caliente que soy?

– Algo me ha dicho. ¿No le habrás puesto los cuernos? Porque con lo guapa que eres no te deben faltar pretendientes…
– ¿Te digo algo? Hay uno que me gusta mucho, pero no sé cómo decirle y Julián lo sabe.
-¿En serio? ¿Y quién es? ¿Se puede saber? ¿Lo conozco?
Yo paré el oído para escuchar y saber si le diría que era él con quien ella fantaseaba, pero no tuvo que decirle nada, él puso una mano en su rodilla.
– Si crees que en algo os puedo ayudar, puedes decírmelo.
– ¿En serio? Gracias.
Y puso su mano encima de la de Cristian, él quiso retirarla pero ella no lo dejó, entonces mi mujer se acercó y le dio un beso suave en los labios. Cristian se retiró y le dijo que se iba a acostar ya que estaba mareado. Se levantaron, caminaron hacia la habitación de invitados en el piso de abajo y entraron.
Yo bajé sigilosamente y me fui para el jardín, donde había la ventana que daba a esa habitación. Me asomé y vi que mi mujer se ponía de rodillas, con el culo en pompa en la cama, para poner bien las sábanas y él detrás se tocaba el miembro. Indudablemente se estaba poniendo caliente. Yo quería gritarle que la tocara, que ella lo deseaba, que lo provocaba.
Vi que ella movió un poco sus caderas, lo estaba invitando para que le tocara su cuerpo o más bien, sus nalgas, pero él quizás por respeto hacia mí, no se animaba. Eso si, no dejaba de mirarla y cuando mi mujer terminó con la cama, se tiró para atrás quedando su cuerpo pegado al de él, tanto que ella pudo sentir la dureza de su verga en las nalgas, pero no se movió para nada, se quedo pegada. Se notaba que su respiración se agitaba y por fin él se decidió y puso sus manos en sus caderas acercándola todo lo que pudo. Ella respiro profundo y movió su cuerpo, entonces él la cogió y la apoyó en la cama, con los pies en el suelo, le abrió las piernas, le subió el vestido y empezó a acariciarle las nalgas.
Le pasaba las manos sobre ellas mientras ella, apoyada con los codos en la cama iba removiéndose, pidiendo más. Entonces se bajo los tirantes del vestido y salieron sus pechos, sus pezones duros como piedras, se los acarició y se dio la vuelta quedando sentada en la cama, acercó sus manos a la bragueta del pantalón de Cristian.
– No. Creo que no está bien lo que hacemos, si Julián se da cuenta… -dijo.
– No tengas miedo, hemos fantaseado contigo mucho tiempo. Él está bien dormido y no se dará cuenta.
Y sin detenerse le bajo el pantalón y calzoncillos, saltando su verga gorda. Mi mujer acercó su cara y empezó a besársela para acabar metiéndosela en la boca un momento después. Era fascinante ver como ella trataba de metérsela toda en la boca para sacársela y volverla a meter. Yo estaba muy caliente, ya me había sacado la verga fuera, sin parar de tocármela.

Al principio pensé que me daría celos pero fue todo lo contrario. Ella siguió mamando y al mismo tiempo comenzó a jugar con su clítoris. Lo hacía con tanta ansia que no duró mucho en tener su primer orgasmo y ya para entonces, tenía toda su verga en la boca. Él la cogió por la nuca y dando un suspiro, apretó sus nalgas y le soltó el chorro de leche.
Si hay en esta vida una buena mamadora, esa es ella, no perdió ni una sola gota, se lo tragó todo y aun así no se la saco, sino que siguió pegada y no dejo que se le pusiera blanda, siguió dura. Ella lo cogió, le hizo acostarse, se puso encima, le cogió la polla y se la metió. Ella dio un pequeño grito y él le tapó la boca pero aun así se podía escuchar sus gemidos.
Comenzaron a cabalgar, yo ya no soportaba más y a pesar de que me había corrido, mi verga seguía dura. Entré en casa, abrí la puerta y ahí seguían ellos follando, veía sus nalgas subir y bajar y oía sus quejidos del placer que recibía. Entonces Cristian se dio cuenta que estaba allí, se la sacó rápido mientras trataba de decir algo pero mi mujer le dijo.
– No te preocupes, él sabe que te tengo ganas, tu eres mi fantasía y fue idea de los dos el seducirte. Anda ven y fóllame.
Él aun dudaba de hacerlo y ella trató de meterse la verga de nuevo, ya caída del susto, pero gracias a las caricias de ella, se fue recomponiendo y logró empalmarla otra vez y metérsela de nuevo. Ahora ella era la que subía y bajaba. Yo me acerqué, le acaricié las nalgas y con un dedo le toqué el ojito del culo. Ella me pidió que se lo metiera y así lo hice, fue cuando empezó a moverse salvajemente y a gemir como nunca. Entonces me pidió que se la metiera. Cogí vaselina que tenía en la mesita guardada, la puse en mi verga y también en su ano, entonces le metí la punta, ella gritando de placer me pidió que se la metiera toda y fui empujando más y más, hasta metérsela hasta lo más profundo.
Allí estábamos los tres, ella cabalgando a Cristian y yo metiéndosela por detrás. Era una situación muy morbosa y ella estaba como loca, lo que me hizo acelerar y le solté mi chorro. Al momento escuché que él también se corría. Estábamos los tres exhaustos de tanto placer, lo que provocó que nos quedáramos los tres dormidos en la cama hasta que recuperamos fuerza y continuamos.

Fue una experiencia increíble y a partir de ese día nuestra amistad con Cristian fue mas “profunda”. Ya forma parte de nuestras relaciones sexuales, y mi mujer consiguió lo que quería…
Besos para todos.

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