Al final lo pasé bien

Era sábado, estaba descansando después de una semana con mucho trabajo. Llamaron al teléfono, lo cogió su marido y cuando colgó le dijo que tendría que hacerle un favor. Su amigo celebraba su cumpleaños y él se iba de viaje. Le pedía que asistiera a la fiesta en su nombre.

Isabel – CÁDIZ
La experiencia que les contaré me sucedió por culpa de mi marido, ya que me pidió que asistiera a una fiesta de cumpleaños en su lugar porque él no deseaba asistir.
Cuando llegó por fin el sábado y me disponía a descansar después de una semana cargada de trabajo, cuando sonó el teléfono. Antonio, mi marido, respondió y cuando colgó le pregunté quien había llamado. Me dijo que era un amigo y que lo había invitado para que fuéramos a festejar su cumpleaños.
Este amigo tendría alrededor de 50 años y era viudo. Yo lo conocía, porque vino el día de nuestra boda y lo que recuerdo de él es que es un hombre grande, de contextura gruesa y muy campechano, que es muy buen amigo y de buen carácter. Antonio me pidió que asistiera a su casa en su nombre ya que él tenía un compromiso ineludible. Le dije que estaba cansada pero que dormiría por la mañana para estar recuperada para la noche y le pedí que me dejara el coche ya que su amigo vivía en una zona alejada, lo cual aceptó diciendo que no había ningún inconveniente.
Después de un sueño reparador y de hacer algunas cosas en mi casa, me fui a bañar para irme a la fiesta. A toda mujer le gusta que la halaguen y decidí arreglarme muy bien para esta reunión. Salí de la ducha y seleccioné un conjunto de color champagne cuya falda me quedaba a la altura de medio muslo, me puse un sujetador de media copa y una blusa de gasa transparente, me coloqué unas medias de nylon que hacían juego con el color de mi ropa y unos zapatos de fiesta.
Tras maquillarme y darme los últimos toques, me dispuse a salir. Mi marido me vio y me dijo que no bebiera mucho ya que a su amigo le gustaba la bebida, y que recordara que debía regresar conduciendo. No sé si se preocupaba por mi integridad física o por su coche, pero me despedí de él y me encaminé a la fiesta.
Felizmente se me ocurrió pedirle el coche a Antonio ya que cuando conducía la falda se me subía hasta verse el encaje de mis medias de nylon, además cada vez que uso esta falda prefiero no ir en taxi ya que los chóferes miran con descaro mis piernas.
Llegué a mi destino después de dar algunas vueltas y al tocar la puerta salió a recibirme Rodrigo, el amigo de mi marido. Después de saludarme preguntó por él y le dije que no había podido venir. No sé porque pero me dio la impresión que le alegraba que hubiera ido sola y me invitó a pasar.
Ya adentro me presentó a sus invitados, que no pasarían de cinco parejas y un señor que me lo presentó como su compañero de trabajo. Dentro de mi pensé que me iba a aburrir con esta gente, pero me equivoqué ya que eran muy alegres, y Rodrigo y su amigo se turnaban para bailar conmigo.

El amigo de Rodrigo se pegaba mucho a mi cuando bailaba ya que al parecer estaba “algo” alegre por las copas que tomaba. Yo también bebía tratando de ser moderada pero la mezcla de licores que habían hecho, me dio un calor tremendo y se me subió un poco a la cabeza.
Al pasar las horas sentí el cuerpo adormecido y le dije a Rodrigo que llamaría a mi marido para que pasara a por mí, a lo que él dijo que descansara un poco y luego se me pasaría.
Me pidió que subiéramos al segundo piso para que descansara en su habitación y así mareada le hice caso. Subí las escaleras y Rodrigo me seguía unos escalones detrás, seguramente para contemplar mi trasero mientras subía. Su casa era grande y al llegar al segundo piso fuimos por un corredor hasta una habitación que quedaba al final del pasillo. Con la cabeza que me daba vueltas me senté en la cama y Rodrigo me ayudo a acostarme, quitándome los zapatos y acomodando mis piernas.
Cerré mis ojos escuchando a los lejos la música del primer piso, pero después de lo que a mí me pareció un momento, alguien abrió la puerta del dormitorio, y ya no se oía en ese momento ninguna música, por lo que supuse que los invitados se habrían retirado. Realmente estaba noqueada, porque a duras penas me daba cuenta de lo que pasaba. Entonces escuché la voz de Rodrigo que decía:
– Entra sin hacer ruido porque está dormida.
En la habitación solo estaba encendida la lámpara de la mesita de noche, y pude divisar dos siluetas de hombre parados al pie de la cama.
– ¿Que te parece esta hembra, amigo? – preguntó Rodrigo
El otro contestó que tenía unas piernas y unas tetas fabulosas. Yo no sabía si estaba soñando o que, pero de pronto sentí una mano masajeando mi coño por encima de mi braga. Era una mano grande que separaba mis piernas dejándoles ver toda mi intimidad.
Abrí mis ojos un poco y vi que uno de ellos estaba a la altura de mi cabeza con la verga fuera del pantalón. La empezó a restregar por mis labios y la introdujo en mi boca, por lo que sentí un ahogo, al tiempo que oí al otro decir:
– Despacio compañero, que tenemos toda la noche.
Mientras, en mi lengua sentía ese sabor inconfundible del semen. Luego me desabrocharon la blusa y tiraron mi sujetador hacia abajo dejando mis tetas al aire. El que me había puesto su verga en mi boca se inclinó para chuparme las tetas, mientras que Rodrigo me sacó la braga y me empezó a chupar el coño.
Hubiera sido inútil resistirme y para ser franca, no tenía la menor intención de hacerlo. La comida de chocho que me estaban dando me gustaba y estaba excitada. Empecé a chupar fuertemente la verga que tenía en la boca al momento que Rodrigo se ponía encima de mí, penetrándome con su gran pedazo de verga.

Sentía que entraba y salía con gran furia y fuerza haciendo que mis tetas se bamboleasen de un lado a otro hasta que, de pronto sentí un chorro que me quemaba por dentro y en medio de resoplidos recibí la leche del amigo de mi marido. Su compañero no aguantó mucho la mamada que le estaba haciendo y soltó su leche dentro de mi boca.
Entonces los dos se desnudaron y me quitaron la ropa a mí también. Ambos me besaban y restregaban sus vergas en mi cuerpo haciendo que se les levantara nuevamente. Sin dilación, me pusieron a cuatro patas al filo de la cama y se turnaban para metérmela en el coño en esa posición como a una perra. Mientras uno me penetraba, el otro masajeaba mis tetas apretándolas fuertemente y de vez en cuando me ponían su verga en la boca para que se las chupase.
También metían sus dedos en mi ano haciendo que tuviera varios orgasmos, y una vez que me encularon también como quisieron, me eché boca arriba viendo como se ponían cada uno a un lado masturbándose para vaciarse en mis tetas y en mi cara, pero yo cogí sus vergas, una con cada mano, y se las masturbé hasta que eyacularon, pero las chupaba mientras salía su leche y las restregaba en mis labios llenándome toda la cara de semen.
Después de esa follada bárbara, ellos quedaron tumbados uno a cada lado de mi cuerpo y ya más recuperada del sopor etílico, pensé en la situación. Mi marido me había pedido que asistiera a esta reunión por compromiso, y yo estaba en la cama con su amigo y el compañero de este.
Los miraba a los dos con sus vergas flácidas y Rodrigo me dijo que no habían podido contenerse al tenerme a su merced. Yo soy una mujer a la cual le gusta mucho follar, y la situación en la que me encontraba me excitaba mucho, así que como respuesta me puse de rodillas entre ellos dos y me dediqué a hacer lo que mejor sabia, chupar vergas.
Ellos jadeaban cada vez que me metía sus pollas en la boca y no tardé mucho en hacer que se les levantara nuevamente. Ahora yo quería darme el gusto, así que primeramente me puse encima del amigo de Rodrigo, que era el que la tenía más grande y comencé a cabalgar sobre él, tomando sus manos y poniéndolas sobre mis tetas.
Cuando estaba en medio de ese éxtasis, sonó el teléfono y Rodrigo contestó y dijo:
– Hola Antonio, lástima que no hayas podido venir.

Mi marido llamaba para averiguar que había pasado conmigo. Yo no podía detenerme en ese momento así que seguí cabalgando sobre esa verga deliciosa, y Rodrigo le dijo que yo me había mareado por las copas y que me quedaría a dormir. Después le dijo que no se preocupase ya que estaba en buenas manos, acariciando en ese momento una de mis nalgas con sus manos.
El saber que mi marido estaba al otro lado de la línea, mientras yo me estaba comiendo una verga, hizo que cayera en un largo orgasmo. Rodrigo colgó el teléfono y se puso detrás de mí, enfilando su verga en la entrada de mi ano. Así poco a poco entró y me di el placer de tener dos vergas a la vez dentro de mí
Las manos de ambos me manoseaban el cuerpo sudoroso y después de varias metidas y sacadas, se vaciaron en mí, llenándome de leche el recto y el coño.
Besos.